La comunidad mundial contra el cambio climático se reunió en Madrid del 2 al 13 de diciembre de 2019 para la 25 Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), con la intención de negociar planes más ambiciosos para limitar el calentamiento global a 1,5°C, según […]
La comunidad mundial contra el cambio climático se reunió en Madrid del 2 al 13 de diciembre de 2019 para la 25 Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), con la intención de negociar planes más ambiciosos para limitar el calentamiento global a 1,5°C, según el Acuerdo de París, ya que existe un creciente convencimiento de que el mundo no está en camino de cumplir sus objetivos para abordar el cambio climático. Hoy en día, la ciencia es inequívoca en la urgencia de actuar, tanto a nivel global como nacional, pero sus avisos parecen no estar siendo tomados lo suficientemente en serio por las diferentes partes. Como se ha visto a lo largo de los días que duró la COP25, conforme los gobiernos buscan formas de enfrentarse al problema, se encuentran con un panorama geopolítico inestable plagado de disturbios populares a la vez que con los efectos dañinos de un clima cambiante que les ha impedido tomar decisiones más drásticas. Los gobiernos no han sido capaces de responder a la emergencia de la crisis climática ya que las conversaciones fueron víctimas de grandes diferencias entre países difíciles de resolver.
Los observadores de la cumbre en Madrid sostienen que los países del G20, especialmente los Estados Unidos (EE.UU.), Brasil, Australia, Arabia Saudita, y las principales compañías de petróleo, gas y carbón fueron responsables de socavar la ambición climática y bloquear el progreso para una mejor respuesta a este desafío global. Por otro lado, Canadá, Japón, China e India también fueron criticados por su autocomplacencia, ya que no fueron capaces de apoyar a las naciones vulnerables frente a los impactos brutales del clima y sólo presionaron por una respuesta colectiva más sólida en 2020. Los negociadores no lograron alcanzar un resultado en los mercados de carbono. En las horas finales de las negociaciones, más de 30 gobiernos se unieron a los Principios de San José en un esfuerzo por preservar la integridad de las reglas del mercado de carbono y evitar lagunas y la capacidad de doble conteo de créditos de carbono.
En 2018, China fue el principal emisor mundial de gases de efecto invernadero (GHG por sus siglas en inglés) aunque, desde una perspectiva histórica, el estado de China como principal emisor del mundo es relativamente reciente. Durante la mayor parte de los siglos XIX y XX, las emisiones chinas fueron modestas. Fue a principios de este siglo cuando la economía china se disparó y las emisiones de GHG comenzaron a incrementarse, superando a las de los EE.UU. alrededor de 2006. Las emisiones acumuladas de dióxido de carbono, que permanece en la atmósfera durante muchos años una vez emitido, desde el comienzo de la Revolución Industrial son, sin embargo, aproximadamente la mitad de las de los EE.UU. Los líderes de China han declarado que el impacto del cambio climático plantea un gran desafío para la supervivencia y el desarrollo de la raza humana y que China es uno de los países más vulnerables. El gobierno chino ha adoptado objetivos a corto y medio plazo para limitar las emisiones de GHG y un amplio conjunto de políticas que contribuyen a alcanzar esos objetivos. Esas políticas están formadas en parte por otros objetivos, como promover el crecimiento económico, reducir la contaminación del aire local y desarrollar industrias estratégicas.
Hace solo tres años, el presidente Xi Jinping anunció en el XIX Pleno del Partido Comunista que China debe ser un «portador de la antorcha» en la reducción del cambio climático e hizo de la lucha contra la contaminación una de sus tres principales prioridades para su segundo mandato. Según el Consejero Delegado de ENEL, Francesco Starace, China se encuentra posicionada para podernos dar una lección, ya que considera que el gigante asiático ha asumido tales compromisos con el clima que ahora está en condiciones «de decirnos al resto de países qué hacer, ya que el país asiático ha dado pasos muy importantes en los compromisos contra el cambio climático». Asimismo, considera que Europa tiene una oportunidad de retomar el liderazgo que le pertenece ya que la administración federal de EE UU. actualmente se resiste a ello al solicitar su retirada del Acuerdo de París.
Sin embargo, parece que el interés de China en liderar la lucha por el cambio climático está disminuyendo a medida que su economía se desacelera. Esto, combinado con la guerra comercial en curso con los EE.UU., así como con la retirada de la Administración Trump del Acuerdo de París, que tendrá efecto definitivo en noviembre de 2020, hace que los incentivos para que China lidere en esta batalla global se reduzcan drásticamente.
