“Sin embargo el mundo debe recordar que no fueron simplemente las instituciones internacionales, no sólo los tratados y las declaraciones los que le dieron estabilidad al mundo después de la Segunda Guerra Mundial. Independientemente de los errores que hayamos cometido, hay un hecho clarísimo: Estados Unidos de Norteamérica ha ayudado a garantizar la seguridad mundial durante más de seis décadas con la sangre de nuestros ciudadanos y el poderío de nuestras armas. El servicio y sacrificio de nuestros hombres y mujeres de uniforme han promovido la paz y prosperidad desde Alemania hasta Corea, y permitido que la democracia eche raíces en lugares como los países balcánicos. Hemos sobrellevado esta carga no porque queremos imponer nuestra voluntad. Lo hemos hecho por un interés propio y bien informado: porque queremos un futuro mejor para nuestros hijos y nietos, y creemos que su vida será mejor si los hijos y nietos de otras personas pueden vivir en libertad y prosperidad”
Barack Obama, Discurso de recepción del Premio Nobel de la Paz, Estocolmo 10-12-2009.
Parece inevitable mencionar, entre esos “errores” tempraneros cometidos por los Estados Unidos el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre las poblaciones japonesas de Hiroshima y Nagasaki, en agosto del año 1945, al respecto vale citar al profesor Vladimir Acosta en su monumental obra “El monstruo y sus entrañas” (2017).
“Donde si fueron los únicos vencedores (los Estados Unidos) fue en el Pacífico y allí derrotaron y aplastaron con costos muy elevados al Japón. Pero cometieron uno de los crímenes más terribles y monstruosos de la guerra. Sin necesidad, porque los japoneses estaban ya derrotados y decididos a rendirse (sólo pedían que se respetara al emperador, el miserable e hipócrita Hiroito), los Estados Unidos lanzaron dos bombas atómicas contra poblaciones civiles japonesas, no solo para vengar lo de Pearl Harbor sino porque debían probar los dos tipos de bombas, una de uranio y la otra de plutonio. Y además, mostrar a los rusos (como se lo habían mostrado con otro feo crimen, el bombardeo espantoso e innecesario de Dresde en febrero de 1945, cometido en alianza con los ingleses) que ellos, los Estados Unidos, eran la primera potencia militar del mundo, además de ser la más grande potencia económica y política”.
“La seguridad mundial” que Estados Unidos ha garantizado indudablemente con el “poderío de sus armas”, después de la Segunda Guerra Mundial, significó también a países como Laos y Camboya, a los cuales el gobierno de Richard Nixon “…les lanzó más bombas y más napalm y agente naranja que los usados por los Estados Unidos en la segunda Guerra Mundial, matando varios millones de personas, dejando las ciudades y campos destruidos; y de paso lanzar al mismo tiempo una brutal ofensiva aérea para destruir las ciudades , puertos y carreteras de Vietnam del Norte también con varios miles centenares de muertos”, eso sí, que quede claro, (los Estados Unidos) han “sobrellevado toda esa carga no porque quieran imponer su voluntad”.
Pero tampoco se deben desestimar los crímenes y atrocidades que en el propio continente americano y, en nombre siempre de los sacrosantos valores de “libertad y prosperidad”, han cometido distintos gobiernos de Estados Unidos.
Ya en el año 1954 el presidente Dwight Eisenhower, un confeso anticomunista, “derrocó por medio de una invasión mercenaria al progresista presidente Jacobo Arbenz, de Guatemala, para montar un gobierno derechista, dictatorial y asesino de esos que los Estados Unidos siempre ha necesitado para frenar las luchas progresista o revolucionarias de los pueblos”.
Quien le sucede en la Casa Blanca, John F. Kennedy, y habiendo ejercido la Presidencia apenas 1.037 días de gobierno (antes de ser asesinado), para continuar el legado y para contener el comunismo “invadió Cuba en 1961, siendo sus mercenarios batisteros derrotados de forma rápida y humillante por el liderazgo popular de Fidel Castro y la lucha del pueblo cubano en defensa de su libertad y su soberanía”. Después de esta aplastante derrota “…inventó en América Latina la llamada Alianza para el Progreso, que no era sino una suerte de modesta caricatura del Plan Marshall en América Latina, dirigido a impulsar cambios de fachada en los países latinoamericanos, capaces de frenar las luchas populares y el peso y el prestigio de la Revolución cubana sobre el resto del continente y de estrechar más los lazos que ataban a nuestro continente al poder imperial estadounidense y a sus políticas de Guerra Fría”. Pero también hizo “méritos” J.F Kennedy “desencadenando la agresión contra Vietnam, enviando asesores y tropas militares a implicarse en esa lucha al lado de los dictadores sudvietnamitas asesinos y derechistas que se oponían a la independencia y reunificación de su país”.
