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El Sáhara, una República cargada de esperanza

Fuentes: LaRepublica.es

Se cumplen 30 años de la proclamación de la Republica Árabe Saharaui Democrática, RASD. Desde entonces hasta ahora, los saharauis han demostrado al mundo su infinita paciencia y su espíritu pacifico, han liberado a los presos marroquíes, aun cuando Marruecos no los reconocía para no reconocer el conflicto, han respetado el último alto el fuego […]

Se cumplen 30 años de la proclamación de la Republica Árabe Saharaui Democrática, RASD. Desde entonces hasta ahora, los saharauis han demostrado al mundo su infinita paciencia y su espíritu pacifico, han liberado a los presos marroquíes, aun cuando Marruecos no los reconocía para no reconocer el conflicto, han respetado el último alto el fuego desde 1991, y aguardan pacientemente a que se cumpla la legalidad.

Pero estas cualidades no han sido reconocidas por el resto del mundo. Para empezar Naciones Unidas, organismo garante de la paz ha sido incapaz de cumplir con el Plan Beeker que prometía la celebración de un referéndum que determinaría el futuro de este Estado, su misión, la MINURSO ha costado a las arcas internacionales miles de dólares, y sus efectivos en la zona no se han ganado precisamente la simpatía del pueblo.

Marruecos sigue ocupando el Sahara Occidental y se niega a acatar los dictámenes de la ONU con el respaldo del resto del mundo, Estados Unidos a la cabeza. Pero el papel de nuestro país no es mucho mejor. España, sigue teniendo la misma postura vergonzante que protagonizó cuando el dictador agonizaba en su cama. Han pasado muchos años, y nuestros gobernantes no han hecho justicia con la que fue 53 provincia española. Si nada esperábamos de un gobierno de derechas, es decepcionante reconocer que la valentía que ha demostrado Rodríguez Zapatero en la retirada de las tropas de Irak, el reconocimiento de los derechos de los homosexuales o la ley contra la violencia de género, y hace muy poco el alto el fuego de ETA, todos estos méritos, se empañan cuando hablamos de la suerte que corre el pueblo saharaui.

Como han reconocido muchos escritores e intelectuales que han visitado los campamentos de refugiados, es un ejercicio muy sano convivir un tiempo con las familias que resisten desterradas en lo peor del desierto argelino, donde no crece ni una sola planta, no pueden vivir los animales, y donde con toda dignidad y ejemplo, subsisten más de 200.000 personas abandonadas por todos aquellos estamentos y políticos a los que se les llena la boca de justicia en los foros internacionales.

El pueblo saharaui ha sido capaz de conquistas sociales y políticas en muy poco tiempo y en condiciones durísimas, que ya hubieran querido para sí muchos países que se llaman civilizados o del primer mundo. En medio de condiciones extremas, las mujeres han sido y son protagonistas de la vida saharaui. Más allá del hogar, donde deben hacer frente a un día a día duro, sin agua corriente, sin luz, sin ningún tipo de comodidades, con temperaturas extremas que alcanzan los 57 grados en verano, y bajo cero en las noches de invierno, y donde parir los hijos que vengan es la única forma de subsistir como pueblo, además, las mujeres son madres, maestras, médicas, diputadas y representantes en el extranjero de su propia causa. Muchas, viudas a causa de la guerra, son más de un setenta por ciento de la población, se enfrentan a la realidad con tanta valentía como ternura. Mujeres hermosas por fuera y por dentro, que rodeadas de sus melfas no pierden la sonrisa, la misma que brilla en los ojos de los niños.

Hombres y mujeres saharauis han construido un país en el exilio, en medio de la nada. Un Estado que se ocupa y preocupa de sus ciudadanos. Que ha alfabetizado a toda su población, que ha contribuido a que ningún niño y niña saharaui deje de ir a la escuela, que ha procurado, gracias a la ayuda inestimable de Cuba y Argelia, que ningún joven, hombre o mujer, sin distinción, deje de tener formación universitaria, miles de saharauis han pasado hasta quince años formándose en Cuba. De ahí ha surgido una generación más comprometida aún si cabe con su pueblo y todos han regresado a sabiendas de que es muy difícil, sino imposible, trabajar en un territorio tan hostil. Pero deciden regresar para hacer frente a su causa y apoyar la lucha.

Se han creado hospitales, escuelas, internados, centros administrativos, talleres, todo desde el adobe y el esfuerzo de miles de familias que espera justicia. Conmueve el ejemplo no sólo organizativo, también humano. Cuando ya no estamos acostumbrados a sentir la solidaridad, la acogida, el trato, la sonrisa, una mano que te coge, el tiempo, en un mundo que presume de civilizado como el nuestro, es paradójico, que allí bajo la calidez de una jaima, las familias saharauis nos den todo y más, de lo que no abunda en nuestra sociedad. Es imposible que hasta el corazón más frío no hable de su familia saharaui como eso, como familia, es algo que trasciende fronteras, acuerdos políticos, y falsas legalidades. Allí es donde se palpa, se siente, se vive la verdadera fraternidad.

Por eso, el pueblo saharaui es un pueblo hermano. No sólo nos unen raíces culturales, como que es el único país árabe que tiene el español como segunda lengua, y hasta lengua materna en muchos casos, no solamente por eso, porque tenemos una historia común, porque explotamos sus riquezas cuando fue colonia española, y porque les abandonamos en manos de una tiranía que los echó con napalm de sus casas. Una monarquía que ha practicado y practica la tortura con los saharauis en los territorios ocupados y con su propio pueblo. Nadie con un mínimo de conocimiento se creyó aquellas palabras amables de nuestro monarca cuando velaba el cuerpo del «rey hermano», porque Marruecos condena a la miseria y al olvido a su propio pueblo, por eso huyen hombres y mujeres en pateras todos los días. Pero además, se encarcela en el Sahara Occidental a los verdaderos moradores, a los saharauis que viven en chavolas, mientras los colonos marroquíes disfrutan de buenas casas dadas por el monarca para fomentar las diferencias. Son encarcelados, golpeados, perseguidos y despojados de los derechos más fundamentales, como el trabajo, sin que sea portada, ni siquiera noticia de la prensa europea ¿Hasta cuándo este silencio, hasta cuando esta hipocresía?

El Gobierno español debe erigirse en garante de la no-hipocresía , hacer que se cumplan los acuerdos adoptados por Naciones Unidas con ambas partes en conflicto, que se devuelva la dignidad a este pueblo hermano que sufre en medio de la nada, copiar el ejemplo portugués que fue capaz de enmendar su historia colonial en Timor. El gobierno español está obligado a dar respuesta a los miles de ciudadanos españoles que apoyan la celebración un referéndum limpio y urgente.

Son muchos, muchísimos los que se solidarizan y sufren por los saharauis. Existen organizaciones de solidaridad en todos los rincones de nuestra geografía, recogen la sensibilidad de miles de personas, son más 150 asociaciones, sin contar administraciones locales y autonómicas, y miles también, las personas anónimas que practican una solidaridad callada con los saharauis, que acogen a niños en su familia todos los veranos, 9.000 niños saharauis el pasado año, gracias al proyecto Vacaciones en Paz. Cuales quiera de estas familias, sin ideología, de izquierdas o de derechas, podrían dar testimonio en primera persona de lo que es y lo que significa este pueblo solamente mirando a los ojos de un niño saharaui.