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El legado inquebrantable de Thomas Sankara: solidaridad con el sandinismo

Fuentes: Rebelión

En 1983, en la antigua Alto Volta, un joven capitán con visión de futuro y la lucidez de un profeta irrumpió en la escena mundial. Thomas Sankara no subió al poder para administrar un sistema heredado, sino para derribarlo y construir, sobre sus ruinas, una nación digna: Burkina Faso, la tierra de los hombres íntegros.

En una era dominada por la Guerra Fría y la sumisión neocolonial, Sankara se atrevió a señalar y luchar contra al enemigo de los pueblos: el imperialismo yanqui. Su revolución fue un acto de soberanía radical, manifestado en reforma agraria, campaña de vacunación, reforestación masiva y el rechazo de la ayuda condicionada. Fue, en esencia, la aplicación práctica de la máxima revolucionaria de que la liberación nacional es inseparable de la liberación social y económica.

Sin embargo, el legado de Sankara no puede confinarse a las fronteras de su patria. Su verdadero brillo, el que nos convoca a la gratitud militante, se encuentra en su internacionalismo sin fisuras. Entendió que la lucha de Burkina Faso era la misma lucha que se libraba en Palestina, en Sudáfrica contra el apartheid y en la Nicaragua sandinista asediada. Para Sankara, la solidaridad no era un cliché diplomático; era la extensión lógica de su antiimperialismo.

El grito de la deuda y la soberanía absoluta

La primera gran declaración de Sankara contra el orden mundial establecido ocurrió en la Conferencia de la Organización para la Unidad Africana (OUA) en 1987, cuando pronunció su legendario discurso sobre la deuda externa. En un momento en que los líderes africanos murmuraban tímidamente sobre reestructuraciones, Sankara alzó la voz y dijo que la deuda era la reconquista de África, una trampa diseñada para perpetuar la explotación. Él propuso la unidad del continente para un repudio conjunto: «Si solo Burkina Faso se niega a pagar, no habrá una próxima conferencia. Si todos nos negamos a pagar, estoy seguro de que no nos irán a la guerra».

Esta posición, firme, solitaria y audaz, es la clave para entender su afinidad con el sandinismo. Tanto en Managua como en Uagadugú, el enemigo principal era el mismo: un sistema financiero-político global diseñado para mantener a las naciones en la periferia a través de la coerción económica y, cuando eso fallaba, a través de la intervención militar directa. Al rechazar la deuda externa, Sankara reivindicaba la dignidad africana y, simultáneamente, se hermanaba con los pueblos en lucha por su derecho a no ser esclavizado por intereses extranjeros.

La realidad de la Guerra Fría y la opción por la dignidad

En el contexto de la Guerra Fría (1945-1991) cuando la mayoría de los líderes de países de África, América latina y Asia, por miedo o por interés personal, se plegaban bajo las alas del águila imperial. Sankara, sin embargo, eligió el de No-Alineamiento, que para él significaba alinearse con la causa de los pueblos.

Esta lealtad a los principios revolucionarios, más allá de la conveniencia geopolítica, es lo que hace su figura tan relevante. Sankara no buscaba alianzas por interés económicos, sino por principios compartidos de autodeterminación. Su política exterior se fundamentó en la construcción de un eje de resistencia tricontinental, recordando el espíritu de Bandung y la OSPAAAL (Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina). Su objetivo era claro: desmantelar los pilares del neocolonialismo, que en África se manifestaba a través de la sumisión económica a las antiguas metrópolis, y en Centroamérica, a través de la doctrina Monroe de intervención abierta.

La batalla ideológica compartida: de Uagadugú a Managua

La Revolución Burkinabé y la Revolución Sandinista compartían más que una posición antiimperialista. Ambas eran proyectos de transformación social profunda que enfrentaban desafíos internos y externos similares.

Educación y Salud: Ambas lanzaron campañas masivas de alfabetización y salud popular. Soberanía Alimentaria: Sankara luchó por el control de la producción agrícola, una meta idéntica a la del sandinismo. Agresión Externa: Mientras Burkina Faso sufría la manipulación y la presión económica de potencias occidentales y sus aliados regionales, Nicaragua enfrentaba la brutalidad financiada por Estados Unidos: la guerra de agresión de los grupos Contrarrevolucionarios.

Para Sankara, la agresión a Nicaragua no era un asunto lejano. Era una prueba de fuego para el internacionalismo revolucionario. Por lo tanto, su defensa del sandinismo fue un acto de defensa propia de la revolución mundial. Defender a Nicaragua era defender el derecho de Burkina Faso a existir.

La denuncia sin temor a la agresión yanqui: la voz de la conciencia africana en la ONU

Si bien Sankara se destacó por su discurso sobre la deuda externa, su posición ante la agresión estadounidense contra Nicaragua fue igualmente vital. En cada foro internacional, Thomas Sankara utilizó su voz, una de las más limpias y potentes del mundo en desarrollo, para denunciar sin rodeo ni vacilación la política exterior de Washington en Centroamérica.

Mientras otros jefes de Estado africanos mantenían un silencio conveniente para preservar sus programas de ayuda o su estatus comercial, Sankara arremetió contra la hipocresía occidental. En la Asamblea General de las Naciones Unidas, condenó directamente la financiación y el apoyo a los grupos Contrarrevolucionarios, a quienes calificó de mercenarios financiados por los yanquis para desestabilizar un gobierno legítimamente revolucionario. Su acusación era directa: la guerra de agresión contra Nicaragua no era una guerra civil, sino una guerra de injerencia imperial, un crimen contra la soberanía nacional.

