Recomiendo:
1

Guerra de 4ª y 5ª generación: Las nuevas fuentes en las guerras de nuevo tipo

Fuentes: PIA Global

El articulo que presentamos aborda los nuevos dominios de la guerra moderna analizando su origen evolución y los desafíos que implican desde la perspectiva social de la guerra. analizando como las “sociedad civil” es terreno de batalla. Fue presentado para el debate en las jornadas inter escuelas de historia 2024 en la mesa sobre temas militares.

“la finalidad de la guerra es desarmar al enemigo (…) empujarlo a una situación que sea aún peor que el sacrificio que se le exige (…) reducirlo a la indefensión estricta o, por lo menos, empujarlo hasta una posición en la que dicho riesgo sea probable”. Carl von Clausewitz

Esta ponencia es una aproximación al estudio de las características novedosas de la guerra contemporánea, un avance en la identificación de las fuentes que de ella emergen para su estudio. Presentaremos los “nuevos dominios” de la guerra y como los medios audiovisuales son integrados al conflicto. Lo haremos desde la perspectiva de la historia social.

Las nuevas doctrinas extienden el “dominio” de la guerra a múltiples ámbitos de la vida social, en los que se desarrolla un nuevo tipo de “guerra total”, que se despliega más allá, antes, en paralelo o complementariamente, de la confrontación armada convencional. Esta nueva generación de guerra nos entrega una más compleja cantidad de fuentes y nuevos o renovados terrenos ricos para la investigación.

Nuestro objetivo será presentar una aproximación a los debates en torno a la guerra en el campo de la cultura y las conciencias, en función del salto tecnológico de las últimas décadas acaecido en las comunicaciones, las redes y la intercomunicación global, multiplataforma al instante. O sea, nos ubicamos en un punto de cruce entre la geopolítica, la inteligencia, la historia militar, las relaciones internacionales y la historia cultural. Así nos posicionamos entre la “inteligencia” y la “investigación”. Lo hacemos desde la perspectiva de “lucha por la hegemonía” en el terreno concreto de la guerra. Es un tema abierto al debate y los mismos especialistas militares no acuerdan aun en una conceptualización precisa. Pero como “el búho de Minerva levanta vuelo en el crepúsculo”, esto no debe sorprendernos.

En la reflexión sobre la historia militar se ha generalizado la periodización en “generaciones de guerra” (periodización presentada por William Lin, que veremos más adelante), la que consideramos útil, pero que puede ser engañosa. Esta comienza con las formas modernas de guerra (los ejércitos de línea y las armas de fuego). O sea, deja atrás miles de años de historia humana. Ya se sabe con suficiente certeza que, si bien no a través de una “división del trabajo” militar, lo cierto es que la guerra existe desde las comunidades de cazadores recolectores. Si queremos ser muy puntillosos no la llamemos “guerra” (ya que esta requiere para ser conceptualizada como tal, una dimensión especial de organización y planificación) pero sí conflictos y enfrentamientos entre grupos humanos por recursos y espacios[1] (Hobsbawn. 1987). Sin dudas desde Sumeria o el Egipto antiguo existen ya estructuras militares específicas, con sus formas de combate, armas y especialistas.

En ese mismo sentido otra categoría en uso es la de “revoluciones militares”, la que también debemos precisar. En 1955 el norteamericano Michael Roberts presentó el concepto de “Revolución militar”. “Rogers señaló que una Revolución Militar era un fenómeno que se manifestaba cuando importantes cambios sistémicos en la esfera cultural, política, social, demográfica o económica se articulaban de tal forma que lograban transformar completamente el Estado, la sociedad y su relación con la guerra” (Colom Piella y Baqués Quesada. 2011. Jordán 2021). Básicamente, una “revolución militar” va asociada, es consecuencia o parte, de un cambio económico, social y tecnológico de características revolucionarias o muy profundo. Ambas categorías, con las salvedades indicadas, estarán dentro de nuestro marco teórico para desarrollar este trabajo.

