En las primeras elecciones tras el fin de la guerra, el partido en el poder (MPLA) obtuvo el 80% de los votos y más de 2/3 del Parlamento. La antigua guerrilla de la UNITA, con un 10%, reconoce su derrota. En un país devastado por 29 años de guerra, el Movimiento Popular para la Liberación […]
En las primeras elecciones tras el fin de la guerra, el partido en el poder (MPLA) obtuvo el 80% de los votos y más de 2/3 del Parlamento. La antigua guerrilla de la UNITA, con un 10%, reconoce su derrota.
En un país devastado por 29 años de guerra, el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA) constituido en 1956 como guerrilla marxista-leninista contra el dominio colonial portugués y en el poder desde 1975, se alzó con una contundente victoria en las caóticas elecciones celebradas el pasado viernes 5 de septiembre. A pesar de los malos augurios, estas elecciones transcurrieron en un clima pacífico, a diferencia de las celebradas durante la tregua de 1992, que desembocaron en una reedición de la guerra hasta 2002, al no aceptar la UNITA los resultados. Contrariamente a lo que afirmaba El País (6/09/08), en Angola no se dio el cliché africano de división por etnias y el MPLA venció tanto entre los ovimbundu como los umbundu, los dos grupos étnicos mayoritarios.
Los aplastantes resultados conseguidos por el MPLA permitirán al presidente, José Eduardo dos Santos, en el poder desde 1979, acometer la reforma constitucional al sobrepasar los dos tercios requeridos. La falta de violencia en los comicios despeja el camino para las elecciones presidenciales del próximo año. La gran derrotada ha sido la ex guerrilla UNITA (Unión Nacional para la Independencia Total de Angola).
La UNITA, fundada por Jonas Sabimbi en 1966 y aliada en el pasado tanto de China como de EE UU o el régimen racista de Sudáfrica, consiguió tan sólo un 10%, una cifra que dista mucho del 34% obtenido en las elecciones de 1992. Al estar prohibidos los sondeos, esta debacle sorprendió en sus feudos tradicionales (Benguela, Huambo y Bie) donde vencieron en los comicios de 1992 celebrados bajo el auspicio de la ONU con dos ejércitos presentes. Según diversos testimonios recogidos en Huambo por DIAGONAL, al retomar la guerra, la UNITA practicó una política de aniquilación de los votantes del MPLA que ahora le pasa factura.
16 años después y tras su derrota militar, la UNITA parece haber comprendido que su única opción de llegar al poder consiste en que el proceso democrático se asiente y coyunturalmente se produzca una alternancia. Ahora han aceptado los resultados de unas elecciones celebradas en un Estado supuestamente multipartidista, aunque en la práctica ha sido hasta ahora un sistema de partido-Estado. La impronta de la guerra ha extendido el miedo a criticar al partido en el poder y fomenta la intimidación política, como declaran los 14 partidos de la oposición. Los medios de comunicación son estatales y están controlados por el MPLA, salvo en Luanda donde se permiten algunos medios privados.
Situación económica
Angola, antigua joya del imperio colonial portugués, ha experimentado un rápido crecimiento. Actualmente es el primer país del mundo en crecimiento del PIB per capita (14% en 2006 y 27% en 2007) asentado mayormente en el auge de precios del petróleo y los diamantes. Desde el 11 de septiembre ostenta la presidencia de la OPEP. Según datos del FMI, Angola ha desbancado recientemente a Nigeria como primer productor de petróleo de África, con más de dos millones de barriles diarios. La petrolera estadounidense Chevron, con una extracción de 500.000 barriles por día en Angola, estima que los doblará en cinco años. Sin embargo, la diferencia entre las riquezas de unos pocos y la pobreza de la gran mayoría de la población era hasta hace unos meses la más grande del planeta. En el ranking de desarrollo humano, Angola ocupa el lugar 162 de 177 países (PNUD, 2007) con una esperanza de vida de 40 años. Con más de 4,7 millones de desplazados internos por la guerra, Luanda, la capital, agrupa a casi cinco millones de personas. Sin censo estatal, con una población estimada de 16,4 millones (OCDE, 2007), la mayoría vive distribuida en decenas de miles de aldeas con un tamaño medio de 50 personas. Sin luz, sin agua potabilizada ni vías de comunicación, subsisten en una economía rural sin apenas acceso a la educación y ninguno a la salud. La mayor carga recae sobre las mujeres, que en muchas zonas son consideradas una posesión. Esta situación contrasta con las grandes riquezas que acumula la clase dirigente, que encabeza el empresario más rico del país, el presidente dos Santos.
Sin embargo, en el último año, Angola vivió un asombroso proceso de construcción de infraestructuras : en algunas ciudades, alumbrado publico, asfaltado y agua corriente ; en el ámbito rural, un ambicioso plan de carreteras y ferrocarril. En la concesión rivalizan empresas europeas, norteamericanas y chinas, siendo estas últimas quienes claramente dominan la situación. Según declaraba a DIAGONAL un ex combatiente del MPLA, «por ahora del marxismo tan sólo quedó la retórica».
Historia de una guerra
Tres guerrillas luchaban contra el dominio portugués : MPLA, apoyada por el bloque soviético y en especial por Cuba. La UNITA de corte maoísta era apoyada por China ; y el FNLA, muy vinculado al régimen de Mobutu Sese Seko (Zaire) y apoyado por EE UU. Durante las guerras coloniales, militares portugueses politizados en la contienda forman el Movimiento de las Fuerzas Armadas, que el 25 de abril de 1974 toma el poder en la llamada Revolución de los Claveles. El nuevo Gobierno portugués reconoce el derecho de autodeterminación en Mozambique, Timor Oriental, Guinea… y Angola, donde los acontecimientos se precipitan. Estallan los combates entre las guerrillas. Ante la derrota del FNLA, Estados Unidos elige como aliado a la UNITA. En octubre de 1975 el Gobierno racista de Sudáfrica, en apoyo a la UNITA, invade desde Sudáfrica occidental (que en el trascurso de la guerra se independizará y se transformará en la actual Namibia). En noviembre de 1975 Cuba envía tropas al país en socorro del MPLA. La presencia de tropas de ambos países se prolonga hasta finales de los ’80. La intervención de la ONU consigue una tregua y elecciones en 1992. La UNITA no reconoce los resultados y estalla la guerra. A la muerte de su líder, Sabimbi, en 2002, el presidente dos Santos decreta el fin de la guerra y llama a una política de reconciliación nacional que se plasma en los acuerdos de Lusaka.