En octubre de 2023, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Lavrov, aseguraba que «el equilibrio geopolítico de poder sigue cambiando, y no a favor de Occidente».
Unos meses después, a mediados de marzo de 2024, examinando la despótica actuación del Occidente capitalista, su dilatado dominio sobre el mundo y su futuro, Putin declaraba a la televisión rusa: «El baile de los vampiros está terminando». Sin embargo, los peligros son muchos, y Estados Unidos sigue acosando a Rusia: el plan estratégico de Washington no es desatar una guerra nuclear, sino mantener una dura presión sobre Rusia en todos los escenarios del planeta, de Europa y el Ártico al Cáucaso, Asia Central y el lejano oriente, desgastando el potencial militar ruso en la guerra de Ucrania, aplicando duras sanciones económicas que lleven a la quiebra a la economía rusa y estimulando al mismo tiempo las protestas ciudadanas en Rusia. De conseguir sus objetivos, Washington acaricia la partición del país más extenso de la tierra: sería el segundo y definitivo episodio tras la división de la Unión Soviética en 1991. Después, Estados Unidos se centraría en el combate a China. Pero, en ese tránsito, han aumentado mucho los riesgos de que se desate una guerra nuclear, que podría acabar con la vida en el planeta.
Hace más de dos décadas que Estados Unidos intenta conseguir el dominio atómico, y en ese tránsito ha destruido la estructura de los acuerdos de desarme nuclear suscritos con Moscú. En 2002, Estados Unidos abandonó unilateralmente el Tratado sobre misiles antibalísticos, ABM, y en 2018 se retiró unilateralmente del acuerdo 5+1 sobre el programa nuclear iraní, clave para evitar la proliferación nuclear en el planeta. Al año siguiente, abandonó el Tratado sobre misiles de corto y medio alcance, INF, y en 2020, el Tratado de Cielos Abiertos. Estados Unidos, que dispone de armamento nuclear en Europa, añadió recientemente tensión al poner en marcha un programa de «misiones nucleares conjuntas» con sus aliados de la OTAN, algo que era obvio sería percibido como una amenaza por Moscú. Por ello, el gobierno ruso anunció en octubre de 2023 que aplicaría «medidas compensatorias». No fue la única decisión porque en noviembre Rusia revocó la ratificación del Tratado de Prohibición de Ensayos Nucleares, CTBT, firmado en 1996: hacía veintitrés años que Moscú lo había ratificado sin que Washington lo hubiera hecho también, y consideró que se había convertido en una farsa. Ahora, el único tratado de desarme nuclear en vigor es el START III de misiles balísticos intercontinentales, que limita a 1.550 las cabezas nucleares que puede tener cada país, a ochocientas lanzaderas en tierra, submarinos y bombarderos, y a setecientos misiles balísticos intercontinentales operativos. El tratado entró en vigor en 2011 y expira en febrero de 2026. En febrero de 2023, Rusia suspendió el acuerdo, sin abandonarlo definitivamente, a causa de las dificultades que sus especialistas tenían para la inspección de los arsenales nucleares en Estados Unidos debido a las sanciones occidentales impuestas, a la falta de permisos de sobrevuelos y a la negativa estadounidense a conceder visados a algunos de sus funcionarios, inspecciones que sí realizaban los especialistas estadounidenses en Rusia. Durante la pandemia de la Covid-19 las inspecciones mutuas no se realizaron y siguen suspendidas. Además, Moscú tuvo en cuenta la decisión del gobierno Biden de detener el diálogo sobre control de armas tras la intervención rusa en Ucrania.
Hay una gran diferencia entre las armas nucleares tácticas (o de teatro) y las estratégicas: las primeras tienen una potencia de hasta 50 kilotones y un alcance de menos de quinientos kilómetros (la que lanzó Estados Unidos en Hiroshima tenía 15 kilotones y la de Nagasaki, 20) y están pensadas para ser utilizadas en el campo de batalla; las segundas, pueden tener entre 500 kilotones y un megatón. Estados Unidos dispone de 5.244 ojivas nucleares, y Rusia cuenta con unas 5.800 ojivas, y ambos países guardan almacenadas varios miles de bombas más aunque deben observar las limitaciones del START III. A finales de 2023, tras el abandono del Tratado INF por Estados Unidos, Rusia denunció los indicios de que el Pentágono podía desplegar misiles de corto y medio alcance en distintas regiones del mundo. El gobierno ruso aseguró que no sería el primero en hacerlo, pero que si Washington continúa con sus preparativos, abandonará la moratoria unilateral que observa en la región de Asia-Pacífico y en otros territorios, para no desplegar ese tipo de misiles. En 2024, han llegado los planes estadounidenses para instalar armas nucleares en Gran Bretaña.
