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Golpes de Estado y pronunciamientos militares

Fuentes: Rebelión [Foto: Ramón Franco, Miguel Primo de Rivera, Eduardo González Galarza, Rafael Martínez Esteve]

Repasemos la historia de España y conoceremos cómo han sido los verdaderos golpes de Estado

El golpismo ha sido una de las características más destacadas de la vida política en España durante los siglos XIX y XX. De signo moderado o progresista, según las ocasiones. Los dos grandes éxitos conservadores del siglo pasado, dieron lugar a la dictadura de Primo de Rivera y el que llevó al general Franco al poder. Sobre el último, el del 23 de febrero de 1981, hablaremos más adelante. Me voy a referir a otros muchos que han marcado el devenir de la historia.

Hoy, algunos acusan a los independentistas catalanes de haber dado un golpe de Estado aquel 1 de Octubre por la República Catalana  y a Puigdemont su promotor. ¡Por España, todo por España!; pero bien sabemos que la mayoría de ellos se han ejecutado por mantenerse en el trono, seguir ostentando el poder o conseguirlo. Los golpes de estado han conllevado una guerra, enfrentamiento armado o una dictadura. Pocos se han dado para favorecer el bienestar ciudadano.

Repasemos la historia de España y conoceremos como han sido los verdaderos golpes de Estado. Durante los siglos XIX y XX, se produjeron cerca de doscientos pronunciamientos o golpes de estado, encaminados a cambiar por la fuerza a reyes, presidentes del gobierno y regímenes políticos; en definitiva para salvar a la Nación, a la Patria o al Rey. España y algunos de sus pronunciamientos militares: El Motín de la Granja (1836), la Vicalvarada (1854), la Gloriosa (1868), golpe de Pavía (1874), El primer golpe militar del siglo XX, lo ejecutó Primo de Rivera en 1923. En 1930 la Sublevación de Jaca; en 1932 la Sanjurjada; en 1936 el golpe fascista contra la República, que provocó la Guerra y establecimiento de la dictadura. En 1939, el golpe de Casado y en 1981 el 23-F.

Un Golpe de Estado es una Actuación violenta y rápida, generalmente por fuerzas militares o rebeldes, por la que un grupo determinado se apodera o intenta apoderarse de los resortes del gobierno de un Estado, desplazando a las autoridades existentes.

El origen de la expresión coup d’État, procede del París de siglo XVIII, cuando el Rey organizaba motines contra el Estado, para refrendar su poder, autoridad y deshacerse de sus enemigos. En el siglo XIX fueron otros los estamentos y poderes del estado quienes comenzaron a atentar contra su legitimidad.

La Guerra de la Independencia comenzó por un golpe de Estado. Napoleón intentó romper la sucesión monárquica de los Borbones, para colocar a su hermano José en el trono. Con el Pacto de Bayona consiguió que Carlos IV abdicara en su hijo Fernando VII y que éste entregara la corona de España a Napoleón. Fernando quedó cautivo en Francia. El 2 de mayo de 1808, el pueblo se levantó contra el francés y tras seis años de guerra, Bonaparte decidió restaurar la monarquía borbónica. Los Borbones han estado siempre cerca de los golpes de Estado.

El reinado de Isabel II (que comienza tras la muerte de Fernando VII en 1833 y terminó con el triunfo de la Revolución de 1868), se caracterizó por la lucha entre moderados y progresistas, que nunca llegaron a ponerse de acuerdo, entre golpes y contragolpes. La Revolución de 1868, la Gloriosa, había comenzado por una sublevación militar, que supuso el destronamiento y exilio de la reina. Comenzaba el Sexenio Democrático, que fue un intento de establecer un régimen político democrático. Primero en forma de monarquía parlamentaria, durante el reinado de Amadeo I de Saboya (1871-1873), y después en forma de república (la Primera República 1873-1874). Ninguna de las fórmulas dio resultado y otro golpe de Estado hizo su aparición.

En 1874 se produjo el golpe del general Pavía, que al frente de un grupo de Guardias Civiles, asaltó el Congreso, disolvió el Gobierno, dando por finalizada la Primera República. El 1 de diciembre de 1874, el príncipe en el exilio Alfonso de Borbón, firma el manifiesto de Sandhurst, en el que mostraba su disposición para convertirse en rey y partidario de una monarquía parlamentaria. Dos días después de la publicación del manifiesto en España, el general Martínez Campos realizó un levantamiento militar en Sagunto, proclamando Rey de España a Alfonso XII. Cánovas del Castillo asumió la regencia a la espera del rey, lo que supuso el nacimiento de la Restauración borbónica.

En 1923, el Capitán General de Cataluña Miguel Primo de Rivera, dio un golpe de Estado. La incapacidad del rey Alfonso XIII, que apoyó el golpe, y la impopular Guerra de Marruecos −con el desastre de Annual−, fueron el caldo de cultivo. Suspendió la Constitución y se constituyó como uno de los primeros regímenes autoritarios de Europa.

