Peter Lamelas, nombrado embajador de Estados Unidos en Argentina, desplegó de buenas a primeras su intención intervencionista y, como si fuera un virrey, habló de su futura tarea no sólo para respaldar al gobierno ultraderechista de Javier Milei, sino también atacó a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner y avisó que recorrerá las provincias (que el propio Milei no conoce) para «vigilar que no hagan acuerdos con los chinos».
Peter Lamelas es un aguafiestas. El, por ahora, candidato a ocupar el Palacio Bosh (la residencia oficial del embajador de EEUU. en Argentina) dijo que su misión en el país era respaldar al gobierno especialmente en las elecciones legislativas de octubre; que viene a oponerse a las relaciones entre el país y Estados como Venezuela.
Las declaraciones del nombrado embajador-virrey Peter Lamelas dejaron en claro que no se trata solo de alineamiento, sino de dependencia. Y lo peor, que hay argentinos ansiosos por sentirse en el primer mundo, aunque se estén muriendo de hambre.
El descaro injerencista del cubano- estadounidense, hasta anticipó el lobby que realizará en el Poder Judicial para “asegurarme de que Cristina reciba la justicia que bien merece”. No sólo se quejó de la prisión domiciliaria, sino que hasta se atrevió a deslizar responsabilidad en la muerte del fiscal Alberto Nisman y el encubrimiento en el atentado a la sede de la Asociación Mutual Israelita de Argentina (AMIA) en 1994.
Pero su mayor provocación fue arremeter contra el vínculo comercial con China. “Los acuerdos comerciales con China están bajo sospecha de corrupción”, se atrevió a decir, en momentos en que ese país sostiene el swap, la obra pública más importante en marcha (las represas en la sureña provincia de Santa Cruz) y hasta defiende a Argentina en el Fondo Monetario Internacional (FMI).
China se convirtió en este tiempo de presidencia de Javier Milei en el mejor aliado que podrían tener estos tiempos libertarios. Sin requerir nada a cambio, Xi Jinping aceptó todas las condicionalidades pedidas por Argentina, al punto de renegociar en julio del año pasado el swap de monedas con Argentina, extendiéndolo hasta julio de 2026, y liberando al país del pago de unos seis mil millones de dólares.
Y en el marco de este acuerdo, mantuvo China la posibilidad de comercializar de manera bilateral entre pesos y yuanes, saltando la necesidad de los importadores y exportadores de las dos orillas de demandar dólares. Esto quiere decir que el incremento de 200 por ciento en las compras on line de productos chinos de manera directa vía courrier (una de las vedettes de la apertura comercial libertaria) o la importación de automóviles (otro de los hits del momento) no le cuestan dólares al país ni hacen transpirar sus reservas.
Lamelas (Sale-mal, si uno lo lee al revés) aseguró antes que buscará romper las relaciones comerciales entre Argentina y China y que viajará por las 23 provincias para advertirles que no deben avanzar en esa relación comercial. Habló de “vigilar a los gobernadores” y evitar acuerdos que no favorezcan los intereses estadounidenses.
En su presentación ante el Senado, Lamelas dejó clara la postura de Washington sobre el status de las Islas Malvinas. «Las islas son un tema que Estados Unidos no reconoce la soberanía ni de Argentina ni del Reino Unido», sostuvo.
Pero el paso bilateral más importante se dio hace diez días. El gobierno de Milei reactivó el proyecto de la construcción de la represa Cepernic Kirchner en Santa Cruz, la obra más importante que China tiene en el país, y que se encontraba suspendido desde marzo de 2024. El motivo de la paralización de las obras fue el fin temporal de cualquier idea que pareciera obra pública, sin importar capitales ni ideologías.
En el caso de la represa, se trataba además del mayor proyecto de infraestructura en construcción viviente en el país, con lo que la suspensión provocó una consecuencia similar a la magnitud de la obra. Sin embargo, no hubo una sola protesta desde China, teniendo en cuenta que el responsable vencedor de la licitación para levantar el megaproyecto era la china Gezhouba.
