Es el siglo de Nigeria. Y Nigeria será la bandera africana. En su tela se dibuja la intención de un capitalismo de Estado, con cierta flexibilidad empresarial y vinculado a la explotación de sus recursos naturales. El mástil que la sostiene, no obstante, es endeble: una demografía que explotará, una deficiente redistribución de la riqueza […]
Es el siglo de Nigeria. Y Nigeria será la bandera africana. En su tela se dibuja la intención de un capitalismo de Estado, con cierta flexibilidad empresarial y vinculado a la explotación de sus recursos naturales. El mástil que la sostiene, no obstante, es endeble: una demografía que explotará, una deficiente redistribución de la riqueza y el conflicto religioso interno, casi inevitable, y que marcará parte del futuro del país. 250 idiomas conforman su ADN. Obama no pisó el país más poblado de África en su gira de hace unas semanas. Y el presidente nigeriano, Goodluck Jonathan, partió días después hacia Pekín. Socio africano importante de ambas potencias mundiales y con una población que según la ONU superará los 1.000 millones de habitantes en menos de cien años, Nigeria está llamada a ser, por su tamaño, el Elefante africano del siglo XXI.
Analistas de todo el mundo intentan descifrar cuál es la posición de Nigeria en la geopolítica internacional. Si es par de oriente o aliada de occidente. Intentan saber por qué no mira a Europa y cómo es posible la poca jerarquía política que ejerce en África o Naciones Unidas. Hace unos meses Barack Obama visitó África -Senegal, Sudáfrica y Tanzania- y no pasó por el país más poblado del continente. Más de 170 millones de habitantes conforman un mercado interno lo suficientemente sólido para que el primer representante del país que lleva como bandera el libre mercado no haga una parada en su gira africana. Sus recursos naturales, además, interesan a las corporaciones e inversores norteamericanos. Poco después de que Obama pasease por África hablando de la necesidad de inversión en infraestructuras de todo tipo, el presidente de Nigeria, Goodluck Jonathan, ponía rumbo a China. Y ahí comenzaba una nueva página de la novela nigeriana.
Esa decisión fue un paso al frente de Jonathan. Sin llegar a la confrontación diplomática, el presidente nigeriano insiste en su nueva estrategia, la de proyectar el país como un referente global que sostenga la bandera africana. De la gira china, el presidente nigeriano se llevó en su maletín varios contratos con esos conglomerados públicos chinos para ejecutar nuevas inversiones en infraestructuras en Nigeria. Destaca la firma de varios acuerdos de forma personal con Xi Jinping, secretario general del Partido Comunista de China y presidente de la República Popular de China, en materia de comercio, de relaciones económicas, culturales, técnicas y financieras, destinadas a ampliar la capacidad de Nigeria y aumentar su Producto Interior Bruto, objetivo principal de un país que según Naciones Unidas crecerá en casi cien millones de habitantes cada década de este siglo. No hace más de dos meses que la ONU puso el dato sobre la mesa: Nigeria tendrá más de 1.000 millones de habitantes en 2100.
En todas a la vez
El vacío generado por Obama y el último viaje de Jonathan ha puesto a Nigeria en la órbita china. Es clave para los inversores globales saber qué tipo de capitalismo practicará el país que más crecerá durante el siglo que corre. Si un capitalismo de Estado, si vinculado al Estado del bienestar -algo que parece inalcanzable- o un capitalismo empresarial al estilo norteamericano. Da la sensación de que Nigeria no está en ninguna clave y está en todas a la vez. Nigeria es un socio fundamental de Estados Unidos en África pero también lo es de China. Europa, más preocupada por su crisis de deuda que por afianzar las alianzas con las naciones del futuro, no está en el juego de alianzas con el país que se configura como la potencia continental más identificable. Y en cuanto a Latinoamérica, cabe recordar que Nigeria fue el país elegido para lanzar la primera cumbre de la ASA, América del Sur-África, en 2006.
