Traducido para Rebelión por Germán Leyens
No hay nada trágico en cuanto a la presidencia de Obama, capaz de atraer los talentos analíticos de un neo-Plutarco o de un neo-Gibbon. Se parece más a una farsa de Pirandello, una especie de Personaje en Busca de Autor.
Los candidatos a Autor están bien documentados, desde el lobby de Israel a la Casa de Saud, desde una elite selecta del complejo industrial-militar-seguridad a, sobre todo, la enrarecida elite bancaria/financiera, los verdaderos Amos del Universo. El pobre Barack no es más que una cifra, un funcionario del imperio, cuyo repertorio «de decisiones» se extiende apenas a decidir qué sonrisa de marca registrada desplegará en la operación fotográfica correspondiente.
No hay nada «trágico» en el hecho de que durante esta semana -que marca el 12 aniversario del 11-S- esta presidencia estará luchando por la «credibilidad» de su bombardeo en el intento de seducir a los halcones republicanos del Congreso de EE.UU. mientras la mayoría de los belicistas del día son demócratas.
Los republicanos están divididos entre el apoyo al presidente a quien les gusta odiar o enfrentarlo a un hiriente rechazo por mucho que se esfuercen por seguir las órdenes de sus amos, que van desde el Comité de Asuntos Públicos EE.UU.-Israel a los contratistas militares. Una vez más, es una farsa causada por el hecho de que un hombre elegido para terminar las guerras está ansioso de comenzar otra. Y una vez más sin una votación en las Naciones Unidas.
La «estrategia» de la Casa Blanca en esta semana de negociaciones cruciales se resume en lo siguiente: convencer al Congreso de EE.UU. de que debe comenzar una guerra con Siria para castigar a un «maligno dictador» -una vez más, tan malo como Hitler- por gasear niños. ¿La evidencia? Es «indiscutible».
Bueno, no es «irrefutable». Ni siquiera va «más allá de una duda razonable». Cómo admitió el Jefe de Gabinete de Obama, Denis McDonough, con cara seria, se resume en «un un test de sentido común bastante fuerte, sin consideración a la inteligencia, que sugiere que el régimen lo hizo».
De modo que si realmente se trata de «sentido común», su cercana camarilla de aduladores no muestra al presidente este compendio de sentido común, compilada por un grupo de altos, extremadamente creíbles exfuncionarios de inteligencia de EE.UU., que desenmascara toda la «evidencia» porqye es increíblemente defectuosa. Para evocar una farsa de hace 12 años, parece ser evidentemente un caso de «hechos amañados alrededor de la política».
Y para agravar esta farsa, ni siquiera se trata tanto de Siria per se como de «enviar un mensaje a Irán», código para «si seguís metiéndoos en líos con nosotros, os vamos a bombardear».
Seguid a los plutócratas
Además existe la farsa de la «credibilidad». El gobierno de Obama ha envuelto a todo el mundo en la red tejida por sí mismo, insistiendo en que la responsabilidad por la «línea roja» alocadamente trazada por el presidente es realmente global. Pero el maldito «mundo» no se traga el anzuelo.
La calle árabe no se lo traga porque ve claramente a través de la hipocresía; el desesperado apuro por «castigar» al gobierno de Bacher el-Asad en Siria mientras se justifica todo lo que el Estado del apartheid de Israel comete en Palestina ocupada.
El mundo musulmán no se lo traga porque ve claramente que la demonización se aplica solo a musulmanes, de Arafat a bin Laden, a Sadam, a Gadafi y ahora a Asad. Nunca se aplicaría a la junta militar de Myanmar, que fue suficientemente hábil para organizar una «apertura»; al día siguiente los occidentales hacían fila para besar la bastilla de sus longyis birmanos.
Nunca se aplicaría a la dictadura de Islam Karimov en Uzbekistán porque «nosotros» siempre tenemos que seducirlo como uno de nuestros bastardos alejados de Rusia y China.
Se aplica en última instancia, de vez en cuando, a la dinastía Kim en Corea del Norte, pero sin consecuencias porque esos agresivos asiáticos podrían responder a un ataque de EE.UU.
La opinión pública informada de todo el mundo desarrollado no se traga el anzuelo porque ve claramente, examinando las fuentes históricas, que a Washington nunca le interesaría realmente el espectáculo lamentable de árabes matando árabes, o de musulmanes matando musulmanes interminablemente. La guerra 1980-1988 entre Irán e Irak es una prueba de primera clase.