Cuando se habla de la implicación de los medios audiovisuales, la cultura y el arte, la propaganda, los “nuevos” medios web o la prensa, en la guerra, se lo señala como una nueva forma de guerra. Una nueva generación o una revolución militar en desarrollo. Debemos preguntarnos si esto es así. Estaríamos frente a un conflicto donde la “acción psicológica” en la “retaguardia”, o mediante una acción concertada a través de medios técnicos y organizaciones de personas “privadas” (tipo ONGs o empresas), actúan en la conciencia colectiva de los pueblos que deben sustentar a los ejércitos, antes durante o después del conflicto armado de cualquier nivel. Como se ha señalado desde Clausewitz, la guerra moderna no es nada sin esa retaguardia que permite movilizar a las masas con conciencia para el combate. Y en tiempos más recientes de “guerra total” permite movilizar a las masas en todos los ámbitos nacionales para el esfuerzo de guerra: “El impacto de una fuerza puede aumentar sustancialmente si se dirige contra el flanco o la retaguardia del enemigo. Estos ataques al flanco y a la retaguardia por norma afectan a las consecuencias del desenlace más favorablemente que al propio desenlace” (Clausewitz, 1922. P. 378). En la guerra contemporánea las maniobras sobre la retaguardia operan sobre los “nuevos dominios” y en el plano de la homogeneidad/voluntad del frente interno, con determinante importancia.

Señalamos que en ese artículo cuando hablamos de “guerra” lo hacemos en un sentido estratégico e integral, donde el combate militar del frente de batalla es solo un aspecto de la misma; y la guerra convencional solo una forma de guerra posible, inclusive los dominios se han ampliado y las líneas de batalla no se pueden representar en un mapa exclusivamente.

O sea, guerra hay cuando un Estado u organización no estatal de proyección equivalente, identifica una serie de intereses propios, y de posibles adversarios o simplemente objetos de su interés, y “ataca” mediante medios no militares con una concepción de “guerra” (para someter al otro a nuestra voluntad en términos de Clausewitz) las estructuras cognitivas de la sociedad, o grupo en cuestión, a través de herramientas culturales, o civiles en general. Una penetración genética de las ideas propias para hacer más suave la obtención de los objetivos estratégicos, y debilitar las barreras defensivas de la retaguardia de la sociedad a “ganar”. El resultado ideal del conflicto sería conseguir los objetivos planteados sin combatir.

Recordemos que como señalaba el general prusiano, “Si pensamos cómo surge la guerra veremos que (…) no surge con la ofensiva, (…) La guerra surge primero con la defensa, porque esta tiene como objetivo directo el combate, ya que la acción de detener el golpe y el combate son, evidentemente, una misma cosa. (…) Detener el golpe es una acción dirigida por entero contra el ataque y, por lo tanto, lo presupone necesariamente”: la guerra propiamente tal comienza cuando el agredido decide defenderse no cuando el agresor decide avanzar. Si se arrebata algo no hay violencia si la víctima no se defiende o no está en condiciones subjetivas u objetivas de hacerlo.

Se plantea (y esto es clave) en las nuevas generaciones de guerra, 4ta y 5ta generación, la guerra híbrida, etc. la utilización de medios militares no convencionales; o de medios no militares para la obtención de fines de la guerra. ¿Cuáles son los fines políticos de la guerra?: cambio de régimen, obtención de alineamiento, permiso a penetración de fuerzas armadas, de seguridad o aceptación de reglas económicas sobre el país y/o región en cuestión y, no necesariamente lo más generalizado pero vigente, la rectificación o afirmación territorial. Pensados dentro de una estrategia de despliegue de “guerra híbrida” o “zona gris”, aparecen en estas últimas décadas como una novedad que puede cambiar la forma de resolver los conflictos destruyendo la capacidad de “cohesión” del enemigo, facilitando el triunfo con una fuerza militar, sin implicación “total”. Y quizás ni siquiera eso, sino una acción indirecta, profundizando las ideas de Lidell Hart sobre la “aproximación indirecta” (Hart. 1984). Aunque, señalamos como advertencia, medios de sumisión mas allá de la acción militar convencional existen desde la más antigua historia registrada.

En la década de 1830 Carl von Clausewitz había definido en su conocido trabajo De la guerra que era la continuación de la política. En realidad, el general Prusiano indicaba que la guerra es una herramienta más de la política[2]. Que no había guerra por la guerra misma, sino que había guerra por la política y sus objetivos. Esta diseñaba estrategias, la batalla por mar y tierra era una de las posibles consecuencias necesarias para lograr los objetivos. Siempre y cuando estos objetivos justificaran los combates. También señalaba que, en la era abierta por la revolución francesa, las masas eran protagonistas. Así surge su famosa triada: pueblo, militares profesionales, gobierno. Claramente Clausewitz habla de un cambio muy profundo en la sociedad, de una época revolucionaria, y esto tenía su correlato en la guerra. Por eso el prusiano señalaba que cada tipo de sociedad tenía su forma de hacer la guerra. Cuestión que debe hacernos reflexionar sobre nuestra etapa actual. Estaba presentado sin mencionarlo el concepto de “Revolución militar”, y teorizado sobre cómo juega la conciencia del pueblo en la guerra. Los marxistas clásicos tomarían mucho del prusiano y su escuela.

