El Smart Power, en español «poder astuto, hábil o inteligente», ha sido prácticamente oficializado por la Administración Obama como arma de política exterior de Estados Unidos, con la canciller Hillary Clinton como su principal portavoz. En la audiencia del Senado que la confirmó en el cargo de Secretaria de Estado, en enero último, la señora […]
El Smart Power, en español «poder astuto, hábil o inteligente», ha sido prácticamente oficializado por la Administración Obama como arma de política exterior de Estados Unidos, con la canciller Hillary Clinton como su principal portavoz.
En la audiencia del Senado que la confirmó en el cargo de Secretaria de Estado, en enero último, la señora Clinton proclamó que Estados Unidos debe utilizar una diplomacia de Smart Power, sin abundar en la esencia de esa política.
En un irónico artículo del ex redactor principal del Consejo de Relaciones Exteriores (Council on Foreign Relations), Lionel Beeher, publicado por el Huffington Post el 23 de enero, el autor afirmó que Hillary Clinton «ha conseguido resumir la nueva dirección de la política exterior de Estados Unidos con un eslogan pegajoso: Smart Power, una formulación de notable ininteligibilidad y suficientemente vaga que ostensiblemente combina el poder ‘duro’ con el poder ‘suave’ y que hará que los tiranos del mundo se bajen los pantalones para restaurar el liderazgo de los Estados Unidos».
Beeher se preguntaba si el Smart Power no sería una sofisticada manera de convocar a una política tradicional que busque reinsertar al internacionalismo liberal en su posición anterior, contrarrestando doctrinas de Bush «que ya nadie apoya más que Sarah Palin y unos pocos fósiles expertos de la AEI (American Enterprise Institute)».
Pero, en abril 5, la Secretaria del exterior estadounidense definió más precisamente la esencia del Smart Power, que calificó como la doctrina Obama de política exterior. Dijo que consiste en el uso del «conjunto de herramientas a nuestra disposición -diplomáticas, económicas, militares, políticas, legales y culturales- escogiendo la herramienta o combinación de ellas más adecuada en cada situación».
«La doctrina del Smart Power -ha dicho la canciller- puede requerir, en ocasiones, el uso de la fuerza militar para proteger a nuestra gente y nuestros intereses. Pero serán igualmente importantes la diplomacia y el desarrollo para la creación de condiciones para un mundo pacífico, estable, y próspero».
Según la Secretaria de Estado, el Smart Power requiere de la capacidad de acceder a amigos y adversarios por igual, reforzando viejas alianzas y forjando otras nuevas con herramientas tales como: la negociación, la persuasión y el ejercicio de influencias; la cooperación con socios militares y con los de otras agencias del gobierno; la relación con organizaciones no gubernamentales, del sector privado y organizaciones internacionales; el uso de modernas tecnologías de divulgación pública; el reforzamiento de la autoridad de negociadores que puedan proteger los intereses de EEUU, y la comprensión de los intereses de los socios.
La doctrina del Smart Power ha sido ya puesta a prueba en América Latina. Se le ha visto el rostro en función de la contraofensiva actual de Estados Unidos en el continente, una estrategia diseñada por las fuerzas ultra reaccionarias del neoconservadurismo durante la administración del presidente anterior.
La adaptación de las viejas prácticas imperialistas a los métodos sofisticados del Smart Power ha provocado que afloren numerosas contradicciones: unas aparentes, otras reales y algunas simuladas dentro de los esquemas del Smart Power.
Así se ha evidenciado en varios escenarios mundiales. En este continente, entre otros, en las intrigas desestabilizadoras contra el gobierno del Presidente Colom en Guatemala, los ardides divisionistas en Bolivia, las maniobras para evitar la consolidación de la plataforma de gobierno que propició la elección del presidente Funes en El Salvador y, ahora, los agresivos manejos que apuntan a la concesión de bases militares que harían de Colombia un país militarmente ocupado por Estados Unidos en el corazón de Latinoamérica.
El golpe de Estado en Honduras, que tenía por objetivo eliminar lo que se suponía el eslabón más débil del ALBA, sin dudas debió sufrir adaptación al Smart Power. El desarrollo de los acontecimientos y en especial la «inesperada» actitud de las fuerzas populares hondureñas respaldando la valiente actuación del presidente Zelaya puso en evidencia serias contradicciones en la forma de manifestarse el gobierno de EEUU que, lejos de intentar provecho de un desempeño «inteligente», ha estimulado la animadversión de los hondureños por la evidencia de sus vínculos de interdependencia con la oligarquía de esa nación centroamericana.
En lo que respecta a la política contra Cuba, altos funcionarios diplomáticos cercanos a la Clinton han divulgado los fundamentos de una nueva táctica de no eliminar el bloqueo sino convertirlo «en un instrumento efectivo del Smart Power para alcanzar los objetivos de la política de Estados Unidos en Cuba». De ahí que, las recomendaciones e iniciativas que han trascendido no atenten contra los principios del «embargo», sino que busquen liberalizarlo en aspectos que beneficien a los poderosos intereses económicos de EEUU mediante licencias y concesiones puntuales, sin afectar su utilidad como arma de presión.
Al esquema de imperialismo «blando» que pretenden fabricar los «powers that be» (élite del poder estadounidense) para salvar el sistema con la carismática figura del presidente negro que promete cambios y la pérfida doctrina del Smart Power como método, están respondiendo prestamente los pueblos de América Latina, que solo ven… más de lo mismo.