El gobierno ruso ha planteado reiteradamente la necesidad de negociar un nuevo sistema de seguridad en Europa y en el mundo: la última propuesta completa de Rusia a Estados Unidos y la OTAN, que incluía medidas relacionadas con el despliegue de misiles de corto y medio alcance, fue hecha en diciembre de 2021, pero Washington se negó a considerarla y mucho menos a negociar su contenido. Putin había planteado a Biden ese mismo mes, en videoconferencia, que «Rusia está muy interesada en recibir garantías fiables y jurídicamente vinculantes que excluyan la expansión de la OTAN hacia el Este y el emplazamiento de sistemas ofensivos en los Estados limítrofes con Rusia». La negativa de Washington fue rotunda. Estados Unidos ha planteado después su interés por reanudar las negociaciones sobre desarme nuclear, pero Rusia exige que se hagan contemplando la relación global entre las dos potencias. Por su parte, China también quiere impulsar una nueva arquitectura de seguridad en todo el mundo, aunque las decisiones de Estados Unidos en la región de Asia-Pacífico van en la dirección contraria. Pekín sigue con preocupación la actividad del gobierno japonés de Fumio Kishida, que ha aumentado sus operaciones militares conjuntas con Estados Unidos en oriente, en la península de Corea y en la proximidad de las costas rusas, y Tokio impuso sanciones a empresas, bancos y ciudadanos rusos y decidió reducir el comercio mutuo, por lo que Rusia decidió suspender en noviembre de 2023 el acuerdo suscrito en 1993 con Japón sobre la reducción de armas nucleares en territorio ruso, pacto que quedará sin efecto en mayo de 2024. Por ello, Liu Zhenli, responsable del Estado Mayor Conjunto de la Comisión Militar Central china, mantuvo en diciembre de 2023 una reunión por videoconferencia con el general Charles Brown, jefe del Estado Mayor Conjunto estadounidense, para encontrar espacios de colaboración que contribuyan a la estabilidad y la paz.
Con esos antecedentes, la acelerada expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas, y la tensión derivada de la guerra en Ucrania, no podía extrañar que el 20 de abril de 2022, Rusia realizase una prueba con el RS-Sarmat, lanzado desde Plesetsk, cerca del mar Blanco, para alcanzar Kurá, en Kamchatka, a seis mil kilómetros de distancia. Putin había anunciado el nuevo misil en 2018, en claro aviso a Estados Unidos. Ese misil intercontinental ruso RS-28 Sarmat dispone de hasta quince ojivas nucleares, con un poder explosivo de 40 megatones, un alcance de 18.000 kilómetros y una velocidad de hasta 27 Mach, entró en servicio en septiembre de 2023. Al mes siguiente, las Fuerzas de Misiles Estratégicos rusas lanzaron un misil balístico intercontinental Yars desde Plesetsk, además de un misil balístico Sinevá desde un submarino estratégico Tulá en el mar de Barents, y misiles de crucero desde bombarderos Tu-95MS. El mismo mes, otro misil Yars fue cargado en un silo de lanzamiento de las Fuerzas de Misiles Estratégicos rusas en Kozelsk, Kaluga, a 270 kilómetros de Moscú. El RS-24 Yars tiene un alcance de 11.000 kilómetros y puede ser lanzado desde un dispositivo móvil o desde los silos en tierra. En noviembre de 2023, un submarino atómico ruso lanzó un misil balístico Bulava desde el Mar Blanco hacia Kamchatka.
