El restablecimiento de relaciones entre EE.UU. y Cuba se enmarca en el rediseño de la estrategia geopolítica del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en el último tramo de su gobierno.
El reciente anuncio de restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba tras 53 años de vecindad turbulenta es parte del rediseño de la estrategia geopolítica del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en el último tramo de su gobierno. Así comienza la explicación de Arturo López Levy, profesor del Centro de Estudios Globales de la Universidad de Nueva York y especialista de la política estadounidense hacia Cuba y América latina. «Existía una ventana importante de oportunidad para un cambio. En primer lugar, porque tras la elección de medio término el presidente tiene mayor discrecionalidad en su política exterior, dado que no será el centro de la próxima campaña presidencial en la que no puede competir. En segundo lugar, porque el tema Cuba ganaba relieve de cara a la cumbre hemisférica de Panamá el próximo abril. Dentro de eso, era conveniente actuar temprano así se reducía el costo político de la medida tomada, sobre todo en Florida, otorgando suficiente tiempo también para que los nuevos pasos produjeran réditos a sus potenciales beneficiarios», sostuvo el especialista en diálogo telefónico con Página/12.
El acercamiento a Cuba, entonces, responde también a un intento por modificar los términos en que la Casa Blanca aborda sus vínculos con el resto de la región. «En Washington se piensa más allá de las dos guerras heredadas de la administración Bush. Aquí toma relieve tanto el pivotear hacia Asia como la importancia de cerrar brechas en América latina a potencias alternativas como China y Rusia. Relacionado con lo anterior está la necesidad de salir de la distracción cubana e ir a los temas centrales de la agenda estratégica hemisférica en las últimas cumbres de las Américas: cooperación con Brasil y el Mercosur, migración, comercio, energía, crimen internacional, educación y seguridad pública. En ese contexto se produce la epidemia de ébola, con el consiguiente gesto de buena voluntad del gobierno cubano. Este hecho concreto pone de manifiesto el sinsentido de considerar a Cuba una amenaza a los intereses de los Estados Unidos por su accionar internacional», destacó López Levy.
Además del propio Obama, otras figuras importantes de su gobierno y del Partido Demócrata respaldaron la iniciativa: desde el vicepresidente Joe Biden y el secretario de Estado John Kerry hasta Bill y Hillary Clinton, posible candidata presidencial para las elecciones de 2016. Ante los cambios producidos en la isla, los pretextos se iban agotando. «Desde el 2006, año en que Raúl Castro asumió interinamente la presidencia, Cuba ha emprendido reformas que flexibilizaron la dinámica económica y social del país. Ocurrieron varios factores, como la actualización de la política migratoria del gobierno, para acercarse a la diáspora cubana, y el incremento del acceso a las tecnologías de la información y las comunicaciones por parte de los ciudadanos. Una transición desde una economía de comando a una economía mixta ha ganado tracción con mayor apertura a la inversión extranjera y conexiones orgánicas por primera vez entre los sectores público y privado», aseguró el experto cubano, quien se desempeñó como analista político del gobierno de Cuba entre 1992 y 1994 y como dirigente de la comunidad judía de la isla entre 1999 y 2001, año en que emigró a Estados Unidos.
«Obama y su equipo, que nunca aparecieron comprometidos con las políticas heredadas de Bush, llevaban un tiempo reconociendo y tanteando esas nuevas realidades, particularmente a través de la Oficina de Intereses en La Habana, que funciona casi como una embajada. Durante el período de Bush, el subsecretario de Estado para América latina, Roger Noriega, y el entonces jefe de la sección, James Cason, trataron de cerrar esa institución a través de provocaciones nada diplomáticas contra el gobierno de Cuba. La vida ha demostrado que esa oficina, como la de Cuba en Washington, abiertas durante la administración de Jimmy Carter, han sido generalmente fuerzas de estabilización y diálogo para una relación muy tirante», prosiguió.
