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Comunicado del Partido Comunista Obrero de Túnez con ocasión de su legalización

«El pueblo triunfó pero aún no tiene el poder»

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Guillermo F. Parodi

La lucha debe continuar hasta que la revolución llegue a buen término

Tras una militancia de 25 años en la clandestinidad, el Partido Comunista Obrero de Túnez (PCOT) por fin acaba de ser legalizado. No es sólo una victoria de sus militantes, sino también de los trabajadores y del conjunto del pueblo tunecino.

Este acontecimiento tiene una significación simbólica importante, es el  resultado, entre otros, de la revolución del 14 de enero que depuso a Ben Ali, impuso el derecho de organización e inauguró una nueva era para Túnez y su pueblo.

El PCOT se creó el 3 de enero de 1986, día del segundo aniversario del glorioso levantamiento del pan, lo cual fue una manera de dar a conocer nuestra determinación de unir nuestro destino al del pueblo tunecino, de defender sus legítimos intereses y su legítima aspiración a una vida digna en la que reinen la libertad, la democracia y la justicia social. El PCOT tradujo estos compromisos en su programa político y sus prácticas militantes, bajo el lema de la «revolución democrática nacional y popular», que siguió defendiendo al precio de enormes sacrificios: Nabil Barakati murió en martirio, cientos de nuestros militantes han sido torturados, encarcelados y privados de sus derechos más elementales, muchos de ellos conocieron el exilio.

Nuestro Partido acompañó a nuestro pueblo durante un cuarto de siglo, teniendo como objetivo primordial la caída de la dictadura, por considerarla un obstáculo mayor para la emancipación del pueblo y el renacimiento de la patria. El Partido tenía entera confianza en nuestro pueblo, luchó contra el pensamiento reaccionario que lo subestimaba, acusándolo de impotente y claudicante. Trabajó permanentemente para elevar su conciencia y organizarlo en la medida en que su acción clandestina y la ausencia de libertades se lo permitía. Participó en sus luchas y contribuyó a unir a la oposición para garantizar la victoria contra la dictadura.

La revolución del 14 de enero es el coronamiento de más de 20 años de lucha y de sacrificios del pueblo tunecino, de sus hijos de distintas tendencias ideológicas y políticas oponiéndose a la dictadura, ya sea organizados en partidos políticos, asociaciones y organizaciones sindicales y de defensa de los derechos humanos, o no organizados.

Esta revolución adquirió varias dimensiones, es una revolución política contra la tiranía y el sometimiento, una revolución social contra la explotación y la corrupción, una revolución patriótica por la dignidad. La revolución no se detuvo en Túnez, se extendió a otros países árabes, donde los pueblos se levantan contra regímenes tiránicos y corruptos, haciéndolos caer uno tras otro.

La revolución del 14 de enero aún no se terminó puesto que, a pesar del camino recorrido, todavía no cumplió con todos sus objetivos. Las fuerzas reaccionarias la acechan e intentan hacerla abortar, apoyadas por los Estados Unidos y Francia, quieren reducirla a una simple reforma del antiguo régimen, sin afectar los fundamentos y las bases económicas y sociales. La cuestión fundamental en toda revolución es el poder, y mientras los diferentes sectores que hicieron la revolución no detenten el poder, no se puede decir que ésta se haya terminado o que haya triunfado. Es el caso en Túnez, donde el pueblo se alzó pero aún no obtuvo el poder.

En la primera fase de la revolución, el pueblo depuso al dictador. En la segunda fase, la de la victoria contra la dictadura, el pueblo, gracias a su vigilancia y su determinación, logró que el gobierno de Ghanouchi fuese destituido e impuso su reivindicación  de una Asamblea Constituyente y la disolución del RCD y la policía política. Amplió también el campo de las libertades de expresión y organización de manera considerable.

Con todo, el poder sigue en manos de las fuerzas reaccionarias, implantadas en los distintos aparatos e instituciones, las cuales siguen preservando sus intereses económicos. Estas fuerzas cometen crímenes contra el pueblo (agresiones, saqueos, disturbios…). Intentan resquebrajar su unión avivando las ambiciones tribales regionalistas y religiosas; procuran disuadirlo de proseguir con la revolución y con la realización de sus objetivos sembrando el miedo y el terror.

La Presidencia y el Gobierno provisionales se empeñan en sabotear la legitimidad revolucionaria y rechazan todo control sobre sus decisiones en interés de los enemigos de la revolución (nombramiento de los delegados, de responsables de la seguridad, en las instituciones judiciales …). Se negaron a tratar con «el consejo nacional de protección de la revolución» que sustituyeron por una «instancia» cuyos miembros han sido designados de manera unilateral; de igual modo, la decisión de disolver el RCD puede quedar sin efecto en caso del resurgimiento de este partido bajo nuevas formas; lo mismo ocurre con la decisión de disolución de la policía política, sobre la que cunden muchas dudas y cuya aplicación plantea serios interrogantes.

