Las elecciones en España han dejado clara una cuestión esencial, que a pesar de la ligera recuperación del bloque del bipartidismo a cuenta de sus bisagras. El fenómeno de las mayorías absolutas, esta muerto y enterrado, es cosa del pasado.
Esta coyuntura abre la posibilidad de un abanico de coaliciones que no necesariamente deben cumplir los estándares ideológicos establecidos.
Las matemáticas de los resultados son inapelables y no admiten ni dudas ni modificaciones, por lo que toca asumir y asimilar algunos de los planteamientos y posiciones del oponente.
La repetición de las elecciones no es la solución, es sencillamente una pérdida de un tiempo valioso que podría servir para avanzar en el desarrollo del país. Además de que se corre el riesgo lógico y razonable de que los resultados fuesen los mismos o parecidos.
Como no puede ser de otra manera, «cada loco con su tema» y el nuestro es interpretar los resultados de las elecciones españolas trasladándolas a la cuestión del Sáhara Occidental.
Se sabe de antemano que ninguno de los dos posibles presidentes del Gobierno, por si solos, serán capaces de cambiar el laberinto minado y pantanoso en el que Sánchez y Albares de forma irresponsable, negligente y no forzada metieron al Estado español.
Es por ello que se necesita el concurso de nuevos actores con capacidad y decisión de enderezar el entuerto generado por el dúo Sanchez-Albares.
El resultado electoral ha puesto en esa tesitura al al resto de partidos que conforman el arco parlamentario español, a los llamados pequeños grupos parlamentarios, al concederles la aritmética la opción de pasar de su habitual papel secundario a poder desempeñar un papel protagonista.
La inmensa mayoría de estos partidos están comprometidos y tienen estrechos vínculos e implicaciones históricas con la lucha del pueblo Saharaui. Y justamente éste es el momento de traducir esa histórica y dilatada solidaridad en acciones y hechos tangibles para modificar las clásicas y no tan clásicas posturas tibias y cobardes de los gobernantes españoles de los últimos 50 años.
Este es el gran momento de que partidos como Sumar, ERC, PNV, Bildu, BNG, CC y muchos sectores de Junts pongan sobre la mesa y en un puesto muy privilegiado de sus exigencias para formar gobierno el tema del Sáhara Occidental.
Sera difícil que los amigos del pueblo saharaui vuelvan a tener otra oportunidad como ésta para obligar al Estado español a asumir sus responsabilidades y saldar la deuda contraída con el pueblo saharaui.
Tampoco se les demanda a estos partidos que pidan algo fuera de la ley o algo que afecte los intereses españoles, tan sólo se les pide que exijan el cumplimiento del derecho internacional y las resoluciones de las Naciones Unidas.
En definitiva, habrá que exigir al Estado español que repare los errores cometidos por el tardofranquismo y el olvido de los gobiernos democráticos y que cumpla con sus obligaciones como metrópoli del territorio no autónomo del Sáhara Occidental.
Si estos partidos consiguen que el Gobierno de España se implique de forma honesta, directa y respetuosa con las normas internacionales, habrán conseguido matar dos pájaros de un tiro; por un lado reparar la injusticia cometida con el pueblo saharaui y por otro lado ayudar al Estado español a salir del bucle en el que está metido con los sistemáticos chantajes del régimen marroquí.
De esta forma España podrá construir unas relaciones con su vecino, basadas en la reciprocidad, bilateralidad y cooperación mutua y honesta, lejos de las actuales relaciones tóxicas y viciadas donde predominan la tirantez, las presiones, las fricciones y los conflictos cíclicos.
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