Ahmed Salem nos enseña la AK-47 de fabricación china que esconde debajo del asiento de su Toyota. «Ya no nos fiamos de nadie. No es como antes. La vida en los campamentos ha cambiado para mal», explica el jefe de batallón. Acto seguido, señala el muro de arena y piedra que los saharauis están levantando […]
Ahmed Salem nos enseña la AK-47 de fabricación china que esconde debajo del asiento de su Toyota. «Ya no nos fiamos de nadie. No es como antes. La vida en los campamentos ha cambiado para mal», explica el jefe de batallón. Acto seguido, señala el muro de arena y piedra que los saharauis están levantando alrededor de la capital administrativa de la RASD (República Árabe Saharaui Democrática), Rabuni.
Desde el secuestro de los cooperantes el 22 de octubre de 2011, los saharauis que habitan en los campos de refugiados de Argelia, miran con desconfianza a todo foráneo. Las medidas de seguridad se han extremado hasta el punto de que cualquier cooperante o extranjero no puede andar libremente caminando entre las haimas (casas de lona utilizadas por los saharauis) a partir de las 19.00, y mucho menos conducir un vehículo particular. Uno solo puede moverse si va acompañado de miembros del protocolo o militares y únicamente si es estrictamente necesario.
El secuestro reivindicado por un grupo autodenominado Monoteísmo y Yihad en el oeste de África es al parecer una escisión de AQMI -Al Qaeda en el Magreb Islámico-. Pero hay voces en el Polisario que apuntan a la mano de Marruecos en todos estos sucesos. «Tanto AQMI como el movimiento Tuareg de Mali se desmarcaron desde un principio del secuestro. Tenemos razones fundadas para pensar que los secuestradores estaban financiados por Marruecos», aclara a GARA el gobernador del campamento de refugiados de Dakhla, Salem Lebhsir.
No son descabelladas estas ideas, ya que el reino alauí tendría intereses en ahogar la ayuda humanitaria desde dentro. Supondría acabar con la moral y empeorar la situación de crisis humanitaria de los saharauis en el conflicto que dura ya 36 años.
No es el único que apunta a las fuerzas ocupantes del Sahara Occidental como responsables del secuestro. El mismo Ahmed Salem, afirma que el Polisario interceptó comunicaciones de Marruecos con los yihadistas que tomaron como rehenes a los cooperantes. Dos de los cómplices del secuestro fueron apresados en Nuadibu (Mauritania) cuando intentaban pasar al Sahara Occidental ocupado por Marruecos.
Blindando los campamentos
Los bulldozers del Ejército Polisario acumulan arena y piedra alrededor de Rabuni. Lo que antaño era una extensa llanura salvaje de piedra y arena rojiza, se ve ahora cortada por un muro infranqueable para cualquier tipo de vehículo. «Solo se puede entrar desde ciertos puntos. Todo el mundo deberá pasar por el mismo punto de control. Así será más fácil controlar el tráfico de vehículos que quieren entrar por cualquier otro sitio que no sea la carretera», explica a GARA Ahmed Salem.
Varios saharauis confirman también que a unos cuantos kilómetros de los campamentos se encuentran las patrullas del Polisario vigilando el ir y venir de los coches. «Si encontramos un coche a la noche y le mandamos detener, se tiene que parar a la fuerza. Si no para, disparamos», advierte. «Los argelinos también nos ayudan, ya que este punto es estratégicamente importante para ellos. Hay tráfico de todo tipo, ya sean drogas, personas, o alimentos y la gente del desierto entraba y salía como le daba la gana», comenta Hassana Abdelazziz, periodista del Ministerio de Información. «El Ejército argelino está construyendo puntos de control con radares para detectar cualquier movimiento que se produzca alrededor», añade.
Los saharauis son un pueblo en el exilio que depende en su totalidad de la ayuda y cooperación internacional. Un nuevo golpe a su ya de por sí delicada situación haría tambalear los cimientos en que se sustentan los aproximadamente 250.000 saharauis que habitan los campos de refugiados.
«Actualmente no hay tanto cooperante como en años anteriores. La crisis y el secuestro han hecho que disminuya el número de voluntarios que trabajan por nosotros», resalta el gobernador de Dakhla.
No son pocos los saharauis que esperan un nuevo ataque. Bien sea contra periodistas extranjeros o cooperantes de diferentes nacionalidades, las medidas que se ven alrededor de las wilayas hacen ver que el Polisario extrema las precauciones. «La MINURSO (Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sahara Occidental) nos ha pedido que los escoltemos cuando realizan su trabajo sobre el terreno», declara Hamudi Hama, señalando un coche de la misión de la ONU acompañado por Toyotas del Ejército saharaui.
«No sabemos qué tipo de acción harán exactamente, pero estamos preparados para cualquier eventualidad en este aspecto. Ya no nos van a pillar por sorpresa», agrega un militar que prefiere permanecer en el anonimato.
Tras el secuestro de los cooperantes, el Ejército del Polisario empezó a vigilar los alrededores de los campamentos, en especial cuando más afluencia de extranjeros suele haber. A pocas semanas del festival de cine FISAHARA 2012, varios pastores divisaron un grupo de coches sospechosos. Estos se hallaban a unos cuantos kilómetros de Dajhla, campamento donde se celebra dicho festival con carácter benéfico.
