Cuando en 2009 Khadafi visitó Italia, sorprendió a su huesped, Silvio Berlusconi, que lo esperaba al pie del avión. Levaba una foto de Omar Mukhtar prendida en su uniforme. En el avión que trasladaba a la delegación libia iba Omar Mukhtar hijo. Mukhtar fue un héroe de la resistencia de esos territorios cuando eran colonia […]
Cuando en 2009 Khadafi visitó Italia, sorprendió a su huesped, Silvio Berlusconi, que lo esperaba al pie del avión. Levaba una foto de Omar Mukhtar prendida en su uniforme. En el avión que trasladaba a la delegación libia iba Omar Mukhtar hijo.
Mukhtar fue un héroe de la resistencia de esos territorios cuando eran colonia italiana. Fue líder de la guerrilla que enfrentó al general italiano Rodolfo Graziani.
La historia de Mukhtar es revivida en la película «El león del desierto» con Anthony Quinn en el papel de Mukhtar y Oliver Reed en el de Graziani.
La película fue censurada en Italia, lo que da al atravimiento de Khadafi una osadía aun mayor.
Ese Berlusconi que nada reprochaba ni de las fotos ni de la delegación es el mismo que hoy lleva a su país a integrar las fuerzas invasoras, esas fuerzas que se dicen escandalizadas ante un dictador que lleva 42 años en el gobierno; actitud, la del italiano, totalmente razonable toda vez que cuando le rendía honores al libio, éste sólo llevaba 40 años.
Casos análogos ocurren con Inglaterra, cuya prestigiosa London School of Economics firmaba jugosos contratos para capacitar a los funcionarios libios. Claro que todavía el año pasado no estaban muy apurados por denunciar esa dictadura.
O con Sarkozy que halla que el mejor modo de responder a la denuncia de que Khadafi financió su campaña electoral es enviar la desbocada fuerza aérea francesa a bombardear. Hay quienes piensan que es un estilo del francés ya que al opositor que todas las encuestas daban como su reemplazo le apareció una acusación en Estados Unidos, acusación que sirvió para sacarlo de carrera pero en la que luego el mismo fiscal retiró los cargos.
Hillary Clinton recibía hace un año al hijo de Khadafi con honores, «encantada» dijo estar en esa ocasión. Claro, Khadafi no era el año pasado una amenaza para la humanidad, aunque ya hubieran pesado en su contra las peores acusaciones, entre otras, terrorismo, atentados en Alemania y en un avión caído en suelo escocés.
El cinismo, el descontrol, la voracidad y el descaro de las potencias imperiales ha alcanzado umbrales desconocidos, al menos en los últimos tiempos. Creo que tiene que ver con la declinación de los Estados Unidos como potencia hegemónica y los intentos de las potencias subordinadas a su éjido por conquistar posiciones en una loca escalada belicista.
En ese afán, estimulado por las ansias de impulsar sus economías con petróleo barato en contexto de crisis, arrollan todo vestigio del derecho internacional.
En el juego de la realpolitik, de la preeminencia del poder puro y duro, queda hecho polvo todo el discurso civilizatorio que supuestamente impera en esas democracias desarrolladas. Es necesaria una reacción de la opinión pública de esos mismos países en repulsa a la masacre a que están sometiendo a los libios. Vemos cómo los supuestos rebeldes de la OTAN torturan y fusilan todo lo que encuentran a su paso. Estamos viendo registro fílmico de cadáveres calcinados, con manos y pies atados, fusilados a quemarropa por los aliados de la OTAN. ¿Se hará cargo Sarkozy, Cameron y Obama de estos nuevos métodos de guerra? Es improbable que Khadafi fuera un celoso custodio de los derechos humanos pero es seguro que sus temporales vencedores cometen atrocidades muy difíciles de igualar. ¿Noto Ud. que los que la CNN dice que luchan por la democracia enarbolan la bandera de la monarquía?
Mientras tanto, es interesante tomar nota de cómo Khadafi se inscribía en el curso de una historia que lo precedía y lo trasciende. Aunque pudiéramos criticar fuertemente al libio, aunque pensáramos que si hubieran instancias judiciales imparciales a nivel internacional es posible que debiera responder ante ellas, aunque estuviera lejos del horizonte de lo deseable para los amantes de la paz, su inscripción en una historia del pueblo libio hace pensar que en estos momentos en que es necesario, muchos libios apelarán a esa historia. Es una apelación que no se cancela con bombardeos, robos ni mercenarios. Una vez vencidos los pueblos se rehacen, apenas asoman la cabeza de nuevo para erguirse con dignidad las luchas pasadas se convierten en las voces de los desafíos presentes. En esos desafíos el pueblo de Libia tiene a qué recurrir. Es más que lo que pueden decir los mercenarios que todo lo destruyen.
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