Integridad en tiempos de cinismo

En el tablero de ajedrez de la Guerra Fría, la audacia de Sankara resultaba incomprensible para muchos. ¿Por qué un país pobre de África Occidental iba a arriesgar su posición internacional por una pequeña nación en Centroamérica? La respuesta está en sus principios. Sankara no creía en la geografía; creía en la causa. La trinchera de la soberanía nicaragüense era, para él, la misma trinchera que defendía la soberanía burkinabé. Su compromiso era con la justicia histórica y con la visión de un mundo multipolar donde la voz del oprimido tuviera el mismo peso que la del opresor.

Esta postura de confrontación directa con la hegemonía estadounidense, en defensa de una revolución geográficamente distante, demostró la lealtad innegociable de Sankara a sus principios de solidaridad internacional. La Revolución Sandinista no solo tenía en Sankara a un aliado diplomático, sino a un amigo genuino y militante que hacía suya la causa de la defensa de la soberanía y la transformación social nicaragüense. Su denuncia era un recordatorio constante a la comunidad internacional de que la agresión a Nicaragua era una herida abierta en el cuerpo de la humanidad digna.

El gesto concreto: noviembre de 1986 y la visita a la trinchera

El compromiso de Thomas Sankara con Nicaragua trascendió los discursos y la condena en los foros multilaterales. Se materializó en un gesto político de enorme significado en noviembre de 1986, cuando el presidente de Burkina Faso viajó a Managua. En plena guerra de agresión, mientras la contrarrevolución, apoyada y financiada por la CIA, sembraba el terror en el campo nicaragüense, la llegada de Sankara fue mucho más que un acto diplomático: fue una declaración de guerra activa contra el aislamiento imperialista y un acto de solidaridad e la línea de fuego.

Este acto reafirmó de la manera más palpable su compromiso internacionalista con el sandinismo. Viajar a Nicaragua en ese momento significaba compartir el riesgo, abrazar la causa sandinista frente al mundo y, crucialmente, demostrar que la solidaridad Sur-Sur no era una utopía, sino una realidad política viva.

El significado de la amistad militante

La visita de 1986 solidificó el vínculo entre las dos revoluciones. Fue el encuentro de dos hermanos revolucionarios que se reconocían en la lucha contra la misma bestia: el imperialismo yanqui y sus instrumentos.

Thomas Sankara y el comandante Daniel Ortega, compartieron la trinchera ideológica, conscientes de que solo la unidad de los pueblos libres podría contener la ola de agresión. Esta visita no solo ofreció apoyo moral al Sandinismo en medio de la guerra de agresión, sino que también tuvo un efecto multiplicador y en su momento sirvió de inspiración a otros líderes africanos para quebrar el silencio cómplice.

En Managua, Sankara no solo estrechó manos; se abrazó a la causa. Él llevó consigo la convicción de que la victoria sandinista era una victoria para todos los movimientos de liberación en el mundo. Este tipo de lealtad en el peligro es lo que diferencia a los diplomáticos de los revolucionarios. Sankara no fue un burócrata de las relaciones internacionales; fue un especialista en la revolución global, y su viaje aNicaragua es el testimonio más poderoso de su doctrina de solidaridad activa. Su presencia fue un rayo de luz en la oscuridad de la guerra, una confirmación de que la Revolución Popular Sandinista no estaba sola. El pueblo nicaragüense, en resistencia heroica, recibió un espaldarazo moral de un líder que personificaba la valentía africana y la voluntad inquebrantable de no doblegarse.

Gratitud militante y la vigencia de su legado, un amigo inolvidable del sandinismo

Thomas Sankara, asesinado traicioneramente el 15 de octubre de 1987, dejó un vacío en el corazón de la Revolución Africana, pero su memoria es un arsenal ideológico inagotable. Su vida, corta pero intensa, fue una demostración de que la integridad política es la divisa más valiosa de un líder. Su amistad con el sandinismo, sellada en los momentos más oscuros de la agresión yanqui, merece no solo el recuerdo histórico, sino una gratitud militante y activa.

La gratitud militante es asimilar su lección y aplicarla. La lección de Sankara es la de la soberanía sin adornos, la de la autosuficiencia como arma de resistencia, y la de la solidaridad como principio director de la política exterior.

La reivindicación de su ejemplo en el siglo XXI

Hoy, el legado de Sankara es más pertinente que nunca. En un mundo donde las viejas formas de imperialismo han sido reemplazadas por nuevas tácticas de guerra híbrida, donde la deuda sigue siendo una herramienta de control y donde las narrativas mediáticas buscan aislar a las naciones que eligen caminos de soberanía, la figura de Sankara se yergue como un recordatorio de que la Soberanía es Innegociable y que la solidaridad es estratégica: Su apoyo a Nicaragua demostró que la lucha del Sur Global es un frente único. Las victorias en un continente fortalecen la resistencia en otro.

Thomas Sankara fue un amigo, un camarada. Su legado nos obliga a ser intransigentes con la injerencia y consistentes con la solidaridad. Reivindicar a Sankara es reivindicar el derecho de todos los pueblos a forjar su propio destino sin injerencia extranjeras, ni cadenas financieras. El pueblo de Burkina Faso, al igual que el pueblo sandinista, ha demostrado que la resistencia popular es la única garantía de la libertad. El eco de su voz, que denunció sin temor al imperialismo, sigue resonando en la conciencia de la Revolución Popular Sandinista, haciendo de su memoria un estandarte perenne de dignidad y solidaridad activa.

Edgar Palazio Galo. Profesor titular de la UNAN Managua-Nicaragua

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.