En la configuración de cualquier situación intervienen muchas variables, pero los acontecimientos del pasado son siempre una de ellas. Es lo que pretende hacer esta pequeña introducción, qué acontecimientos del pasado nos ayudan a comprender lo que ahora mismo estamos viendo: el fracaso de las intervenciones extranjeras en Malí en nombre de la Guerra contra el Terrorismo. Y, para ello voy a centrarme (aunque siempre hay, por supuesto, un pasado más antiguo) en la conocida como guerra de Azawad de enero de 2012, en la que confluyeron dos guerras o enfrentamientos distintos: el de un cierto sector, probablemente mayoritario, de la población azawadí contra las autoridades de Bamako y el del signo de los tiempos entre la yihad transnacional y la Guerra contra el Terrorismo, que internacionalizó y eclipsó a la anterior como consecuencia de su mayor capacidad mediática y geopolítica.
Azawad es un extensísima parte de la República de Malí (sus dos terceras partes), cuya parte septentrional corresponde al desierto del Sáhara y la meridional a esa franja de territorio conocida como el Sahel, que separa al desierto de la sabana africana al sur, en la que se encuentra el resto del país. La parte sahariana puede decirse que, más que habitada, ha estado tradicionalmente recorrida por tribus nómadas pastoras y comerciantes, mientras la saheliana -en gran parte coincidente con el curso medio del río Níger- aunque también de clima y geografía semidesérticas, ha sido el área donde históricamente no sólo se ha producido la sedentarización de la población, sino también la colonización de los grupos étnicos procedentes de la sabana.
Su población (aprox. 1.600.000 habitantes) es agrupable en dos grandes grupos étnicos, que, de forma general, se podrían identificar como los “azawadíes blancos o claros”: tuareg, moros y bellas, y los “azawadíes negros”: songais y fulanis. De todas ellas, la etnia que ha dado históricamente identidad al territorio es la targuí (singular de tuareg, los “hombres azules” o los “portadores de velo azul o índigo”), nómadas y musulmanes suníes poco ortodoxos, más bien tendentes al sufismo y a los santones, e identificables, más que por su aspecto físico, ya que son el resultado de numerosos cruces y mezcolanzas étnicas, por sus formas de vida adaptadas al desierto, por la noción de la tegaragit o código de conducta social y moral tradicional, del que forma parte un islam bastante liberal en lo que respecta a la mujer, y por su propia lengua, el tamasheq, variedad del bereber (tamazigh). Como dato curioso, hay tribus que se consideran “andalusíes”, descendientes de los moriscos expulsados de España que se refugiaron en la zona.
La resistencia targuí a la penetración francesa se inicia cuando ésta empieza a convertirse en sistemática a finales de siglo xix, con episodios más bien esporádicos de ataques a puestos militares y “columnas” expedicionarias explorando las posibilidades de tender líneas férreas transaharianas que conectaran el Magreb con el Sudán francés, hasta que, entre 1894 y 1906, se ocupan Tombuctú, Gao, el adrar de Ifogas y Agadez (en Níger).
Desde entonces, las revueltas fueron más bien locales, debido a la dureza de la represión y a la acción administrativa de la colonización francesa, que supo aprovechar los enfrentamientos por el poder entre tribus y clanes, llegando a modificar las estructuras sociales y económicas y a sustituir los clanes y familias “nobles” por autoridades religiosas y “afrancesados” (los que recibían educación francesa), induciendo un cierto proceso de sedentarización y tratando de diferenciarlos de los países árabo-bereberes al norte y negro-africanos al sur que pugnaban en esos momentos por su independencia (años sesenta del siglo xx) en el Magreb (Argelia y Libia, principalmente) y en el África saheliana (Malí, Níger, Alto Volta, hoy Burkina Faso, etc.) y poder, así, en caso de independencia de estos, mantener su control sobre sus potenciales recursos naturales (uranio, petróleo, oro, sal, comercio norte-sur, etcétera).
No llegarán a conseguirlo y tras las independencias, los tuareg quedarán repartidos en cinco Estados diferentes. Como ciudadanos de segunda con frecuencia. Para los franceses, los tuareg eran unos colonizados más, pero para las nuevas élites negras occidentalizadas de Bamako, Yamena o Uagadugú eran los secularmente temidos descendientes de las caravanas de esclavos, que permanecen física (nómadas) y síquicamente (tradiciones) inasequibles a la construcción de Estado, a la modernización (burocrática) y al “socialismo”.
En este contexto, va a surgir la primera rebelión tuareg contra la autoridad de Bamako en mayo de 1963 en el adrar (macizo montañoso) de Ifogas (al norte de Malí, en la frontera con Argelia) cuando el Gobierno impulsa una ley de reforma de tierras que afecta negativamente a los derechos tradicionales de las tribus tuareg. Nacen el Movimiento Popular para la Liberación de Azawad (MPLA, encabezado por Iyad ag Ghali) en Malí y su equivalente nigerino, el Frente de Liberación de Aïr y Azawad (FLAA), respaldados por Libia y constituidos no sólo por tuareg, sino asimismo por moros y bellas azawadíes.
