Tras los acuerdos de Pretoria (Sudáfrica), firmados en noviembre del año pasado entre las autoridades de la región rebelde de Tigray y el Gobierno central del Primer Ministro etíope, Abiy Ahmed, finalizó formalmente la guerra interna que durante dos años produjo miles de muertos, millones de desplazados y la destrucción de ciento de miles de viviendas, instalaciones gubernamentales e infraestructura básica para las poblaciones donde se desarrollaron los enfrentamientos, además de poner en riesgo la estabilidad de varios países de la región.
En el acuerdo el Gobierno central y las autoridades de Tigray pactaron un desarme ordenado y coordinado de las milicias del Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (TPLF), con lo que prácticamente se cerró cualquier posibilidad que de que, al menos en el mediano plazo, Tigray pudiera intentar otra vez escindirse de Etiopía, lo que habría sido el origen del conflicto.
En procura de que esa misma situación no replique en alguna de las once kililoch (regiones administrativas étnicamente diferenciadas) en las que se encuentra dividido el país, la mayoría de las cuales cuentan con sus propias milicias armadas, el Primer Ministro Ahmed dispuso el pasado 6 de abril integrar todas esas fuerzas regionales al ejército nacional o a las policías federal y regional para construir, esencialmente, un ejército más fuerte y centralizado.
Más allá de la prevención tomada por Abiy para que estas milicias no sean utilizadas por políticos regionales que pretendan articularlas en beneficio propio, también es cierto que casi una docena de “ejércitos especiales” es un derroche de recursos que podrían ser utilizados para la financiación de políticas sociales que beneficien integralmente a los 110 millones de etíopes.
El desarme ordenado por Ahmed es una tarea nada sencilla, ya que a las kililoch la autonomía constitucional con la que cuentan les permite, por ejemplo, desde mantener su propio ejército a usar su propia lengua, entre otras libertades, por lo que la orden del Primer Ministro ha sido interpretada por gran parte de los poderes regionales como un intento de acotar esas autonomías.
Mientras Abiy Ahmed realizaba los anuncios, se conocía que en la región de Amhara, la segunda kililoch más grande del país, con cerca de 25 millones de habitantes, sus Fuerzas Especiales –también conocidas como Fanos- que tenían consignas como “Matar a las fuerzas de Tigranyan no es suficiente, es mejor asarlos como cabras y comerlos”, y que participaron junto al ejército federal actuando con particular virulencia en la guerra de Tigray, ahora chocan con el ejército nacional al negarse a entregar su armamento.
Las razones de los amharas, más allá de que se podrían considerar anticonstitucionales, por parte de Addis Abeba radica en el temor de la región a quedar indefensa ante las posibles venganzas de sus vecinos de Tigray.
El Gobierno central, por intermedio de un comunicado, confirmó la existencia del conflicto en Amhara, aunque se limitó a responsabilizar a los grupos marginales dentro de la fuerza regional. Por otra parte, en un informe de la embajada de los Estados Unidos, se mencionan importantes intercambios de fuego de artillería y armas pesadas en varios sectores de la región Amhara, incluso en ciudades como Kobo, Woldia y Sekota y áreas de Debre Birhan, Dessie, Debre Tabor y en la propia capital de la kililoch, Bahir-Dar.
En el marco de la creciente inestabilidad que se instaló en Amhara, el domingo día 9 se conoció el asesinato de dos empleados de la organización humanitaria Catholic Relief Services (CRS) que se trasladaban en una ambulancia en proximidades de la ciudad de Kobo, en la zona central de Gondar en Amhara, que se dirigían a Addis Abeba.
Todavía no se han conocido los pormenores de esas muertes ni quienes han sido los responsables de los disparos. Horas antes, también en esa misma área, habían sido heridos una partera y el conductor de otro vehículo sanitario, lo que provocó que el Programa Mundial de Alimentos suspendiera sus operaciones.
Apenas se supo la intención de desarmar e integrar las fuerzas regionales al ejército y las policías, miles de pobladores de Amhara imbuidos en un espíritu “regionalista” fortificado desde de la guerra de dos años, y muy posiblemente alentados por las autoridades locales, salieron a las calles en protesta por la decisión del Gobierno central. Quemaron neumáticos y bloquearon rutas, al tiempo que los bancos, las escuelas, la administración pública y los comercios en general cerraron sus puertas, mientras el Gobierno regional impuso el lunes día 10 el toque de queda y bloqueo de los servicios de internet y celulares en las ciudades de Bahir-Dar, Gondar, Dessie.
