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El TTIP bajo la lupa

Fuentes: Rebelión

El TTIP (Asociación Trasatlántica para el Comercio y la Inversión) es un acuerdo secreto que está siendo negociado por la UE y por los EEUU. Según sus patrocinadores busca aumentar el comercio y la inversión a ambos lados del Atlántico lo que conllevará a un mayor crecimiento económico y un mayor número de puestos de […]

El TTIP (Asociación Trasatlántica para el Comercio y la Inversión) es un acuerdo secreto que está siendo negociado por la UE y por los EEUU. Según sus patrocinadores busca aumentar el comercio y la inversión a ambos lados del Atlántico lo que conllevará a un mayor crecimiento económico y un mayor número de puestos de trabajo. Sin embargo el TTIP es mucho más que esto. Bajo el argumento de la protección de las inversiones y la convergencia regulatoria se persigue la eliminación de normas que protegen derechos y garantías de los ciudadanos y ciudadanas, pero que suponen impedimentos y molestias a las transnacionales, las auténticas beneficiarias de este tratado. Además se prevén la creación de nuevos organismos que analizados en profundidad se revelan como destructores de la democracia y de los derechos de sus habitantes. Más allá de todo esto, ya de por sí extremadamente grave, el tratado persigue objetivos de carácter geopolítico de gran calado, pues busca junto al Tratado Transpacífico (TPP) crear un nuevo orden neoliberal con exclusión explícita de los nuevos países emergentes del BRICS y que podría suponer implicaciones masivas de seguridad a nivel mundial. 

Este escueto informe busca aumentar la conciencia entre la población europea de lo que está en juego y de lo que nuestras élites intentan imponernos sin informarnos y sin contar con nuestro apoyo.

El TTIP (Acuerdo Transatlántico para el comercio y la inversión) es un tratado que es negociado actualmente entre la UE y los EEUU. Es un acuerdo multinivel, enormemente ambicioso en sus objetivos y de unas consecuencias que van mucho más allá de la letra de los acuerdos. Pero sobre todo debe ser visto como un acuerdo hecho a la medida de las grandes transnacionales, que son sus principales beneficiarias. Su negociación se caracteriza ante todo por su secretismo para con la población y por la enorme implicación a todos los niveles de los grandes lobbies de las transnacionales que tienen acceso directo a los negociadores y a los que incluso les hacen llegar propuestas. Mientras los europarlamentarios, que serán los encargados a posteriori que ratificar los acuerdos, apenas tienen acceso a documentos sobre el estado de las negociaciones y solo algo más de una docena entre ellos puede recibir resúmenes de la Comisión de los que no pueden guardar copia y para lo que deben comprometerse a guardar secreto sobre su contenido. Del estado de las negociaciones se conoce entonces principalmente gracias a filtraciones, lo cual es un indicador fiable del grado de confianza de las instituciones europeas en la ciudadanía.

Para su mejor comprensión el tratado puede ser dividido en tres partes, que se corresponden con los diferentes ámbitos de actuación de sus articulados. Siguiendo este esquema el acuerdo se encuentra subdivido en tres áreas:

1. barreras tarifarias

2. barreras no tarifarias

3. regulación sobre ISDS y Consejo de Cooperación Regulatoria

Junto a estas tres apartados hay una componente más a la que no se hace mención en los textos pero que es sin duda de enorme relevancia. Esta parte hace referencia al encaje del tratado a nivel mundial y a las consecuencias que se adivinan a nivel internacional. Es lo que llamamos las connotaciones geopolíticas del tratado.

¿Cómo actúa el TTIP?

El TTIP presenta claramente diferenciados tres tipos de medidas. Las primeras son las clásicas medidas para eliminar o disminuir las barreras comerciales clásicas, lo que se conoce en la jerga como barreras tarifarias. Las barreras no tarifarias por su parte tienen como objetivo la eliminación de legislaciones consideradas como perturbadoras o que dificultan el libre comercio, mientras que los ISDS y el Consejo de Cooperación Regulatoria son nuevos órganos creados para velar contra cualquier intento de imponer cortapisas al bien superior que es como el TTIP considera al libre comercio y la inversión de las multinacionales.

