Aunque ya llevaba más de una década retirado de la política, la sola mención de su nombre aún ponía los pelos de punta a millones de sudafricanos, y quizás por esto la noticia de su asesinato ha dejado al país en estado de choque. Eugene Terre’blanche, el histórico líder del Movimiento de Resistencia Afrikaner (MRA) […]
Aunque ya llevaba más de una década retirado de la política, la sola mención de su nombre aún ponía los pelos de punta a millones de sudafricanos, y quizás por esto la noticia de su asesinato ha dejado al país en estado de choque. Eugene Terre’blanche, el histórico líder del Movimiento de Resistencia Afrikaner (MRA) que aterrorizó Sudáfrica en los años 80 y 90 y a punto estuvo de hacer descarrilar el proceso pacífico que acabó con el apartheid, fue encontrado anteayer por la noche en su casa muerto a golpes.
La versión oficial -tras la detención ayer por la mañana de dos jóvenes peones de su granja- es que el crimen no tiene significado político y que Terre’blanche murió tras una pelea con sus trabajadores, que le reclamaban unos salarios impagados. Pero la eficacia policial no ha podido evitar que mucha gente vea en el crimen un símbolo de los miedos que Terre’blanche alimentó cuando aseguraba que los blancos nunca podrían estar seguros bajo un gobierno de la mayoría negra.
Deterioro de las relaciones interraciales
Esta muerte, además, contribuye ha avivar peligrosamente la penúltima polémica racial que envuelve Sudáfrica. Esta empezó hace unas semanas, cuando el controvertido dirigente de la Liga Juvenil del gobernante Congreso Nacional Africano (CNA), Julius Malema, entonaba públicamente una canción de la época de lucha antiapartheid llamada «Mata el Boer», como se llaman también los afrikaners. El escándalo ha llegado hasta un juez que ha considerado esta letra como un llamamiento al odio -perseguidos por la constitución sudafricana- y la ha prohibido. Una decisión protestada, a su vez, por diferentes colectivos que consideran que la sentencia «descontextualiza el sentido histórico» de la expresión.
«Esta polémica no irá mas lejos -asegura el periodista y analista político Ben Cashdan- pero representa a la perfección la re-racialización de la política sudafricana en que cada comunidad va por su lado» y con la consecuente «pérdida del sentimiento de ciudadanía que Mandela trató de dotarnos».
Y aunque es difícil que en Sudáfrica estalle en una violencia interracial generalizada como la que se vivió a principios de los 90 sí que es evidente que tras 15 años de democracia blancos y negros se encuentran cada vez más lejos. Los primeros, a pesar de mantener un nivel económico muy superior a sus conciudadanos, se lamentan constantemente de estar olvidados por unas administraciones que no sienten como suyas. Mientras, los segundos, se resienten por el hecho que el fin del apartheid no significó -y a pesar de un crecimiento económico continuado- la salida de la pobreza para una mayoría de la población.
Vida y muerte violentas
Eugene Terre’blanche murió de la misma forma violenta en la que vivió. Con innegables capacidades oratorias, supo canalizar el miedo de una buena parte de la sociedad blanca hacia la convivencia con la mayoría negra y trató de evitar el cambio de régimen usando medios violentos. En sus mejores momentos su MRA contaba con decenas de miles de miembros que se manifestaban armados y uniformados. Pero con el avance del proceso y tras un intento fracasado de acción armada el movimiento se desinfló.
Condenado a seis años de cárcel por golpear un mozo de gasolinera, salió a los tres arrepentido del uso de la violencia. Aún así, desde 2008 colaboró en la reactivación del MRA.
Fuente: http://vacomva.net/index.php?option=com_content&task=view&id=463&Itemid=1