Aziz Fall, politólogo de origen senegalés y egipcio, lidera el grupo de abogados que lleva el caso Sankara, una lucha contra la impunidad en África, cuya persistencia, es, a su juicio, el problema fundamental en el continente. Fall debe protegerse, pues le persiguen y amenazan por medio mundo.
A comienzos de los años 80, Thomas Sankara inició una auténtica revolución democrática y popular en Burkina Faso. Tras llegar al poder mediante un golpe de estado, abolió los privilegios de los jefes tribales, dio derechos a las mujeres, promovió la educación y la sanidad públicas, y combatió con dureza la corrupción y el imperialismo. Poco tiempos después, su principal colaborador, Blaise Campoaré, actual presidente del país, le asesinó junto a sus más fieles seguidores. Sankara ya intuía su final. «Los revolucionarios, como los individuos, pueden ser asesinados, pero nunca se podrán matar las ideas», había dicho poco antes.
Una década después, una veintena de abogados de varios países inicia el proceso Sankara para tratar de averiguar qué pasó exactamente, quién mató al capitán burkinés y, sobre todo, para reparar el daño causado a su familia. El coordinador de este grupo es el politólogo de origen senegalés y egipcio Aziz Fall, que participó hace unos días en un simposio celebrado en el Festival de Sur de Agüimes (Gran Canaria). En el programa, su identidad figuraba tras un misterioso «interviniente cuya identidad no se desvelará hasta el día del simposio». Fall debe andarse cuidado, su discurso levanta muchas ampollas. GuinguinBali tuvo ocasión de hablar con él.
«El caso Sankara es un ejemplo clásico de impunidad, un asesinato financiado por el imperialismo y sus líderes. Por eso, nuestra lucha es contra la impunidad», asegura Fall. Tras agotar todas las vías posibles en Burkina Faso, el caso ha llegado a la ONU, quien la ha admitido a trámite en su comisión de Derechos Humanos. Sin embargo, esta «victoria» es realmente «pírrica», dice Fall. De hecho, no existe ninguna voluntad de presionar a Blaise Campoaré y su gobierno para que se aclaren las circunstancias de la muerte de Sankara, asesinado junto a otras trece personas.
«Todo esto es un complot internacional que va más allá de la propia Burkina Faso y en el que están implicados Estados Unidos, Francia y algunos países africanos. El ex presidente de Liberia, Charles Taylor, es un criminal que se escapó de una prisión federal en EEUU, a donde había ido a parar por robar la caja de la Asociación de Estudiantes de Liberia. ¿Cómo se puede escapar de una cárcel federal estadounidense? Eso es imposible. Luego se le pudo ver en Libia como agente de la CIA», explica Fall.
Según el politólogo, existen testigos de la amistad que trabaron entonces Taylor, el líder rebelde de Sierra Leona Fodé Sanko y el burkinés Blaise Campoaré. Entre ellos se pusieron de acuerdo para eliminar a Sankara y, a cambio, ayudar a Taylor para que pudiera llegar al poder en Liberia por la fuerza. Eso fue exactamente lo que ocurrió después. «Tras el golpe de estado de Campoaré y el asesinato de Sankara, Taylor inicia la guerra civil en Liberia y Sierra Leona y comienza el robo de diamantes en ambos países para financiarlo. Por supuesto, Campoaré recibió su parte de este botín y por eso Burkina Faso, que no tiene diamantes, los vende en el mercado internacional».
«Apoyado por Francia y con los diamantes que le llegaban de Liberia y Sierra Leona, Campoaré pudo corromper a sectores enteros de la sociedad del país, comprar a parte de la oposición política y asesinar a las personas que se oponían a él. Esa capacidad es la que le ha convertido en un bombero pirómano, en un mediador en todos los conflictos de la región, un rol que el presidente de Burkina Faso ha asumido como agente de Franciáfrica», asegura.
UNA ESPINA CLAVADA
El caso Sankara es una espina clavada en Burkina Faso. «Mientras no haya una investigación en condiciones no hay reconciliación posible. No es una cuestión de dinero, la familia de Thomas no lo aceptará. El Gobierno de Burkina ha desplegado muchos medios para intentar frenar nuestras acciones. A los veinte abogados que trabajan en el caso y que no cobran por ello se les ha intentado corromper e intimidar, pero este caso no se detendrá. El problema fundamental de África es la persistencia de la impunidad, de los crímenes de Estado. Hace unas semanas, la familia de Patrice Lumumba ha puesto una demanda en Bélgica. Nos atrevemos a esperar que algo está cambiando en el Derecho Internacional y nosotros estamos honrados de aportar a este cambio», explica Fall.
Una de las paradojas del caso Sankara es que Francia acogió y dio protección a la viuda de Thomas Sankara y a su familia tras su muerte. «Eso no hace sino explicar bien claro de qué manera actúa Francia, con una mano hace una cosa y con la otra, otra bien distinta», añade.
Fall no se muestra nada optimista respecto a los procesos políticos que se viven en África. «La división internacional del trabajo ha asignado a África el papel de suministrador de materias primas, los líderes africanos podrán hacer lo que quieran mientras no se opongan a esto, hagan lo que hagan. La novedad en África es que en el mismo seno del Estado han surgido organizaciones criminales que saquean al Estado, lo hemos visto en Costa de Marfil, en la República Democrática del Congo (RDC), en Guinea. En esas zonas desestabilizadas aparecen las multinacionales que también aprovechan la inexistencia del Estado para el pillaje y el saqueo».
«O el Estado renuncia a sus propios recursos y los privatiza, siguiendo las recetas de ajuste estructural de los grandes organismos internacionales, o bien se produce el saqueo. En cualquier caso, se pierde. Los procesos de democratización real no cuentan con apoyos. Es más, las iniciativas que en Occidente se llaman de buena gobernanza no son sino la parte política de los ajustes económicos que se imponen a las economías africanas. Se está fomentando la aparición de una tecnocracia africana que gestiona los recursos, pero sin proyecto de sociedad, con una sociedad civil en manos de los intereses del sector privado. En ese escenario, la democracia, la alternancia, no es real», apunta.
Sin embargo, ante este panorama, Fall opta por no cruzarse de brazos. «Estamos ante la extensión de un cáncer. África resiste, pero el modelo de la globalización agrava la crisis. Si no creyéramos que esto puede cambiar, no lucharíamos. Nosotros, que hemos luchado contra el apartheid, no hay sistema invencible. Y no hay ningún sistema político en África que sea más sofisticado de lo que fue el apartheid en Sudáfrica. Si los gobiernos corruptos africanos perdieran el apoyo occidental y una décima parte de lo que va a cooperación fuera para sostener nuestra lucha, lo lograríamos».
Para Fall, «la guerra de España no ha terminado, el neoliberalismo es un fascismo blando. Y África es el eslabón más blando de ese fascismo. Ahora Franciáfrica y sus aliados están preocupados por la llegada a los espacios útiles del continente de India, Brasil o China. En esta globalización interesa África sin los africanos».
Fuente: http://www.guinguinbali.com/index.php?lang=es&mod=news&task=view_news&cat=3&id=705