Barreras tarifarias

Las barreras tarifarias hacen referencia a todo tipo de barreras cuantitativas o arancelarias que pueden existir a la libre circulación de mercancías. Aquí se engloban cuotas, aranceles, derechos de aduana y similares. Aunque el tratado se presenta como un precursor del libre mercado y ve en estas eliminaciones un gran objetivo a conseguir, en realidad el papel que jugarán no será de gran importancia. Esto es debido a que estas barreras son ya de por sí muy bajas. De media los aranceles a las mercancías representan un 2.5% dirección UE a US y 3.5% en la dirección inversa.

Solamente el sector primario se encuentra actualmente más protegido, pues la soberanía alimentaria ha estado considerada tradicionalmente como un bien superior que era necesario preservar. Para estos productos las tasas de importación se elevan en la actualidad a una media de un 12.5% para los productos importados desde EEUU. Es en este sector por tanto donde la reducción de tasas tendrá consecuencias mayores y esto para un sector ya de por sí castigado y que conoce una concentración cada vez más acentuada, con las consiguientes pérdidas de empleo y de atractivo del mundo rural. En estas circunstancias el tratado conducirá a una destrucción de pequeños y medianos productores que no podrán en ninguna circunstancia competir con la producción industrial estadounidense a gran escala. Esta producción estadounidense es mucho más competitiva debido a la utilización masiva de medicamentos, transgénicos, pesticidas y a la industrialización masiva del campo a escalas no conocidas en Europa.

Como ejemplo de lo que se avecina al campo europeo sirva de botón de muestra los efectos del tratado de libre comercio Alena que reúne a Canadá, EEUU y México. Los 20 años desde la firma del tratado han visto la reducción de los dos millones de agricultores en México y la destrucción de la producción autóctona de maíz en el país originario de este, debido a la competencia desleal del maíz transgénico fuertemente subvencionado procedente de los EEUU, con la subsiguiente pérdida de biodiversidad y agravamiento de la migración ilegal hacia el norte.

Además, en el punto de mira del agrobusiness se encuentran también otras medidas que se englobarían en el segundo grupo de las barreras no tarifarias y que podrían suponer una defensa a la producción europea como las denominaciones de origen, el apoyo a los ciclos cortos de producción y consumo y a la defensa de los productos regionales, que también podrán ser eliminados como distorsionadores del comercio. En el peor de los casos podríamos encontrarnos en una situación de destrucción de la producción europea que nos llevase a perder unos de los objetivos iniciales de la Política Agraria Común que era garantizar la soberanía alimentaria, pérdida masiva de puestos de trabajo en el mundo rural y una alimentación de peor calidad dominada por la uniformidad y el uso masivo de hormonas, medicamentos y transgénicos.

Tras una demanda de Canadá y de los EEUU contra su importación en los años 90, la carne hormonada de estos países es considerada segura por la OMC. Para evitar su importación la Unión Europea ha debido aceptar el pago de fuertes compensaciones. Aunque finalmente un aumento de las cuotas cárnicas no hormonadas a estos países por valor de más de 200 millones USD ha permitido cerrar la disputa, esto no cambia el hecho que para la OMC el uso de las hormonas de crecimiento es seguro. Con esta decisión legal como base, EEUU persigue con el TTIP el levantamiento de las restricciones a la importación, bajo el argumento de que las objeciones de la UE son sólo trabas arancelarias no justificadas. Por medio de la convergencia regulatoria EEUU esta carme podría liberarse para el consumo en Europa, que es la demanda principal de los productores estadounidenses.