Estos camelleros advirtieron a miembros del Polisario que se encontraban en la zona. Unos pocos miembros del Ejército se acercaron sigilosamente sin que los malhechores advirtieran la presencia de los soldados en las inmediaciones, vigilantes y midiendo cada movimiento. Constataron que llevaban armas de asalto, así como potentes todoterrenos pick-up de Toyota Land Cruiser gasolina -coche prohibido en muchos países, excepto para el Ejército, por la utilización que se le da con fines delictivos tales como el contrabando-. Identificaron también a un viejo conocido del Polisario por su actividad delincuente. Cuentan que fue uno de los que ayudó a secuestrar a los tres cooperantes en Rabuni.
Avisaron a la escuadra que estaba en Dajhla y estos a su vez a miembros del Gobierno saharaui. La orden era bien clara: detenerlos, y si se resistían, disparar. Durante el asalto para capturar a los bandidos hubo más de un cruce de disparos, resultando heridos dos de los malhechores, mientras que otros dos fueron detenidos. Al quinto se le mató cuando intentaba escapar disparando desde su coche. «Estaban muy bien preparados. Hace falta mucha destreza y entrenamiento para poder conducir un coche en el desierto y mientras disparar con un fúsil de asalto como es el Kalashnikov AK-47, apuntando encima bastante bien», destaca Ahmed Salem Lebsir. Afortunadamente, ninguno de los miembros del Polisario resultó herido. Los yihadistas detenidos están en la cárcel a la espera del juicio que se celebrará en Rabuni y con las leyes del Polisario.
Final feliz para un secuestro, futuro incierto en Tinduf
Después de la liberación el pasado 18 de julio de los tres secuestrados, en los campamentos de refugiados estalló el jubilo. Con un final feliz, este secuestro ha supuesto el mayor varapalo de los últimos veinte años para la población saharaui. Enric Gonyalons, Rosella Urru y Ainhoa Fernández fueron apresados cuando descansaban en el protocolo de Rabuni (capital administrativa saharaui). Con el cooperante de Mundubat, Enric Gonyalons, herido por bala en una pierna, los captores emprendieron la huida hacia territorio maliense. Perseguidos por miembros del Polisario, en su huida, los secuestradores recorrieron más de 2.500 kilómetros.
Con varios destacamentos del Polisario persiguiéndoles, hay soldados del Polisario que afirman que hubo más de un intercambio de disparos. Pero «una orden de arriba nos ordenó parar en nuestro empeño de liberar a los secuestrados», afirma un militar que prefiere mantenerse en el anonimato.
Desde ese fatídico día, pasaron casi nueve meses en manos del grupo yihadista Monoteísmo y Yihad en el oeste de África. Varias fuentes ubicaban a los rehenes en un punto entre las fronteras de Mali y Níger. Otros aseguran que solo estuvieron en el norte de Mali.
Con un conflicto en plena ebullición, el de Azawad (región autónoma reivindicada por los Tuareg, al norte de Mali), las negociaciones para la liberación de los tres han sido complicadas. En varias ocasiones, los canales que se abrieron para estas conversaciones se cortaron. La guerra en la zona hacía imposible una conexión fluida con los captores. Hubo varias semanas en las que no se recibían noticias. Finalmente, fueron liberados y llevados a Burkina Faso, desde donde volaron a sus respectivas casas. Lo que aconteció para que la liberación sucediera es un misterio, pero varias fuentes afirmaban el pago de un rescate, más la liberación de tres yihadistas, relacionados con el secuestro y encarcelados en Mauritania.
Durante el cautiverio, el primer ministro saharaui Abdelkader Taleb Omar, refiriéndose al secuestro declaró que «el Ejército del Polisario está dispuesto a derramar incluso su propia sangre si los secuestrados hacen algún mal a los rehenes».
Un militar de alto rango del Ejército del Polisario, que prefiere permanecer en el anonimato, declaró a GARA vía telefónica que «ahora ya no tenemos miedo de que hagan algo a los secuestrados. Ya no nos andaremos con miramientos para frenar cualquier tipo de acción que perjudique al pueblo saharaui ni a cualquiera de sus amigos que viene a apoyarnos». El mismo militar aseguró que «estamos dispuestos, tal y como dijo el primer ministro Abdelkader Taleb Omar, a derramar incluso nuestra propia sangre para defender a nuestro pueblo; no tienen a ningún rehén, ya no tenemos las manos atadas para actuar».
A los miembros del Polisario no les queda otra que cuidar su principal fuente de ingresos, los cooperantes y turistas. Durante los puentes y vacaciones en el Estado español, el Polisario organiza vuelos chárter para los viajeros. Estos dejan dinero en los campamentos o promueven proyectos humanitarios. La no llegada de estas personas a los campamentos significaría un total descalabro en la economía saharaui.
Fuente: http://www.gara.net/paperezkoa/20120731/354876/es/En-campamento-no-nos-fiamos-nadie/