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El complejo militar-industrial de EE.UU. en Iraq

Estados Unidos abierto a los negocios en Iraq

Fuentes: TomDispatch

Traducido del inglés para Rebelión por Carlos Riba García


Introducción de Tom Engelhardt

Llamadla como queráis -la Tercera Guerra de Iraq, la guerra contra el ISIS, la nueva guerra siria-; cada día ha estado en los titulares de las noticias de este país en la segunda mitad del año pasado: los sorprendentes avances del Estado Islámico (EI); su recientemente proclamado «califato»; el colapso del ejército iraquí; la vasta campaña de bombardeos de la administración Obama que, según se ha dicho, podría durar años y años; el despliegue de miles de asesores estadounidenses. Todo esto y más ha sido presentado por los medios como parte de un relato sobre la Mayor Amenaza de la Historia, al menos en este momento, y todas fueron Noticias (con «N» mayúscula), siempre).

Eso fue entonces, esto es ahora. A pesar de los sucesos de pesadilla vividos en París, lo dicho por Amedy Coulibaly acerca de que los asesinatos que él perpetraba en un supermercado kosher eran en apoyo del EI y la posterior alarma por un ataque de un «lobo solitario» inspirado por el ISIS en Estados Unidos, las acciones del movimiento en Siria e Iraq y la guerra en su contra parecen no ser ya el centro de la noticia. Sin embargo, he aquí lo extraño: prácticamente nada ha cambiado. Fijaos en Kobani, la ciudad en la frontera turca donde los resistentes kurdos no han cedido terreno frente a los militantes del EI, mientras los estadounidenses bombardeaban las zonas aledañas. Cuando 2014 terminaba, Kobani era la noticia más importante de los telediarios de cada día (con corresponsales cruzando la frontera a escondidas para mostrarnos todo lo que pasaba ahí dentro). ¿Cuándo fue la última vez que habéis visto un reportaje como esos? Sin embargo, la batalla y el bombardeo por Kobani no han acabado; de haber sido así lo habríais sabido.

En cierto sentido, desde el punto de vista de la administración Obama, todo funciona a las mil maravillas. En los meses de titulares en grandes caracteres, un asombroso 70 por ciento de estadounidenses estaban convencidos de que el Estado Islámico era «la principal amenaza para los intereses de EEUU» en el mundo. En otras palabras, el apoyo para cualquier otra guerra interminable en Oriente Medio ya estaba garantizado cuando, en el final de 2014, el EI cedía su lugar al abrazo de Chris Christie en Dallas; al lanzamiento de la candidatura de Jef Bush en la campaña electoral de 2016; a la indirecta de Mitt Romney («Quiero ser presidente») de que se convertiría en el Harold Stassen de nuestra época; al frío de congelarse en todo EEUU y las consiguientes enormes «reacciones en cadena» de los choques múltiples en las autopistas; y, por supuesto, los asesinatos en París que dejaron petrificado a todo el mundo (aunque al mismo tiempo que las sin duda más horrorosas matanzas desde Yemen a Nigeria fueran mayormente ignoradas).

Mientras tanto, el nuevo Estado Islámico, con sus avances visiblemente detenidos, pasa apuros para gobernar a varios millones de personas y se enfrenta -en su condición del más nuevo miniestado petrolero- con al caída en picado de los precios del crudo y un agujero en sus finanzas. La oposición «moderada» siria, a la cual EEUU certifica regularmente su lealtad, continúa recorriendo el camino de la extinción. Iraq sigue acuciado por los problemas, y repleto de muertos y refugiados. Y sobre todo, sin haber aprendido nada de los esfuerzos anteriores, Washington sigue enzarzado en el más asombroso déjà-vu de los últimos tiempos. Emplea su poder aéreo en importantes operaciones y proclama, de un modo ya acostumbrado, la sorprendente precisión de sus bombas y misiles, mientras empiezan a conocerse los primeros recuentos de víctimas civiles. Apoya a un gobierno shií en Bagdad, mientras las milicias shiíes «limpian» las ciudades y aldeas sunníes; intenta reunir a los sunníes mediante un nuevo plan de formación de una «guardia nacional» que tiene todo el sospechoso aspecto del añejo Despertar de Anbar; y, sobre todo, algunos de los mismos militares estadounidenses, que con un costo de 25.000 millones o más de dólares, adiestraron una vez al ejército iraquí, están volviendo a hacer todo de nuevo, tratando de infundir en los soldados de Bagdad la tan elusiva «moral de combate».