Barreras no tarifarias 

En este apartado se engloban todos los aspectos que hacen referencia a normativas o regulaciones en sentido amplio, que puedan considerarse como barreras al comercio. Desde la perspectiva neoliberal existe una fuerte animadversión a prácticamente toda normativa y toda intervención estatal que son consideradas como cortapisas al libre comercio. Por lo tanto la línea maestra de actuación en el TTIP es la relajación o la eliminación de estas normas. Estas normas no son sin embargo otra cosa que las reglas que nuestras sociedades se han ido dando para asegurar nuestro bienestar y nuestra seguridad. Muchas de ellas son además el resultado de largas luchas por mejorar los derechos de la población.

La eliminación de barreras no tarifarias se extiende a todos los aspectos objeto de regulaciones como normas de protección y seguridad alimentaria, legislación laboral, protección al medio ambiente, regulación de productos químicos, prohibición de transgénicos etc. También en este caso la parte más perjudicada será la población de la UE pues es la parte que cuenta con unas protecciones mayores tanto para las personas como para animales y medio ambiente.

Así por ejemplo, el lobby agrario US busca desde hace tiempo la eliminación de las restricciones al uso de hormonas para la alimentación animal que se usan desde hace decenios en EEUU como la ractopamina (que aumenta de forma artificial el peso del animal pocas semanas antes de su sacrificio), así como el uso de técnicas prohibidas en Europa como la desinfección de aves con cloro. Al mismo tiempo presiona para que se autorice el libre uso de productos genéticamente modificados que la población europea masivamente rechaza pues la normativa estadounidense los considera seguros y por tanto las multinacionales como Monsanto ven en esta norma europea una barrera no tarifaria no justificable. Un objetivo más del agrobusiness del otro lado del Atlántico es la eliminación de las denominaciones de origen (suponen una dificultad añadida para el comercio) con lo que sería posible comercializar un vino de Jerez hecho en Texas o un Rioja californiano. Pero esto no es todo. El uso de la fracturación hidráulica, la libre utilización de químicos hasta que sea demostrada su nocividad (frente al principio de prudencia europeo que exige a la industria la prueba de la inocuidad antes de la autorización y que está consagrada en la directiva europea REACH) o normas de protección al trabajador desconocidas en EEUU (los EEUU no reconocen acuerdos de la Organización Internacional del Trabajo que regulan derechos sindicales elementales) están a disposición. Esta lista no es exhaustiva y podría ser continuada.

Cometeríamos sin embargo un error si viésemos a Europa solo como la víctima. Nuestra población está más y mejor protegida, por lo que somos los que más perderíamos con el TTIP. Pero también las grandes multinacionales europeas (como las del sector bancario) presionan para que en aquellos aspectos donde la regulación estadounidense es más avanzada que la nuestra se produzca una relajación de la norma. No olvidemos que el objetivo nominal marcado es la «convergencia en la regulación» lo que traducido a la realidad se resume en eliminación de normas consideradas perjudiciales por las grandes compañías transnacionales y la asunción de la normativa más laxa de los dos bloques. Por lo tanto toda convergencia se hará hacia donde la regulación sea más débil, mayoritariamente hacia la regulación estadounidense y cuando sea necesario hacia la europea. Resumiendo, el TTIP persigue la unificación de normas teniendo como objetivo la eliminación de barreras y regulaciones «innecesarias» con lo cual el modelo norteamericano mucho más amistoso y inclinado hacia los intereses corporativos es el preferido por los negociadores.

La normativa europea que regula el uso de sustancias peligrosas se denomina REACH y se basa en el principio de prudencia. Esto quiere decir que una compañía antes de recibir la autorización para el uso de un químico debe probar que es inocuo. La regulación norteamericana recibe el nombre de TSCA y obliga al regulador a probar la toxicidad de una sustancia antes de permitir su prohibición. Así por ejemplo, la UE prohibe el uso de unas 1200 substancias en la producción de cosméticos mientras que los EEUU solo prohibe una docena. La pregunta es: ¿cómo se propone la Comisión llevar adelante la «convergencia regulatoria»?