Será un conocido de Argentina el Mariscal Colmar von der Goltz, el que teorizará en Leon Gambetta y sus ejércitos y en El pueblo en armas (Goltz, 1877. Goltz, 1883) cuestiones relativas a la retaguardia social, al rol del pueblo, de la “cohesión” nacional, del funcionamiento de la economía y las comunicaciones, de la necesaria “identidad nacional” para enfrentar las guerras de su época, conflictos industriales, de masas, con ejércitos de ciudadanos, inclusive elementos de guerra irregular y de contrainsurgencia. Goltz escribe en el origen de lo que se conoce como guerra de segunda generación, la de la revolución industrial del acero, las máquinas, el ferrocarril, etc. y el movimiento obrero moderno.

El pensamiento de “nación en armas” especialmente en lo que hace a lo “psicológico” (de masas) es una estrategia defensiva o de cohesión interna, y así será en esa época y en los siguientes cincuenta años. Vemos que las fronteras de los estados siguen marcando barreras casi infranqueables para la propaganda enemiga hacia la retaguardia social. Si hay desintegración del frente interno será por causas internas o repercusión interna de causas externas[3] como bloqueos.

Habrá que esperar a Hollywood para encontrar un aparato cultural de alcance extra nacional de masas. Es esta industria del cine de alcance mundial la que consideramos el primer elemento a tener en cuanta en lo que hace a la difusión de valores, visiones del mundo etc. Quizás el primer ejemplo de “guerra” en el campo de la cultura. Aunque aún este lejos de la instrumentalización “hibrida” que se discute en la actualidad, y lejos también de la concepción claramente militar y de combate que intentamos esbozar en esta ponencia.

El final de la segunda guerra mundial colocó en primer plano lo que sería en nuevo tipo de enfrentamiento. La guerra había sido ganada por dos fuerzas distintas: los aliados occidentales y la URSS. Estos eran antes de la conflagración mundial acérrimos enemigos. Ya la contradicción comunismo capitalismo estaba vigente más allá de la lucha contra los estados fascistas. Con la guerra finalizada el impasse de alianza pronto se resquebrajaría. Entraban en el escenario nuevos elementos. La capacidad destructiva de la guerra había dejado Europa y Oriente desbastados, habían desaparecido varios competidores entre las grandes potencias, el agotamiento de los pueblos y la capacidad de destrucción masiva del arsenal nuclear alejaba la opción militar de “guerra total”. En un mundo de dos grandes superpotencias aumentó la relevancia de “la guerra psicológica” como se conocía hasta entonces.

La CIA (heredera de la OSS creada en la segunda guerra mundial para operar contra el Eje) fue la punta de lanza de una campaña internacional de lucha en los múltiples aspectos de inteligencia, entre ellos el aspecto cultura. De hecho, los soviéticos, tenían a través de los partidos comunistas (y especialmente en la inmediata posguerra dado el prestigio de la victoria sobre Alemania) una herramienta de lucha para que penetraran sus valores, articulados con tareas políticas y de información (y en algunos casos militares). El mundo de los intelectuales y artistas contaba con una gran presencia comunista y esto lo sabían y les preocupaba a los estrategas de occidente. Los Occidentales comenzaron así una guerra en el terreno de la cultura (Saunders, 1999). En América Latina este combate tuvo su mayor despliegue a partir de la Revolución Cubana y la sensación de amenaza que los EEUU sintieron en el que consideran “SU” propio territorio. Aunque no está de más destacar que ya en la década del 40 y 50 el peronismo de argentina dedicó esfuerzos a intentar alternativizar con instituciones e ideas propias a la hegemonía de los EEUU en la región. Pero ambos temas son parte de otra investigación.

Hasta la segunda guerra mundial las acciones sobre las poblaciones enemigas eran radios de onda corta, medios de prensa escrita (ya durante la guerra o amenaza real de esta estos medios desaparecen por la estricta censura), o arrojar panfletos con aviones, cuando estos surgen. Lo demás es rumor. O en el caso de partidos bien organizados con inserción, como algunos partidos socialistas, llevar adelante la desmoralización de las masas y la tropa. No existe capacidad de una ofensiva sobre las conciencias de la población como la que hoy se conceptualiza como “guerra híbrida” tal como la presenta el general Gerasimov en el modelo ruso de teoría militar (Gerasimov, 2014).