El estar allí y el hacer eso no impide que Washington haga planes de guerra. Siempre se le puede encontrar el lado positivo a todo esto. Tal como señala hoy Peter Van Buren, denunciante * del Departamento de Estado y autor de We Meant Well: How I Helped Lose the Battle for the Hearts and Minds of the Iraqi People, por mal que puedan parecer las cosas en Irak, no todo el mundo las ve así, al menos si usted es un importante contratista de la defensa.

* * *

Oiga… ¿Quiere comprar un tanque M1?

La actual guerra estadounidense en Iraq es una lucha en búsqueda de un objetivo. Comenzó en agosto como una misión humanitaria, se transformó en una campaña para proteger a los estadounidenses que viven en Iraq, se convirtió después en un plan pata defender a los kurdos, luego pasó a ser la gran Cruzada para derrotar al nuevo Estado Islámico (EI, aka ISIS, aka ISIL), y después… bueno, algo que sucede en Siria que ya se verá otro día qué es.

De momento, se dice que la Tercera Guerra de Iraq es en parte una campaña de bombardeo y en parte el adiestramiento del colapsado ejército creado para la Segunda Guerra de Iraq por los militares estadounidenses, todo ello en medio del miasma de la cobertura de los medios de la corriente dominante. Las tropas estadounidenses andan de puntillas al borde del combate (si se supone que no se cuentan «como combates» las operaciones defensivas, los ataques con morteros ni los disparos desde tierra a los helicópteros en vuelo), aunque actúan como si fueran arqueólogos del pasado guerrero de Estados Unidos, explorando las ruinas de las abandonadas bases estadounidenses. En el ínterin, las milicias shiíes aprovechan el conflicto para hacer «limpieza étnica» en detrimento de los sunníes e Irán se ha convertido en un actor cada vez más importante en los asuntos iraquíes. Los temas clave de la anterior ocupación estadounidense del país -la corrupción, la falta de representatividad del gobierno, la distribución de la renta del petróleo- continúan mayormente sin haber sido resueltos. En la ciudad de Kobani, en la frontera turca, los kurdos continúan «ganando» en su lucha contra los militantes del EI sin haber «ganado».

Entre tanto, hoy el llamado a unirse de Washington parece ser «¡Esperad a la ofensiva de primavera!». La traducción de esto es: esperad a que el ejército iraquí tenga bastantes hombres armados y adiestrados por EEUU para que entren en acción en Mosul. Por supuesto, esta ciudad -la segunda del país- continúa bajo el dominio del nuevo «califato» proclamado por el jefe del Estado Islámico, Abu Bakr al-Baghdadi. Obviamente, no se trata de algo muy motivador.

Es imposible conseguir una victoria si no tienes idea de dónde está la línea de meta. Pero la situación, mire como se mire, tiene su lado bueno. Si no es posible crear una Victoria para una futura celebración con desfile, al menos es posible sacar algún provecho de la desintegración reinante allí.

El equipo de venta de armas de Estados Unidos

En medio de las vacaciones de diciembre, la fuente de noticias que es la agencia de Cooperación en Seguridad y Defensa de Estados Unidos (DSCA, por sus siglas en inglés) notificó muy discretamente al Congreso acerca de varios contratos pendientes sobre ventas de armas a Iraq. El DSCA es la oficina del Pentágono responsable de coordinar los contratos de armamento entre los contratistas estadounidenses y los compradores extranjeros.

Antes de que esos miles de soldados que no contaban como «botas sobre el terreno» comenzaran a regresar a Iraq el año pasado, el personal de la DSCA representaba una parte importante del personal militar que todavía seguía allí. De hecho, la presencia de integrantes de la DSCA es común en las embajadas de EEUU. Esto no tiene nada de sorprendente si se piensa que la venta de armamento y otros tipos de equipo bélico es un gran negocio para un sector de empresas estadounidenses y que al gobierno de Estados Unidos le encanta ayudar. De hecho, incluso existe un manual para guiar a gobiernos extranjeros en el proceso de compra.

La DSCA funciona bajo una declaración institucional que dice que «Estados Unidos puede vender artículos y servicios de defensa a países extranjeros y organizaciones internacionales cuando el presidente estime que haciéndolo reforzará la seguridad de EEUU y promoverá la paz mundial». Mientras el Pentágono realiza el trabajo pesado, las recomendaciones reales a partir de las cuales los países pueden comprar equipo estadounidense las hace la secretaría de estado; el Congreso se encarga de estampar el sello.

