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Estados Unidos, Uganda y la guerra contra el terrorismo

Fuentes: Umoya

El Sargento Primero del Ejército de Estados Unidos Mullin, II, Fuerza Combinada de Operaciones Conjuntas – Cuerno de África, marcha junto a soldados de las Fuerzas de Defensa del Pueblo de Uganda en una ceremonia de graduación en Folkasenyi (Uganda) el 16 de mayo de 2008. Los militares ugandeses acababan de completar un curso de […]

El Sargento Primero del Ejército de Estados Unidos Mullin, II, Fuerza Combinada de Operaciones Conjuntas – Cuerno de África, marcha junto a soldados de las Fuerzas de Defensa del Pueblo de Uganda en una ceremonia de graduación en Folkasenyi (Uganda) el 16 de mayo de 2008. Los militares ugandeses acababan de completar un curso de 16 semanas sobre antiterrorismo, en el que desarrollaron capacidades básicas de infantería y adquirieron técnicas de lucha contra el terrorismo. (Fotografía tomada por la Sargento Técnico Kati Garcia, de las Fuerzas Aéreas estadounidenses)

Una reseña literaria

El nuevo libro de Helen Epstein, Another Fine Mess: America, Uganda, and the War on Terror (en español, «Otro buen lío: Estados Unidos, Uganda y la guerra contra el terrorismo»), relata de manera detallada y fascinante multitud de acontecimientos de la historia y la política de Uganda y de otras naciones vecinas. Conozco gran parte de estos hechos, pero también hay mucho que no sabía, algunas partes con las que no estoy de acuerdo, y explicaciones o diferentes interpretaciones de lo que había leído o escuchado antes. Por ejemplo, Epstein señala que la hostilidad contra la homosexualidad, ampliamente difundida en Uganda, se remonta al Kabaka (rey) Mwanga de Buganda, que fue atacado por su bisexualidad. Mwanga ascendió al poder en 1884, a los 18 años, justo cuando los misioneros cristianos comenzaban a convertir a sus súbditos, antes de que el capitán británico Frederick Lugard, que llegó en 1890, armara a los protestantes conversos, plantara la bandera británica y exiliara a Kabaka a las Seychelles.

 

Entre 1885 y 1887, Mwanga hizo que quemaran vivos a 45 pajes cristianos; algunos por espiar para los colonialistas, y otros por negarse a practicar actos de sodomía con él después de que les enseñaran que era pecado.

«El miedo a los homosexuales sigue muy extendido en el país», afirma Epstein, «donde se ha impartido una escasa educación sexual moderna, y donde el concepto de la homosexualidad evoca recuerdos históricos de un joven rey loco en el albor de los tiempos modernos, cuyas tierras se arremolinaron con el rumor de ejércitos aproximándose».

En 2011, una mujer ugandesa que se presentaba a las elecciones del Parlamento me contó esa misma historia como prueba de que la homosexualidad se había practicado sin castigo en el país antes de que los puritanos británicos lo colonizasen. No habló del despiadado y joven Kabaka como causante de la homofobia contemporánea nacional, pero sí que me animó a leer un poco más y a descubrir que 75 países aún penalizan la homosexualidad, de los cuales 42 son antiguas colonias británicas.

Todos los detalles históricos y políticos del libro de Epstein pueden, a priori, intimidar a aquellos lectores que no hayan prestado demasiada atención a Uganda. No obstante, la obra incluye al principio una útil cronología de los acontecimientos ocurridos en Uganda, Ruanda, Zaire/República Democrática del Congo, Sudán y Somalia.

Un desacuerdo significativo

Discrepo con Epstein en un punto significativo. En la sección titulada «más lecturas», apunta que «la obra de Barrie Collins Rwanda 1994: The Myth of the Akazu Genocide Conspiracy and Its Consequences (en español, «Ruanda 1994: el mito de la conspiración del Genocidio Akazu y sus consecuencias») iguala de manera errónea los asesinatos revanchistas de hutus con la tentativa de exterminación de los tutsis, con respecto al que asegura que no fue un genocidio planificado». Coincido con Collins en este punto, y también con otros académicos y periodistas, entre los que se incluyen Peter Erlinder, Robin Philpot, Phil Taylor, David Peterson y Edward S. Herman, ya fallecido. Y no creo que las matanzas de hutus a manos del ejército tutsi fueran simples «asesinatos revanchistas».

Sin embargo, aprecio profundamente la cuidadosa investigación que Epstein llevó a cabo para relatar la complicidad de Uganda y Estados Unidos en la invasión de Ruanda, que perpetraron soldados ugandeses tutsi en 1990, en un momento en que «las tensiones entre hutus y tutsis en Ruanda se habían reducido a un mínimo histórico». Y también estoy de acuerdo con su conclusión, en la que expone cómo el ejército tutsi «abandonó las negociaciones antes incluso de que hubieran comenzado, en pro de una guerra que probablemente se cobró las vidas de cientos de miles de ruandeses».

