Como parte de las celebraciones del octavo aniversario de la creación de la Unión Africana, fui invitado recientemente por el Consejo General de Cultura de Libia para tomar parte en un simposio en la histórica ciudad de Sirte, la capital administrativa de Libia, así como el lugar de nacimiento del voluble líder libio, Muammar El […]
Como parte de las celebraciones del octavo aniversario de la creación de la Unión Africana, fui invitado recientemente por el Consejo General de Cultura de Libia para tomar parte en un simposio en la histórica ciudad de Sirte, la capital administrativa de Libia, así como el lugar de nacimiento del voluble líder libio, Muammar El Ghaddafi. Titulado «De la Organización de la Unidad Africana a la Unión Africana», el simposio tuvo lugar en el mismo complejo de salones de Conferencias Ouagadougou, lugar de la inauguración de la Unión Africana, el 9 de septiembre de 1999.
Y según el avión Afrigiyah de Lagos rodaba por la pista hasta detenerse, en el modesto aeropuerto de Ma’atiga, en Trípoli, esa mañana de primeros de septiembre, me encontré con un aluvión de inscripciones en árabe por todas partes. Por unos momentos, la comunicación llegó a ser difícil, ya que muy pocos libios hablan el inglés. Afortunadamente, unos funcionarios del Gobierno libio, que habían venido a recoger a los delegados de la conferencia al aeropuerto, acudieron a rescatarme y enseguida fue trasladado al centelleante hotel Kabir, en el centro de la ciudad de Trípoli.
Como era mi primera visita a Trípoli, me quedé asombrado por la belleza del puerto marítimo. Hermoso, limpio, calles bien pavimentadas que interconectan las torres de pisos de apartamentos que alojan a los ciudadanos con magníficos edificios públicos, todo ello a la sombra de unos pintorescas palmeras de dátiles. Todos los rincones estaban adornados por la bandera de Libia, verde y blanca. «El pensador», «El líder», Muammar Gaddafi, sonreía abiertamente desde mil y un posters a todo color, a ambos lados de la calle. Después me dijeron que el país acababa de terminar las celebraciones del 38 aniversario de la revolución del 1 de septiembre de 1969, que llevó a Gaddafi al poder, y esa era la razón de la decoración pública.
Previamente descrito por los medios de comunicación de occidente como el «chico malo de Oriente Medio», «un personaje absurdo y cómico», «un peligroso gobernante» y «uno de los gobernantes más astutos y despóticos del mundo moderno», Gaddafi, tras su histórica reconciliación, en 2003, con sus archi enemigos, Estados Unidos y Gran Bretaña, es calificado por una parte de los medios de occidente como un «granuja arrepentido» y «un terrorista con apariencia de un liberador ideológico». La razón de esta sospecha profundamente arraigada sobre el hombre fuerte de Libia comenzó en 1979, cuando la embajada de los Estados Unidos en Trípoli fue prendida fuego por una multitud de libios y las relaciones diplomáticas entre Libia y los Estados Unidos terminaron bruscamente.
En 1988, Gaddafi fue de nuevo acusado de terrorismo cuando el vuelo nº 103 explotó cuando sobrevolaba Lockerbie, Escocia, con la muerte de más de 200 personas, la mayoría de ellas americanas. Gaddafi asumió la responsabilidad del incidente de Lockerbie más tarde, pagando por un acuerdo caso 2.700 millones de dólares. En 2003, cuando Libia decidió abandonar su programa de armamento de destrucción masiva, los Estados Unidos decidieron levantar el embargo económico que tenían sobre el país desde hacía 10 años. La decisión de Gaddafi de modificar su relación hostil con occidente ahora ha mejorado las actividades comerciales y ha hecho de Libia uno de las regiones más ricas del Norte de África y del Mundo Árabe.
Con un enorme de flujo de dinero entrante debido a los altos precios del petróleo, con las sanciones levantadas y el influjo del complejo petrolero internacional, Libia ha sido descrita como uno de los paises más estables y el más progresista económicamente del oriente medio y norte de África. Según un informe reciente de Business Monitor Internacional, BMI, Libia era considerada el tercer mejor estado de los dieciséis que forman la región de (Oriente Medio y Norte de África), MENA. Con el dinar libio a 1.20 dólar americano, es obvio que la mayor ventaja con la que cuenta el país es su fortaleza económica.
Mientras los delegados de la conferencia éramos conducidos a la ciudad de Sirte, a 700 kilómetros de Trípoli, se hacía obvio que un gran desarrollo físico había llegado a Libia. Aparte de las carreteras bien pavimentadas, todos los pueblos y ciudades tienen adecuados abastecimientos de agua y electricidad. A pesar de las carreteras bien pavimentadas, uno puede vislumbrar la interminable extensión del desierto del Sáhara, con numerosos camellos salpicando el paisaje hasta donde la vista puede alcanzar. En las zonas donde los más de 2.000 kilómetros de costa están cerca, se pueden ver excursionistas disfrutando de la serenidad del mar Mediterráneo que forma la frontera norte del país.
