Regresó el viernes de su viaje a Europa. Lo hizo sólo en cuatro días. Volando hacia el Oeste, llegó a las 11 de la noche a Caracas, cuando en el punto de partida, Madrid, estaba amaneciendo. Llamaron temprano de Venezuela el sábado. Me comunicaron que deseaba conversar por teléfono ese día. Respondí que sería a […]
Regresó el viernes de su viaje a Europa. Lo hizo sólo en cuatro días. Volando hacia el Oeste, llegó a las 11 de la noche a Caracas, cuando en el punto de partida, Madrid, estaba amaneciendo. Llamaron temprano de Venezuela el sábado. Me comunicaron que deseaba conversar por teléfono ese día. Respondí que sería a la 1 y 45 de la tarde.
Tuve tiempo para anotar más de 25 puntos de los que pueden tratarse por una línea telefónica internacional cuando uno sabe que el enemigo escucha, algunos de los cuales habían sido abordados por el propio Presidente venezolano ante la prensa.
Chávez estaba sereno, reflexivo y satisfecho de la gira. Intercambiamos criterios sobre precios de alimentos, petróleo y materias primas, inversiones requeridas, devaluación del dólar, inflación, recesión, estafa y saqueo imperialistas, errores del adversario, riesgos de guerra nuclear, problemas insolubles del sistema y otros que no requieren de secreto alguno. Aun así, sólo por excepción uso esa vía de comunicación.
Compartimos detalles y noticias. No dijo una palabra del excelente mensaje que había escrito con motivo del 26 de Julio, en el que analiza mi denuncia sobre «La estrategia de Maquiavelo». Lo recibí la noche de ese mismo sábado. En Chávez reencarnaron las ideas de Bolívar, sólo que el intercambio que sostuvimos durante una hora, en los tiempos del Libertador habría tardado meses, y su recorrido de 4 días por Europa, al menos 2 años.
Ayer lo escuché en el Aló, Presidente. Su programa de inversiones es impresionante. Tal vez nunca se prestó una atención mayor a los deseos y las necesidades más sentidas de las personas. Ya se perciben algunos frutos.
Cuando por la noche encendí el televisor, Chávez estaba sumergido en el público que alentaba al equipo femenino de softball en el juego final de una copa frente al de Cuba. Ganaron las atletas venezolanas, una a cero. Y para colmo, sin hit ni carrera. A la joven pitcher de Venezuela, una muchacha agraciada, se le salían los ojos cuando después del último out tomó conciencia de su proeza. En medio del jubiloso equipo que saltaba dentro del cuadro y próximo al box, estaba Chávez repartiendo abrazos y besos. Si no fuésemos internacionalistas, nos habríamos deprimido. Después de pensarlo algunos segundos, me alegré por él y por Venezuela. ¡Qué bárbaro! ¿Cómo puede resistir tanto esfuerzo?
Hoy es su cumpleaños. Raúl y yo le enviamos un cuadro del Che emergiendo de la tierra, tal como lo vio un pintor de la provincia más occidental de Cuba. Realmente impacta.
Le haré llegar temprano esta reflexión.
Fidel Castro Ruz