Dictadores respaldados por EE.UU. e invasiones catastróficas

Los principales temas del libro son los siguientes:

1) Estados Unidos apoyó a despiadados dictadores de África durante la Guerra Fría, siempre y cuando estos promovieran sus intereses y no se aliaran con la Unión Soviética.

2) Tras la Guerra Fría, Estados Unidos apoyó a despiadados dictadores que promovieron sus intereses y que actuaron como sus aliados militares y representantes contra los islamistas, que se habían convertido en el nuevo hombre del saco del país norteamericano.

3) El «Presidente» de Uganda, Yoweri Museveni, destaca entre estos dictadores como uno de los más despiadados y corruptos, y Estados Unidos ha permitido, si no trazado, sus invasiones y la desestabilización de países vecinos (gran parte de Ruanda, Zaire/República Democrática del Congo, Sudán y Sudán del Sur).

El principal eje del libro es el periodo que siguió a la Guerra Fría, durante el cual los ugandeses colaboraron con Estados Unidos en la llamada «guerra contra el terrorismo» en Sudán, Somalia, Irak y otras zonas del continente africano, incluso Afganistán. Uno de los pasajes más duros está relacionado con la negativa del presidente Museveni a promover la planificación familiar:

El oficial me dijo que Museveni había prohibido al Ministerio poner en marcha programas de planificación familiar, incluso si los financiaban donantes. Las ONG solo llegaban a una pequeña fracción de las mujeres que buscaban métodos anticonceptivos; sin embargo, los preservativos se podían encontrar en muchos puestos de carretera, si bien reconoció que muy pocos hombres los usaban.

-¿Qué problema tiene Museveni con la planificación familiar?-le pregunté.

Estábamos sentados en la terraza de una cafetería. Él miró sigilosamente a su alrededor antes de responder:

-Por favor, no cites mi nombre -susurró-. Pero lo cierto es que se trata del ejército. El Presidente quiere un gran ejército.

Entonces lo comprendí. Museveni había convertido su precioso país en una precaria colonia de cría de soldados, que desplegaba en guerras monstruosas e innecesarias, a menudo siguiendo las órdenes de generales y políticos estadounidenses que se envalentonaban frente a los terroristas afroislamistas, pero que ni pensaban en mandar a estadounidenses, ni mucho menos a sus propios hijos, para que se enfrentaran a ellos.

En mayo de 2016, la revista Bloomberg Businessweek publicó un artículo titulado «Uganda’s Top Military Export: Mercenaries» (en español: «El principal bien de exportación de Uganda: los mercenarios»), en el que reveló que los ingresos de Uganda provenientes de los contratistas militares eran mayores que los procedentes del café, su segundo producto de exportación. Y, como apunta Epstein, Uganda fue el primer país en sumarse a la «coalición de la voluntad» del presidente George Bush para luchar en la Guerra de Irak.

Epstein ha llevado a cabo una investigación centrada en los sectores médico y de la sanidad pública en Uganda y en toda la región durante 20 años. No hay pasaje de su libro que se me haya grabado en la mente más que este de la introducción:

«He sido consultora de salud pública durante unos 20 años. En Ruanda, realicé una investigación de campo con aldeanos a los que les aterraba hablar conmigo por miedo a que espías del gobierno los denunciaran si se quejaban de la discriminación étnica. En Etiopía, conocí a un sinfín de niños desnutridos en pueblos a los que se les negaba una asistencia alimentaria suficiente porque se sospechaba de un posible sentimiento antigubernamental. En Uganda, entrevisté a madres cuyos hijos habían muerto de malaria porque los compinches del presidente saqueaban los planes de ayuda exterior con los que se debía adquirir medicamentos y mosquiteros. La mayor parte de los programas humanitarios en los que trabajé recibían financiación procedente de impuestos estadounidenses, si bien esto no podía equipararse con los tiranos respaldados por EE.UU. que, para empezar, habían causado estos problemas.»

 

Helen Epstein es profesora del Bard College y autora de Another Fine Mess: America, Uganda, and the War on Terror (en español, «Otro buen lío: Estados Unidos, Uganda y la guerra contra el terrorismo»). Durante décadas, ha llevado a cabo una investigación centrada en los sectores médico y de la sanidad pública en la Región de los Grandes Lagos de África.

Ann Garrison es una periodista independiente asentada en el Área de la Bahía de San Francisco. En 2014, recibió el PremioVictoire Ingabire Umuhoza por la Democracia y la Paz por su cobertura del conflicto en la Región de los Grandes Lagos de África.

Fuente: Black Star News, AMERICA, UGANDA, AND THE WAR ON TERROR, publicado el 31 de enero de 2018.

Traducido para Umoya por Nerea Fernández Álvarez.