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Artur Mas en “Salvados”

El coraje político de una ciudadana y la distribución de la riqueza en Catalunya

Fuentes: Rebelión

No era fácil. El poder puede seducir, impresionar o hacer que la prudencia quede marginada y la bilirrubina suba a la cabeza y obnubile la conciencia. En general, menos algún desliz masculino casi forzado por don Artur y los límites que el entrevistado pudo sugerir (o incluso la propia cadena fusionada con Antena 3 y […]

No era fácil. El poder puede seducir, impresionar o hacer que la prudencia quede marginada y la bilirrubina suba a la cabeza y obnubile la conciencia. En general, menos algún desliz masculino casi forzado por don Artur y los límites que el entrevistado pudo sugerir (o incluso la propia cadena fusionada con Antena 3 y en manos, por tanto, del señor Lara-Planeta), Jordi Èvole estuvo a la altura de las circunstancias. Mejor que bien. Los espectadores se lo agradecimos aunque nos habría gustado estar a su lado para echarle una mano en algunos momentos.

Entrando en la entrevista propiamente:

Mas descalificó políticamente a Duran i Lleida. Mas, desde luego, ha dicho cosas no menos injuriosas -«a los niños andaluces y gallegos no se les entiende cuando hablan castellano»- y en sede parlamentaria. Pero, con algún cuidado y con algún elogio para compensar, criticó abiertamente las palabras del líder democristiano sobre los bares, los encuentros, el subsidio y los jornaleros andaluces. Hay elecciones el 25 de noviembre.

El president en funciones justificó sus recortes con la melodía de siempre: son inevitables, no existe otra política posible. Puso un ejemplo: la política seguida no sólo por el PSOE sino por IU en Andalucía. Inferencia evidente: cuando se mete la pata hasta lo más profundo, los líderes conservadores y neoliberales que no son tontos -Mas no lo es en absoluto- aprovechan y dan directo al estómago. Sin vacilar y haciendo daño.

Se habló del fraude. Se salió como pudo y eso que la cosa es de escándalo. No habló de las cuentas secretas de su familia en paraísos fiscales y llegó a hablar del asunto como algo muy instaurado en la cultura española (la catalana estaba incluida en este caso aunque Catalonia según el vaso de plástico en el que suele beber is NOT Spain).

No se habló de Eurovegas, ni de las centrales nucleares en Catalunya ni de esa extraña apuesta por Barcelona World. Tampoco de la privatización del Hospital Clínic, el segundo gran hospital de Catalunya. Tampoco lo bastante de sanidad y de las declaraciones y finalidades de Boi Ruiz, uno de los peores consellers -¡y es mucho decir!- de su gobierno.

Mas recordó que el PSOE en los años setenta hablaba del derecho a decidir (no habló, no usó la palabra autodeterminación). Él, dijo, no afirmaba nada en aquellos momentos. No estaba en política. Por tanto, añadió, ¿de qué se quejan? ¿Qué critican? No dijo nada desde luego del papel esencial del PSUC en la defensa de las libertades nacionales catalanas.

Si Catalunya llega ser un estado, no tendrá ejército. Mas dixit. ¿Entonces? Pedirá la protección -pagando los servicios- de algún ejército amigo. Mas habló, en concreto, del ejército español. Como una de las posibilidades.

No comentó nada sobre la forma de estado. No habló de República catalana aunque el entrevistado se refirió a él en algún momento como futuro president de Catalunya.

Afirmó Mas, eso sí, que en una Catalunya independiente la jubilación sería la que ahora es (no habría marcha atrás, seguiríamos por la misma senda), la sanidad pública seguiría el mismo recorrido que recorre en estos momentos con la política privatizadora de su gobierno y la reforma laboral se mantendría en algunos puntos y en otros sería «modernizada» (léase empeorada).

¿Por qué, se le preguntó, eliminó el impuesto de sucesiones? Por tres razones respondió: 1) Estaba en su programa electoral, 2) Los del tripartito ya habían hecho muchos recortes, y 3) En otras comunidades españolas ya se había eliminado. Y a otra cosa, ya está. De escándalo.

Señaló que tuvo dos razones para disolver el Parlamento: la manifestación del 11 de setiembre, que cifró en la participación imposible de un millón y medio de asistentes, y el rechazo de Rajoy de un nuevo pacto fiscal. Añadió: si Rajoy hubiera aceptado discutir una nueva política fiscal para las comunidades, no habría disuelto el Parlamento. La cosa va de euros como es sabido.

Se le habló de su nada positiva gestión: paro, subida de impuestos a los sectores más desfavorecidos, recortes en sanidad y enseñanza. Largo etcétera. ¿No tenía miedo que esa política diera cuenta de él y de su coaliación? No tiene miedo, está muy seguro de ganar las elecciones.

Hay más cosas.

Lo esencial, en todo caso, es esto.

Una joven estudiante -23, 24 años, acaso menos- fue entrevistada por Jordi Évole mientras paseaba con Artur Mas. Se le preguntó por la independencia. No era fácil, el president puede impresionar pero la joven no se cortó ni un pelo: todo lo que estaba pasando, señaló, era un cortina de humo para esconder asuntos muy graves. Ella era una estudiante universitaria, que se sentía tan catalana como el president, y sabía muy bien lo que había sucedido con las matrículas y con otros asuntos de importancia. Sin cortarse, sin dar la mano, sin sonreír, sin reír ninguna gracia. Directa al corazón de la injusticia. ¡Visca la ciutadania rebelde!

El segundo punto esencial. Èvole preguntó a Mas por los ciudadanos pobres de Catalunya. Discutieron las cifras. El president en funciones admitió, finalmente, que un 20% de la ciudadanía está en una situación de riesgo. Y añadió: pero hace cinco o seis años, cuando no estábamos en crisis, ese porcentaje no era inferior al 16% o al 17% en Catalunya y también en España. El problema, prosiguió, es la distribución de riqueza. No hemos sabido hacerlo bien. ¡Qué profundo! ¡Qué sensible!

Como si tal cosa.

¿Como el cemento? Efectivamente, como el cemento. Catalán o español. No importa.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

rCR