Para China, el cambio climático no sólo es un problema ambiental, sino también, y más importante, un problema de desarrollo. Considera que el país solo puede avanzar en sus esfuerzos para abordar el cambio climático en el curso de un desarrollo sostenible y de enfrentarse al desafío a través del desarrollo común de todos los países, teniendo en cuenta sus circunstancias nacionales básicas y las características de su etapa de desarrollo. Según la Segunda Comunicación Nacional sobre Cambio Climático de la República Popular de China, China intensificará sus esfuerzos para dar forma a los conceptos de desarrollo verde y bajo en carbono, para acelerar el ritmo hacia un modelo de producción y un patrón de consumo respetuosos con el medio ambiente y que ahorren recursos. El gobierno chino continuará cumpliendo sus propias obligaciones en virtud de la Convención, siguiendo el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas, tomando una serie de políticas, medidas y acciones específicas efectivas, para lograr los objetivos de acción en gases de efecto invernadero, para participar activamente en las negociaciones internacionales, para acelerar el establecimiento de un sistema internacional justo y plausible en respuesta al cambio climático, para mejorar los intercambios y diálogos internacionales sobre políticas estratégicas en el campo del cambio climático, para llevar a cabo una cooperación práctica en ciencia investigación, I + D tecnológica, desarrollo de capacidades y en otros aspectos, para facilitar la creación de una plataforma cooperativa internacional y un sistema de gestión para la transferencia financiera y tecnológica, y hacer una nueva contribución a la protección del clima global.
Actualmente, China es responsable de un tercio de las turbinas eólicas y paneles solares en el mundo, y sus inversiones han tenido el efecto de reducir el precio global de las tecnologías solares y eólicas en casi tres cuartos en la última década. Estos esfuerzos han permitido a China reducir la proporción de carbón en su combinación energética general del 80 por ciento al 60 por ciento. También ha incorporado la electricidad a un ritmo sorprendente y ahora tiene casi la mitad de los vehículos eléctricos del mundo, la mitad de la infraestructura de carga del mundo y el 99 por ciento de los autobuses eléctricos del mundo. Ha reducido el costo de las baterías de los vehículos eléctricos en dos tercios en solo cinco años, hasta el punto en que los vehículos eléctricos pueden llegar a ser competitivos con sus automóviles de gasolina. China ha instalado más capacidad renovable que cualquier otro país del mundo
China está siendo criticada por está contribuyendo a incrementar las emisiones fuera de sus fronteras exportando equipos de carbón y financiando directamente plantas de carbón en el extranjero a través de la iniciativa «Una Franja una Ruta» (Belt and Road Initiative, BRI). Por ello, en abril de 2019 se lanzó oficialmente una coalición dedicada a integrar las consideraciones económicas, sociales y ambientales en la BRI. Más de 100 instituciones asociadas internacionales y chinas están incluidas en esta Coalición Internacional para el Desarrollo Verde (BRI International Green Development Coalition, BRIGC), siendo el Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible (IISD) un socio líder. La BRIGC es una red internacional abierta, inclusiva y voluntaria que tiene como objetivo incorporar el desarrollo verde en la BRI, promover el consenso internacional y las acciones colectivas sobre el desarrollo verde e implementar los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030. BRIGC proporcionará plataformas para el diálogo y comunicación de políticas, conocimiento e información, intercambio y transferencia de tecnología verde. En mayo de 2019, BRIGC tenia ya más de 130 socios, incluidos los departamentos de medio ambiente de 25 países (Angola, Armenia, Camboya, Cuba, Estonia, Etiopía, Finlandia, Gambia, Guatemala, Irán, Israel, Italia, Kenia, Laos, Maldivas, Mauricio, Mongolia, Myanmar, Níger, Pakistán, Rusia, Singapur, Eslovaquia, Togo y Emiratos Árabes Unidos), organizaciones internacionales (incluido el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial y la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa), instituciones de investigación y empresas.
China ha señalado, pues, la importancia que da a lucha contra el cambio climático y ha destacado la necesidad de la cooperación mediante los mecanismos bilaterales y multilaterales existentes y de hecho, apuesta por la creación de «un gobierno climático mundial». Considera la necesidad de oponerse a las formas de unilateralismo, incluido el proteccionismo comercial y de trabajar de forma concertada contra el cambio climático. Mientras Washington ha dado un paso atrás en la lucha contra el cambio climático, la diplomacia climática de China incluye trabajar con estados individuales de EE. UU., un grupo que ahora incluye 24 estados y Puerto Rico y que representan el 40 por ciento de las emisiones de EE. UU.
En la COP25, casi 200 países estuvieron luchando por llegar a un acuerdo, hasta tal punto de prolongarse las conversaciones y discusiones dos días más de lo establecido. China lideró un grupo de cuatro grandes economías en desarrollo para atacar los «desequilibrios en las negociaciones», pidiendo a las naciones más ricas que proporcionen más fondos para afrontar la crisis ambiental. La declaración conjunta de China, Brasil, Sudáfrica e India puso al descubierto diferencias importantes en las normas de financiación y de los mercados de carbono entre los países más y menos desarrollados. Sostuvieron que los cuatro países «ya han establecido políticas climáticas y contribuciones que reflejan nuestra mayor ambición posible, más allá de nuestras responsabilidades históricas» y que «El momento de actuar es ahora, y no el año próximo o después». Zhao Yingmin, que encabezaba la delegación china, afirmó que los países desarrollados «deberían proporcionar un nuevo apoyo adicional basado en fondos públicos … cuya fortaleza debería corresponder con el nivel de esfuerzos de los países en desarrollo». Según los cuatro países, los compromisos asumidos por las naciones desarrolladas en el período anterior a 2020 «deben cumplirse» a pesar de la retirada de los EE. UU. porque son esenciales para «construir la base para la confianza y la ambición mutuas en el período posterior a 2020».
