Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
La muerte y las heridas llegan de forma repentina y al azar en la línea del frente de la ciudad libia de Sirte. Sin embargo, en ocasiones, guardan una espantosa simetría.
El viernes, las fuerzas pro-Gadafi lanzaron una granada propulsada por cohete en defensa de su último reducto de resistencia en la ciudad, causando algunas víctimas. Pero fue un mortero lanzado por los propios combatientes del gobierno el que más muertos causó. Ambos incidentes se sucedieron en el lapso de unos segundos.
Los combatientes se amontonaban cerca de la línea del frente en la calle Dubai, en el frente sur, ocupado sobre todo por combatientes de Misrata, cuando se produjeron las dos rondas de ataques.
«Fue un error», dijo un combatiente que pasaba pocos minutos después en medio del caos en el que se intentaba atender a los heridos. «La granada vino de las fuerzas de Muammar Gadafi. Pero yo me encontraba muy cerca de donde se disparó el mortero. Lo lanzaron directamente al aire, dándole a nuestros hombres. Estamos matando a nuestra propia gente».
Demasiadas víctimas para que los médicos de la instalación de emergencia preparada al aire libre pudieran atenderlas. Por eso, el conductor y el traductor del Guardian, ambos estudiantes de medicina que trabajaron durante el asedio a Misrata en la unidad de cuidados intensivos, se pusieron a ayudar a los heridos, que eran más de veinte.
Uno de ellos era un joven combatiente al que trajeron en estado muy débil y pálido a causa del shock, herido en el hombro de la metralla que le había penetrado por el cuello. Un anciano llegó colgando de la parte de atrás de un jeep con el cuero cabelludo lacerado, sangrando abundantemente sobre sus ropas mientras la sangre salía también a borbotones de la boca.
En el pequeño espacio que el último territorio sin capturar en Sirte permite a los ataques, esos incidentes se intensifican.
Sin las comunicaciones adecuadas y con una peligrosa rivalidad entre las fuerzas de Misrata en los frentes occidental y sureño del reducto y los combatientes de Bengasi y de otras ciudades al este, los soldados que combaten a Gadafi se están matando unos a otros en cifras que cada vez son más elevadas.
Los soldados de la zona este dijeron que el jueves perdieron tres hombres por disparos de gente de Misrata cuando intentaban asaltar el reducto. Proyectiles y morteros fallidos o que se quedan cortos matando a otros combatientes mientras se cruzan disparos se ha convertido en algo habitual.
Hace dos días, un proyectil disparado detrás de Sirte explotó junto al coche de The Guardian cerca de una columna de combatientes del gobierno.
La culpa está recayendo en los «combatientes de fin de semana», que no están dispuestos a avanzar y disparan a sus colegas por detrás, o en tropas gubernamentales sin experiencia que carecen de la capacidad para manejar las baterías de mortero o ignoran cuáles son los blancos.
La aleatoriedad del fuego de los combatientes del gobierno se ponía en relieve el viernes en una batería compuesta por cachivaches de improvisados sistemas para disparar cohetes, un rifle sin retroceso, armas antiaéreas y un vehículo blindado de transporte estacionado en un montículo a unos cuantos centenares de metros del extremo sur del reducto. The Guardian observó cómo unos cuantos cohetes de fabricación casera situados sobre una furgoneta estallaban desordenadamente en diferentes direcciones y distancias.
«He visto morir a demasiados amigos en esta maldita ciudad», dijo Mhjurb Ibrahim, un abogado de Misrata. «Veintidós han muerto. Cinco de ellos en el primer día de combate».
Son estos problemas de coordinación, así como la feroz resistencia de los combatientes de Gadafi que quedan en la ciudad y que ocupan los edificios altos del distrito 2 de Sirte, lo que ha ralentizado el avance y obligado a los combatientes del gobierno a traer tanques y demás armamento pesado para poder alcanzar los edificios ocupados por sus enemigos.
El viernes, los proyectiles volaban hacia el apretado grupo de edificios a una velocidad a veces de casi uno por minuto, levantando nubes de humo del hormigón blanco que se amontonaba a través de los tejados.
«No podemos entrar aún en el reducto», dijo Abdul Salam Rishi, uno de los comandantes de las fuerzas del este. «Cuando lo intentamos, nos encontramos aún con demasiados francotiradores. Por tanto, bombardearemos con artillería y tanques, y después atacaremos.»
Las dificultades del gobierno para poder poner fin al asedio de Sirte produjo una batalla de disparos entre las fuerzas revolucionarios y los seguidores de Gadafi en el corazón de la capital libia, Trípoli, por vez primera desde que se derrocó y obligó a esconderse al dirigente de toda la vida.
Gritando «Dios es grande», los combatientes anti-Gadafi convergieron en el distrito Hay Nasr de la barriada de Abu Salim en camionetas con armas montadas, estableciendo una serie de controles y sellando el área, mientras los ecos de los disparos resonaban a través de las calles.
Los combatientes que estaban allí dijeron que el tiroteo empezó después de que un grupo de hombres armados tratara de izar la bandera verde que simboliza al régimen de Gadafi.
Assim al-Bashir, un combatiente de la Brigada del Águila de Trípoli, dijo que las fuerzas revolucionarias sospechaban que había francotiradores en las alturas de los alrededores, después de ver al hombre intentando ondear la bandera verde.
Ahmad al-Warsly, de la brigada Zintan, dijo que varios seguidores de Gadafi planearon, al parecer, una protesta, pero que al ir armados se pusieron a disparar. Huyeron y las fuerzas revolucionarias se pusieron a perseguirles, provocando feroces batallas callejeras.
«Parece como si estuviera organizado»-dijo. «Estaban planeando hacer una gran manifestación, después empezó el combate.»
La violencia en la capital, que se había mantenido relativamente en calma desde que fue tomada a finales de agosto, subraya la dificultad de los nuevos gobernantes de Libia para conseguir restaurar el orden mientras Gadafi continúa huido.
Peter Beaumont es editor de asuntos exteriores en el Observer. Ha informado ampliamente desde zonas de conflicto, entre ellas, África, los Balcanes y Oriente Medio, y ha escrito abundantemente sobre cuestiones de derechos humanos y el impacto de los conflictos en los civiles. Ha ganado el Premio George Orwell por sus informes desde Iraq y es autor de The Secret Life of War: Journeys Through Modern Conflict.
Fuente: http://www.guardian.co.uk/worl d/2011/oct/14/sirte-fighters-shoot-own-side
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