Terminaron, al fin, las elecciones en EEUU. Ganó Bush, para frustración de unos, alegría de otros. En ciertas regiones del mundo se vivieron como propias. Se sufrieron también así.EEUU es el país más importante del mundo, sin duda. Pero no el único. Tampoco es lo que muchos creen que es. Un Estado superior, sustituto de […]
Terminaron, al fin, las elecciones en EEUU. Ganó Bush, para frustración de unos, alegría de otros. En ciertas regiones del mundo se vivieron como propias. Se sufrieron también así.
EEUU es el país más importante del mundo, sin duda. Pero no el único. Tampoco es lo que muchos creen que es. Un Estado superior, sustituto de Dios. Confunden ficción y realidad.
Es, recuérdese, el país más endeudado del mundo. Dependiente de los depósitos de dinero foráneo. China tiene, ella sola, 250.000 millones de dólares. Ninguna fruslería, vale decir.
Su poder militar es el mayor del mundo. Cierto. Pero tiene escasa utilidad. Le sirve para guerrear contra países miserables. Afganistán, Iraq. China o Rusia le quedan lejos, lo sabe.
La Unión Europea es el mayor bloque económico y comercial. El único con un claro futuro promisorio. China, el mayor mercado. La potencia emergente y pragmática dedicada a ella.
De ahí la exageración. El exceso en el seguimiento de las elecciones norteamericanas. Que pocas novedades reales aportan. Porque el mundo marcha cada vez más a su propio ritmo.
Aunque hubiera ganado Kerry, poco hubiera cambiado. La razón del alboroto no ha sido otra cosa que un ejercicio mediático. Transformar las elecciones en guión de Hollywood.
Como sus guiones, ser derroche de oropeles, juego de luces, efectos especiales. Nada más.