Comprar medicinas en cualquier farmacia no registrada de Kenia significa correr un gran riesgo: los fármacos falsificados o de mala calidad representan 30 por ciento de todos los que se venden en el país.
Fabricantes de medicamentos, representantes del gobierno y farmacéuticos de seis países de África oriental observaron que la región está repleta de estos productos falsos o que no cumplen con las condiciones requeridas para su uso.
«El mayor desafío es que resulta muy difícil identificar las medicinas falsificadas simplemente mirándolas. En muchos casos hemos visto algunas de ellas mejor empacadas que las originales», dijo Jayesh Pandit, jefe de vigilancia farmacológica en el Consejo de Farmacias y Venenos de Kenia.
A través de campañas en los medios de comunicación, esa entidad urge a los keniatas a considerar comprar los fármacos que salvan vidas solamente en farmacias registradas a fin de reducir el riesgo de adquirir sustancias que son perjudiciales para su salud.
«No digo que deberíamos confiar 100 por ciento en los farmacéuticos certificados. Pero comprar medicamentos en esos lugares puede reducir en más de 50 por ciento el riesgo de comprar medicinas de mala calidad o falsas. Esto se debe a que estas farmacias son objeto de inspecciones de rutina por el Consejo de Farmacias y Venenos sin previo aviso», dijo Pandit.
La única manera de identificar a esas farmacias y a esos farmacéuticos es fijarse en el certificado, que debe estar a la vista de todo el público. A los farmacéuticos también se les extiende insignias verdes que deben usar todo el tiempo, mientras que a los tecnólogos farmacéuticos se les da insignias azules.
«Sin embargo, el otro desafío es que comerciantes inescrupulosos ya hacen insignias falsas para engañar al público. Pero allí afuera tenemos un equipo especial de inspecciones que está alerta. Y hasta ahora, algunos culpables ya fueron arrestados y acusados en tribunales», dijo Pandit.
En uno de los fraudes más memorables de Kenia, hace tres años se incautó un contenedor lleno de píldoras falsas del analgésico Panadol Extra (cuya versión original fabrica el laboratorio GlaxoSmithKline) por valor de unos 62.000 dólares.
Cuando el Instituto de Investigaciones Médicas de Kenia examinó las píldoras concluyó que contenían tiza y ningún componente activo.
Algunos productos falsificados tienen demasiados ingredientes activos –lo que somete al usuario final a una sobredosis–, mientras que otros tienen poco o ninguno. Otros contienen sustancias potencialmente letales que incluyen pesticidas, metales pesados, tiza, pintura con plomo, tinta de impresora y arsénico.
Según Steve Allen, del laboratorio Pfizer, todavía hay una enorme cantidad de medicinas falsificadas en el mercado. Algunas de ellas se encuentran en la cadena de suministro auténtica, en muchos casos sin el conocimiento de los proveedores y vendedores.
«Las medicinas falsas pueden causar y causan serios daños a los pacientes, que a veces pueden incluso conducir a la muerte», dijo Allen, director de Seguridad Global para Europa, Medio Oriente y África en la empresa.
Entre 2004 y 2010, autoridades de todo el mundo confiscaron 65 millones de dosis de medicinas de Pfizer falsificadas. Sin embargo, ese laboratorio estima que se trata de apenas un tercio de lo que ya está en el mercado.
«Esto es solamente la punta del iceberg. Necesitamos un esfuerzo concertado para erradicar el vicio, que no sólo afecta a África, sino también al mundo industrializado», agregó Allen. A fin de lograrlo, es necesario abordar el marco legal de Kenia.
«Las leyes que tenemos por el momento o bien son anticuadas o bien no se implementan», dijo Pandit, quien señaló que la normativa actual brinda pautas para regir al Consejo de Farmacias y Venenos en el país.
«Esta legislación se implementó en 1957. Y desde entonces muchas cosas han cambiado, de ahí que haya que corregirla a fin de que tenga sentido en el mundo actual», sostuvo.
Lo único que se puede hacer ahora es colaborar con todos los actores, «desde los usuarios finales de los fármacos hasta todoslos manufacturadores, distribuidores, autoridades regulatorias, aduanas y policía, entre otros», planteó.
El Consejo de Farmacias y Venenos quiere que la población reporte las medicinas falsificadas o de mala calidad.
«Elaboramos un formulario ‘simple de entender’, en un inglés simple, para que se use» a este fin, señaló.
«Está disponible en nuestro sitio web para que cualquiera lo imprima, y en todos los centros de salud pública para que la gente lo recoja, lo complete y lo presente a farmacéuticos provinciales cercanos, o lo envíe por correo electrónico directamente al Consejo», dijo Pandit.
El formulario requiere informar cualquier anomalía que se perciba en el producto. Puede ser el color, la inefectividad o un empaque sospechoso, entre otros aspectos.
En los últimos dos años el Consejo recibió 190 informes del público gracias al cual se incautaron medicinas en infracción y se arrestó a los culpables. Al mismo tiempo, varios fármacos fueron retirados del mercado por no cumplir con los requisitos de calidad necesarios.
Aunque debido a la falsa de registros no es fácil rastrear el origen de las medicinas falsas, empleados de Pfizer creen que la mayoría se fabrican en China, India, Egipto y Colombia.