Para aquellos países que no pueden permitirse la compra de armamento estadounidense, Washington tiene planeado un programa de financiación militar extranjera que allana el camino para que el gobierno de EEUU pague las armas destinadas a otros países -por supuesto, solo para «promover la paz»- utilizando dinero del contribuyente, que luego es derivado hacia las manos del complejo militar-industrial.

La lista de la compra de Iraq

Esto es parte de lo que ahora mismo Estados Unidos está a punto de vender a Iraq:

* 175 tanques Abrams M1A1;

* 15 vehículos Hércules de recuperación de carros de combate (no puedes tener un tanque si no tienes el camión que lo remolque);

* 55.000 balas de cañón para los tanques (la munición necesaria para conseguir el mayor estrépito con tus dólares)

¿Que cuánto costará todo este poder de fuego? Apenas un poco menos de 3.000 millones de dólares.

Tened presente que, tratándose de carros de combate, las mencionadas aquí no son más que las más recientes propuestas de venta. En julio, por ejemplo, General Dynamics firmó un contrato por 65.300.000 dólares para confirmar el programa iraquí ya existente de tanques Abrams M1A1. En octubre, Estados Unidos aprobó la venta a ese país de munición para los carros M1 por un monto de 600 millones de dólares. También ha habido ventas de todo tipo de armas que iban desde los Humvees (579 millones), obuses y camiones (600 millones), hasta los misiles Hellfire (700 millones). Aún hay muchos otros ejemplos. Los negocios van bien.

Es indudable que el colapso del ejército iraquí y el abandono de montañas de armas estadounidenses -incluyendo al menos 40 tanques M1- para armar a las fuerzas del EI, ha ayudado en la creación de esta nueva oportunidad de negocio para los fabricantes de armamento como General Dynamics, el flujo del dinero en Iraq puede dibujarse fácilmente desde la ocupación de ese país por parte de Estados Unidos. La base operativa de avanzada Hammer, donde la soldado Chelsea Manning (recogiendo los cables del Departamento de Estado) y quien escribe (supervisando los trabajos de reconstrucción del departamento de estado) vivimos durante más o menos un año, fue construida enfrente del campo de tiro de Besmaya. Ese campo de prueba fue pensado por EEUU no solo para probar el fuego real de artillería sino también -adivinadlo- de los tanques M1. Debía formar parte del conducto por el que se mantendría eternamente la circulación hacia Iraq de un sistema de armas muy caro. En 2011, mientras las tropas estadounidenses abandonaban el país, ambas instalaciones fueron «regaladas» a los iraquíes para que sirvieran como bases logísticas para entrenamiento de tripulaciones de M1 y la reparación de los carros de combate vendidos por Estados Unidos.

Mientras escribo esto, contratistas estadounidenses todavía viven de lo que queda de Hammer, ayudando a que el ejército iraquí pueda utilizar cualquier tanque M1 que no haya entregado al Estado Islámico. En la página web de un contratista, un «balance trabajo/vida» del empleo en la base obtiene un aceptable «3,5 estrellas» para quienes trabajan en ella, e incluso un instructor estadounidense elogia el hecho de que el trabajo empieza y acaba antes de que el sol caliente demasiado (aunque hay otro que se queja de que los únicos lavabos disponibles son unas bacinillas).

Por supuesto, la nueva venta de tanques a Iraq hará que Besmaya continúe funcionando; es significativo que Motley Fool, un sitio web de asesoramiento para inversores brinde esta información: «En relación con General Dynamics, hay algo más que ventas inmediatas y ganancias. Actualmente, el ejército de EEUU tiene todos los tanques M1A1 que necesita… El año pasado, General Dynamics presionó con éxito al Congreso y consiguió 120 millones de dólares para mejorar los carros de combate Abrams, lo que ha permitido que la fábrica permaneciera parcialmente abierta (y evitara tener que pagar el costo de recomenzar la producción desde cero en una fecha futura). En 2012, una lógica similar fue la causa de que el Congreso gastara unos 180 millones de dólares en tanques, a pesar de que el comandante en jefe del ejército, general Ray Odierno, dijo en su momento a los legisladores: ‘… estos son tanques adicionales, que nosotros no necesitamos’. Afortunadamente para General Dynamics, Iraq sí necesita carros de combate. Con el reciente ritmo de producción de la planta Lima, de 10 tanques por mes, la orden de compra de Iraq mantendrá funcionando bien el negocio de los tanques de General Dynamics en 2016».

¿Le gustaría tener la garantía extendida?