Elementos regulatorios 

Por si todo esto no fuese suficiente, el tratado persigue medidas en otro nivel aun más inquietante. El TTIP pretende, bajo el mantra de la protección de las inversiones imponer dos organismos que tienen la capacidad de cambiar nuestro orden democrático tal y como lo conocemos. Sus efectos, más allá de lo acordado por la letra del documento, tendrán efectos demoledores pues vaciarán de contenido o volverán irrelevantes a órganos democráticamente elegidos. Son por tanto regulaciones que irán expandiendo sus efectos con el tiempo. Es lo que la Comisión en su lenguaje enmascarador llama un «tratado viviente».

En efecto, el TTIP prevé la creación de tribunales adhoc o ISDS creados para tratar diferendos entre los estados y los inversores que se consideren perjudicados por cambios normativos de cualquier tipo y que afecten a sus beneficios presentes o futuros. Serán por tanto unos tribunales exclusivamente creados para las multinacionales, que podrán demandar a los estados. Los estados sin embargo no podrán hacerlo con las multinacionales. La existencia de estos tribunales es extremadamente peligrosa por diversos motivos:

• Estos ISDS equiparan las multinacionales con los estados a los que pueden atacar por vía judicial por ejercer su derecho soberano a gobernar y a cambiar normas.

• Se desconoce el poder judicial de los estados al que implícitamente se le considera incompetente para juzgar asuntos que se producen dentro del país.

• Desconoce la separación de poderes existente pues obliga al ejecutivo a imponerse contra posibles decisiones de los niveles judicial o legislativo cuando estos tomen decisiones diferentes a las que tomen estos «tribunales privados». La decisión del tribunal privado estará por encima de toda otra decisión estatal de cualquier nivel.

• Concede por lo tanto un poder sin igual a tribunales privados que serán dirigidos no por jueces sino por abogados de negocios. Serán tres, nombrados uno por cada parte y el tercero de mutuo acuerdo. Estos «jueces» provienen en un 55% de los casos donde estos tribunales ya funcionan de una quincena de bufetes con claros problemas de colusión de intereses, pues estos abogados a veces trabajarán para los estados y a veces para las grandes multinacionales. Trabajando para estas últimas obtendrán los mayores beneficios, lo que puede llevar a claros conflictos de intereses. Los costes inmensos de estos juicios son soportados en la mayor parte de los casos por los estados, ganen o pierdan. Según las fuentes el coste medio varía entre cuatro y ocho millones de dólares por juicio.

Las consecuencias que se derivan de esto son gravísimas. Estos juicios tratarán sobre demandas que alcanzarán cientos sino miles de millones de euros de indemnizaciones. Ante la amenaza de ser condenados a por estas cantidades, los estados harán dejación de funciones y evitarán perjudicar de cualquier modo a las multinacionales. Esto nos llevará a una situación donde los estados no puedan cumplir sus funciones de legislar, chantajeados por el poder privado con la amenaza de juicios casi sumarios. No se trata pues de defender la seguridad jurídica de las empresas, que ya son protegidas por los tribunales ordinarios. Se persigue impedir mediante coacción que los estados puedan ejercer las funciones para los que han sido democráticamente elegidos.

Ejemplos de ISDS en el mundo

• Lone Pine Resources Inc demanda al estado de Québec por 250 millones USD por la moratoria impuesta al fracking para su estudio de impacto ambiental.

• Phillip Morris demanda a los estados de Australia y Uruguay por restricciones impuestas a la venta de cajetillas de tabaco por motivos sanitarios

• Vatenfall demanda a Alemania por unos 3200 millones de Euros por la decisión de parar las centrales nucleares del país después del desastre de Fukushima

• Veolia demanda a Egipto por 82 millones USD por su decisión de aumentar el salario mínimo, pues esta decisión tiene efectos sobre sus beneficios esperados

• Occidental Petroleum demanda a Ecuador por más de 2300 millones USD por su decisión de nacionalizar el petróleo ecuatoriano.

La misma London School Economics reconoce en un informe realizado para el gobierno británico que estos ISDS apenas tienen efectos en el nivel de inversiones que se llevan a cabo. ¿Por qué se crean entonces? La única respuesta parece ser la disciplinización de estados a los que se les va a impedir que tomen medidas que puedan ir contra las transnacionales. 

