Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Introducción del editor de TomDispatch
La ecuación de política exterior en Washington puede haber cambiado perceptiblemente la semana pasada porque un hombre, al admitir su derrota, no publicó la declaración típica indicando que prefiere pasar más tiempo con su familia, y en su lugar lanzó un ataque frontal contra los que lo habían atacado. Al retirar su candidatura como director del Consejo Nacional de Inteligencia, Charles Freeman, ex embajador en Arabia Saudí y un raro pensador provocativo en Washington, soltó una andanada contra sus enemigos. Hablando de acusaciones de grupos e individuos en su mayoría derechistas que afirman que representan a la comunidad judía en el Washington oficial, escribió:
«Hay una ironía especial en el hecho de que haya sido acusado de consideración inadecuada de opiniones de gobiernos y sociedades extranjeros por un grupo tan claramente resuelto a imponer la adhesión a las políticas de un gobierno extranjero – en este caso, el gobierno de Israel. Considero que la incapacidad del público estadounidense de discutir, o del gobierno de considerar, cualquiera opción para las políticas de EE.UU. en Oriente Próximo a las que se oponga la facción gobernante en la política israelí, ha permitido que esa facción adopte y sustente políticas que en última instancia amenazan la existencia del Estado de Israel… No es sólo una tragedia para los israelíes y sus vecinos en Oriente Próximo; está haciendo un daño cada vez más amplio a la seguridad nacional de EE.UU.»
Así comenzó una tormenta de fuego de comentarios, discusiones, y argumentos en los medios dominantes sobre, entre otras cosas, la existencia misma de un «lobby de Israel.» A continuación, Robert Dreyfuss, quien escribe el blog Dreyfuss Report de The Nation, y es autor de «Devil’s Game: How the United States Helped Unleash Fundamentalist Islam» [Juego diabólico: Cómo EEUU ayudó a desatarse al Islam fundamentalista. El proyecto imperial estadounidense], presenta una poderosa y necesaria evaluación de lo que el affaire Freeman puede significar para el gobierno de Obama y la política estadounidense en Oriente Próximo.
Algo que encuentro extraño en el debate sobre ese lobby es que: tanto los que creen que existe como los que niegan su existencia actúan generalmente como si un lobby semejante fuera sui generis en la política estadounidense. Nada de eso. Es sólo que pocos sacan a la luz la obvia – aunque, como todo en la historia, no sea exacta – analogía.
Una nación «isla» en Oriente Próximo, Israel, juega actualmente un papel casi indiscutiblemente similar al de una isla real que hace décadas tuvo una influencia formidable en la política interior estadounidense. Conocida entonces como Formosa, se convirtió en «la República de China» después que el líder nacionalista chino Chiang Kai-shek, derrotado en una cruel guerra civil por el movimiento comunista de Mao Ze Dong, mudó lo que quedaba de su gobierno a ese lugar. Desde fines de los años cuarenta, hasta bien avanzados los cincuenta, esa versión isleña de China tuvo un firme control para el marco de maniobra que existía para cualquier gobierno de EE.UU. cuando se trataba de la política hacia China. Los resultados fueron desastrosos cuando varios representantes nacionalistas chinos y sus aliados en el Congreso y los medios, entonces conocidos como el Lobby de China, colocaron temas y realidades cruciales fuera de discusión. Es una moraleja que no debería ser ignorada en el actual debate. Tom
¿Comienza a sentir miedo el lobby de Israel en EE.UU.?
El caso Freeman es un tiro de advertencia a Obama
Robert Dreyfuss
¿Es una fuerza todopoderosa el lobby de Israel en Washington? ¿O será que tal vez comienza a sentir miedo?
A juzgar por el desenlace del affaire de Charles W. («Chas») Freeman de esta semana, podría parecer que el lobby israelí está amedrentado. Desde un punto de vista más amplio, sin embargo, la controversia sobre Freeman podría ser el Waterloo del lobby de Israel.
Recapitulemos. El 19 de febrero, Laura Rozan informó en ForeignPolicy.com que Freeman había sido seleccionado por el almirante Dennis Blair, director de inteligencia nacional, para servir en un puesto clave como presidente del Consejo Nacional de Inteligencia (NIC). El NIC, el think tank interno de la comunidad de la inteligencia, recibe datos de 16 agencias de inteligencia y produce lo que se llama «cálculos nacionales de inteligencia» sobre tópicos cruciales del día como guía para los responsables políticos en Washington. Freeman ofrecía un currículo estelar para esa tarea: fluido en chino mandarín, ampliamente experimentado en Latinoamérica, Asia y África, ex embajador de EE.UU. en Arabia Saudí durante la primera Guerra del Golfo, y ex secretario adjunto de defensa durante el gobierno de Reagan.