Por otra parte, López Levy consideró que el bloqueo no tardará en caer. «El bloqueo, al tratarse de una ley, llevará un proceso más largo para ser derogado, pero no permanecerá intacto ante la creación de nuevos segmentos sociales interesados y beneficiados por un mayor intercambio con Cuba. Grupos de agenda moral humanitaria, se coligarán con empresarios norteamericanos, y sectores pro diálogo con Cuba dentro de la comunidad cubano-americana para alentar a los legisladores a levantar las restricciones a medida que se identifiquen nuevas oportunidades de inversión y emprendimiento en Cuba. La pregunta de hoy no es si el embargo será levantado sino cuándo», afirmó. «El aire de derrota y frustración se respira en la desesperanza de las declaraciones de los senadores Rubio, Menéndez y Cruz. El gesto de Obama ha encendido la protesta, pero en Miami, entre los grupos antinormalización predomina el llanto y la pérdida de la voluntad de vencer», agregó.
Pese a la oposición del anticastrismo en Miami y del sector más ultraconservador del Partido Republicano, el experto de la Universidad de Nueva York subrayó que con Cuba no es un tema partidario. «Si bien históricamente el Partido Republicano ha sido más reticente a fomentar los lazos con Cuba, en ambos partidos se encuentran políticos con posiciones favorables hacia la política de cambio que ha asumido el presidente Obama. Al interior de los republicanos se ha destapado una importante polémica entre el candidato ganador de varias encuestas en eventos conservadores, el senador Rand Paul, de Kentucky, quien junto a su colega Jeff Flake han salido a defender la apertura hacia Cuba, como se espera de una posición pro negocios conservadora, y los senadores Marco Rubio y Ted Cruz, quienes junto al ex gobernador Jeb Bush se han lanzado contra la política de Obama. Entre los demócratas, la mayoría de los políticos más prominentes y sus bases son más favorables a un giro hacia Cuba, excepto por el cubano-americano Bob Menéndez, saliente presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, y la presidenta del comité nacional demócrata, la floridana Debbie Wasserman Schultz», puntualizó López Levy.
«Aquí hay que destacar que no se trata de grupos pro Cuba o anti Cuba, sino de visiones sobre cómo promover los intereses y valores estadounidenses en Cuba y América latina. Aquellos favorables al acercamiento tratarán el tema desde un punto de vista pragmático hacia el sector empresarial y financiero. En contraste, los que se resisten a este cambio lo hacen desde una perspectiva preconcebida que percibe cualquier compromiso o diálogo con la región desde lo que Abraham Lowenthal llamó la presunción hegemónica norteamericana hacia América latina, en la que todo orden no jerárquico de subordinación a Washington es una claudicación. En el pasado han existido grupos bipartidistas en el Congreso que han trabajado en relación con Cuba desde ambas perspectivas, y es muy probable que se activen para el próximo Congreso y el siguiente, donde los demócratas debieran recuperar el control del Senado», aclaró.
Desde su visión, Cuba y Estados Unidos están destinados a ser socios comerciales debido a su cercanía geográfica. «Cuba cuenta con recursos humanos de pericia, con una industria farmacéutica y biotecnológica que ya está insertada internacionalmente y, con las apropiadas asociaciones, puede ser competitiva incluso en el Primer Mundo, contando con medicamentos que no están disponibles en los Estados Unidos. La disponibilidad de productos como el ron y el tabaco cubanos en Estados Unidos es algo largamente ansiado por las empresas de la isla. Cuba es un importante destino turístico en la región. No existe un solo sector en la producción de bienes y servicios que los empresarios estadounidenses no tengan oportunidad de desarrollar en Cuba», señaló el también profesor de la Universidad de Denver.
Por último, destacó que la integración de Cuba por parte de los demás países latinoamericanos fue un factor clave para que EE.UU se animara a la normalización de las relaciones con la isla. «La ausencia de Cuba en las cumbres de las Américas amenazaba con hacer desaparecer un evento que surgió a iniciativa de Washington. Obama ha escuchado de todos los mandatarios latinoamericanos el clamor por un hemisferio sin exclusiones y con una política norteamericana hacia Cuba menos unilateral y más racional. El rechazo al bloqueo casi unánime en la votación anual de la Asamblea General de las Naciones Unidas hizo que Obama reconociera que dicha política ha aislado más internacionalmente a EE.UU. que a Cuba», señaló López Levy.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-263114-2015-01-03.html