Pero para las transnacionales esta seguridad no es suficiente. No basta con la amenaza de sanciones (la existencia de nuevos partidos como Syriza o Podemos podría suponer la existencia de gobiernos díscolos, que podrían legislar pese a esta amenaza). Para ello deben evitarse que se estas normas entren en vigor. Esta función se le va a confiar al Consejo Trasatlántico de Cooperación Regulatoria.

El Consejo Trasatlántico de Cooperación Regulatoria viene a ser una especie de órgano jerárquico superior a nivel trasatlántico formado por un puñado de burócratas de EEUU y de la UE que podrá paralizar cualquier normativa de cualquier nivel (local, regional, estatal o de la UE) si considera que puede conllevar efectos negativos sobre los costes empresariales. Tendrá además la posibilidad de revisar normativa emitida anteriormente a su creación. Es decir, funcionarios de los EEUU estarán en condiciones de parar cualquier ley que se den los gobiernos nacionales en Europa, si creen observar que esta ley puede implicar mayores costes para las empresas. En el caso de las instituciones europeas, este órgano burocrático no elegido podrá parar la legislación que se dan 500 millones de personas. El único objeto de su existencia será el vigilar que se creen legislaciones que afecten negativamente la cuenta de resultados de los grandes conglomerados, o expresado en lenguaje burocrático impedir la creación de legislación que pueda afectar injustificadamente los costes de los inversores. Para ello los lobbies podrán apoyar el trabajo del Consejo aportando información que le pueda ser de interés.

En sí, esto no es más que el vaciamiento definitivo de la democracia. Un golpe de estado a cámara lenta como lo define Le Monde Diplomatique, donde el voto de las personas no valdrá nada en comparación con el interés empresarial. Si las instituciones democráticamente elegidas por temor a sanciones millonarias o por impedimento de órganos burocráticos no elegidos no pueden ejercer sus funciones deberemos preguntarnos para qué votamos. La democracia no es solo continente, sino ante todo contenido. Si se vacía de este, la cáscara hueca que queda no podrá ser llamada democracia.

No resulta fácil poder imaginarse los efectos de estas normativas en nuestras vidas. En cierto modo, este tratado coloca una figura jurídica (la empresa transnacional) a un nivel por encima del de las personas físicas. Estas contarán con una jurisdicción propia con la que podrán recurrir decisiones que consideren lesivas a sus intereses y al mismo tiempo se creará un órgano «todopoderoso» que vigilará para ninguna ley contraria a sus intereses pueda ser promulgada. En cierta medida, a semejanza del sistema feudal, se crea un estamento nuevo (las multinacionales) con privilegios especiales otorgados solo por el hecho de serlo, al igual que lo fue la nobleza y el clero en el medievo.

Consecuencias geopolíticas 

Existe un elemento más que no debe ser obviado. Vincular la economía de Europa de una forma tan intensa con la de los EEUU es mucho más que una decisión económica, y sin lugar a duda mucho más que una mera cuestión de libre mercado: es una decisión política de primer nivel con repercusiones políticas del mismo orden. A este respecto hay que considerar el hecho que la UE y los EEUU no son sujetos de calibre político parejos. El peso político de los EEUU es inmensamente mayor. Es por esto que la antigua Secretaria de Estado de Obama y probable candidata a la presidencia de los EEUU ha definido al TTIP por lo que realmente es, más que por lo que parece que es: una OTAN económica. Y en la OTAN es bien conocido quien toma las decisiones.