El Movimiento Nacional de Amhara (NaMA), el principal grupo de oposición de la región, calificó la decisión del Gobierno federal de irresponsable, por lo que exigió su revocación.
Los temores y la desconfianza de los amharas respecto a los tigranyan, que vienen de generaciones por la constante disputa de tierras productivas y recursos naturales, en este caso no son infundadas, ya que muchos analistas consideran que el desarme de los rebeldes de Tigray no se realizó completamente más allá de lo impuesto por los acuerdos de Pretoria. Además, tras la finalización de la guerra, los amharas pasaron a controlar muchas de esas tierras en ancestral disputa con los tigray.
La federación se desangra
El domingo el primer ministro, Abiy Ahmed, denunció vía twitter que los Fanos habían establecido puestos de control ilegales y estaban implicados en el contrabando y actos de bandidaje, advirtiendo que se tomarán medidas contra quienes se levanten contra la ley.
Más allá de la crisis entre Amhara y Addis Abeba, en Etiopía, por su naturaleza tribal, arraigada profundamente desde hace miles de años, existen otras disputas territoriales, como los oromos, que cuentan, claro, con su propia milicia, el poderoso Ejército de Liberación de Oromo (OLA). En la Región de Oromia, donde justamente se asienta la capital federal de Etiopía, Addis Abeba, esta etnia, la más numerosa del país con unos 35 millones de habitantes y a la que pertenece el Primer Ministro, mantiene serias disputas no solo con Tigray, sino también con los Amhara, lo que agrava más la situación que amenaza con multiplicar el efecto de la guerra de Tigray.
Así, Abiy Ahmed está apurando el desmantelamiento de estas fuerzas regionales, lo que a todas luces, y cómo lo declaró públicamente Ahmed, “son una amenaza para la integridad de Etiopía”.
La actual situación en Amhara reedita la crisis de mayo del año pasado, cuando el excomandante de las Fano, el general de brigada Tefera Mamo, fue detenido junto a unas 4.000 personas tras lo que se catalogó como un intento de golpe de Estado. El general Mamo, además de ser un importante opositor a Abiy, es un experimentado confabulador. Él, junto a su gente, fue uno de los organizadores de las protestas de 2016-2018 que provocaron la caída del Gobierno central, entonces dominado por la etnia Tigray, lo que pocos meses después permitiría la llegada al poder del actual Primer Ministro Ahmed.
En la creciente crisis de Amhara se conoció que el día 12 de abril, en la ciudad de Mezzezo, en medio de enfrentamientos entre manifestantes y el ejército federal, los combatientes de la Fano asaltaron una estación de policía llevándose armamento y equipos de comunicación. El asalto se habría producido cerca de las cuatro de la mañana, y los asaltantes habrían permanecido una hora y media en el edificio para después escapar con gran cantidad de armamento.
Mientras tanto se producían manifestaciones en las distintas ciudades de Amhara, grupos de manifestantes atacaron un campamento del ejército federal después de que se difundieran rumores, no confirmados, sobre la detención de milicianos de las Fano.
Si bien se desconoce del número de muertos y heridos que se produjeron desde el martes día 6, sí se ha confirmado que una explosión en un bar de la ciudad de Bahir-Dar el lunes día 10 mató a dos personas e hirió a varias más.
Mientras las manifestaciones contra Ahmed se extienden en espacio y tiempo en la región de Amhara, en la capital del país, Addis Abeba, han comenzado las detenciones de miembros de la etnia amhara, entre los que se incluyen periodistas y otros profesionales.
Etiopía, dada su proximidad a China, que viene haciendo importantísimas inversiones en el país entre las que se cuenta la “Gran Presa del Renacimiento Etíope”, objetada tanto por Sudán como por Egipto respecto a las implicancias que podría tener el curso superior del Nilo, se encuentra en la mira del Departamento de Estado norteamericano, que cuenta con suficientes herramientas dentro de Etiopía, y más allá de las fronteras, para seguir generando más sobresaltos al Gobierno de Abiy Ahmed.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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