Alfonso XIII y Miguel Primo de Rivera

Con el paso del tiempo llegó el descontento en las filas del Ejército por las arbitrariedades del dictador. El deterioro económico y el descontento social, acrecentaron la oposición a la dictadura, hasta que el 28 de enero de 1930, Primo de Rivera dimitió, siendo sustituido por el general Berenguer y su Dictablanda. En 1930, ante la inestabilidad política y social, en Jaca, se produjo una sublevación contra la monarquía. Un año después, tras la celebración de unas elecciones municipales, las fuerzas republicanas ganaron en las grandes ciudades y el Rey abdicó, abandonando España; proclamándose la Segunda República.

Desde el mismo momento de la victoria electoral del Frente Popular en 1936, oficiales reaccionarios y monárquicos comenzaron la preparación de una sublevación militar. En la calle estaba cantado, en los despachos era conocido y los cuarteles y centros sociales de la derecha eran hervideros de conspiradores. La conspiración militar para desencadenar un golpe de fuerza que derribara al gobierno, se puso en marcha nada más formarse el gobierno de Azaña. El gobierno no actuó con la contundencia debida contra los conspiradores, porque creyeron que el ejército carecía de la capacidad para preparar una acción seria. Exceso de confianza, erróneas valoraciones políticas, falta de ánimo y valor para abordar la situación, nos llevaron a la tragedia.

Durante la guerra provocada por el golpe de Estado de 1936 (remito a mis artículos sobre el tema), se dio otro golpe. El 6 de marzo de 1939, el coronel Segismundo Casado, con el apoyo de sectores de todos los partidos y sindicatos a excepción del Partido Comunista, ejecutó un golpe de Estado contra el presidente Negrín, partidario de continuar la guerra, con la esperanza de que el conflicto se internacionalizara tras la invasión de Checoslovaquia por Hitler y ganar tiempo para evacuar y exiliar con garantía a la población republicana. Casado pretendía negociar con Franco la rendición, pero Franco venció sin haber aceptado ni una sola de las condiciones de Casado.

A pesar de la importancia histórica que se le ha querido dar al golpe de Estado del 23-F, todavía hay muchos puntos oscuros sobre sus inspiradores, la preparación y su ejecución. Todo parece que fue una farsa para favorecer la aceptación de Juan Carlos de Borbón como rey y consolidar la democracia. En el famoso discurso de la noche, que tanta popularidad le dio, hizo un llamamiento a no alterar el orden constitucional. Años después, su heredero por la gracia de la monarquía, dijo algo parecido, sin que las circunstancias sean las mismas ni que en Catalunya se haya dado un golpe de Estado.

De salvadores de la patria, España está cargadita. Algunos hechos se han producido en fechas no tan lejanas. El 23 de febrero de 1981 fue el último golpe de estado conocido. Perpetrado por mandos militares, guardias civiles y una trama ideológica de la derecha reaccionaria sin identificar, hicieron coincidir las distintas tramas golpistas que operaban desde el inicio de la Transición. Los problemas derivados de la crisis económica, las dificultades para articular una nueva organización territorial del Estado, las acciones terroristas de ETA y la resistencia de ciertos sectores del ejército a aceptar un sistema democrático, fueron causas suficientes para la aventura, protagonizada por un teniente coronel que secuestró al gobierno y a los diputados en el Congreso.

Como buitres premonitorios, tertulianos, columnistas y políticos de distinto signo, propugnaban un golpe de timón «para instaurar un gobierno de gestión o de salvación nacional». ¿Les suenan este ruido?. La terquedad del teniente coronel Tejero, al sentirse traicionado, impidió que el general Armada asumiera el papel de jefe del gobierno a las órdenes del Rey, dio al traste con el último golpe de estado del siglo XX.

Antes, en 1978, se había descubierto un plan golpista bajo el nombre de Operación Galaxia. Se había recuperado la democracia, aun sintiendo que el espíritu de Franco seguía vivo y el aparato de la dictadura intacto. Los fieles al «régimen» no podían permitir que se otorgase la soberanía al pueblo, que se legalizara a los partidos políticos, se desmontara el estado totalitario y se reconociese el derecho al autogobierno de nacionalidades y regiones. Ahora, estos mismos, vuelven a la calle con banderas, gritando por la unidad y acusando de golpistas a quienes utilizan las urnas para decidir.

Conocemos la partitura de los sables, la letra y la música; también las consecuencias de los episodios que nos privaron durante muchos años de la libertad y de la democracia. El golpe de Estado de 1936 fue políticamente anticonstitucional; socialmente conservador; espiritualmente clerical; ideológicamente totalitario; económicamente capitalista; militarmente absolutista y moralmente inhumano. No lo olvidemos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.