Esos nuevos submarinos rusos de propulsión nuclear del Proyecto Boréi (de los que hay ya cinco en servicio, y tres más en construcción) disponen cada uno de dieciséis misiles Bulava, y cada misil puede equiparse con diez cabezas nucleares. También ese mismo mes fue botado en Severodvinsk, en la costa del Mar Blanco, un submarino nuclear de cuarta generación del proyecto modernizado Yasen-M (885M), denominado Arjánguelsk y dotado con misiles de crucero Kalibr, Onyx y Zirkon hipersónicos, construido por Sevmash, la mayor compañía de construcción naval rusa. Ese proyecto cuenta de momento con siete submarinos nucleares (Severodvinsk, Kazán, Novosibirsk, Krasnoyarsk, Uliánovsk y Perm, además del Arjánguelsk) de los que cinco ya están en servicio. El misil Bulava es la versión para submarinos del misil Topol-M que puede llevar seis ojivas nucleares, tiene un alcance de 11.000 kilómetros, es capaz de superar los escudos antimisiles estadounidenses y está emplazado en silos, almacenes de cubiertas móviles y grandes vehículos de transporte.
El Ministerio de Defensa ruso, que ha realizado más de veinte pruebas de misiles balísticos desde 2019, anunció que en 2024 tendrían lugar siete lanzamientos más. Putin hizo referencia en marzo de 2024 a la altísima velocidad de los aviones rusos Tu-160M que han sido modernizados. Esas aeronaves, junto con los Tu-22M y los bombarderos estratégicos Tu-95, componen la principal fuerza aérea rusa con capacidad para llevar ojivas nucleares, que se añaden a la rápida modernización de las Fuerzas de Misiles Estratégicos. A finales de 2023, el secretario del Consejo de Seguridad ruso, Nikolái Pátrushev, declaraba que «por primera vez en la historia de los misiles nucleares, nuestro país está por delante de sus competidores en ese ámbito», y aseguró que las armas estratégicas, incluidas las hipersónicas, garantizan la seguridad de Rusia en las próximas décadas.
Estados Unidos esta desarrollando también sus fuerzas nucleares, aunque ha tenido algunos percances: en noviembre de 2023 fracasó el lanzamiento de un misil balístico intercontinental Minuteman III realizado desde la base californiana de Vandenberg de la United States Space Force, USSF. Previamente, en el mismo año, la USSF había realizado dos lanzamientos con ojivas simuladas más, con éxito. El Pentágono ha modernizado la bomba nuclear B61 y la ha convertido en la B61-12, de mucho mayor poder destructivo. Desde diciembre de 2022, unas ciento cincuenta nuevas bombas nucleares están ya desplegadas en Alemania, Italia, Holanda, Bélgica, muchas preparadas para aviones de la OTAN. También dispone de otras bombas en Turquía, y el gobierno Biden utiliza territorio británico donde el Pentágono también ha desplegado bombas nucleares, además de las almacenadas en Estados Unidos. Los bombarderos B-52 y B-2 Spirit pueden lanzar esas bombas nucleares tácticas.
En octubre de 2023, el Pentágono publicó un comunicado anunciando una nueva bomba nuclear de gravedad, la B61-13, que es el arma termonuclear más poderosa del arsenal de Estados Unidos, con una capacidad de un megatón que podrá destruir comandos estratégicos subterráneos y ser lanzada desde bombarderos estratégicos B-2 y el B-21, cuya fabricación está ya prevista. En marzo de 2024, fue certificado el F-35A, el más moderno avión militar estadounidense, considerado de quinta generación y que puede llevar armas nucleares. El modelo B del avión, que tiene despegue vertical, y el C, con base en barcos, no tienen esa capacidad. Ese caza furtivo podrá transportar armamento convencional y la bomba termonuclear de gravedad B61-12, una de las más potentes de todo el arsenal atómico estadounidense, de 340 kilotones, y el Pentágono pretende integrarla también en otros bombarderos, cazas y drones, como el furtivo F-35 Lightning II, de quinta generación, y en aviones como el F-15E y el F-16C/D. En marzo de 2024, la United States Air Force, USAF, realizó una prueba del misil hipersónico AGM-183A en las islas Marshall, misil que ha desarrollado con el programa de Respuesta Rápida de Lanzamiento Aéreo, ARRW, del Pentágono. El misil hipersónico AGM-183A, fabricado por Lockheed Martin, es el primero de la modalidad ARRW en el arsenal nuclear estadounidense y está destinado a los aviones B-52H.
