Francia y Ruanda anuncian el restablecimiento de sus relaciones diplomáticas. Tras varios meses de negociación, el secretario general del Elíseo, Claude Guéant, viajó este domingo a Kigali para entrevistarse con el presidente ruandés Paul Kagame. Horas después, se confirmaba que las relaciones entre ambos países volverían a la normalidad. Después de tres años de enfrentamientos, […]
Francia y Ruanda anuncian el restablecimiento de sus relaciones diplomáticas. Tras varios meses de negociación, el secretario general del Elíseo, Claude Guéant, viajó este domingo a Kigali para entrevistarse con el presidente ruandés Paul Kagame. Horas después, se confirmaba que las relaciones entre ambos países volverían a la normalidad.
Después de tres años de enfrentamientos, acusaciones y silencios, ambos países han decidido retomar la vía diplomática. Bernard Kouchner, quien realizó varias visitas a Ruanda durante el año pasado, considera que sus esfuerzos han empezado a dar los primeros frutos. Así, el ministro francés de Asuntos Exteriores, ha expresado hoy su satisfacción en la prensa francesa, donde declaraba que era un excelente noticia.
Efectivamente, lo que han ignorado los medios españoles porque parecía un detalle anecdótico, es lo que plantea en realidad la auténtica cuestión de fondo.
La semana pasada, se anunciaba la posible integración de Ruanda en la Commonwealth. Esta adhesión, solicitada por Kigali, forma parte de un proceso global que está provocando varias transformaciones en el país africano: la segunda lengua oficial ha dejado de ser el francés para convertirse en el inglés y el gobierno ruandés mantiene excelentes relaciones con los países anglosajones, de los que recibe un apoyo importante.Los 53 estados miembros de la organización estaban dispuestos a estudiar el proyecto, cuya resolución final iba a tener lugar esta semana. La integración a Ruanda en una organización compuesta mayoritariamente por antiguas colonias británicas, hubiera supuesto sentenciar definitivamente las relaciones con Francia.
A pesar de que el ministro francés Bernard Kouchner ha negado que ambos sucesos estén relacionados, son por lo menos muy oportunos para el país galo. Nunca antes se había producido otro acercamiento desde la ruptura de las relaciones diplomáticas en 2006. Entonces, el juez antiterrorista francés Jean-Louis Brugière, emitió diez órdenes de busca y captura contra el actual presidente de Ruanda Paul Kagame, y otros nueve colaboradores. La fiscalía parisina les acusaba por su supuesta implicación en el atentado de 1994, que acabó con la vida del presidente ruandés Juvénal Habyarimana y marcó el inicio del genocidio de los tutsis. La respuesta ruandesa fue inmediata: rompieron relaciones diplomáticas con el país galo, dieron 72 horas a los diplomáticos franceses para abandonar el país y decretaron el cierre del Centro Cultural francés en Kigali, la capital.
Asimismo, se puso en marcha una investigación sobre el papel del gobierno francés en el genocidio de 1994. En 2008, tras dos años de investigación, una comisión ruandesa acusó oficialmente a Francia de haber participado activamente en el genocidio de los tutsis. Por primera vez, se consideró la posibilidad de perseguir judicialmente a los treinta acusados: antiguos dirigentes políticos y responsables militares franceses entre los que destacan François Mittérand, entonces presidente de Francia, Dominique de Villepin, jefe de gabinete presidencial y Alain Juppé, ministro de Exteriores.
El Ministerio de Defensa francés emitió un comunicado negando la «imparcialidad» y «legalidad» de la investigación ruandesa, y tachando de inaceptables sus acusaciones. Desde entonces, las relaciones entre ambos países eran muy tensas, por lo que Ruanda había iniciado un acercamiento a ciertos países anglosajones.
Así, aunque Kouchner se haya precipitado en declarar que ambos acontecimientos son completamente casuales, no deja de resultar tremendamente oportun(ist)o. El súbito interés de Francia por normalizar la situación con el gobierno ruandés, tendría como verdadero objetivo frenar el acercamiento de Ruanda hacia posiciones más liberales. No podían permitir la expansión «extranjera» de la cultura inglesa en el país africano, que hasta el momento siempre había estado íntimamente ligada al mundo francófono.
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