Nos cuenta Eduardo Monterroso en una de sus magníficas fábulas «que todo camaleón es según el color del cristal con que se mira». Según las fuentes consuetudinarias de este fabulador guatemalteco, el dicho viene de la época en que al camaleón selvático le dio por meterse en política, sembrando el lógico desconcierto entre el resto […]
Nos cuenta Eduardo Monterroso en una de sus magníficas fábulas «que todo camaleón es según el color del cristal con que se mira». Según las fuentes consuetudinarias de este fabulador guatemalteco, el dicho viene de la época en que al camaleón selvático le dio por meterse en política, sembrando el lógico desconcierto entre el resto de animales. El cómo conocer el color político de unos y de otros se tornó desde entonces en un problema social y cultural todavía irresuelto.
Siguiendo con esta interesante fábula, se cuenta que los animales llevaban en sus bolsillos lentes de diferentes colores para, al mirar por ellos, descubrir el arbitrario color usado en cada momento. Como era de esperar aquello generó más confusión que claridad. A la sazón llegó el momento de ponerse de acuerdo en las reglas del juego político. Nos dotamos, entonces, de reglamentos y también de normas no escritas propias de la vecindad, como la de prestarnos los unos a los otros aquella lente que no tenemos y nos hiciera falta para echar una ojeada al panorama político circundante. Si así sucede en las civilizaciones que se llaman a sí mismas avanzadas, ¡oh, maravilla! Exportemos el invento. Monterroso pone final a la fábula: sólo el león, presidente de la selva, se reía de todo el mundo y campaba a sus anchas. [1]
Sin embargo resulta intrigante comprobar cómo en estos tiempos del capitalismo neoliberal, las fábulas políticas de terror son las más consumidas. Sean versiones inspiradas en el contrato social europeo del siglo XVIII, sean adaptaciones del darwinismo social al gusto de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, no cesa el bombardeo por todos lados de fábulas cuyo contenido no sea el espanto y el miedo. La moraleja-enseñanza es por repetitiva, delirante: mataos los unos contra los otros para que los elegidos vivan cada ver mejor.
Hoy sabemos que todas las versiones del liberalismo que han sido puestas en práctica nos provoca una suerte de esquizofrenia que destruye individuos y colectividades. Así es como los activistas liberales vienen aplicando su «doctrina del shock» [2] en plazos cada ver más cortos. Entre tantos acontecimientos violentos, desastres naturales, invasiones, golpes de estado, guerras… apenas si disponemos de tiempo para reaccionar y averiguar qué es lo que nos está sucediendo. Como la información es un elemento clave para disponer de una visión amplia de los hechos, pero como por otro lado se utiliza para ejercer el poder sin tener que dar explicaciones a nadie, la información hay que hurtarla, tergiversarla o mejor, inventarla para que los males de siempre parezcan nuevos y… ¡Ta chan! … Nos vendan de inmediato el remedio: una autonomía para el Sahara occidental.
Pero en este violento y esquizofrénico medio en el que hacemos la vida hay momentos en que la construcción de una otra realidad más humana está siendo posible. La lucha saharaui por los derechos humanos y por la independencia del Sahara occidental es uno de ellos. El intento de Marruecos para conmocionar al pueblo saharaui mediante la tortura, la prisión arbitraria, la destrucción de la moral de prisioneros y de la población civil, la desaparición física de individuos, la masacre indiscriminada de saharauis por la legítima y pacífica denuncia de sus inhumanas condiciones de vida, como la ocurrida en el campamento de Gdeim Izik, como la persecución y asesinato casa por casa de los hijos de la nube que habitan El Aaiún, la incitación a los colonos marroquíes a matar y destruir los bienes saharauis… Marruecos piensa que con esta terapia de choque doblegarán la voluntad del pueblo al que le robaron la tierra y harán de todos un «nuevo hombre» sumiso y obediente a los dictados del majzén.
Las mujeres y hombres saharauis con sus prácticas le están dando un giro a la percepción hegemónica de la sociedad civil organizada, esa que delega construir la organización social en los profesionales de la política, la que confunde libertad con liberalismo y mete en el mismo saco la lucha por la independencia y el terrorismo, esa sociedad en estado de shock, infantilizada, sumisa y obediente.