A pesar de la falta de resultados satisfactorios tras la COP25, todo esto brinda una enorme oportunidad para que China, la mayor economía y emisor de carbono, cumpla con su retórica y anuncie nuevas medidas concretas hacia una reducción significativa de las emisiones. Podría dar más pasos para convertirse en un líder mundial contra el cambio climático, aunque sean difíciles de dar en medio de la guerra comercial con los Estados Unidos y de la desaceleración de su economía.
Así, China podría reforzar su responsabilidad a nivel interno ya que parece estar en camino de cumplir o superar la mayoría de sus compromisos en virtud del Acuerdo de París, elevar el nivel de ambición de los mismos y establecer una nueva visión a largo plazo. Asimismo, China debería elevar los estándares para sus inversiones en infraestructuras a nivel internacional, a lo largo de la BRI y cumplir con sus compromisos de emisiones de carbono. Debería usar su posición de liderazgo en foros multilaterales como la BRIGC para proporcionar asistencia técnica clave e incentivos para mejorar los estándares verdes. Finalmente, China debería hacer crecer su cartera de finanzas verdes, aún siendo el segundo mayor emisor de bonos verdes, para hacer su sistema financiero más ecológico y mejorar la reputación de la inversión en la BRI. China debe mirar más allá, a través de nuevas iniciativas o grupos de trabajo y debe elevar la ambición de sus objetivos y mantener a sus empresas y países a lo largo de la BRI con fuertes estándares ambientales, en lugar de encerrarlos en emisiones de energía pesada inconsistentes con un planeta habitable y un futuro sostenible.
Las conversaciones sobre el clima en Madrid han finalizado con un acuerdo parcial para pedir a los países que presenten objetivos más ambiciosos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a fin de cumplir con los términos del Acuerdo de París de 2015. Pocos países asistieron a las conversaciones de este año con planes actualizados para alcanzar los objetivos de París, aunque la Unión Europea (UE) finalmente acordó su objetivo a largo plazo de alcanzar cero emisiones netas en 2050. Los expertos dicen que se necesitan recortes de emisiones más ambiciosos a nivel mundial si se cumple el compromiso de París de mantener el calentamiento global a no más de 2ºC. La UE lanzó un acuerdo ecológico que establece su propia ambición de hacer de Europa un «continente neutral para el clima» para 2050, definido como no agregar gases de efecto invernadero a la atmósfera más allá de lo que puede ser absorbido. Asimismo, trató de desempeñar su papel de constructor de puentes entre los países en desarrollo y países desarrollados.
Los países en desarrollo esperan recibir asistencia financiera para los estragos a los que se enfrentan por el colapso climático. Se culpó a los Estados Unidos por negarse a aceptar las demandas de los países en desarrollo bajo lo que se conoce en la ONU como el Mecanismo Internacional de Varsovia (WIM). Sin embargo, un funcionario del Departamento de Estado de los EE.UU. en desacuerdo afirmó que: «El gobierno de los Estados Unidos es el mayor donante humanitario del mundo» y que «el WIM debe ser un espacio constructivo para catalizar la acción en la amplia gama de problemas de pérdidas y daños» ya que «una conversación divisiva sobre culpa y responsabilidad no ayuda a nadie».
Los resultados tan mediocres de la COP25 hacen ver que se necesitará un gran impulso diplomático y una mayor alianza de liderazgo para lograr resultados sustanciales en la COP26 que se celebrará en Glasgow en noviembre de 2020. Sería de gran importancia que China, con su elevada capacidad tecnológica y actualmente el mayor emisor mundial de GHG, diera de nuevo los pasos para abanderar junto a Europa la lucha contra el cambio climático tras el hueco dejado por los EE.UU. Los avisos de la comunidad científica ante lo que se considera un punto de no retorno en el cambio climático siguen presentes. Es un desafío la modificación del modelo económico para convertirlo en verde, circular y sostenible y financiar la transición a una economía baja en carbono. Se destruirán muchos puestos de trabajo y se crearán otros con la consecuente inestabilidad social que ello conllevará, pero es algo que deberán afrontar los países si no se desea que nuestro mundo deje de ser el que conocemos. Nunca antes ha sido más acuciante la necesidad de consolidar un liderazgo para lograr soluciones tangibles para frenar el cambio climático.
Rosa María Rodrigo Calvo es licenciada en Estudios de Asia oriental y Máster en China contemporánea y Relaciones Internacionales