Caldo de cultivo es cuando permanezco enganchado a un videojuego intentando matar figuras virtuales. Según Newsweek, el videojuego más vendido en Estados Unidos en 2010 fue Grand Thief Auto 3 (El gran robo de coches 3). El jugador progresa más cuanto más crímenes comete. Si el jugador roba un coche y mata a un peatón, […]
Caldo de cultivo es cuando permanezco enganchado a un videojuego intentando matar figuras virtuales. Según Newsweek, el videojuego más vendido en Estados Unidos en 2010 fue Grand Thief Auto 3 (El gran robo de coches 3). El jugador progresa más cuanto más crímenes comete. Si el jugador roba un coche y mata a un peatón, la policía lo perseguirá. Si dispara al policía, aparece el FBI. Si asesina al agente federal, entran en escena los militares…
Caldo de cultivo es cuando mi hermano lucha en Afganistán, así como mi padre lo hizo en Irak y mi abuelo en Vietnam.
Caldo de cultivo es entrar, a los 23 años, en una tienda y comprar, sin el menor trámite burocrático, una pistola Glock 9mm y un cargador extra que me permite disparar 33 tiros seguidos sin necesitad de rastrillar, como hizo Jared Lee Loughner, en Tucson (Arizona), el sábado, 8/1, matando a 6 personas, entre ellas al juez federal John M. Roll, e hiriendo gravemente a varias, incluida la diputada demócrata Gabrielle Giffords.
Los Estados Unidos están en un impasse. La elección de un presidente negro con un discurso progresista no ha sido asimilada por amplios sectores racistas y conservadores. Esto ha dado origen al más reciente caldo de cultivo fascista: el Tea Party, liderado por Sarah Palin, ex-gobernadora del Alaska y candidata a vicepresidenta por el Partido Republicano en 2008.
El movimiento Tea Party se sitúa a la derecha del Partido Republicano. Para sus adeptos, las libertades individuales están por encima de los derechos colectivos. Aunque muchos estén contra la guerra, ellos coinciden con los ultramontanos al reprobar la unión de los homosexuales y la legalización de los inmigrantes, y defender la abstinencia sexual como el mejor preservativo frente al riesgo del SIDA.
Obama es una decepción para muchos de sus electores. En las elecciones legislativas de noviembre, la abstención entre jóvenes, negros y latinos que votaron por él fue alta. No parece saber lidiar con la crisis económica que afecta al país desde 2008. Muchos perdieron sus casas debido al estallido de la burbuja especulativa; 8,5 millones de trabajadores se quedaron sin empleo y 8 millones carecen de seguro de desempleo. El propio gobierno admite que en 2012 la tasa de desempleo rebasará el 8%.
Pese a su Nobel de la Paz, Obama no puso fin a las guerras en Irak y en Afganistán; no redujo la amenaza terrorista; no avanzó en la cuestión ambiental; no mejoró las relaciones con Cuba; no reformó el proyecto de ley de inmigración; y no tiene seguridad de que su reforma de la salud será aceptada por el actual Congreso.
Hoy, los Estados Unidos están más a la derecha de la que estaba en la elección de Obama. En el pleito de noviembre, el Partido Republicano avanzó 63 sillas. Ahora, son 242 diputados republicanos y 193 demócratas.
Obama se siente acorralado. No es atrevido como Roosevelt ni reformador como Kennedy. Ya cedió ante los republicanos al incumplir su promesa de campaña y anunciar, el 6 de diciembre, la prórroga de los privilegios tributarios a los más ricos, herencia de la era Bush. Dio un regalo de navidad de US$ 400 mil millones a la élite usamericana. Y redujo del 6,2% al 4,2% el impuesto recaudado en la declaración del impuesto a la renta y destinado a financiar la Seguridad Social, ahora con menos US$ 120 mil millones.
Y el Senado, donde los demócratas mantienen mayoría, no dio paso, el 18 de diciembre, a la legalización de 11 millones de indocumentados que viven en Estados Unidos.
La democracia queda aún más amenazada desde que la Suprema Corte, hace un año, dio luz verde para las grandes corporaciones financieras engrosen la caja dos de las campañas electorales. Se estima que en las elecciones de noviembre, los republicanos recolectaron US$ 190 millones, y los demócratas la mitad. Y la pandilla de la privatización de la salud contribuyó con US$ 86,2 millones para intentar boicotear la reforma propuesta por Obama al sector. En suma, el modelo usamericano de democracia es rehén del dinero.
El nuevo Congreso va a golpear fuerte en la tecla del recorte de gastos del gobierno. Eso significa, en un país en crisis, reducir los servicios sociales y multiplicar la exclusión social y la criminalidad. Incluyendo la de los fanáticos como Loughner, convencidos de que las cabezas que no piensan como las de ellos merecen una sola cosa: bala. (Traducción: J.L.Burguet, revisión ALAI)
Fuente: http://alainet.org/active/43746