Al apoyar el plan de autonomía de Marruecos, Francia descarta la opción de un referéndum de autodeterminación solicitado por la parte adversa y por la ONU, afirma, en una tribuna en Le Monde, la especialista en el Magreb, Khadija Mohsen-Finan.
A los ojos de la diplomacia francesa, los milagros son posibles y una simple frase modificada puede satisfacer a todos, o casi todos. En el delicado conflicto del Sáhara Occidental, que enfrenta desde 1975 a Marruecos con el Frente Polisario, movimiento independentista saharaui apoyado por Argelia, París, que siempre ha considerado que el plan de autonomía propuesto por Rabat en 2007 era « una base de discusión seria y creíble », ahora lo considera como « la única base ». Al considerar la autonomía como la única base de discusión, Francia descarta el referéndum de autodeterminación deseado por el Frente Polisario y apoyado por las Naciones Unidas. Así, cede a la presión marroquí y se refiere a una autonomía que sabe perfectamente que no puede ser implementada.
Aunque la satisfacción de Rabat está asegurada, ya que el gabinete real se ha congratulado de este anuncio « en apoyo a la soberanía marroquí », la conformidad con el derecho internacional es cuestionable. De hecho, la carta enviada por Emmanuel Macron al rey Mohammed VI, hecha pública por el Elíseo el 30 de julio, se refiere a la autonomía de esta región disputada y precisa que « el presente y el futuro del Sáhara Occidental se inscriben en el marco de la soberanía marroquí ». Este cambio de rumbo se explicaría, según el ejecutivo francés, por una preocupación por « avanzar », ya que es « hora de avanzar ». Entonces, ¿cómo se avanza y qué autonomía se pretende implementar?
La pregunta es aún más legítima dado que Francia parece haber pasado ya a la siguiente etapa, considerando que ha llegado el momento de examinar los contratos lucrativos que podrían interesar a los empresarios franceses. Estos últimos fueron informados del nuevo posicionamiento de Francia, incluso antes del envío de esta carta.
Mezcla de poblaciones
Ya en abril, y antes de que este cambio fuera anunciado por el jefe del Estado, Bruno Le Maire, el ministro de Economía, en visita a Rabat, mencionaba la financiación de varios proyectos en esta región, a través de los bancos públicos franceses, y en particular de la línea eléctrica de alta tensión que conectará Dajla, en el Sáhara Occidental, con Casablanca. Dos meses antes, el jefe de la diplomacia francesa, Stéphane Séjourné, mencionaba en Rabat la necesidad de que Francia « acompañe [a Marruecos], en la continuación del desarrollo económico y social de la región », añadiendo, con cautela, y preocupado por el derecho, « en beneficio de las poblaciones locales ».
Es, sin embargo, difícil hablar de una autonomía de la región o del beneficio de alguna población local. Desde 1975, Marruecos ha anexionado este territorio, administrado su población y explotado sus recursos. Animados por un sistema de subsidios a los productos y salarios aumentados establecido por Hassan II, muchos marroquíes se han instalado allí, favoreciendo así la mezcla de poblaciones saharauis y marroquíes, con el fin de aniquilar cualquier identidad saharaui. Al cabo de cinco décadas, es evidentemente difícil distinguir a un saharaui de un habitante proveniente de Marruecos. Considerada un éxito a los ojos del poder marroquí, esta mezcla ha hecho imposible toda consulta de la población que los textos jurídicos designan como « local ».
De la misma manera, es imposible concebir la implementación de una autonomía que consistiría en transferir poderes y gestionar las finanzas propias de la región. ¿Cómo imaginar que Marruecos, que hoy se siente vencedor y, después de haber ejercido, durante cinco décadas, un poder autoritario sobre esta región anexada, explotando sus recursos naturales y reprimiendo a los saharauis disidentes, se sentiría en la obligación de confiar la gestión política y financiera de esta región a representantes saharauis? ¿Por qué privarse de los numerosos recursos de esta región particularmente rica (fosfatos, petróleo, pescado, agricultura, turismo…) y cuya explotación se ha realizado sin que la población de este territorio se beneficie, como estipulan los textos jurídicos?
Intereses económicos y estratégicos
Al referirse a la autonomía y al beneficio de las poblaciones locales, Francia
parece mostrar su respeto por el derecho internacional, mientras apoya una
iniciativa marroquí destinada a esquivar dicho derecho, llevando al mayor
número de Estados a aceptar su gestión y administración de un territorio que
sigue siendo considerado no autónomo por las Naciones Unidas.
En 2020, esta estrategia marroquí fue coronada de éxito cuando Donald Trump reconoció la «marroquinidad» del Sáhara Occidental, a cambio de la normalización de las relaciones entre Marruecos e Israel. Francia no siguió, y su reserva fue considerada prudente para un país que tiene un conocimiento detallado de una región cuyos límites ha dibujado, entre otras cosas. Antigua potencia colonial, Francia intentaba, a duras penas, ser una potencia equilibradora entre Argel y Rabat, inscribiendo este conflicto de descolonización en el tiempo largo.
Hoy, la diplomacia francesa parece dictada más por intereses económicos y estratégicos considerados a corto plazo, lo que lleva a París a optar por Marruecos, en detrimento de Argelia. Esta ligereza para consolidar un expediente tan importante, en el que Francia nunca ha dejado de estar implicada directa o indirectamente, suscita al menos sorpresa y plantea serias interrogantes sobre cómo se escriben las relaciones internacionales.
Khadija Mohsen-Finan es politóloga en la Universidad Paris-I, especialista en Magreb. Es autora de Sáhara Occidental: Los desafíos de un conflicto regional (CNRS Historia, 1997).