Siguiendo su tramposo guion habitual, Estados Unidos filtró en febrero de 2024 a la agencia Reuters que Rusia dispone de un arma nuclear orbital que viola el Tratado sobre Espacio Ultraterrestre (suscrito en 1967 para asegurar un uso pacífico del espacio) y que ha advertido al gobierno ruso para evitar su lanzamiento, y denunció que Moscú podría retirarse de ese tratado. El gobierno ruso lo negó, alegando que Washington rechaza las propuestas rusas para mantener el espacio exterior libre de armamento, y declaró oficialmente que ese era «el método habitual de Estados Unidos, atribuyendo a otros intenciones inexistentes» y, con ese pretexto, tomar decisiones que socavan la seguridad internacional. De hecho, así ocurrió con el Tratado INF: Washington acusó a Moscú de violar el acuerdo y, con esa excusa, lo abandonó unilateralmente. Ese mismo mes de febrero de 2024, Estados Unidos anunció que Rusia había desarrollado armamento antisatélite para destruir satélites de comunicaciones. Antes, Mike Turner, presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes estadounidense, había alarmado al país denunciando «una grave amenaza para la seguridad nacional», mientras el Pentágono lanzaba al espacio un sistema de seguimiento de misiles: un cohete Falcon 9, de la misión USSF-124 puso en órbita satélites para controlar misiles hipersónicos. USSF-124 es una misión secreta que cuenta por ahora con dos satélites, de la empresa L3Harris Technologies y de Northrop Grumman, aunque el Pentágono va a lanzar más. John Kirby, el portavoz de la Casa Blanca, precisó que la denuncia de Turner hacía referencia a un «sistema de armamento antisatélite ruso», al tiempo que los servicios del gobierno estadounidense filtraban a la prensa que era un arma nuclear y que Estados Unidos no podía hacer frente aún a ese sistema ruso, según recogieron The New York Times y las cadenas ABC News y CNN, entre otros medios. Cuando en el Congreso pidieron que se desclasificase la «información de inteligencia» sobre el asunto, el gobierno Biden se negó. Las fuentes oficiales tampoco hicieron referencia a los más de cuatrocientos satélites de distintos países de la OTAN que sirven para ayudar a Kiev y controlar al ejército ruso. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, precisó que los rumores sobre planes rusos para desplegar armas nucleares en el espacio eran un truco más del gobierno Biden y que la supuesta «amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos» solo pretende que el Congreso apruebe más ayuda militar a Zelenski.
Estados Unidos no solo ha abandonado la mayoría de los acuerdos sobre desarme nuclear, destruyendo la confianza entre las grandes potencias, también está socavando la función de la ONU, aumenta su dispositivo militar en la región de Asia-Pacífico e intenta dinamitar los equilibrios de la ASEAN, aumentando la presión sobre China, y organizando constantes operativos militares en la península de Corea, el Mar de China meridional y Taiwán. En 2023, Estados Unidos desplazó portaaviones, bombarderos y submarinos nucleares al Mar de China meridional, desarrolló prepartivos de combate y realizó frecuentes vuelos en el estrecho de Taiwán con aviones teledirigidos de reconocimiento y espionaje, como el MQ-4C. Y no son los únicos. En la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU de marzo de 2024, el representante chino, Zhang Jun, denunció que el AUKUS que se desarrolla en el océano Pacífico supone un alto riesgo de proliferación nuclear, y que el programa de submarinos nucleares de Estados Unidos con Australia es una grave violación del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares. AUKUS (Australia-United Kingdom-United States) es una alianza militar, remedo de la OTAN, para la gran área de los océanos Índico y Pacífico, dirigida contra China. El periódico Politico informaba ese mismo mes que Japón y Canadá podrían unirse a ella en 2024.
