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El racismo estructural en Brasil

Fuentes: Rebelión [Imagen: Estancia de la senzala do Negro Liberto, museo do abolicionismo situado en Redenção, primera ciudad de Brasil que abolió la esclavitud. Créditos: Marco Domingos]

El autor analiza en este artículo las causas profundas del racismo estructural presente en la sociedad brasileña, cuyos orígenes se remontan a los tres siglos del dominio esclavista.


En Brasil se dice que hay un racismo estructural. Brasil es el modelo de país esclavista en el mundo. Durante por lo menos tres siglos, los trabajadores brasileños fueron millones de negros traídos de África para ser esclavos. Se degradaba así, a la vez, tanto al negro como al trabajo, considerado actividad menor, desarrollada por negros en calidad de esclavos.

En Senegal hay una isla dónde se concentraba a los negros, agrupados en calidad de hombres, mujeres, niños y enfermos, como si fuera una carnicería, antes de que pasaran por una puerta –la puerta del adiós-, momento en que veían por última vez su país antes de entrar en las bodegas de los navíos negreros, en los que realizarían un viaje demasiado largo hasta llegar a Brasil; de hecho, en el transcurso del viaje morirían una gran parte de los esclavos.

Trabajaban una media de nueve anos, era mas fácil y barato traer más esclavos que cuidar a los enfermos. Eran traídos por mercaderes europeos para trabajar como raza inferior, como esclavos, para producir riquezas para los europeos.

Brasil fue el último país de América que abolió la esclavitud, en 1888. En otros países del continente, cuando se proclamaba la independencia se constituía la república, dónde, legalmente, todos son iguales frente a la ley, por lo que se ponía fin a la esclavitud.

Brasil pasó de colonia a monarquía, no a república. El monarca portugués puso la corona en la cabeza de su hijo, a quien le dijo: “Hijo mío, pon la corona en tu cabeza, antes de que lo haga algún aventurero”. Aventurero era Tiradentes, quién promoviera un movimiento independentista en Brasil años antes. Aventureros eran San Martín, Bolívar y otros próceres de la independencia en otros países latinoamericanos.

A mediados del siglo XIX se aprobó una Ley de Tierras que atribuyó todas las tierras del país a propietarios concretos. Así, cuando, a finales del siglo XIX se abolió oficialmente la esclavitud, los esclavos se transformaron en hombres libres, pero sin tierras. Libres, pero pobres.

La cuestión colonial, en Brasil, está íntimamente relacionada con la cuestión racial y con la cuestión social, lo que explica la particularidad de la historia brasileña con respeto a los demás países del continente. Esa es la causa del racismo como un fenómeno estructural en Brasil. Al menos durante tres siglos los negros fueron oficialmente una raza inferior, sin libertad, que trabajaban para los otros, para los blancos.

En Brasil la abolición oficial de la esclavitud no terminó con el racismo. Al contrario, desapareció la esclavitud, pero quedó el racismo, la discriminación, la segregación y la exclusión social. Los negros son mayoría entre la población brasileña –alrededor del 54%-, y, en su gran mayoría, son pobres.

Recientemente un juez consideró que las ofensas raciales no son definitorias del racismo. Esto es, las expresiones con las que a diario se injuria a los negros, de las cuales encontramos numerosos ejemplos en internet, dónde es habitual que mujeres u hombres blancos ofendan a los negros, no deberían ser consideradas como un delito de racismo, que según la Constitución brasileña (1988) es un delito no susceptible de fianza e imprescriptible.

No es solamente cuestión del trato que se da a los negros, también en la forma en que son llamados, ofendidos y descalificados, se advierten diferentes expresiones del racismo estructural, cotidiano, en Brasil. Hay un buen número de palabras, de expresiones, de formas de dirigirse despectivamente a los negros, que reitera, refuerza, el racismo profundamente arraigado en la sociedad brasileña.

Es algo constitutivo de Brasil como país, viene de su historia, de su configuración social, echa raíces en su práctica cotidiana. La lucha contra la desigualdad en Brasil es, ante todo, la lucha contra el racismo.