Desde la independencia de Francia en 1962 hasta los inicios de las reformas políticas en 1989, Argelia fue gobernada por un régimen presidencialista sostenido por el Frente de Liberación Nacional (FLN). Un sistema de partido único que monopolizaba todo el poder político y que daba claras muestras de agotamiento tras dos décadas de autoritarismo y […]
Desde la independencia de Francia en 1962 hasta los inicios de las reformas políticas en 1989, Argelia fue gobernada por un régimen presidencialista sostenido por el Frente de Liberación Nacional (FLN). Un sistema de partido único que monopolizaba todo el poder político y que daba claras muestras de agotamiento tras dos décadas de autoritarismo y corrupción. El presidente Chadli Bendjedid, que había sucedido a Houari Bumedian tras su fallecimiento en 1978, decidió aplicar reformas democráticas tras la crisis del petróleo de finales de los años 80 y pasar a un sistema de multipartidismo ‘controlado’.
En 1989 se permitió la legalización de diversos partidos, entre ellos el Frente Islámico de Salvación (FIS), fundado oficialmente el 1 de marzo de 1989 en la mezquita Ben Badís del barrio de Kuba, en Argel. El FIS, un partido integrista islámico que propugnaba la creación de un Estado basado en el Corán y la Sharia (leyes tradicionales islámicas), presentó unos estatutos moderados que pasaron el control gubernamental. Sin congreso fundacional, sin estructuras definidas, con un consejo consultivo clandestino y una clara vocación por un populismo religioso, el FIS surgió de la revuelta del couscous, de los disturbios de octubre de 1988, que demostraron el descontento popular contra el Frente de Liberación Nacional (FLN), cada vez más lejano del partido de izquierda nacionalista musulmana que fue en sus orígenes. Figuras destacadas del FIS eran Abasi Madani, su verdadero líder, y Alí Belhadj, un joven maestro de aritmética adepto del salafismo, una de las corrientes más integristas del Islam sunní. Ambos fueron detenidos en junio de 1991, acusados de conspiración contra la seguridad del Estado.
Con ayuda de regímenes como el de Arabia Saudí y gracias a las rivalidades internas en el partido gubernamental (FLN), el FIS ganó las elecciones municipales en junio de 1990, obteniendo cerca del 65% de los votos y el gobierno de las principales ciudades del país. Pese a la controvertida gestión de los ayuntamientos en su poder, triunfó de nuevo en la primera vuelta de las elecciones legislativas, el 26 de diciembre de 1991, con el 24% de los votos. Obtuvo 188 diputados por mayoría absoluta. Enardecidos por la proximidad de la victoria en la segunda vuelta, que iba a celebrarse el 16 de enero de 1992, realizaron una campaña moderada para no asustar a los sectores republicanos y laicos. De hecho, su líder en aquellos momentos, Abdelkader Hachani, llegó a tener una larga entrevista con el presidente Bendjedid en la que habían pactado una cohabitación entre Gobierno y Parlamento, con el compromiso integrista de congelar su petición de tribunales populares islámicos y otras instituciones similares. Pero esta fórmula no convenció a la cúpula del poder argelino, especialmente a los militares que se confabularon contra el presidente.
Finalmente, cinco días antes de celebrarse la segunda vuelta de los comicios dimitió el presidente aperturista Chadli Benyedid y el día 12 de enero el Alto Consejo de Seguridad (formado por el presidente del Tribunal Constitucional, el primer ministro, los titulares de Interior, Defensa y Justicia, y varios altos mandos de las fuerzas armadas) suspendió el proceso electoral en curso (suspensión confirmada el 20 de octubre de 1992 para los tres años siguientes). Después asumió el poder el recien creado Consejo de Estado, que declaró el 9 de febrero el estado de emergencia en todo el país. El FIS pese a denunciar el golpe no realizó una llamada a la revuelta, aunque no le evitó ser disuelto el 4 de marzo tras una sentencia del Tribunal Supremo. Una parte de la sociedad argelina propugnó entonces la solución de que Mohamed Budiaf, exiliado voluntariamente en Marruecos, asumiera la presidencia. Sin embargo, el 29 de junio de 1992 Budiaf fue asesinado y a partir de este momento el terrorismo islámico sacudió el país.
Desde entonces Argelia estuvo durante diez largos años inmersa en una ola de violencia terrorista debido al auge del integrismo armado tanto por parte del Frente Islámico de Salvación (FIS), el Grupo Islámico Armado (GIA) o el Grupo argelino Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) -el que tuvo mayores efectivos y causó más dolor-. A este le sustituyó, en 2006, la Organización Al Qaeda para el Magreb Islámico (AQMI). Desde 1992 se calcula que la violencia se ha cobrado cerca de 200.000 víctimas, según fuentes occidentales.
Presidentes como Liamin Zerual, primero, y más tarde Abdelaziz Buteflika (todavía en el poder) han intentado llegar a un consenso a través del diálogo con las diferentes fuerzas políticas para el restablecimiento de la paz. En 2005, al menos dos mil terroristas se beneficiaron de medidas de gracia al abandonar las armas. Pero entre enero y febrero de 2011 las olas de protestas que sacudieron Túnez, Egipto y Libia y que acabaron con sus regímenes totalitarios -al menos, en los primeros tiempos- se extendieron a Argelia, donde miles de manifestantes salieron a las calles en demanda de reformas sociales y políticas, y también contra el régimen de Buteflika, quien presionado por las revueltas, levantó el estado de emergencia, vigente desde 1992.
Aunque, en abril de 2014, el «candidato fantasma», como había sido calificado el presidente Buteflika (no había sido visto en público desde 2012), reapareció en una silla de ruedas que imitaba un gran sillón de oficina para votar en las elecciones presidenciales que lo reeligieron por cuarta vez, con la contundencia habitual, un 81% de los votos y una abstención significativa (solo votaron el 51,7% de los 23 millones censados). Veintidós años después de la anulación de las elecciones que iban a llevar al FIS al poder, el régimen sigue controlando el país y la mayoría de votantes islamistas se mantienen alejados de las urnas.