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El gran juego de Barack Obama

Fuentes: Sin Permiso

Traducción de Carlos Abel Suárez

El gran juego propuesto por el gobierno de Obama para el mundo post Irak y post Afganistán, apunta en la misma dirección de la década de 1970, sólo que con la señal cambiada. Ahora se trata de una propuesta de alianza estratégica con Rusia, que bloquearía la expansión china en Asia, aunque también involucrará algún tipo de apoyo o «convite» al desarrollo del capitalismo ruso, bloqueado por su excesivo sesgo «primario-exportador». El proyecto de Obama puede revolucionar la geopolítica mundial, pero también puede ser malogrado -entre otras cosas- por las elecciones presidenciales que se realizarán en los Estados Unidos y en Rusia en 2012.

En los últimos meses de 2010, el presidente Barack Obama tomó decisiones y obtuvo victorias internacionales que podrán cambiar radicalmente la geopolítica mundial del siglo XXI. Gracias a la intervención directa del presidente norteamericano en la reunión de la OTAN, en Lisboa, en el mes de noviembre pasado, consiguió hacer aprobar un «Nuevo Concepto Estratégico» que define las directrices de la organización para los próximos diez años, con la previsión de retirar sus tropas de Afganistán en 2014, y con la decisión de instalar un nuevo sistema de defensa antimisiles de Europa y de Estados Unidos, con la posible inclusión de Rusia y de Turquía, a pesar de la resistencia del gobierno turco para cooperar con los países que están obstaculizando su entrada en la Unión Europea.

Esta victoria parcial del gobierno de Obama, se sumó a la aprobación por el Congreso norteamericano, en diciembre, del acuerdo bilateral de control de armas atómicas, que había firmado con el presidente Dimitry Medvedev, en el mes de abril, y que fue ratificado por el parlamento ruso, pocos días después de su aprobación por el Senado de los

Estados Unidos. Estas iniciativas entierran definitivamente el proyecto de Bush de instalación de un escudo balístico en la frontera occidental de Rusia, y profundizan las relaciones entre las dos mayores potencias atómicas mundiales, desautorizando la movilización anti-rusa de los países de Europa Central, promovida y liderada actualmente por Polonia y por Suecia.

En este mismo período, en Oriente Medio, el presidente Obama aumentó su presión contraria a la instalación de nuevas colonias israelíes en territorio palestino, y disminuyó la intensidad retórica de su disputa atómica con Irán, señalando de forma discreta la disposición para un nuevo tipo de acomodamiento regional, como quedó visible con el acuerdo político que permitió la formación del nuevo gobierno iraquí del premier Nuri al Maliki, con la intervención de Irán y con el apoyo de los Estados Unidos, a pesar de que Maliki no fuese el candidato preferido de los norteamericanos. Y probablemente, la crisis actual del gobierno libanés sólo tendrá una solución pacífica y duradera si incluye, de nuevo, un ajuste de posiciones e intereses entre los EE.UU e Irán, aunque sea informal y no declarado.

Estas victorias y decisiones del gobierno de Obama, están apuntando a una política internacional de los EEUU, de aproximación a Rusia y de ajuste negociado de las crisis, encimadas, del Oriente Medio y de Asia Central. En el caso de aproximación a Rusia, los Estados Unidos cuentan con el apoyo de Alemania, independientemente de las resistencias y de las divergencias interminables de la UE, y si tuviera éxito podrá rediseñar el mapa geopolítico de la Europa moderna. Dentro de la nueva alianza, Rusia colaboraría con la estabilización de Asia Central y ocuparía un lugar destacado en una negociación silenciosa -que ya está en curso- abarcando Irán y Turquía, por encima de las alianzas tradicionales de los Estados Unidos, dentro de la región, con vistas a la construcción de un nuevo equilibrio de poder en Oriente Medio. En compensación, Rusia tendría el apoyo norteamericano para retomar su «zona de influencia» y reconstruir su hegemonía en los territorios perdidos después de la Guerra Fría, sin las armas y por el camino del mercado y de las presiones diplomáticas, como ya viene ocurriendo en este momento.

Esta nueva estrategia es osada y de alto riesgo, pero no es original. En el auge de su poder, tras la II Guerra Mundial, los EE.UU. perdieron el control de Europa Central a favor de la URSS, enseguida perdieron el control de China por la revolución comunista de Mao Tse Tung, y fueron obligados a un armisticio poco glorioso, en la guerra de Corea. Como consecuencia, los EE.UU. tuvieron que cambiar su estrategia de la inmediata posguerra, y transformaron Alemania y Japón en las piezas económicas centrales de la alianza en que se sustentó su posición durante la Guerra Fría. Dos décadas después, en plena época de oro del «capitalismo keynesiano», los Estados Unidos volvieron a ser derrotados en Vietnam, Laos y Camboya, y perdieron el control militar del sudeste asiático. Y de nuevo cambiaron su política internacional, construyendo una alianza estratégica con China, que dividió el mundo socialista, debilitó a la URSS y rediseñó la geopolítica del final del Siglo XX.

Desde este punto de vista, el gran juego propuesto por el gobierno de Obama para el mundo post Irak y post Afganistán, apunta en la misma dirección de la década de 1970, sólo que con la señal cambiada. Ahora se trata de una propuesta de alianza estratégica con Rusia, que bloquearía la expansión china en Asia, aunque también involucrará algún tipo de apoyo o «convite» al desarrollo del capitalismo ruso, bloqueado por su excesivo sesgo «primario-exportador».

Roosevelt concibió una alianza parecida con la URSS en 1945, pero su propuesta fue desbaratada por su muerte y por la estrategia diseñada por Churchill y Truman, que llevó a la Guerra Fría. Ahora, nuevamente el proyecto de Obama puede revolucionar la geopolítica mundial, pero también puede ser malogrado -entre otras cosas- por las elecciones presidenciales que se realizarán en los Estados Unidos y en Rusia en 2012.

José Luis Fiori es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso.

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3895