Los iraquíes tienen un dicho: «La alfombra nunca se vende». Su significado es que siempre se puede obtener más dinero en cualquier transacción. Seguramente, General Dynamics estaría de acuerdo. Sorprendentemente, la venta de armas funciona como la de aparatos electrónicos (y la de alfombras iraquíes). ¿Quiere la garantía extendida para su nuevo smartphone? ¿Una batería más? ¿Unos accesorios? ¿Un seguro contra perdida o avería? De pronto, el costo de vuestro teléfono se duplica.

Lo mismo pasa con los tanques. El M1 es una bestia muy complicada. Tendrás que pagar a General Dynamics para que un instructor enseñe a tus chicos cómo se manejan sus sistemas. Necesitarás muchas piezas de repuesto, sobre todo si vas a operar en el desierto. Y no pasará mucho tiempo antes de que quieras algunas mejoras; tal vez un hardware mejor o un motor más potente. En este momento, EEUU está trabajando en mejoras para la «guerra urbana» en los 140 M1 que los iraquíes están esperando. En el mundo de la defensa, a estos agregados post-venta se les conoce como la «cola». Cuanto más larga la cola, tanto mayores son los beneficios.

Por ejemplo, como parte del contrato de venta del nuevo carro de combate M1 está la disposición que establece que «unos cinco representantes del gobierno de Estados Unidos y 100 del contratista viajen a Iraq por un periodo de hasta cinco años para la entrega de los tanques, la prueba de sus sistemas, el mantenimiento y la instrucción de sus tripulantes». Esto no significará una erogación importante para General Dynamics, si se piensa que los cinco empleados del gobierno son una «propina» pagada por los contribuyentes estadounidenses.

Nada de lo dicho hasta aquí menciona el potencial de las ventas duplicadas. Después de todo, la mayor parte del armamento pesado el Estado Islámico proviene de lo que el ejército iraquí dejó abandonado o perdió de algún modo en su precipitada huída de las ciudades del norte del país. Y no olvidéis que cada tanque y cada proyectil que el EI extrae de ese inventario significa más negocio para General Dynamics y empresas similares. La verdad es que vender armas en ambos lados es un negocio inteligente.

Sin embargo, la fabricación de equipo pesado y de gran tamaño implica meses de trabajo. Por lo que incluso una orden de compra rápida firmada hoy no significa que el material llegará a tiempo para esa prometida ofensiva de primavera. Entonces, ¿por qué no comprar, o aceptar que te lo regalen, algo que ya tiene dueño y está a punto de ser entregado? Si tú eres el gobierno de Iraq, los militares estadounidenses se han adelantado a tus deseos.

Desde junio, Estados Unidos ha estado apilando en Shuaiba, un puerto kuwaití, enormes cantidades de equipo bélico retirado de Afganistan en preparación para su traslado -o al menos una parte del material- a Iraq a través de su frontera. En el depósito ya hay 3.100 vehículos, la mayor parte de ellos del tipo MRAP (a prueba de minas y emboscadas) omnipresentes en las guerras de EEUU. Los MRAP son útiles para proteger a los soldados de las bombas escondidas el lado de las carreteras, e incluso las de tipo EFP**, fabricadas en Irán, que mataron a tantos soldados estadounidenses en la segunda guerra de Iraq. Esto debe de pesar bastante en la mente de los iraquíes

Otra cosa que puede ayudar: en 2014, Estados Unidos ha donado 250 MRAP a Iraq; además, ha recibido armas diversas por 300 millones de dólares, que fueron entregadas sin cargo por el departamento de defensa. Y no olvidéis: incluidos en una ley ómnibus de gastos aprobada por el Congreso el mes pasado hay 1.200 millones de dólares destinados a adiestramiento y equipos futuros para Iraq. Y tampoco olvidéis todas esas bombas dejadas caer cada día en Iraq por la fuerza aérea de EEUU a un costo de 1.000 millones de dólares y cuyo stock debe ser mantenido continuamente.

¿Sirven los tanques para algo más que hacer negocios?

Para que el Congreso apruebe un contrato de venta de armas, el departamento de defensa debe certificar que «la venta propuesta de este equipo [y los correspondientes servicios al país comprador] no alterará el equilibrio de fuerzas en la región». Así es que los tanques con los que se combate al EI deben contar con certificación escrita de que no afectan a la situación en la región.