En Europa los focos de tensión y los indicios alarmantes son numerosos: la guerra de Ucrania, los operativos en las repúblicas bálticas, Transnistria, Georgia, el acercamiento de Armenia a la OTAN, la intervención encubierta de Estados Unidos en el Cáucaso ruso; que se añaden a las conversaciones captadas a militares alemanes sobre posible ataques a Rusia, a las palabras de Macron sobre el envío de soldados a Ucrania, y los ejercicios militares de la Alianza occidental en la península escandinava y las pruebas en Polonia, donde el Estado Mayor de la Defensa español hizo referencia públicamente a «estar preparados para combatir en Europa del Este». El lenguaje de guerra se ha apoderado de muchos dirigentes occidentales. Y el Tratado FACE, que limitaba el armamento convencional desplegado en Europa, fue abandonado definitivamente por Rusia en noviembre de 2023, tras esperar inútilmente más de veinte años que Estados Unidos ratificase el acuerdo para su plena validez jurídica. Sin olvidar los riesgos que supone Israel, que posee bombas atómicas y no ha suscrito el Tratado de No Proliferación: Amihai Eliyahu, ministro del gobierno de Netanyahu, sugirió lanzar bombas nucleares sobre Gaza, e Israel mantiene esa amenaza tácita sobre Irán. Añadiendo más escenarios de tensión, Military Wacht Magazine daba cuenta de que Estados Unidos desplegará un centenar de cazas en Alaska para reforzar su posición y reclamar más derechos sobre la plataforma continental que engloba el océano Ártico y el mar de Bering, donde Washington quiere apoderarse de las aguas de un área de más de un millón de kilómetros cuadrados, que afectan a las reclamaciones de Rusia, Canadá y Dimanarca. Moscú mantiene su firme decisión de enfrentarse a la expansión estadounidense en el Ártico.
En octubre de 2023, el Pentágono publicó un informe donde mantiene que el principal peligro para Estados Unidos es China y su Ejército Popular de Liberación, EPL, afirmando que Pekín dispone ya de más de quinientas cabezas nucleares. El informe acusaba a China de buscar bases para utilizarlas como apoyo logístico para el EPL, y especulaba con la supuesta intención de Pekín de establecerlas en casi veinte países. En la Conferencia de Seguridad de Múnich, para calmar la tensión internacional, Wang Yi, ministro de Asuntos Exteriores chino, aseguró que «China no utilizará armas nucleares contra ningún Estado que no posea ese tipo de armas, y no será el primero en utilizar armas nucleares contra ningún país».
La supuesta «amenaza nuclear de Putin» es una completa falsedad, porque el presidente ruso ya anunció en el foro de San Petersburgo de junio de 2023, que las armas nucleares solamente serían utilizadas si el Estado ruso llegase a estar amenazado. Y es una evidencia que quienes han avanzado su dispositivo militar hacia las fronteras rusas han sido Estados Unidos y la OTAN, porque Rusia no ha desplegado fuerzas cerca de los límites marítimos o terrestres estadounidenses. A su vez, en febrero de 2024, el viceministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguéi Riabkov, declaró que Moscú, a diferencia de lo que ha hecho Estados Unidos, no depositará armas nucleares en otros países, a excepción de las bombas nucleares tácticas que desplegó en Bielorrusia a petición de Lukashenko.
La situación es alarmante, y así no pudo sorprender que en la reunión de la Comunidad de Estados Independientes, CEI, celebrada en noviembre de 2023, el secretario del Consejo de Seguridad ruso, Nikolái Pátrushev, alertase sobre los riesgos de las armas nucleares, químicas y biológicas, sobre la creciente militarización del espacio y del ciberespacio, y sobre el deterioro de la seguridad global a causa de la agresiva política exterior estadounidense, que calificó de «destructiva». Porque no hay duda de que numerosos dirigentes de la OTAN están impulsando el rearme y la escalada en la guerra de Ucrania, con algunos pidiendo el envío de tropas, decisión que supondría el enfrentamiento directo y la guerra entre las grandes potencias nucleares, y ello en un momento en que no hay perspectivas de nuevas negociaciones para reducir los arsenales atómicos y los tratados de desarme nuclear casi han desaparecido por completo. El complejo rompecabezas nuclear está en peligro, y el mundo se enfrenta a un dilema aterrador: desarme nuclear o devastación.
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