El sucesor de Kennedy en la Casa Blanca, Lyndon B. Johnson además de ser “verdadero genocida del pueblo de Vietnam”, ordenó en 1965 la invasión de la República Dominicana “para aplastar a sangre y fuego la lucha del pueblo dominicano por restaurar la democracia que los militares, dos años antes apoyados por el gobierno de Kennedy, habían suprimido con un golpe de Estado contra el gobierno electo y progresista de Juan Bosch”.
Como olvidar que el gobierno de Richard Nixon, con la inestimable asesoría de su secretario de Estado “el criminal de guerra” Henry Kissinger, decidió “hacer ladrar la economía chilena”, para castigar al pueblo por la irresponsabilidad de elegir a un socialista como Salvado Allende, hasta lanzar finalmente el brutal golpe militar de corte fascista que en septiembre de 1973, derrocó y asesinó a Allende, dejando innumerables asesinados, presos, exiliados y desaparecidos y una férrea dictadura militar de 17 años.
Después tocó al demócrata James Carter, quien antes de convertirse, como expresidente de EE UU, en “un hombre respetado, partidario de la paz y reiterado defensor en discursos de derechos humanos” fue un iniciador de la guerra de Afganistán (habiendo armado a los talibanes en Afganistán y Pakistán).
Pero después le tocó al “más furibundo anticomunista de todos los presidentes de los Estados Unidos”, Ronald Reagan. Este republicano “Convencido de que aplastar las luchas populares en América Central y acabar con el sandinismo era vital para la seguridad de los Estados Unidos , se dedicó a imponer en ella dictaduras y regímenes asesinos, a aplastar las luchas de sus pueblos y a tratar de derrocar por la fuerza al gobierno sandinista, financiando y armando a la “Contra” nicaragüense, alentando el terrorismo, bloqueando puertos y desconociendo leyes internacionales…Otro de los grandes éxitos de Reagan fue la invasión de la minúscula isla de Granada, declarada por el peligrosa amenaza contra la seguridad estadounidense”.
Luego le correspondió el turno a George Bush (padre) quien, habiendo sido director de la CIA, recién llegado a la Casa Blanca en diciembre de 1989, ordenó que 24.000 soldados invadieran Panamá para sacar del poder a Manuel Antonio Noriega, antiguo agente y servidor de los intereses de Washington. Un poco después (2003) el gobierno de Bush encabezó la coalición de países que “en medio de todo tipo de tipo de patrañas justificadoras (armas de destrucción masiva)” llevaron a cabo la invasión a Irak.
Pero Bill Clinton no podía quedarse atrás y su gobierno en ese afán de “garantizar la seguridad mundial” contribuyó notablemente a “promover y organizar la disolución de lo que quedaba de la antigua Yugoslavia bombardeando Bosnia y sobre todo Serbia, a la que sometió a más de un mes de bombardeos masivos que causaron una enorme destrucción y y mataron a miles de personas”. Contabilizando además entre sus tareas de gobierno “Bombardear Irak en alianza con la aviación británica, mientras que su Secretaria de Estado, la sionista Madeleine Albraight, declaraba que si la guerra y los sucesivos bombardeos habían causado la muerte de cerca de medio millón de niños y niñas iraquíes eso era parte del “precio que había que pagar” para someter a Irak”.
Después le correspondió el turno al bate a George W. Bush (hijo) quien, después de los atentados terroristas de 11 de septiembre de 2001 inauguró la política “O están con nosotros o están con los terroristas”. A partir de allí “Estados Unidos lanza en 2002 la invasión a Afganistán. Y mientras se empantana en Afganistán el gobierno estadounidense pasa a decretar la insólita guerra preventiva. Así se invade y destroza a Irak desde marzo de 2003, acusándolo de disponer de armas de destrucción masiva que nunca aparecieron porque no existían… Estados unidos justificó, además, en forma abierta la tortura, el asesinato de todo sospechoso, y empezó a ensayar los mortíferos y arteros ataques con drones”.
Y así llegamos al “prometedor” gobierno de Barack Hussein Obama quien en nombre del “futuro mejor para sus hijos y nietos”, apenas un par de años después de haber recibido el, hoy claramente inmerecido, nobel de la paz “…envuelto en un manto progresista y tolerante con la prensa de su país mintiendo a diario a su favor, hizo calumniar, invadir y destruir por la OTAN a países como Libia y Siria, en los que espías y asesores y soldados estadounidenses actuaron en forma solapada en la guerra de destrucción cometiendo diversos crímenes.”
Desde Latinoamérica nadie olvida que este presidente “Apoyó con su usual hipocresía, en 2009, el golpe de estado contra el presidente hondureño Manuel Zelaya y en 2010 el golpe contra el presidente paraguayo Fernando Lugo”. Declaro, en 2015, a Venezuela como “amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad de los Estados Unidos”.
No faltan los que se preguntan, por mencionar un solo caso ¿cómo está Libia hoy después que EE UU le impusiera la guerra para llevar “libertad y prosperidad” a la gente?
Fuente: https://barometrolatinoamericano.blogspot.com/2020/11/el-costo-para-muchos-pueblos-de-la.html