Texto en inglés traducido por Mercedes Camps. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, [email protected]
El «Súper martes», día en que se celebraron elecciones primarias en diez importantes estados esta semana, demostró la encarnizada batalla que reina en las filas republicanas. Los cuatro principales candidatos que quedan en carrera se pelean por ver quién está más a la derecha del Presidente Barack Obama. Si bien lo atacan constantemente por el alto precio de los combustibles, ambos partidos recorren el mismo peligroso camino de apoyar la energía nuclear. Es increíble que esto suceda a un año del desastre nuclear de Fukushima y luego de que el presidente de la Comisión Reguladora de Energía Nuclear de Estados Unidos (NRC, por sus siglas en inglés) advirtiera que el país no ha aprendido la lección que dejó Fukushima. Sin embargo, demócratas y republicanos coinciden en algo: van a introducir la energía nuclear en la opinión pública por la fuerza, a pesar de los inmensos riesgos económicos y ambientales que implica.
Hace un año, el 11 de marzo de 2011, un terremoto y tsunami azotaron la costa del noreste de Japón, lo que dejó un saldo de 15.000 muertos, 3.000 desaparecidos y miles de heridos. Japón aún intenta salir de la devastación ambiental, económica, social y política. El entonces Primer Ministro japonés Naoto Kan declaró en julio del año pasado: «Intentaremos desarrollar una sociedad que pueda existir sin energía nuclear». Kan renunció en agosto luego de cerrar varias plantas de energía nuclear. Afirmó que una catástrofe similar podría forzar una evacuación masiva de Tokio e incluso pondría en riesgo la «propia existencia de Japón». Tan solo dos de las 54 plantas nucleares que estaban en funcionamiento en el momento en que se produjo el desastre de Fukushima continúan produciendo energía. El sucesor de Kan, el Primer Ministro Yoshihiko Noda, apoya la energía nuclear pero se enfrenta a la creciente oposición pública a la misma.
Muy distinto de lo que sucede en Estados Unidos, donde apenas un año antes de Fukushima el Presidente Obama anunció que entregaría 8.000 millones de dólares en garantías de préstamo a la empresa Southern Company, la mayor productora de energía del sureste de Estados Unidos, para la construcción de dos nuevos reactores en la central nuclear Vogtle en Waynesboro, Georgia, en el límite con Carolina del Sur. Desde que se produjo el accidente nuclear de Three Mile Island en 1979 en Pensilvania y luego de la catástrofe de Chernobil en 1986 no se han construido nuevas plantas nucleares en Estados Unidos. Las 104 plantas existentes están cada vez más viejas y muchas de ellas se acercan al fin de su expectativa de vida de 40 años.
En su campaña presidencial de 2008, Barack Obama prometió que la energía nuclear seguiría siendo parte de la «combinación energética» de Estados Unidos. Su principal asesor, David Axelrod, había sido consultor de la empresa energética de Illinois ComEd, empresa subsidiaria de Exelon, una de las principales generadoras de energía nuclear. El ex jefe de Gabinete de Obama, Rahm Emanuel, desempeñó un papel fundamental en la creación de Exelon. En los últimos cuatro años, los ejecutivos y empleados de Exelon aportaron más de 244.000 dólares a la campaña de Obama, sin contar aportes más pequeños a Comités de acción política (PAC, por sus siglas en inglés) o aportes directos de la empresa a los nuevos y cuestionados «súper PAC». Mientras muchos lamentan que Obama haya roto promesas importantes de su campaña (como cerrar Guantánamo o no aceptar dinero de los súper PAC), el Presidente está cumpliendo la promesa de promover la energía nuclear.
Por este motivo varios grupos presentaron una demanda contra la Comisión Reguladora de Energía Nuclear el mes pasado. La Comisión otorgó la aprobación a la empresa Southern Company para la construcción de los nuevos reactores en la planta de Vogtle a pesar de que el presidente de ese organismo, Gregory Jaczko, votó en contra. Jaczko se opuso al otorgamiento de la licencia por falta de garantías para aplicar las recomendaciones realizadas tras el desastre en Japón. Jaczko afirmó: «Se han recomendado mejoras considerables a la seguridad como consecuencia de las lecciones que aprendimos de Fukushima y aún queda mucho trabajo por hacer. Al estar en conocimiento de esta situación, no puedo apoyar la emisión de este permiso como si Fukushima nunca hubiera sucedido».
Stephen Smith, director ejecutivo de la Alianza del Sur para la Energía Limpia, uno de los actores en el juicio contra la NRC explicó cómo los defensores de la energía nuclear «distorsionan las fuerzas del mercado», ya que los inversores privados simplemente no quieren tocar el tema nuclear: «La energía nuclear no sería viable si no fuera por todas las subvenciones y el financiamiento que tiene y el gobierno federal desempeña un papel fundamental en ello. Le han pedido garantías de préstamo al gobierno para que apoye su proyecto y no han revelado las condiciones de esa garantía de préstamo. Básicamente equivale a socializar el riesgo y privatizar las ganancias».
El Servicio de Recursos e Información Nuclear comparó el préstamo otorgado a Southern Company con el ataque de los republicanos contra la garantía de préstamo que el Presidente Obama otorgó a Solyndra, una empresa de energía solar que se declaró en quiebra: «Este préstamo podría significar pérdidas tan grandes para los contribuyentes que eclipsaría la debacle de Solyndra. Sería 15 veces más grande que el préstamo a Solyndra y probablemente 50 veces más riesgoso», afirmó.
Mientras nuestros políticos bailen al ritmo de sus donantes, la amenaza de un desastre nuclear continuará acechando.
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
Fuente: http://www.democracynow.org/es/blog/2012/3/9/el_rescate_bipartidista_de_la_energa_nuclear