El gobierno de Javier Milei, que guarda silencio ante el intervencionismo explícito, desvió la atención atacando a la vicepresidenta Victoria Villarruel, como ocurre cada vez que pierde el control de la agenda, en busca de retomar la centralidad del debate público. El Presidente la tildó de “bruta traidora”, el ministro de Defensa, Luis Petri, la acusó de haber “comprado la agenda de la oposición”, y el vocero presidencial, Manuel Adorni, sentenció que la vicepresidenta “no es parte del proyecto”.
La subordinación a los designios de Washington y una crisis interna cada vez más violenta generan incomodidad en una administración que no acepta cuestionamientos.
Milei y la mayoría de los gobernadores no dijeron nada frente a esta violación explícita de la soberanía. Era de esperarse. Tampoco dijo nada sobre la cuestión de la injerencia estadounidense en el tema electoral: hay un capítulo reciente con el apoyo de EEUU. para que el FMI volviera a financiar una campaña tal como hicieron con Mauricio Macri en 2018. En ambas los candidatos de EEUU. perdieron.
El ex embajador y hoy diputado Eduardo Valdés señaló que “Este señor cree que es el virrey de los viejos imperios. No sabe que acá hubo un 25 de Mayo de 1810 y un 9 de Julio de 1816” y recordó que en 2019, cuando el Departamento de Estado prohibió el ingreso de Cristina y sus hijos, “ese mismo día la Cámara de Casación Penal rechazó el recurso de apelación de la expresidenta en la causa Vialidad”. ¿Casuales casualidades?
“Esta grosera, inadmisible y nada inocente injerencia del designado representante de EEUU. en los asuntos del país es una marca más del grado de sumisión del Gobierno de Javier Milei a los intereses de demandas foráneas”, afirmaron los senadores argentinos, quienes advirtieron además que Lamelas “pretende una injerencia directa en los asuntos judiciales nacionales” y “demuestra un grosero desconocimiento de nuestro sistema constitucional”.
Milei espera que su rendición incondicional a los deseos de Donald Trump, aun en temas que contradicen políticas tradicionales de la Argentina desde hace más de un siglo, podría conducir al emplazamiento de una bandera azul y blanca (argentina) en las islas del Atlántico Sur, en especial las Malvinas, arrebatadas por Gran Bretaña.
Para El Cohete a la Luna, la consiguiente negociación de soberanía sería el establecimiento de una base estadounidense donde ahora está la de los ingleses: eso es parte de lo que Milei conversó hace 13 meses con la exjefa del Comando Sur Laura Richardson. Y esta semana llegó a Buenos Aires Kristi Noem, la Ministra de Seguridad Nacional de Trump, cuya principal ocupación es la cacería, arresto y expulsión de inmigrantes, una política que Estados Unidos quiere extender a toda la región y a la cual es receptiva la Argentina de Milei.
La lógica imperial de Estados Unidos y su globalización asimila las críticas y las neutraliza vaciándolas de cualquier contenido, con prácticas que reflejan las capacidades de un sistema, el soft power, preparado para la reabsorción, cooptación y neutralización de las fuerzas hostiles. Un sofisticado aparato ideológico lo vuelve impermeable y hace posible la adhesión de las mayorías a su propio martirio.
Su mayor éxito, el fracaso del último gobierno peronista encabezado por un olvidable Alberto Fernández, es propiciar un escenario de individualismo depresivo asociado con un fatalismo anclado en los sentimientos de incertidumbre respecto al futuro, generando niveles de ansiedad y de violencia intrafamiliar y social que impiden la percepción de cualquier ser colectivo que esperance un futuro mejor, señala Luis Bruschtein.
En este estanque de desilusión y desesperanza pesca la ultraderecha, al ver la pérdida de conciencia de lo que fuimos alguna vez y la imposibilidad de una salida colectiva, inhibida en un ámbito laboral y político frágil, donde los derechos ciudadanos pueden ser flexibilizados o desaparecidos, y donde cualquier señal de protesta o utopía de cambio será condenada.
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