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Gigantes de hierro

Fuentes: Diario de Navarra

En la clase de los más pequeños Sophie estaba excitada e intranquila. Víctor dejó unos ejercicios en la pizarra y se acercó a su lado. -¿Qué ocurre Sophie? -Junto a nuestra aldea llegaron unos hombres hace unos días con grandes vigas de hierro. No sabíamos qué querían hacer, pero se pusieron a construir un gigante. […]

En la clase de los más pequeños Sophie estaba excitada e intranquila. Víctor dejó unos ejercicios en la pizarra y se acercó a su lado. -¿Qué ocurre Sophie? -Junto a nuestra aldea llegaron unos hombres hace unos días con grandes vigas de hierro. No sabíamos qué querían hacer, pero se pusieron a construir un gigante. Un gigante de hierro. Al salir de la escuela Víctor acompañó a Sophie hacia su casa. Una hora después, a lo lejos, distinguieron la cresta de una torre, efectivamente, de un tamaño gigantesco. Tranquilizó a su alumna y regresó hacia su casa. Esa fue la primera torre eléctrica que se vio en aquella región del entonces, por los años 70, Zaire, hoy República Democrática del Congo. Brotaron muchas más torres y con cables eléctricos quedaron una a una interconectadas. Un ejército de gigantes de hierro.

Víctor Nzuzi, campesino y profesor de su pueblo en el Congo averiguó el porqué de ese megaproyecto. Mientras la mayoría de la población no disponía de luz eléctrica en sus casas -además de otras necesidades sin cubrir- y los profesores como él no cobraban su salario del Estado, el Gobierno del tirano Mobutu recibía fondos del Banco Mundial para financiar proyectos (elefantes blancos les llaman también) que sólo beneficiarían a las potencias extranjeras. Entre ellos la construcción de la represa de Inga sobre el rio Congo y su conexión con las minas de Katanga, que permitirían la explotación de sus minerales. Un mecanismo más para asegurarse las riquezas de las que se seguían sintiendo amos y señores. El negocio funcionaba excelentemente si el contratante de la futura deuda era una dictador que, aunque desviara parte de esos fondos a sus cuentas bancarias (a la muerte de Mobutu su fortuna personal ascendía a 8.000 millones de dólares, equivalente a dos tercios del total de la Deuda Externa de su país) ni se preguntaba ni preguntaba a la población sobre el interés del proyecto en cuestión. Años más tarde, siguiendo los dictámenes del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, se optó por privatizar las minas de Katanga. Las terribles condiciones de trabajo para los excavadores se recrudecieron cuando no fueron expulsados de esos precarios puestos de trabajo. La deuda contraída por Mobutu para este proyecto supone hoy día una cuarta parte del total de la deuda del país.

Así fue como Víctor, un sencillo profesor rural, es hoy una figura reconocida en la lucha contra tantos millones de deuda ilegítima. Como Víctor dice, «dicha deuda no tiene ningún valor legal y el gobierno congoleño debería declararla nula». Compromisos contraídos por pasados dictadores o por golpistas de nuevo cuño, como Micheletti en Honduras, gobierno al cual el Fondo Monetario Internacional recientemente ha concedido un préstamo de 165 millones de dólares, la deuda es una losa para todos los países denominados «en desarrollo». Por eso diferentes organizaciones en todo el mundo reclaman opciones de justicia. Primero que se apruebe una moratoria total al pago de la deuda durante la cual se podría demostrar la ilegitimidad del total (o una gran mayoría) de la deuda. Así la Declaración de la Octava Cumbre de los pueblos de la Comunidad de Desarrollo de África Austral, celebrada precisamente en Kinshasa el pasado 5 y 6 de septiembre de 2009, exige a los poderes públicos que procedan inmediatamente a la auditoría de la deuda con el fin de sacar a la luz la parte ilegítima: la que no ha beneficiado a la población. Y aun encontrando algunos préstamos entregados justamente, con el beneplácito de la población, bajo una gestión, correcta, etc., aún así, ¿no deberíamos contabilizar en el otro lado de la balanza la restitución por las pasivos históricos y ecológicos que el modelo de dominación ha generado en sus países?

Pero la presión por los recursos del pueblo congolés no cede. Desde hace veinte años se negocia la posibilidad de construir dos nuevas represas en el complejo Inga. La presa Inga 3 que con un costo total de unos 8.000 millones de dólares permitiría exportar electricidad a Sudáfrica y el proyecto Gran Inga de unos 80.000 millones de dólares capaz de generar más del doble de electricidad de la producida por el mayor complejo de represas del mundo, las Tres Gargantas, en China. Nueva deuda para un país de economía insostenible que se explicará como proyectos para iluminar los poblados africanos cuando, con bastante probabilidad, si se lleva a cabo, llevará energía a quien pueda pagarla: los hogares europeos.

-¿Para qué sirven estos gigantes de hierro?- le preguntan a Sophie sus hijos. 

Fuente: http://gustavoduch.wordpress.com/