Iconoclasta de humor árido y extrovertido, Freeman había, sin embargo, cruzado una de las líneas rojas en Washington por su fuerte crítica a la relación entre EE.UU. e Israel. Durante los años, en los hechos, había dirigido una crítica elocuente y poderosa a Israel. Horas después de la publicación del artículo en Foreign Policy, Steve Rosen, ex funcionario de AIPAC (Comité EE.UU.-Israel de Asuntos Públicos), lanzó en su blog derechista lo que pronto se convertiría en un verdadero bombardeo crítico contra Freeman.
El propio Rosen ya ha sido acusado por el Departamento de Justicia de EE.UU. en un escándalo de espionaje por la transferencia de información confidencial a contactos externos, involucrando a un colega de AIPAC, a un ex funcionario en el Pentágono de Donald Rumsfeld, y a un funcionario en la embajada de Israel. Su blog, Obama Mideast Monitor, es patrocinado por el sitio en Internet Middle East Forum dirigido por Daniel Pipes, un derechista pro-israelí de la línea dura, cuyo Middle East Quarterly es, por su parte, editado por Michael Rubin del American Enterprise Institute. Durante aproximadamente dos semanas, Rosen publicó unos 19 artículos sobre la historia de Freeman.
La esencia de la crítica de Rosen se centró en la dura crítica del ex embajador hacia Israel. (No era ningún secreto. Freeman ha condenado repetidamente muchas políticas de Israel y también la relación demasiado estrecha de Washington con Jerusalén. «La brutal opresión de los palestinos por la ocupación israelí no da señales de terminar,» dijo Freeman en 2007. «La identificación estadounidense con Israel se ha hecho total.») Pero Rosen, y los que siguieron su ejemplo, ampliaron sus ataques para hacer afirmaciones infundadas o exageradas, invocando citas y correos electrónicos fuera de contexto, y acusando a Freeman de ser un «lobista» pro-árabe, o de estar demasiado estrechamente identificado con Arabia Saudí, y de ser displicente respecto al trato dado por China a los disidentes. Trataron de presentar al sobrio y conservador antiguo funcionario estadounidense como radical fanático, antisemita, y títere del rey saudí.
Del blog de Rosen, la virulencia contra Freeman se propagó a otros blogs derechistas, sionistas, y neoconservadores, luego a los sitios en Internet de voceros neoconservadores como New Republic, Commentary, National Review, y Weekly Standard, que se refirieron a Freeman como «marioneta saudí.» De ahí, se expandió a The Atlantic y luego a las páginas editoriales del Wall Street Journal, en las que Gabriel Schoenfeld calificó a Freeman de «despotricador contra Israel que mima a China,» y al Washington Post, en el cual Jonathan Chait de New Republic calificó a Freeman de «fanático.»
Partidarios incondicionales de Israel en el Congreso no tardaron en sumarse a la maniobra. Terminaron por incluir al representante Steve Israel y al senador Charles Schumer, ambos demócratas neoyorquinos; un grupo de miembros republicanos de la Cámara, dirigidos por John Boehner de Ohio, jefe de la minoría, y
Eric Cantor de Virginia, jefe de los republicanos; siete miembros republicanos del Comité Selecto del Senado sobre Inteligencia; y, finalmente, al senador Joe Lieberman de Connecticut, quien se involucró en un duro intercambio con el almirante Blair en una audiencia del Senado.
Aunque Blair defendió enérgicamente a Freeman, los dos no tuvieron apoyo de una ansiosa Casa Blanca, que tomó una actitud (para decirlo cortésmente) de no-intervención. Ante la evidencia – obvia, en realidad – Freeman llegó a la conclusión de que, incluso si pudiera resistir la tormenta, su capacidad de realizar su trabajo, había sido efectivamente torpedeada. Cualquier material que el Consejo Nacional de Inteligencia produjera bajo su autoridad, como me dijo Freeman en una entrevista, sería atacado instantáneamente. «Todo lo que produjera que fuera políticamente controvertido sería inmediatamente atribuido a mi persona como a una especie de político anormal y desacreditado,» dijo.