Sin embargo, si Libia está tan desarrollada, todavía tiene un montón de cuestiones que resolver debido concretamente a que el 70 % de su territorio es desierto. Así, la necesidad de obtener agua para regar la tierra y tener suficiente para los seis millones de ciudadanos, ha llevado a poner en marcha el proyecto de construir un gran río hecho por el hombre. El proyecto que supuestamente le costó a Libia 20.000 millones de dólares, logró con éxito llevar agua a cada hogar libio desde lo más profundo del desierto. Otro reto es el desarrollo intelectual del pueblo. Es una sociedad cerrada con poca o ninguna relación con el mundo exterior, menos del 5 por ciento de los libios puede comunicarse en algún otro idioma que no sea el árabe. También es difícil tener acceso a algún periódico extranjero, emisora de radio o de televisión. Un escritor libio lo expuso así: «Estoy tan aislado del mundo exterior, que me siento como un prisionero en mi propio país».
Y mientras que los programas sociales, médicos y educativos son gratuitos para los libios, se cree que la mayoría de los habitantes de las zonas rurales son analfabetos. Igualmente preocupante es el hecho de que muchos jóvenes han abusado de la ayuda económica social que se paga a los desempleados de Libia, negándose a trabajaren puestos que consideran por debajo de sus posibilidades.
Sin embargo, una cosa que no se puede quitar a Gaddafi es su pasión por la formación de los Estados Unidos de África, USA. Esto se hizo evidente cuando entramos en el palaciego edificio del complejo de salones de conferencias de Ouagadougou, en Sitre. Situado en una gran extensión de terreno, lo suficientemente grande como para meter dentro dos estadios de fútbol. El complejo con su colección de salones y alojamientos para huéspedes, se hizo con la intención de convertirse en la sede de los propuestos Estados Unidos de África. Y al empezar la conferencia, enseguida se hizo evidente que la propuesta de los Estados Unidos de África sería la idea principal del discurso, ya que orador tras orador insistía en la necesidad urgente de que los países de África se unieran bajo un mismo paraguas. Aparte de enumerar algunas de las ventajas de la propuesta unión, también se presentaron obstáculos ante la idea así como posibles soluciones.
Según íbamos adentrándonos en el cavernoso interior de la sala de conferencias, se nos iba dando a los delegados copias del ‘Libro Verde’, una recopilación de los pensamientos del «líder» sobre gobierno y democracia. Una determinada sección del libro estaba inscrita en la entrada del salón. «África no conoce los partidos políticos. Nosotros somos tribus, estamos más cerca del sistema de masas, el sistema Jamahiriya del pueblo. Estamos más cerca del congreso de los pueblos y los comités populares. Eso es lo que más nos conviene, más que los partidos políticos. Nuestro pueblo no conoce los partidos políticos. Ni siquiera conocen las elecciones».
Y, aunque Gaddafi no pudo asistir a la conferencia debido a lo que los funcionarios llamaron un asunto nacional de urgencia, mantuvo una presencia imponente en la charla. Aparte de que los delegados debíamos aplaudir cada vez que se mencionaba su nombre durante los discursos, tuvimos que ponernos en pie durante la lectura de una carta de agradecimiento de los delegados a él por vídeo. Frases altisonantes como «nuestro padre», «el líder», «el gran luchador africano», «rey de la fe africana» podían escucharse en la sala durante la interpretación de los discursos.
Mientras se leía el último comunicado, se hizo obvio que algunos de los participantes tenía muy poca o ninguna orientación sobre los que se había discutido en la conferencia. Yo me sentó particularmente ofendido por la parte de las conclusiones del comunicado final, que decía que «los delegados adoptaron por unanimidad el Libro Verde como modelo para la democracia y la gobernabilidad de los Estados Unidos de África». Igualmente molesta fue la decisión de los organizadores de publicar todas las actas de la conferencia en árabe, una lengua que orador tras orador sugería que debía ser la lengua oficial de los propuestos Estados Unidos de África.
Tan encomiable como las ideas de los Estados Unidos de África podría ser para Gaddafi, para que el proyecto nazca sin problemas, atenuar sus inclinaciones ideológicas y acomodarse más a los demás líderes africanos. Igualmente importantes es la necesidad de abrir sus país para facilitar la comunicación y la comprensión de la cultura de otros pueblos, incluido el idioma.
*Wale Okediran es el Presidente de la Sociedad Nigeriana de Autores, ANA, y antiguo miembro de la Casa de los Representantes.
Artículo publicado en ‘The Guardian’, de Nigeria
Traducido por Rosa Moro del Departamento África de la Fundación Sur