Las bases demócratas más progresistas han empezado a quejarse de Obama y visitan la desilusión por lo que llaman su inesperado «giro al centro». El candidato republicano John McCain promete ocuparse de la amenaza iraní mediante «duras sanciones multilaterales fuera del marco de la ONU» y el demócrata declara que hará «todo lo que esté […]
Las bases demócratas más progresistas han empezado a quejarse de Obama y visitan la desilusión por lo que llaman su inesperado «giro al centro». El candidato republicano John McCain promete ocuparse de la amenaza iraní mediante «duras sanciones multilaterales fuera del marco de la ONU» y el demócrata declara que hará «todo lo que esté a su alcance para impedir que Irán obtenga un arma nuclear. Todo». Pareciera que los dos pertenecen al mismo partido o que el mismo profesional les redacta los discursos. En este punto, el que gane las elecciones de noviembre presidiría algo así como el tercer período de Bush.
En el 2007, Obama votó contra la ley de protección de EE.UU. que amplía el alcance del espionaje ilegal al que se somete al propio pueblo norteamericano, siempre en razón de la sedicente «lucha contra el terrorismo». A fines del mes pasado, defendió una reforma de esa ley que sigue otorgando impunidad en la materia a las empresas de telecomunicaciones contratadas por la Casa Blanca. A continuación, manifestó su desacuerdo con el fallo de la Corte Suprema que impide la aplicación de la pena de muerte a los violadores de niños y mujeres. En cambio, estuvo de acuerdo con la decisión de la Corte de derogar la ley que prohibía portar armas en Washington DC y que contribuyó notoriamente a disminuir los crímenes en la capital estadounidense. Esto no le ganó el apoyo de la poderosa Asociación Nacional del Rifle, que destinará 15 millones de dólares para hacer campaña contra Obama, pero causó desaliento en ciertas filas demócratas, por cierto las menos influyentes.
Está claro que el muy probable candidato demócrata a la presidencia abandona a un sector de poco peso de su electorado natural para pulir una imagen centrista que le atraiga votantes indecisos. No parecería necesario en un país que padece un gobierno desprestigiado -cuenta con la disconformidad del 65 por ciento- y el presidente menos querido de su historia: se ganó la desaprobación del 72 por ciento de los interrogados en una reciente encuesta de AP-Ipsos. El 76 por ciento estima que EE.UU. se encamina en la dirección equivocada y ese índice aumenta mes a mes (www.comcast.net, 19-6-08). «Si pudiera recomenzar mi vida -decía Groucho Marx-, cometería los mismos errores, pero antes.»
La intención de voto favorece hasta ahora a los demócratas por un 41 por ciento contra el 32 por ciento de los republicanos y Obama y McCain se han pronunciado por el intervencionismo en política exterior. Con algunas diferencias: el primero adoptaría una posición más realista y pragmática que el segundo, partidario de que las tropas norteamericanas «permanezcan cien años en Irak si es necesario». En este tema la diferencia de posturas es fundamental: Obama ha reiterado que las retirará en un lapso de 16 meses. «Siempre escucharé el consejo de los comandantes en el terreno -declaró-, pero finalmente soy la persona encargada de tomar las decisiones estratégicas» (www.político.com, 3-7-08). Ni más ni menos.
Hay fuertes contrastes en los programas de ambos candidatos en materia de política interior. McCain es partidario de privatizar la seguridad social, a lo que Obama se opone rotundamente. El primero nada quiere saber con el aborto, excepto en caso de violación o incesto. El segundo considera que es una cuestión que se debe resolver entre médico y paciente. El republicano se propone dejar intacto el actual sistema de salud pública, caro, injusto y discriminatorio. El demócrata aboga por un sistema de salud abarcador que sería obligatorio para los niños y voluntario para los adultos. En la cuestión crucial de la elección de jueces de la Corte Suprema, McCain la desea más a la derecha todavía y Obama se inclinará por magistrados de mente más abierta. Y un asunto central: los impuestos.
El candidato republicano se manifestó contra la reducción de los impuestos en el 2003, pero hoy la apoya con fervor, acepta el déficit que entraña y preconiza un aumento considerable de los gastos de guerra; todo esto asegurará un presupuesto deficitario a lo largo de años y años. El demócrata elevaría los impuestos a las grandes fortunas e impodría una distribución equitativa de esas cargas. McCain prefiere la posición de Bush y Obama adopta la posición demócrata tradicional de favorecer -en cierta medida- a las clases medias y a los grupos de menores ingresos. Lo cual explica la contradicción que sufren sus partidarios progresistas.
El conocido periodista Jason Rosenbaum, por ejemplo: «Trabajaré para elegir a Obama porque es el candidato que probablemente producirá el cambio que quiero. Pero apenas sea elegido, me convertiré en su crítico para tratar de que se oriente hacia la izquierda». «Ni por un segundo creo que Obama o el Partido Demócrata traerán necesariamente todo el cambio que necesitamos», agrega con escepticismo algo esperanzado (The Huffington Post, 28-6-08). Como tantos otros, Rosembaum votará por el que considera el menos malo. Nada nuevo bajo el sol.