El 10 de marzo, Freeman se resignó, pero no sin protesta. En una carta a amigos y colegas, lanzó un desafiante contraataque de partida que puede, de hecho, haber ayudado a cambiar la naturaleza misma de la política en Washington. «Las tácticas del lobby de Israel llegan a lo más profundo del deshonor y de la indecencia e incluyen el asesinato de caracteres, la distorsión selectiva de citas, la deformación intencional del historial, la fabricación de falsedades, y un extremo desdén por la verdad,» escribió Freeman. «El objetivo de ese lobby es controlar el proceso político mediante el ejercicio de un veto sobre el nombramiento de personas que disputen la sabiduría de sus puntos de vista.»
Freeman lo formuló de manera más metafórica en su conversación conmigo: «Fue una manera hermosa, como dicen los chinos, de matar a un pollo para asustar a los monos.» Al destruir su nombramiento, afirmó Freeman, el lobby de Israel esperaba intimidar a otros críticos de Israel y de la política de EE.UU. hacia Oriente Próximo que pudieran buscar puestos en el gobierno de Obama.
Sobre triunfos, histerias y pandillas
Queda por ver precisamente cuántos «monos» están temblando. Ciertamente, el lobby de Israel alardeó triunfante. Daniel Pipes, por ejemplo, elogió rápidamente el papel de Rosen en el derribo de Freeman:
«Lo que tal vez no sepan es que Steven J. Rosen de Middle East Forum fue la persona que primero llamó atención hacia la naturaleza problemática del nombramiento de Freeman,» escribió Pipes. «Dentro de horas, se corrió la voz, y tres semanas después Freeman ha reconocido su derrota. Sólo alguien con la estatura y la credibilidad de Steve podría haber logrado algo semejante.»
La Organización Sionista de EE.UU., un grupo de presión de extrema derecha que apoya a Israel, envió Alertas de Acción de seguimiento a sus miembros, haciendo sonar más campanas de alarma respecto a Freeman como parte de una campaña para movilizar a la opinión pública y al Congreso. Entre bastidores, AIPAC utilizó silenciosamente su considerable influencia, especialmente con amigos y aliados en los medios. Y Chuck Schumer, quien había ido trotando a la Casa Blanca para hablar con Rahm Emanuel, jefe de gabinete del presidente Obama, dijo después sin ambages:
«Charles Freeman era el tipo equivocado para ese puesto. Sus declaraciones contra Israel iban demasiado lejos y estaban severamente fuera de tono con el gobierno. Insté repetidamente a la Casa Blanca para que lo rechazara, y estoy contento que hayan hecho lo correcto.»
Numerosos periodistas, incluidos Max Blumenthal del sitio en Internet Daily Beast y Spencer Ackerman de Firedoglake, han documentado efectivamente el papel del lobby de Israel, incluido AIPAC, en el sabotaje del nombramiento de Freeman. De sus informes y otros, parece evidente que el lobby dejó sus huellas digitales por todas partes sobre el cadáver de Freeman en el Consejo Nacional de Inteligencia. (Por cierto, Joe Klein del Time, describió el ataque contra Freeman como «asesinato,» agregando que el término «lobby» no hace justicia a los métodos de los diversos grupos de cabildeo, individuos, y publicaciones: «Fue víctima de una pandilla, no de un lobby. La pandilla estaba compuesta primordialmente de neoconservadores judíos.»)
Por otra parte, el Washington Post en un editorial casi histérico, decidió pretender que el lobby de Israel no existe realmente, acusando en su lugar a Freeman de despachar una «diatriba de chalado.» El Post bufó: «El señor Freeman publicó el martes un sermoneo de dos páginas en el que se describió como víctimas de un «‘Lobby’ tenebroso y siniestro… Su declaración fue una grotesca calumnia.»
El caso del Post podría haber sido más fuerte, si no hubiera publicado, sólo un día antes, un editorial en el que instó al Procurador General Eric Holder a exonerar a Steve Rosen y a abandonar el caso de espionaje en su contra. Intitulado «Tiempo de dar por terminado,» el editorial decía:
«El asunto involucra a Steven J. Rosen y a Keith Weissman, dos ex funcionarios del Comité EE.UU.-Israel de Asuntos públicos o AIPAC… Un juicio ha sido programado para junio en la Corte del Distrito de EE.UU. para el Distrito Este de Virginia. El señor Holder debería invalidar esa acusación mucho antes.»