Sin embargo la conciencia saharaui de ser los principales actores políticos en los asuntos públicos que les conciernen, la materializan en participación directa para la toma de decisiones sobre su presente y su futuro, en crear las condiciones para ser una nación libre, aunque les cueste la vida. El pueblo saharaui actúa con la lógica de quien desde el principio sabe, porque es un pueblo sabio, que no hay que dejar a los camaleones meterse en política por tres razones. La primera porque conocemos de sobra que la cultura de los camaleones se caracteriza por el uso excesivo e incontrolado del engaño, la segunda porque también saben que la intimidación de sus botas y fusiles es para intentar persuadirnos que son mayoría legítima, cuando en verdad no lo son, imponiendo a sangre y fuego su razón porque no tienen más seña de identidad que la fuerza bruta. Por último, porque esta distracción camaleónica es una utilísima estrategia que sirve para que no nos demos cuenta que cuando el león ríe a sus anchas, al resto nos toca derramar amargas lágrimas.
Con la manifestación estatal en solidaridad con el pueblo saharaui celebrada en Madrid el sábado trece de noviembre de 2010 hemos contribuido a visibilizar, no sólo nuestro más enérgico rechazo a la política exterior española mantenida con Marruecos, no sólo la denuncia pública del genocidio lento y sordo que muchos actores institucionales vienen practicando en el pueblo saharaui, lo más importante es que con estas y tantas otras acciones solidarias, con la paciente y perseverante educación que los saharauis han practicado con nosotras y nosotros durante 35 años, hemos sido capaces entre todos de romper el espejo a través del cual la sociedad saharaui, esta nación africana pendiente de descolonizar, aparecía ante los ojos del mundo como un pueblo inmaduro e incapaz de organizar un Estado. Hoy, en el tablero político internacional, el campamento de Gdeim Izik de El Aaiún ocupado es referente universal para que conozcamos bien quiénes son los tahúres que juegan sucio en África, quiénes son los que se aprovechan de las ganancias y quiénes en verdad promueven la inestabilidad en la zona practicando el terrorismo de estado. La nación saharaui quiere un Estado libre y sabe cómo construirlo. No esperan ya más, actúan.
Si hubo un antes y un después del 27 de febrero de 1976 con la proclamación de la R.A.S.D., con Gdeim Izik hay un nuevo escenario en África mucho más claro. En este escenario, el actual gobierno español muestra la firmeza del cobarde y la envidia de que España no haya sido primera potencia colonial en África. El gobierno español mantiene la misma postura que todos los gobiernos anteriores, remontándonos hasta la risible derrota española por conquistar Etiopía, cuando nos otorgaron por compasión en el Congreso de Berlín el occidente del Sahara (actual Sahara occidental) y los «enclaves guineanos», allá por 1885. Y como tuvimos que claudicar con la independencia del Protectorado español en Marruecos por la derrota de Francia en el suyo, pues parece que por esta razón nuestro actual Presidente nos «advierte que la relación con Marruecos es prioritaria», «es un asunto de Estado». Que Marruecos extermina a los saharauis, pues más se perdió en Cuba y en el desastre de Annual. Y se queda tan ancho como largo.
La cuestión de fondo es, sin embargo, otra. La debilidad política manifiesta del Gobierno español frente a los asuntos coloniales africanos sin resolver (Sahara occidental, Ceuta y Melilla) es, a su vez, piedra angular para fomentar la desestabilización en el África blanca, desestabilización que a la U.E. y a los EE.UU. les interesa seguir manteniendo por intereses económicos. España, como era de esperar, se subordina a las decisiones del Majzén marroquí, se doblega ante la Europa del Capital y la Guerra y da mil gracias a los EE.UU. porque a través de la O.T.A.N. parece que pintamos algo en el ámbito geoestratégico mundial.
Y es en este complejo escenario donde el valiente pueblo saharaui hace efectivos los verdaderos Derechos Humanos del siglo XXI. Ellos son vanguardia africana, mientras que quienes se ceban con su sangre son unas viles hienas rastreras. Ha quedado claro en Gdeim Izik y con eso basta. Mañana, ya veremos.
¡Viva Sahara libre!
[1] De «La oveja negra y demás fábulas», Augusto Monterroso, 1969. Ed. Alfaguara bolsillo 1998
[2] «La doctrina del Shock», Naomi Klein, 2007. Ed. Paidós. Video libre http://www.youtube.com/watch?
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