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Fábrica de héroes

Fuentes: Página 12

La reciente aparición de Boots on the Ground by Dusk («Botas sobre el terreno al anochecer», Rodale Inc., Nueva York, 2008), de Mary Tillman, madre de un ranger caído en Afganistán, revela una vez más hasta dónde pueden llegar los operativos de «PsyOp» del Pentágono para consumo interno. La razón es clara: dos tercios del […]

La reciente aparición de Boots on the Ground by Dusk («Botas sobre el terreno al anochecer», Rodale Inc., Nueva York, 2008), de Mary Tillman, madre de un ranger caído en Afganistán, revela una vez más hasta dónde pueden llegar los operativos de «PsyOp» del Pentágono para consumo interno. La razón es clara: dos tercios del pueblo estadounidense quieren que las tropas se retiren de Irak y hay que crear héroes para frotárselos en las narices y avergonzar a quienes ansían no tener más muertos en la familia, ese sentimiento tan antipatriótico para la Casa Blanca. Sólo que Pat Tillman, hijo de Mary, no es un muerto cualquiera.

Estrella de los Arizona Cardinals de la Liga Nacional de Fútbol (americano o rugby), dueño de un record de 224 tackles en el 2000, jugador inteligente y duro, movido por el atentado del 11/9 decidió alistarse en mayo del 2002. Había desechado un contrato de 3,6 millones de dólares por tres años en los Cardinals para pelear en Irak cuando la invasión estaba a la vista y el gesto causó mucho revuelo mediático. Se exaltó su patriotismo con cierto asombro y no era para menos: había dejado atrás una vida de éxito y brillo para arriesgarla en la guerra. Y luego, si bien «In God we Trust» es el lema impreso en el billete dólar, alguno sugirió una vez que, después de la o, a la palabra «God» le faltaba una ele.

El propio Rumsfeld, jefe del Pentágono, ordenó que se le prestara una atención especial porque no era un recluta cualquiera.

Pat Tillman ingresó a las filas del 2º batallón del 75º regimiento de rangers, un cuerpo de elite destinado a operativos especiales. El batallón fue enviado a Irak y luego a Afganistán para participar en la operación «Tormenta en la Montaña». El 22 de abril del 2004, tres tiros en la cabeza acabaron con la vida de Pat. Se informó a la familia que había muerto en acción, pero cambiaban las versiones oficiales. La primera sostuvo que fue víctima de una emboscada de los talibanes. La segunda, que cayó en combate abierto mientras tomaba una colina. Cinco semanas después, el Pentágono reconoció que había sucumbido a manos de sus propios compañeros. Esto se llama «fuego amigo» y subraya que en la guerra es mejor tener enemigos.

Mary Tillman no se conformó con el vagabundeo de las versiones oficiales. Hace cuatro años que está solicitando la aparición de la verdad y logró que se realizaran siete investigaciones y que el caso se examinara en dos audiencias del Congreso. Sin resultado. Mary realizó sus propias averiguaciones, estudió numerosos documentos y entrevistó a varios compañeros del batallón. Las autoridades le han dado explicaciones que los testimonios recogidos desmienten. Está segura: el ocultamiento sigue y viene de muy arriba. «Es ultrajante que estos hombres en posiciones de poder engañen intencionalmente a la opinión pública y encubran y usen a un joven para hacer propaganda, y pienso que se les debe imputar su responsabilidad», expresó en una entrevista con motivo de la aparición del libro que escribió para rendir tributo a su hijo (www.alternet.org, 26/5/07). El Pentágono piensa que de eso se trata justamente: hay que incentivar el alicaído patriotismo de los estadounidenses. Suponiendo que apoyar guerras para apropiarse del petróleo ajeno sea patriotismo.

Mary Tillman atribuye la muerte de su hijo -la llama «fratricidio»- a la negligencia militar, pero es muy consciente del contexto que enmarcaba el hecho: «Ese mes fue muy malo para los militares y el gobierno. El escándalo de la prisión de Abu Ghraib estalló la misma semana en que Pat murió, en Fallujah imperaba el caos, el índice de aprobación del presidente era muy pobre y el número de bajas (de efectivos de EE.UU.) llegó a su nivel más alto en abril del 2004, de manera que si informaban que el fuego amigo había provocado la muerte de Pat hubieran rodado varias cabezas». La Casa Blanca necesitaba un héroe, condecoró su cadáver y lo empleó para consumo público. No fue la única vez.

Se recuerda el caso de la soldado Jessica Lynch. A los 19 años fue convertida en una heroína de culto: insurgentes iraquíes la hirieron y capturaron a fines de marzo del 2003 en los inicios de la invasión norteamericana, la internaron en un hospital iraquí y efectivos de operativos especiales la rescataron días después tras un arduo combate con los rebeldes. El rescate fue filmado y es, en efecto, algo espectacular. Lástima que se trató de un escenario preparado a la Hollywood: Jessica nunca fue herida de bala, no había combatientes enemigos en el hospital, cuando los médicos la quisieron entregar en una ambulancia ésta fue recibida a tiros y tuvo que volverse. Si la hubieran aceptado, fracasaba el show (The Guardian Weekly, 15/5/03). A Jessica le había pasado otra cosa: el jeep que la transportaba con otros efectivos chocó contra un tractor, murió un soldado del grupo, pero ella salvó la vida a costa de serias fracturas. Los iraquíes, finalmente, la habían cuidado.