En su entrevista conmigo, Freeman señaló la tendencia que miembros del lobby de Israel tienen de negar la existencia del mismo, incluso cuando se atribuyen el mérito de haberlo forzado a abandonar, y afirman simultáneamente que no tuvieron nada que ver. «Estamos ahora en la etapa ridícula en la que los que se jactaron de haberlo hecho y los que describieron cómo lo hicieron, niegan haberlo hecho,» dijo.
Comienzan a tener miedo
El lobby de Israel ha negado regularmente su propia existencia incluso a pesar de que hace tiempo que realiza su trabajo, oculto o a plena luz del día. En retrospectiva, sin embargo, el asunto Freeman puede llegar a cambiar las reglas del juego. Ya ha provocado un nuevo enfoque más intenso en el lobby por parte de los medios dominantes, que va de lejos más allá del aleteo que comenzó en marzo de 2006, con la publicación de un ensayo de John Mearsheimer y Steven Walt en el London Review of Books que fue, en 2007, expandido a un libro: «The Israel Lobby.» De hecho, uno de los pecados cometidos por Freeman, según sus críticos, es que una organización que dirigía, el Consejo de Política para Oriente Próximo, publicó en su revista una versión anticipada de la tesis de Mearsheimer-Walt – que argumentaba que una poderosa coalición favorable a Israel ejerce una influencia indebida sobre los responsables políticos de EE.UU.
En su blog, en Foreign Policy, Walt reaccionó ante la decisión de Freeman de retirarse y escribió:
«Aquellos de entre vosotros que podáis haber cuestionado si existe un poderoso ‘lobby de Israel,’ o que admitisteis que existe pero no pensabais que haya tenido mucha influencia, o que pensabais que el verdadero problema era un cierto ‘lobby saudí,’ supuestamente todopoderoso, pensadlo de nuevo.»
El affaire Freeman provocó una atención indeseada por el lobby, a menudo en primera plana. Escritores en incontables blogs y sitios en Internet – incluido el del autor, en Dreyfuss Report – diseccionaron, o informaron sobre, el ataque del lobby contra Freeman, incluidos Daniel Luban y Jim Lobe en Antiwar.com, Glenn Greenwald en su columna en Salon.com, M.J. Rosenberg del Israel Peace Forum, y Phil Weiss en Mondoweiss. Mucho más impactante, sin embargo, es que por primera vez que se recuerde, tanto el New York Times como el Washington Post publicaron artículos en primera plana sobre la controversia Freeman en los que utilizaron específicamente la frase «lobby de Israel,» mientras detallaban las acusaciones y contra- acusaciones que vinieron después de la afirmación de Freeman de que fue liquidado por el lobby.
La nueva atención por el trabajo del lobby llega en un momento crítico, y por eso el derribo de Freeman podría significar su Waterloo.
Para comenzar, los partidarios derechistas de Israel están cada vez más inquietos respecto a la dirección que el presidente Obama quiere tomar en lo que tiene que ver con la política de EE.UU. hacia Israel, los palestinos, Irán, y Oriente Próximo en general. A pesar de la manera como, en medio de la campaña presidencial en junio pasado, Obama recitó un catequismo pro-israelí en un discurso en la conferencia nacional de AIPAC en Washington, aún no están convencidos de que será fiable en sus preocupaciones políticas. Entre otras cosas, hace tiempo que sienten sospechas de una presunta apertura suya hacia los puntos de vista palestinos.
No menos importante es que, aunque los nombramientos de Hillary Clinton como su Secretaria de Estado y de Rahm Emanuel como su jefe de gabinete hayan sido reconfortantes para el lobby, otros nombramientos lo son mucho menos. Se sintieron, por ejemplo, preocupados por varios de los asesores de la campaña de Obama – y no sólo por Robert Malley del International Crisis Group y el ex Consejero de Seguridad Nacional, Zbigniew Brzezinski, quienes fueron silenciosamente excluidos de Obamalandia a comienzos de 2008. Otra fuente adicional de tribulación fueron Daniel Shapiro y Daniel Kurtzer, ambos judíos, que sirvieron como los máximos asistentes sobre Oriente Próximo de Obama durante la campaña y que eran vistos como insuficientemente leales a las causas propugnadas por los sujetos derechistas de la línea dura.