Las masas populares, especialmente las del interior del país, comienzan a tener el sentimiento de que nada cambió en su vida política y sus condiciones sociales, que las están despojando de su revolución. Es un sentimiento legítimo, por razones comprensibles. El antiguo régimen sigue en el poder, con su aparato y su administración. El Gobierno provisional no tomó ninguna medida urgente necesaria para reducir el lastre del desempleo, la carestía de vida, la degradación del servicio público que afecta las regiones que, además, fueron las que sufrieron la represión y el saqueo antes y durante el estallido de la revolución. Es el caso de la cuenca minera, de Skhira, de Benguerdane y de muchas otras regiones.

El partido comunista de los obreros de Túnez considera que la revolución no se acabó, el pueblo tunecino debe mantenerse alerta a fin de aventar los peligros que lo amenazan. Hoy en día, la continuidad de la movilización, la preservación y la dinamización del «consejo nacional de protección de la revolución» y de sus Comités locales, son tareas urgentes.

En la actualidad, el pueblo sigue siendo la única institución capaz de efectuar un control sobre la Presidencia y el Gobierno provisionales, el pueblo tiene el derecho de supervisar y de exigir que le rindan cuentas.

En el período por venir, la elección de la «Asamblea Constituyente» constituye un evento importante, los trabajadores, la clase laboriosa y el conjunto de nuestro pueblo pueden, en vínculo con el PCOT y el conjunto de las fuerzas democráticas y revolucionarias, hacer que ése sea un momento decisivo para imponer la voluntad del pueblo y frenar a los enemigos de la revolución.

Esto no se puede realizar sin una movilización inmediata para que se postergue la fecha de las elecciones y así distanciarlas de las fechas de los exámenes, con el fin de que el pueblo y las fuerzas políticas puedan prepararse convenientemente, dada la importancia de las cuestiones que la Asamblea Constituyente va a determinar.

También es necesario preparar un terreno político propicio, mediante la depuración de la administración, la justicia, los medios de comunicación, mediante la disolución efectiva de la policía política y la instauración de una ley electoral que defina la cuestión de la financiación de los partidos, a fin de garantizar la transparencia y la igualdad entre todos los participantes y evitar que estas elecciones estén manchadas por la corrupción.

La particularidad de este período de transición de ningún modo invalida la necesidad de tomar medidas económicas y sociales urgentes, sobre todo en favor de los desempleados, de las regiones desasistidas a pesar de sus riquezas y su potencial.

El Gobierno de transición sigue aferrándose al presupuesto decidido bajo Ben Ali, del cual se asigna una parte importante al Ministerio de Interior y al reembolso de la deuda contraída por la dictadura. ¿Por qué no procede este Gobierno a la anulación de la deuda o al menos, a su suspensión por un tiempo, como en el caso de países en donde se vivió la misma situación que en Túnez? ¿Por qué no consagrar todo su importe para mejorar la vida cotidiana del pueblo? ¿Por qué no se revisa este presupuesto en función de las nuevas prioridades?

La revolución tunecina se extendió a numerosos países árabes. Cayó el dictador de Egipto, mientras que en Yemen y Bahrein los levantamientos populares están siendo reprimidos ferozmente por los regímenes autoritarios, en Bahrein, con ayuda de Arabia Saudita. Nuestro vecino, el pueblo libio, se levantó contra sus verdugos, pero los acontecimientos tomaron un mal cariz con la intervención de los Estados Unidos y sus aliados, so pretexto de proteger a los civiles. El gobierno estadounidense apenas mencionó el asesinato de civiles en Yemen y Bahrein, y nunca lo hizo a propósito de los de Gaza, el Líbano o bien, de Irak y Afganistán, países que sigue ocupando.  Y Sarkozy, ¿acaso no apoyó al dictador tunecino hasta último momento?

Lo que les lleva a Obama, Sarkozy y Cameron a intervenir, es la carrera desenfrenada para repartirse el petróleo libio, una vez que fracase la revolución. Apoyamos al pueblo libio en su levantamiento, pero estamos en contra de toda intervención extranjera que no sólo perjudicará a la revolución en Libia sino también en Túnez y en todos los países árabes. Nos oponemos a la utilización de nuestro territorio o nuestro espacio aéreo para la agresión contra Libia. Los colonialistas estadounidenses, franceses e ingleses no tienen ningún interés en que triunfen las revoluciones árabes, dado el peligro que representa para ellos.

– Viva la revolución del pueblo tunecino.

– Que la revolución continúe hasta lograr sus objetivos.

– Que el poder sea del pueblo.

– Vivan los levantamientos de los pueblos árabes por la libertad y la dignidad.