El TTIP no es un objetivo en sí mismo. Es un instrumento, y ni siquiera el único, de un objetivo que va más allá del tratado. El TTIP se enmarca en una serie de medidas todas ellas encaminadas a un objetivo último, que no es otro que la imposición de un modelo de corte neoliberal donde las multinacionales no conozcan barreras ni cortapisas de ningún tipo en su búsqueda infinita de la ganancia. Es el modelo norteamericano de capitalismo el que se promueve donde casi todos los sectores de la vida estén regulados por la actividad privada con afán de lucro. Por lo tanto no debería sorprender que junto al TTIP exista otro tratado que se negocia en secreto por una cincuentena de países todos en la órbita neoliberal que se dan a sí mismos el nombre de «really good friends of the services» (los verdaderos buenos amigos de los servicios) que negocian la liberación de todos los servicios (sanidad, educación, telecomunicaciones, transporte, agua, etc) como un paso más de la distopía neoliberal: el TISA.

Pero es también al mismo tiempo un instrumento para reforzar la hegemonía de los EEUU en un mundo que amenaza convertirse en multipolar.

El TTIP es por así decirlo la parte occidental de un tratado mayor, que es el que compone el tándem TTIP-TPP. La parte oriental la compone el acuerdo transpacífico que se negocia entre 12 países del arco del Pacífico. El único país que se encuentra representado en los dos acuerdos como el eje de una bisagra es el autodefinido como nación indispensable. En cierto modo, una afirmación que contiene mucho de razón: EEUU es sin duda el país indispensable del orden neoliberal.

Así, dos conclusiones fundamentales pueden ser extraídas a nivel interno de los acuerdos:

• El TTIP-TPP y posteriormente el TiSA persiguen profundizar la globalización neoliberal, colocando a las transnacionales fuera del ámbito de jurisprudencia «nacional» y dándoles unas posibilidades hasta ahora inimaginables de intervención en el ámbito legislativo gracias al Consejo de cooperación regulatoria, mientras disciplinan a los estados por medio de los ISDS. TISA por su parte debe preparar el camino para acabar por medio de privatizaciones de servicios esenciales con las últimas reminiscencias del estado del bienestar.

• Segundo, impone un cerrojazo que hace prácticamente inviable desde el punto de vista legal una marcha atrás para los países firmantes, aunque se produzcan cambios de gobierno y la población lo desee. Solo una ruptura radical podrá permitir a estos países salir del área neoliberal pues los decisiones adoptadas se consideran irreversibles (es el caso de la ratched clause del tratado TiSA que impide la resocialización de sectores ya privatizados). En el caso español, si ya era difícil tratar con la UE, imaginemos nuestro margen de maniobra cuando el «hermano mayor» sean los EEUU.

Pero eso no es todo. Junto a esta función de reforzamiento de un modelo económico que hace aguas y que es cada vez más contestado desde las poblaciones que lo padecen el TTIP-TPP presenta otra característica central: la ausencia en estos tratados de cualquier país de los BRICS, cuidadosamente evitados. La creación de un bloque TTIP-TPP englobaría a economías con un 75% del PIB y del comercio mundial. Podría de esta manera imponer las condiciones de acceso del resto de los países al mercado mundial. Aquí parece residir las prisas norteamericanas para implantar los tratados antes del final de la presidencia de Barack Obama.

El TPP (Tratado Transpacífico) es como el TTIP un acuerdo de libre comercio promovido por los EEUU al objeto de imponer una agenda neoliberal en el área pacífica. Los países que negocian son: EEUU, Canadá, México, Chile, Perú, Singapur, Japón, Malasia, Vietnam, Brunei, Australia y Nueva Zelanda. Actualmente el TPP se haya contestado por Japón y Malasia. Además la oferta china de crear la zona de libre comercio en el Asia-Pacífico (FTAAP) probablemente congelará la decisión de crear el TPP durante al menos dos años, el tiempo previsto para llevar a cabo el estudio estratégico previo al inicio de negociaciones del FTAAP al que los países de la APEC (Cooperación económica Asia-Pacífico) han mostrado su acuerdo.