Independientemente de para qué necesitan los iraquíes lo carros de combate, el arduo esfuerzo estadounidense, de nueve años, en la segunda guerra de Iraq debería haber sido una lección de lo relativamente inútil que son las armas pesadas en la lucha urbana y de contrainsurgencia que es lo acostumbrado con un enemigo como el EI. De hecho, la logística necesaria para mantener un M1 en condiciones de combatir puede en realidad hacer más lento un avance; al mismo tiempo, esas bestias de acero son un blanco bastante fácil en una ciudad de Oriente Medio como Mosul.

Finalmente, dado el enérgico papel que Irán está desempeñando en la actual guerra de Iraq, es posible que algunos de esos M1 vayan a parar a territorio iraní. En otras palabras, podría ser que la tecnología militar de avanzada de EEUU cayera en manos de una gente capaz de aprovechar esa tecnología en sus propios tanques o de venderla en el mercado mundial. Parece que Bagdad ya está compartiendo otro armamento suministrado por Estados Unidos con las milicias shiíes -influenciadas por Irán-, entonces ¿por que no tanques?

Pongámoslo así: desde ningún punto de vista -excepto el de General Dinamics, el del Estado Islámico, o quizás el de Irán- cuadra esta venta de tanques.

Llama a tu hermano

Es relativamente fácil dar vueltas alrededor de expresiones como «complejo militar-industrial» e igual de fácil deslizarse desde ahí hacia algo que podría ser considerado como teoría conspirativa de «sangre a cambio de petróleo» sugerencia de que en la segunda guerra de Iraq lo esencial era el megacontratista Halliburton. Mientras el petróleo y Halliburton ciertamente formaron parte de los cálculos de esa pasada guerra, no contaban más que las pilas de dinero que General Dynamics está a punto de hacer vendiendo tanques que solo pueden importar de cara a la tercera guerra de Iraq.

Aun así, cuesta mucho ignorar la forma en que las empresas de la defensa se encuentran con una montaña de dinero en metálico proveniente de la venta de armamento a una gente que no lo necesita ni puede utilizarlo, unas ventas que en última instancia es probable que perjudiquen, en lugar de ayudar, los intereses geopolíticos de Estados Unidos. Tal vez, lo mejor sea ver los beneficios inmediatos que proporcionan esas ventas como apenas una parte de un proceso mucho más grande, uno que exige que EEUU tenga enemigos contra quienes lanzar cruzadas para asegurar la supervivencia del estado de la seguridad nacional.

Para semejante paradigma de «tiempos de guerra» solo es necesario que de tanto en tanto aparezcan unos nuevos «chicos malos». Se ha comprobado que esta es siempre una empresa fácil; la creación de «chicos malos» en todos nuestros conflictos y guerras anteriores parece haber sido una ayuda notablemente eficaz. De este modo, el Islam radical ha demostrado -con la ayuda de Washington- ser un valioso sucesor de la Unión Soviética, y en sí mismo una estupenda empresa para hacer dinero y propiciar la construcción de un monumental estado de la seguridad nacional.

Mientras la administración Obama continúe tropezando y trastabillando en su búsqueda de una estrategia política mágica para Iraq que le dé sentido a todo, los fabricantes de armas de Estados Unidos pueden esperar un munificente futuro. Mientras tanto. Washington envía más soldados al lugar para volver a hacer lo mismo por tercera vez en un Iraq hecho pedazos en el centro de una región fracturada: la garantía de más de lo mismo. En este sentido, en parte se podría decir que las fuerzas estadounidenses están allí para ayudar a promover las inversiones. Si alguien necesitaba un ejemplo de cómo funciona hoy el complejo industrial-militar, bien podría ser este. Cada error de Washington es un acicate para las futuras ventas de armas.

Por lo tanto, si tenéis dinero para invertir en General Dynamics, quizás es el momento de telefonear a vuestro agente de bolsa.

Notas:

* Denunciante; whistleblower, en inglés. Literalmente: «el que hace sonar el silbato». (N. del T.)

** Véase http://en.wikipedia.org/wiki/Explosively_formed_penetrator

Peter Van Buren hizo sonar su silbato en relación con el despilfarro y la mala administración del Departamento de Estado en su primer libro, We Meant Well: How I Helped Lose the Battle for the Hearts and Minds of the Iraqi People. Miembro regular de Tom Dispatch, Peter escribe sobre acontecimientos de actualidad en su blog WeMeantWell. Su nuevo libro es Ghosts of Tom Joad: A Story of the #99Percent.

Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/175943/tomgram%3A_peter_van_buren%2C_the_military-industrial_complex_in_iraq/#more