El encarecimiento de los alimentos sacude un continente condenado a la importación. Frente a recetas neoliberales y panaceas transgénicas, África reclama soberanía. En los últimos meses, el encarecimiento de los alimentos básicos y la energía ha motivado revueltas en toda África : Egipto, Argelia, Burkina Faso, Senegal, Mali, Costa de Marfil, Guinea Conakry… Al Este, […]
El encarecimiento de los alimentos sacude un continente condenado a la importación. Frente a recetas neoliberales y panaceas transgénicas, África reclama soberanía.
- En los últimos meses, el encarecimiento de los alimentos básicos y la energía ha motivado revueltas en toda África : Egipto, Argelia, Burkina Faso, Senegal, Mali, Costa de Marfil, Guinea Conakry… Al Este, Somalia hundida en una inflación vertiginosa ; en el Sur, hasta Sudáfrica, gigante económico regional, vive una situación sin precedentes. Incluso Nigeria, octavo país exportador mundial petrolero sufre la escasez de carburante, lo que afecta fuertemente al precio de los alimentos.
La coyuntura es mundial, como se encargan de recordar los organismos internacionales : la subida del petróleo, el clima, los países exportadores preocupados ahora por asegurar el abastecimiento de sus mercados internos, el aumento de la demanda, el mínimo histórico de las reservas, los cereales empleados en la producción de biocarburantes. Menos comida en el mercado y más cara. Un problema que afecta principalmente a aquellos que cuentan con menos de un dólar diario, el caso de más de la mitad de los africanos. Por toda África se habla de la chére vie : una vida tan cara que uno no puede permitírsela.
Herencia de la colonización
Se trata también de una crisis estructural, y afecta de un modo específico a África : empujados desde la colonización a asumir que la receta para el desarrollo consistía en integrarse en los mercados internacionales, los africanos son el eslabón más débil de la mundialización, los primeros en hundirse ante las primeras señales de crisis. El continente no produce lo que come : desde 1960 es importador neto de alimentos y produce monocultivos dirigidos a cubrir la demanda exterior.
Como resultado, las personas de las ciudades que gastan más de la mitad de sus recursos en alimentación son las más vulnerables. También se resiente el medio rural : no hay comida disponible, pues no hay infraestructura para almacenarla, y el acceso a los mercados es difícil.
En los mercados, a las mujeres no les salen las cuentas. Ellas encabezan buena parte de las revueltas. En marzo, en Costa de Marfil y Senegal, las amas de casa marchaban para denunciar su hambre. En Gabón optaron por cestos vacíos y lemas que resaltaban la paradoja : «Gabón país rico, pueblo pobre. Tenemos hambre». En febrero de 2007 se reunían en Mali movimientos asociados a Vía Campesina : mujeres de 86 países del mundo suscribieron una declaración por la salida de la agricultura y la alimentación de las lógicas de mercado. Reivindican su poder de decisión como responsables del 80% de la producción de alimentos en los países más pobres.
Recetas anticrisis
Los Estados intentan reaccionar : a finales de abril, Gabón suspendió seis meses los impuestos de importación en alimentos básicos y bajó el margen de beneficio de los intermediarios. Costa de Marfil redujo los impuestos en los productos de primera necesidad y Somalia propuso crear una nueva moneda ante la inflación. La FAO y el Programa Mundial de Alimentos (PAM) intentan atajar a corto plazo la situación apelando a la generosidad de los mismos países que mantienen un trato desigual con los países africanos a través de la subvención de sus agricultores y los tratados de libre comercio.
Entretanto, una nueva amenaza acecha el continente : expertos y multinacionales de la alimentación hablan de una oportunidad favorable para una segunda revolución verde basada en la tecnología agrícola y genética. El Foro Mundial por la Soberanía Alimentaria denunciaba esta amenaza a finales de 2007. Las organizaciones campesinas africanas presentes apuestan por resistir esta ofensiva. Abogan por priorizar la alimentación de la población, valorizar a los productores, establecer sistemas locales de producción, restablecer el control local, trabajo con la naturaleza : en definitiva, apuestan por una soberanía alimentaria basada en un tejido social fortalecido que tenga en cuenta el papel de las mujeres.