Desde la elección, muchos miembros del lobby han considerado con mucha intranquilidad una serie de altos nombramientos de Obama, incluyendo a Shapiro, que ha tomado la cartera de Oriente Próximo en el Consejo Nacional de Seguridad, y Kurtzer, que está programado para un alto puesto en el Departamento de Estado. Tómese al general de marines en retiro y actual Consejero Nacional de Seguridad, James L. Jones, quien, como Brzezinski, es visto como demasiado favorable al punto de vista palestino y que supuestamente escribió el año pasado un informe muy crítico sobre las políticas de ocupación de Israel; o considérese a
George Mitchell, enviado especial de EE.UU. a Oriente Próximo, quien es considerado por numerosos halcones belicistas favorables a Israel como demasiado objetivo y ecuánime para ser un buen mediador; o, para mencionar un nombramiento más: Samantha Power, autora de «A Problem from Hell» y ahora funcionaria del Consejo Nacional de Seguridad, quien ha hecho comentarios muy críticos sobre Israel en el pasado.
De todas estas personalidades, Freeman, por sus antecedentes de declaraciones contundentes, era el más vulnerable. Su nombramiento pareció una fruta madura cuando se trató de lanzar un ataque preventivo concertado contra el gobierno. Lo que pasa es que, no obstante, el resultado podría ser finalmente cualquier cosa excepto un momento de fortaleza para el lobby. Después de todo, el reciente ataque de tres semanas de Israel contra Gaza ya había generado una andanada de titulares y de imágenes de televisión que mostraron a Israel como nación agresora con poco respeto por vidas palestinas, incluidas las de mujeres y niños. Según sondeos hechos después de Gaza, cada vez más estadounidenses, incluidos muchos de la comunidad judía, han comenzado a mostrar dudas sobre las acciones de Israel, un momento excepcional en el que la opinión pública ha comenzado a inclinarse contra Israel.
Tal vez lo más importante de todo sea que Israel está a punto de ser dirigido por un gobierno extremista de ultraderecha dirigido por el líder del Partido Likud, Bibi Netanyahu, y que incluye al aún más extremo partido de Avigdor Lieberman, así como a una cantidad de partidos religiosos radicales de derecha. Es una coalición desagradable que con seguridad entrará en conflicto con las prioridades de la Casa Blanca de Obama.
Como resultado, la llegada del gobierno Netanyahu-Lieberman también es una garantía de un momento de crisis para el lobby de Israel. Presentará un inmenso problema de relaciones públicas, semejante al que enfrentó la agencia Hill & Knowlton durante las décadas en las que defendió a Philip Morris, la odiada compañía tabacalera que repetidamente negó el vínculo entre sus productos y el cáncer. El lobby de Israel sabe que será difícil vender cartones de suaves cigarrillos mentolados Netanyahu-Lieberman a los consumidores estadounidenses.
Por cierto, Freeman me dijo:
«Lo único que siento es que en mi declaración haya aceptado el término ‘lobby de Israel.’ Realmente no es un lobby por, para, o sobre Israel. En realidad, bueno, he decidido que de ahora en adelante lo llamaré el [Avigdor] Lieberman lobby. Es el mismísimo Likud derechista en Israel y sus fanáticos partidarios en este país. Y Avigdor Lieberman es realmente el sujeto con que están realmente de acuerdo.»
De modo que ésa es realmente la realidad tras la debacle Freeman: Suficientemente preocupados por el Equipo Obama, sufriendo las secuelas de la debacle en Gaza, y a punto de tener que cargar el peso del problema Netanyahu-Lieberman, el lobby Israel indudablemente comienza a tener miedo. Tuvieron éxito con el derribo de Freeman, pero la verdadera prueba de su fuerza aún no ha llegado.
Robert Dreyfuss, es periodista investigativo independiente en Alexandria, Virginia, EE.UU., que escribe habitualmente en Rolling Stone, The Nation, American Prospect, Mother Jones, y Washington Monthly. Es autor del libro «Devil’s Game: How the United States Helped Unleash Fundamentalist Islam. The American Imperial Project» (Juego diabólico: Cómo EEUU ayudó a desatarse al Islam fundamentalista. El proyecto imperial estadounidense), publicado por Henry Holt/Metropolitan en 2006. Escribe el blog Dreyfuss Report para Nation magazine.
Copyright 2009 Robert Dreyfuss
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