Tanto China como Estados Unidos mantienen relaciones financieras y empresariales solventes con Nigeria. Del petróleo que Estados Unidos compra, Nigeria es el quinto país en su lista de clientes. Mientras que China, sin embargo, compra poco más del 1% del petróleo nigeriano. A la inversa, según los datos del Ministerio de Economía nigeriano, el país ocupa el segundo mayor mercado para China en África.
Mientras Estados Unidos por ahora había apuntado al sector de la salud – al negocio farmacéutico, principalmente a controlar la malaria y el SIDA– y a los programas agrícolas mediante asistencia técnica, ahora intensifica sus intereses en los sectores de los hidrocarburos -siempre los tuvo- y a la generación de energía. Muy en la línea de los discursos de Obama en tierras africanas. Nigeria, perfectamente, representará en los próximos años el Afrocapitalismo del que habla Toni O. Elumelu.
Por su parte, China va a por el petróleo, a la zona de libre comercio y la obtención de materias primas, como el hierro y el acero. Los nuevos proyectos estarán vinculados, además, a la rehabilitación de los ferrocarriles, a la generación de energía -es trending topic si hablamos de inversiones en África en 2013-, a las telecomunicaciones y a la construcción de varias refinerías. Fundamental para la economía nigeriana. Y también para China que aumentará sus compras de oro negro nigeriano.
Desde la embajada americana en Lagos han salido algunos mensajes en forma de entrevistas a la prensa local en los que se apunta a que la integración en la economía global de Nigeria no debe suponer ahogar las iniciativas empresariales locales. El destino de estos mensajes es el gobierno nigeriano y alerta sobre la actividad monopolística de China en los proyectos que ejecuta. La capacidad de inversión de China como Estado deja fuera de juego a los países europeos y norteamericanos, que envían a sus presidentes para que obtengan relaciones de las que luego se puedan beneficiar sus empresarios. Estatalmente, se anclan en sus oficinas de cooperación internacional y conglomerados de corporaciones más importantes. El capitalismo de Estado que practica China gana ventaja en África gracias a esas inversiones monumentales para extraer materias primas que luego serán exportadas al gigante asiático. Es su forma de hacer negocios. Y ganan. En favor de China también juega la ausencia de hipocresía en materia de Derechos Humanos. No opinan más allá de sus fronteras y menos de un lugar en el que hacen negocios. Sus votos en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas son un retrato de su política económica internacional. Bussiness is Bussiness.
Más allá de los pasos que Nigeria y sus representantes políticos den, parece claro que debiera huir de crear una dependencia externa al continente africano donde realmente tiene su espacio de expansión. Más allá de la diplomacia y de la política, Goodluck Jonathan se ha impuesto crear un marco jurídico sólido que consolide un estado que corre el riesgo de resquebrajarse por las presiones internas que se pueden ver alimentadas por las acciones derivadas de su actuación económica externa. Los analistas coinciden en que no sólo debe evitar la dependencia de terceros países, sino también de los productos energéticos con fecha de caducidad, como el petróleo o el gas, y la necesidad de mimar más a la agricultura de cara al futuro. Por ejemplo, Nigeria exportó más de un millón de toneladas de Yuca con dirección a Asia en el último año. Además de la producción agrícola, la producción y manufacturación industrial será fundamental para su desarrollo, así como el control en el crecimiento de sus ciudades que están camino de convertirse en megalópolis en cuestión de lustros y evitar el descontrol actual de los residuos. Y de los beneficios obtenidos con el juego de malabares de la economía, la inversión en educación debe crecer de forma considerable.
Es el siglo de Nigeria. Y Nigeria será la bandera africana. En su tela se dibuja la intención de un capitalismo de Estado, con cierta flexibilidad empresarial y vinculado a la explotación de sus recursos naturales. El mástil que la sostiene, no obstante, es endeble: una demografía que explotará, una deficiente redistribución de la riqueza y el conflicto religioso interno, casi inevitable, que marcará parte del futuro del país. 250 idiomas conforman su ADN. China fue el gigante asiático del siglo XX; Nigeria está llamada a ser, por su tamaño, El elefante africano, del siglo XXI.
Fuente original: http://www.guinguinbali.com/index.php?lang=es&mod=news&task=view_news&cat=1&id=3669