Argelia, temerosa de un nuevo éxodo targuí hacia su territorio, fuerza las negociaciones. En abril de 1992 se consigue el Acuerdo de Tamanrasset, (y su equivalente en Níger, el Acuerdo de Uagadugú en octubre de 1992), según el cual se desmilitarizaría el norte desértico de Malí y el adrar de Iforas (la seguridad debería estar a cargo de patrullas mixtas azawadíes-gubernamentales), se elegiría una asamblea regional, se crearía un Comisariado del Norte y las autoridades malíes dedicarían el 4% del presupuesto nacional en beneficio de los azawadíes. Nada de esto llegó a cumplirse nunca.
Mientras, en Argelia, tras la “revuelta del pan” de 1988, el presidente Chadli Benyedid inicia un proceso de apertura política que va a permitir la celebración de elecciones pluripartidistas. En primer lugar, de carácter local (municipal) en junio de 1990, en las que triunfa ampliamente (54% de los votos emitidos) el recién creado Frente Islámico de Salvación (FIS) de ideología islamista. Y posteriormente legislativas, cuya primera vuelta se celebra el 26 de diciembre de 1991, volviendo el FIS a resultar primera fuerza con 188 escaños de los 232 en liza, más los que pudiera conseguir en la segunda vuelta. Un resultado que va a alarmar a los grupos detentadores del poder hasta entonces en Argelia y a los países occidentales, que ven en Argelia un nuevo Irán. Con la anuencia de los segundos, los primeros reaccionan abortando el proceso electoral con un golpe de Estado (11 de enero de 1992), que sustituye al presidente Benyedid por un Alto Comité del Estado, en manos de las Fuerzas Armadas, y la encarcelación de miles de cuadros y militantes del FIS, incluyendo a los miembros de su cúpula que no lo estaban ya.
Después empezarán a aparecer las primeras guerrillas islamistas en los montes y bosques de la Argelia “útil” mediterránea: el Movimiento Islámico Armado (MIA), el Movimiento por un Estado Islámico (MEI) o Takfir wal Hijra(Anatema y Exilio). En enero de 1993, se desgaja del MIA el Grupo Islámico Armado (GIA), de línea mucho más dura y enfrentado tanto al Gobierno argelino como a los anteriores grupos, considerados excesivamente impuros y condescendientes. El GIA comienza a llevar a cabo acciones terroristas indiscriminadas, a diferencia de sus organizaciones predecesoras, agrupadas ahora en el Ejército Islámico de Salvación (EIS), que centran sus acciones guerrilleras en combatir a las fuerzas armadas y de seguridad y a las instituciones oficiales argelinas.
En septiembre de 1997, FIS/EIS y el Alto Comité del Estado (general Zerual), en el poder en Argel, alcanzan un acuerdo de alto el fuego, que se materializará, en el verano de 1999, en la Ley de la Concordia Civil (presidente Buteflika), que concede una amplia amnistía bajo condiciones a la que se acoge el EIS, que declara el fin de la lucha armada. Mientras, el GIA (septiembre de 1998) se ha convertido en el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), mucho más radicalizado y de ideología ya claramente yihadista.
En 2001 y como consecuencia de los atentados del 11 de septiembre, Estados Unidos hace presencia en el conflicto abasteciendo al Ejército argelino de equipo, material e inteligencia de medios electrónicos. El GSPC se refugia en el Sáhara argelino al sur y en 2006 anuncia su adhesión a la nebulosa al-Qaeda, pasa a llamarse Al-Qaeda en el Magreb Islámico /AQMI) e internacionaliza el conflicto incorporando combatientes extranjeros de la “yihad global”.
En ese mismo año 2006, estalla una nueva sublevación azawadí (Movimiento de Liberación Nacional Azawadí, MNLA) y en Níger, el Movimiento Nigerino por la Justicia (MNJ), que, a partir de 2011-2012, se alimenta con azawadíes libios fogueados, armados y entrenados en la guerra civil libia de ese año (primavera árabe), con las incorporaciones de la organización yihadista Ansar al-Din (partidarios de la fe) y del AQMI argelino.
El MNLA y sus aliados llegan a controlar toda la región azawadí e inician su ofensiva al sur hacia Bamako, pero su contrincante, las autoridades malienses, también van a recibir sostén y apoyo del exterior, con la que logran revertir la situación: la operación militar francesa Serval de doble cometido: restaurar la integridad territorial de Malí y neutralizar la amenaza yihadista procedente de Azawad-Malí-Níger. La Guerra contra el Terrorismo ha estallado en África.