En la cumbre del G20 de la semana pasada, el grupo BRICS de potencias emergentes -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- así como Indonesia y Argentina, subrayaron claramente que una guerra contra Siria sin aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU calificaría a Obama de criminal de guerra.
Incluso entre los perros falderos europeos el «apoyo» a la Casa Blanca es extremadamente limitado. Angela Merkel de Alemania e incluso el perro de ataque de Francia, François Hollande, dijeron que lo principal son las Naciones Unidas. La Unión Europea en conjunto quiere una solución política. Es esclarecedor recordar que la UE en Bruselas puede emitir mandatos de arresto a jefes de gobiernos de la UE culpables de crímenes de guerra. Alguien en París debe de haber advertido al perro de ataque Hollandede de que no le gustaría la perspectiva de pasar tiempo en la cárcel.
«Malo» como categoría política es algo digno de descerebrados. La pregunta clave ahora tiene que ver con el eje belicista, Washington, Israel y la Casa de Saud. ¿Convencerán el lobby de Israel, el más discreto pero no menos poderoso lobby saudí y los neoconservadores del Retorno de los Muertos Vivientes al Congreso de EE.UU. de que libre su guerra?
Y luego está el caso cada vez más curioso de al Qaida, esencialmente la denominación árabe para una base de datos de la CIA de muyahidines entrenados por estadounidenses-paquistaníes-saudíes en los años 80: el tan conveniente chivo expiatorio transnacional que «legitimó» la Guerra contra el Terror (GWOT) de los años de George W. Bush; la «apertura» a que al Qaida entrara en Irak; y ahora, sin intermediarios: la CIA y el gobierno de Obama combatiendo codo con codo con al Qaida en Siria. No es sorprendente que la denominación «al-CIAida» se propague vertiginosamente.
Mientras una farsa sucede a la otra en su propia Torre de Babel, la tan cacareada «credibilidad de EE.UU.» es en sí la mayor farsa de todas. Políticamente nadie sabe cómo se colmará el vacío. No será por medio de la ONU. No será por medio de los BRICS. No será a través del G20, que está seriamente dividido; por lo menos los protagonistas multipolares tienen más peso que los perros falderos de EE.UU.
Lo que contribuiría considerablemente a restaurar la «credibilidad de EE.UU.» sería que el gobierno de Obama tuviera cojones para obligar a la Casa de Saud y a Catar («300 personas y un canal de televisión», en la épica definición del príncipe saudí Bandar Sultán) para acabar de una vez por todas con el suministro de armas a los «rebeldes» de la línea dura, y en última instancia yihadistas de la línea dura, y aceptara a Irán en la mesa de negociación para un verdadero proceso de paz Ginebra II en Siria. No pasará porque esto soslaya la farsa.
Una vez más el desvalido Obama es solo un repartidor de periódicos. Los plutócratas a cargo se están poniendo extremadamente nerviosos. El sistema se está fundiendo y tienen que actuar rápido.
Necesitan una Siria tan dócil como las petromonarquías árabes. Quieren afectar fuertemente a Rusia y luego discutir la defensa de misiles y la influencia rusa en Europa Oriental desde una posición de fuerza. Quieren afectar fuertemente a Irán y luego seguir emitiendo ultimatos desde una posición de fuerza. Quieren facilitar otro intento más de Israel para capturar el sur del Líbano (es el agua, estúpido). Quieren un gasoducto monstruo de Catar para clientes europeos soslayando Irán y Siria así como a Gazprom. Sobre todo, tiene que ver con el control de los recursos naturales y los canales de distribución.
Estos son motivos reales y no tienen nada que ver con una farsa, La farsa solo se despliega para destruir toda posibilidad de verdadera diplomacia y verdadera discusión política. La farsa es una máscara teatral -como en el imperialismo «humanitario»- la versión «aceptable» de los años dominados por Dick Cheney. Es como si Dick Cheney nunca hubiera abandonado el edificio; el repartidor de periódicos Barack es Dick Cheney con una cara «humana». El único buen resultado es este cuento tan triste es que la verdadera «comunidad internacional», en todo el mundo, ha visto al emperador desnudo en toda su (grotesca) gloria.
Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y de Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su libro más reciente es Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009).
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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/MID-03-090913.html
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