El TISA (Acuerdo sobre el Comercio de Servicios) es un acuerdo que se está negociando en secreto y fuera de las normas de lo Organización Mundial del Comercio (OMC) en la sede de la embajada australiana en Ginebra. Forman parte de las negociaciones 50 países (la UE, EEUU, Australia, Canadá, Chile, Taiwán, Colombia, Costa Rica, Hong Kong, Islandia, México, Noruega, Nueza Zelanda, Pakistán, Panamá, Paraguay, Perú, Corea del Sur, Suiza y Turquía. El objetivo principal de este grupo autodenominado «los verdaderos amigos de los servicios» es ir más allá de la ronda de Doha de la OMC e impulsar una liberalización «altamente ambiciosa», donde todos los servicios fundamentales (agua, sanidad, educación y pensiones entre ellos) estarán incluidos.

Así a nivel externo el tratado presenta implicaciones geopolíticas de gran importancia. Como comentábamos más arriba una característica central de estos acuerdos son sus ausencias. Caso especial forman el grupo de los BRICS, en especial Rusia y China. China por su poderío económico y Rusia por su poder militar y energético, convierten al bloque BRICS en una posible alternativa al dominio occidental y por consiguiente al mundo unipolar. Frente al olvido casi absoluto de los medios de prensa occidentales se han estado producido estos últimos meses encuentros de altísimo nivel con importantes consecuencias para el andamiaje internacional: en primer lugar los dos acuerdos consecutivos entre Rusia y China para la construcción de dos gaseoductos (Altai y Poder de Siberia) y para la venta de gas en rublos y yuanes (eliminando los pagos en dólares); en Fortaleza, los BRICS han decidido ir creando un Banco de Desarrollo y Fondos de Contingencia que podrán poner en entredicho en el futuro el papel del FMI o del Banco Mundial; en Pekín a mediados de noviembre de este año, China durante la cumbre de la APEC ha propuesto un acuerdo de libre comercio con los países asiáticos (el FTAAP) que de llegar a buen puerto implicaría el fracaso del TPP y ha forzado la creación de otro banco de inversión en infraestructuras fuera de la égida del Banco Mundial. Por otro lado en Dushanbé capital de Tayikistán, la Organización de cooperación de Shanghai (SCO) prosigue su desarrollo que pudiera llevarla (de ampliarse a países como la India y Pakistán) a convertirse en un contrabalance a la OTAN. 

Frente a este desarrollo Sur-Sur la doctrina del Pentágono, recogida en la Joint Vision 2020, sigue insistiendo en la Full Spectrum Dominance, es decir, superioridad total por tierra, mar, aire, espacio y ciberespacio. Es decir, el mundo unilateral respaldado en el poder militar y en el petrodólar. Sin embargo, pese a estas pretensiones de superioridad total, EEUU se encuentra con una realidad bien distinta, marcada por su decadencia en prácticamente todos los sectores, tanto por su declive económico como por sus continuos fracasos militares.

Es por tanto en este marco de cambio geopolítico mundial donde debemos encajar los acuerdos TTIP y TPP, que no son más que instrumentos que sirven a los EEUU para influenciar más de cerca a sus aliados tradicionales ahora que las tensiones internacionales aumentan. En esta línea es importante recordar al padre de la geopolítica norteamericana Brzezinski, que ya advertía que el mayor peligro para el dominio estadounidense sería una cooperación entre Asia y Europa que debe evitarse a toda costa. Es por tanto que el TTIP-TPP sirven al poder hegemónico en su lucha por mantenerse controlado el ascenso de actores emergentes como Rusia y China.

Qué política debe perseguir Europa frente a un mundo que cambia rápidamente es una cuestión a determinar por los pueblos que la componen. Lo que parece evidente es que frente a los retos enormes que Europa y el mundo avecinan, los países europeos necesitaremos determinación y valentía y no sumisión frente a un aliado que ha demostrado en múltiples ocasiones no necesitar socios sino vasallos. Mantener la independencia del proyecto europeo se antoja como el elemento imprescindible de la multitud de cambios que necesitamos para alcanzar el objetivo de mejorar la vida de la mayoría frente a la minoría.

