Traducido por Jesus Maria y Mariola Garcia Pedrajas
Desde el final de la Guerra Fría, tanto con gobiernos republicanos como demócratas, los Estados Unidos han proporcionado ayuda militar, entrenamiento y tráfico de armas valorados en miles de millones de dólares a cincuenta de los cincuenta y cuatro países de África. La militarizada política estadounidense ha transformado a África en el continente más pobre y devastado por la guerra de la tierra, con multitud de conflictos armados rugiendo a cada momento en las últimas dos décadas, y las armas y el entrenamiento de EEUU es un factor clave al menos uno de los factores que determinan estos conflictos). Es, precisamente, la militarización de la política de USA para África lo que ha creado los llamados «estados fallidos» que, como el caso del Congo, son ideales para la extracción de los recursos africanos, así como la excusa perfecta para posteriores intervenciones militares.
La única solución es la completa desmilitarización de la política exterior estadounidense en el continente africano, y el desmantelamiento de todas sus bases y la retirada de sus tropas de África.
La política bipartidista de USA ha sido hasta ahora la de armar a los africanos, y mantener el continente hambriento, enfermo, desesperadamente pobre y en permanente guerra consigo mismo. Gracias a esta política, consistente en inundar el continente africano con armas, el precio de un AK-47 es menor en África que en cualquier otro lugar en el mundo.
En los nueve países en los que hay actualmente conflictos armados, el armamento y entrenamiento proporcionado por los EEUU son un factor clave (el articulo original no dice clave, solo factor). En la guerra civil en Etiopía, en la invasión de Somalia por parte de Etiopía, en el Chad, en Marruecos y el Sáhara Occidental, en Sudán, en la continua guerra civil en Argelia y, por supuesto, en el holocausto del Congo (que ha causado, siendo conservador en las cifras, seis millones de muertos desde 1.996; la mayor mortandad en un conflicto desde la II Guerra Mundial). EEUU ha equipado, entrenado y ofrecido apoyo logístico a cada uno de los ejércitos nacionales que han invadido y ocupado regiones del Congo, Kenia, Uganda, Ruanda, Burundi, Angola e, incluso, Namibia. Las armas estadounidenses están también en manos de bandas no gubernamentales y ejércitos privados que asolan y despueblan regiones enteras para facilitar la extracción del coltan para nuestros móviles y ordenadores, el titanio para nuestros aviones y el uranio para nuestras centrales.
Esta política no beneficia a los africanos. La inauguración de AFRICOM, el cuartel general de las tropas estadounidenses en el continente africano, fue recibida con una condena y desdén generalizados por las gentes de a pie en todo el continente, así como por sus gobiernos. Los africanos no quieren ni las armas, ni la intervención ni las bases norteamericanas.
Esta oposición a la presencia militar de EEUU fue la razón de que Bush no pusiera el pie en el país más poblado del continente, Nigeria, o en Sudáfrica durante su reciente visita, y fue también el motivo de que pasara unas pocas horas en Kenia, Tanzania y Burundi. Ningún gobierno africano se ha enfrentado a la ira de su pueblo solicitando albergar AFRICOM. Pero el anillo de bases estadounidenses desde Mombasa a Djibouti en el este hasta Angola y el golfo de Guinea en el oeste, sigue creciendo. Las fuerzas norteamericanas bombardean de manera regular Somalia en apoyo a la invasión por parte de Etiopia.
La élite de la política exterior de EEUU, es decir, sus empresas multinacionales, el Pentágono y su constelación de proveedores militares y contratistas mercenarios saben muy bien lo que quieren. Quieren el coltan, el petróleo, el oro y los diamantes. Quieren privatizar cualquier recurso social o gubernamental, incluido el suministro de agua. Quieren obligar a los agricultores a usar sus semillas genéticamente modificadas y cobrarles luego royalties por esas plantas «patentadas». Quieren impedir a los gobiernos africanos usar sus recursos en infraestructuras de educación y sanitarias, en ayudas alimentarias, en políticas de crecimiento de empleo o en promover economías propias solventes. Y también quieren que África siga siendo un infierno devastado por la guerra, porque es bueno para los negocios. Sí no eres todavía un «estado fallido», ellos te harán serlo.
Por otra parte, saben también que quieren para ellos mismos. Son observadores familiarizados con la escena política estadounidense, y son bien conscientes de que el próximo presidente puede ser un hombre con lazos más directos con África que la mayoría de nosotros. Los africanos esperan que el pueblo americano, especialmente los afroamericanos den voz y apoyen sus demandas de que EEUU se guarde sus bases, su «asistencia» militar y sus armas para su propio país. ¿Durante cuanto tiempo tendrán que esperar?
*Jesus Maria y Mariola Garcia Pedrajas son colaboradores de Rebelión. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.
Noticia original
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