Walid fue uno de los más de 10.000 marroquíes que arribaron a Ceuta en mayo de 2021. Ahora se enfrenta a la justicia de su país por su activismo político.
Fue uno de los más de 10.000 marroquíes que alcanzó Ceuta a nado en mayo de 2021, cuando el país vecino abrió sus fronteras en represalia por la acogida de Brahim Ghali. Desde entonces reside en España, donde ha solicitado asilo político. Walid el Gharib, un activista marroquí de 28 años, se enfrenta ahora a la persecución judicial en su país de origen tras ser acusado de “alta traición” por “difundir calumnias y propaganda que socavan la unidad del Reino de Marruecos y su seguridad interna y externa”.
“No es la primera vez que me acusan y condenan por publicar casos de corrupción que involucran a personalidades en Marruecos, pero esta es la primera vez que incluyen cargos tan graves”, reconoce Walid en conversación con El Independiente. La denuncia contra él, presentada esta semana por un abogado de Tetuán ante la fiscalía general de Marruecos, le acusa de “propagar calumnias, difamaciones y propaganda que socavan la unidad del Reino de Marruecos y su seguridad interna y externa”. Conforme al código penal marroquí, los cargos podrían costarle hasta una década entre rejas en el país vecino.
El detonante de la cacería judicial a la que se enfrenta ahora es su participación en el acto de presentación en Barcelona de Un viaje a la libertad, un libro del activista saharaui Taleb Alisalem. En la denuncia, se menciona explícitamente el hecho y se recuerda que Walid se fotografió junto a Taleb exhibiendo una enseña del Sáhara Occidental. “El acusado aparece en una fotografía con miembros del Frente Polisario portando la bandera y el emblema de la banda”, detalla el documento que incluye como pruebas las publicaciones en redes sociales que dan cuenta de las fotografías del acto.
La presentación de un libro como detonante
También se presenta como una evidencia la dedicatoria que firma Taleb en un ejemplar del libro. “A mi amigo Walid, el único marroquí que supo entender mi mensaje y apoyar mi lucha”, desliza la denuncia. El joven vincula el proceso judicial con sus denuncias previas de corrupción, entre otros, contra el alcalde de una localidad del norte de Marruecos acusado de corrupción. “Me llegó que todas las causas contra él habían sido retiradas y publiqué un artículo recientemente denunciando esa situación. En respuesta recibo ahora una citación en una causa por supuesto apoyo al terrorismo y alta traición”, esboza.
Ya sé que no podré volver a Marruecos. Hacerlo sería poner en riesgo mi vida
En concreto, Walid es acusado de difundir propaganda que “socava la unidad, la soberanía o la independencia del Reino de Marruecos o la lealtad de los ciudadanos al Estado marroquí y a sus instituciones”. “Ya sé que no podré volver a Marruecos. Hacerlo sería poner en riesgo mi vida”, responde quien reconoce haberse acercado a la causa del Sáhara Occidental, la ex colonia española ocupada desde 1976 por su país y el último territorio de África pendiente de descolonizar, tras llegar a España.
“Había ejercido el activismo en Marruecos dando a conocer en las redes sociales escándalos de corrupción que afectan a políticos marroquíes y había apoyado la causa palestina, pero fue en España cuando supe de la causa saharaui y apoyé públicamente su derecho a la autodeterminación”, explica el veinteañero. Walid entró en España en la crisis migratoria que provocó la acogida por razones humanitarias del líder del Polisario Brahim Ghali en abril de 2021. Semanas después, en apenas 24 horas más de 10.000 personas llegaron a nado a Ceuta en un uso de la migración por parte del régimen alauí que fue condenado entonces por el Parlamento Europeo. Fueron las imágenes más dramáticas de la peor crisis bilateral en décadas, que el Gobierno de Pedro Sánchez trató de resolver un año después con el controvertido giro copernicano en el litigio del Sáhara.
Protagonista de la entrada masiva a Ceuta
“Le tengo que agradecer a Ghali que viniera a España”, bromea Walid. “Fue así como Marruecos abrió sus fronteras y yo aproveché la avalancha para salir. Sabía que por mi implicación política iba a tener problemas si no abandonaba Marruecos”, agrega. “Aquel episodio de mayo fue completamente permitido por las autoridades. Recuerdo que incluso las fuerzas de seguridad estaban ayudando a mujeres, niños y adultos para que pasaran la frontera. Nos decían: ‘Vayan, vayan. Que Dios esté con todos vosotros’. Nos invitaban a salir. Algunas mujeres se cayeron y fueron ayudadas por los agentes para que siguieran su camino”, rememoraba. Walid solo recorrió a nado unos 20 metros para alcanzar la costa de la ciudad autónoma.
Los agentes nos decían: Vayan, vayan. Que Dios esté con todos vosotros
Walid, que trabaja como cocinero, denuncia que su familia ha sufrido amenazas y ataques físicos en Marruecos por las publicaciones críticas con el régimen que realiza desde España. “Tras difundirse las imágenes de la presentación del libro, empecé a recibir amenazas de muerte a través de cuentas anónimas que me acusaban de ser un traidor”, comenta quien, cerca de tres años después, aún espera a que se resuelva su expediente de regularización en España. También ha documentado los problemas que ha sufrido en sus visitas al consulado marroquí en la ciudad condal.
Riesgo de deportación
“Pensar en que puedo ser deportado a Marruecos es una pesadilla constante. Nadie es capaz de imaginar lo que siento”, apunta Walid. “Al menos en Barcelona me siento más seguro que en Ceuta, donde tenía siempre la impresión de que me rodeaban gente que podía trabajaba para el majzén (el círculo de Mohamed VI que gobierna de facto el país)”, confiesa.
En pleno calvario judicial, Walid dice comprender el silencio sobre asuntos políticos de su país de origen que protagoniza la comunidad marroquí en España, alrededor de un millón de personas. “Es evidente. Marruecos ha forjado entre su pueblo una mentalidad en la que el Sáhara es una línea roja y sagrada. Nadie debe atreverse a hablar ni a cuestionarla. Es un verdadero trauma para un marroquí abordar asuntos como éste”, arguye.
“Mi opinión es que no habrá estabilidad en la región hasta que los saharauis puedan ejercer su derecho a la autodeterminación y sean libres”, comenta escéptico con el porvenir de su país. “Lamentablemente Marruecos seguirá siendo testigo del enriquecimiento de un círculo muy reducido de personas y el empobrecimiento generalizado del resto de la población”, concluye.