En definitiva, el TTIP-TPP puede ser interpretado como un instrumento de gran alcance de las élites que sirve al objetivo doble de profundizar y al mismo tiempo hacer irreversible un modelo económico (el neoliberal) frente a unas sociedades que se les resisten y por otro lado preparar la ofensiva contra aquellos países que han decidido no plegarse al modelo occidental imperante e intentan promover un mundo multipolar.

Conclusión

Todo lo argumentado en las páginas anteriores nos debe llevar a una conclusión decidida y clara por parte de la población europea que puede resumirse en solo tres palabras: No al TTIP. Pese a las enormes dificultades y las amenazas que enfrentamos, tenemos motivos para ser optimistas pues existen algunos elementos que nos permiten vislumbrar la posibilidad real de parar acuerdo:

• Sin lugar a duda, la mejor forma de para parar este acuerdo está en la resistencia interna dentro de los estados y la mejor manera de alcanzarla es por medio de la luz, es decir, mediante la información de la ciudadanía. Como Susan George acertadamente escribe, este acuerdo es como Drácula. No puede vivir si le ve la luz. Aquí reside nuestra principal trabajo: en dar a conocer al mayor número de personas el tratado y sus implicaciones. Ya la protesta popular ha conseguido parar otros acuerdos como el SOPA, ACTA y el MAI. Tanto más tenemos que parar este, que es una especie de rémix de todos los anteriores.

• Nuestro objetivo debe ser el rechazo a la totalidad del TTIP. Nada, pero absolutamente nada de este tratado busca mejorar la vida de la población. Está negociado teniendo en cuenta los intereses de las transnacionales, que nunca coinciden con el de las poblaciones y ahonda por añadidura las tensiones internacionales. Esto simplifica nuestra demanda y la hace fácilmente transmisible: sencillamente, no al TTIP.

• Un tercer aspecto importante es el rechazo cada vez mayor por parte del 99% que las padece de las tesis neoliberales que han dominado el mundo al menos los últimos 30 años. El reparto escandaloso de la riqueza, la contaminación medioambiental, la rebaja en derechos laborales, la privatización de sectores fundamentales de servicios públicos, el aumento de la corrupción y el deterioro a ojos vista de la democracia son elementos que cada vez se muestran más claros ante los ojos de la población. El TTIP es una vuelta de tuerca más de este sistema. Como tal debe ser identificado y como tal debe ser rechazado.

• La coordinación de los diferentes pueblos de Europa es cada vez mayor. Pese a los intentos de ir culpabilizando individual y progresivamente a distintos países de la crisis, más y más gente comprende que el enemigo se encuentra en un orden injusto y en un 1% insaciable y que de no actuar, también ellos serán víctimas.

Es posible, es necesario: No al TTIP

El 31 de julio de 2014 se cumplieron 100 años del asesinato del líder socialista Jean Jaurès, tiroteado por intentar mostrar al pueblo francés que el enemigo no estaba en el pueblo alemán, sino que la Primera Guerra Mundial que se avecinaba era una lucha de élites por el poder. Sin promover en lo más mínimo la defensa del modelo de los BRICS, que es manifiestamente mejorable, resulta importante comprender que ni rusos, ni chinos, ni indios son nuestros enemigos y que debemos rechazar toda explicación simplista que nos empuje a antagonismos mucho más fáciles de provocar que de resolver. Nuestras élites se encuentran embarcadas en una lucha contra sus poblaciones y al mismo tiempo con potencias extranjeras para mantener su supremacía y privilegios. Nuestro objetivo debe ser proteger nuestra ciudadanía frente a la servidumbre que nos ofrecen y al mismo tiempo la paz y la estabilidad del mundo. Como bien recuerda Immanuel Wallerstein, el mundo tal y como lo conocemos se acaba. Por primera vez en mucho tiempo Occidente va a ser sujeto de cambios geopolíticos de extraordinaria importancia. El mundo que resulte podrá ser infinitamente peor, pero también mejor. Y esto va a depender en gran medida del trabajo que hagamos los ciudadanos y las ciudadanas de este mundo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.