Para responder a las nuevas condiciones estructurales se han presentado los conceptos de “Zona Gris”[4], o “Guerra híbrida” que se superponen sobre los ya existentes de 4ta o 5ta generación de guerra, y al más antiguo de “guerra psicológica”. Sobre ellos podemos encontrar textos de analistas tan diversos como las clases del ministro Ramón Carrillo en la década del 50 en Argentina (Carrillo, 1949) o la ponencia del general Gerasimov en Rusia en tiempos recientes (Gerasimov, 2014). Podemos ver la evolución y cambio cualitativo que estos conceptos implican.

El cine como herramienta de combate. Un ejemplo interesante

En el año 1929 el escritor Erich Paul Remark publicó en Alemania su novela Sin novedad en el frente. Un escrito que relata la guerra desde las vivencias de un soldado, poniendo en primer plano el sufrimiento del protagonista y de quienes los rodean. Al año siguiente en 1930 Universal Studies, de Hollywood, bajo la dirección de Lewis Milestone estrenó la versión cinematográfica. La visión de cine era, quizás por su aspecto visual, aún más “pacifista” y dejaba un sabor mayor de rechazo a la guerra, como hecho para nada heroico. Fue un éxito en una época de crisis mundial donde aún el antibelicismo tenía buena prensa. Pronto eso cambiaría.

El primer problema la película lo tuvo en Alemania. Allí en plena crisis y periodo de ascenso de nazismo (y del nacionalismo en general, de hecho, los socialdemócratas vieron con recelo la película). El problema estaba en que el sufrimiento, el patriotismo suicida, etc., era todo alemán (claro la película y el libro contaban desde la perspectiva de un soldado alemán de trinchera). Presentaba de forma crítica los discursos patrióticos de los profesores que incitaban a enrolarse, la dureza del régimen militar, etc. No es cuestión en esta ponencia valorar estos aspectos específicos. Sino que esto, más el hecho de que el editor del libro era judío y el director de la película también, más el pacifismo centrado en una Alemania en la que había consenso general en que estaba injustamente sancionada, le dio a los Nazis el acicate para actuar, atacar los cines, y conseguir la aprobación general para la prohibición del film. No solo en Alemania se prohibió, sino que en Austria (que en esa época era casi lo mismo) en Australia, Francia, Italia, Polonia…

Si bien no podemos calificar a esta película de propaganda de guerra de un Estado, o grupo con poder, contra otro Estado, grupo social que se pretenda debilitar o copar con algún fin estratégico geopolítico; lo cierto es que sí motivó una “guerra cultural”, una respuesta cinematográfica desde Alemania. En 1934 los nazis financiaron una superproducción: Stosstrupp 1917 (Schmid y Zoberlein; 1934). El hecho de esta respuesta claramente la ubica en el plano de la guerra al ámbito de la cultura y específicamente en lo audiovisual de masas.

Tropa de asalto fue dirigida por Ludwig Schmid-Wildy, y Hans Zöberlein. Ambos con una experiencia más heroica de sus vivencias en la guerra, y el segundo un activista nazi convencido. En 1934, Zúberlein se convirtió en jefe de la oficina cultural recientemente fundada, responsable de las artes visuales, la literatura y el teatro, todas las bibliotecas, así como de la música y el cine. Iniciaría la guerra por la germanización de la cultura. La película de 1934 se basó en las memorias de guerra del propio director Zöberlein, Der Glaube an Deutschland (La fe en Alemania). Fue financiada por el gobierno nacional-socialista, y contó con la Wehrmacht y tropas de las SA como extras.

La película es minuciosamente realista y muchos de sus efectos no son tales, sino que se realizaron con munición real y explosivos, tal es así que actualmente muchos documentales confunden y presentan como filmaciones de combates reales de la primera guerra las tomas realizadas para esta película. A diferencia de Sin novedad en el frente, Tropas de choque presenta la experiencia colectiva, donde los héroes son el conjunto de los alemanes (el Volks) que pelean y cumplen con su deber patriótico. No tiene estridencias, no hay heroísmos extremos, ni superhéroes individuales, el enemigo es “normal”, solo se presentan los soldados combaten y en algunos diálogos explican sencillamente por qué (desde la visión alemana).

Tampoco al espectador se le evita la principal consecuencia del combate (mueren la mayoría de los soldados alemanes protagonistas), pero la muerte permanece en el ámbito de lo genérico, no se resalta el dolor individual, parece una cámara filmando desde una distancia un combate real y el impacto de una bala que apaga una vida sin estridencias[5]. Tampoco se destacan las durísimas condiciones de las trincheras bajo incesante bombardeo de artillería que, sin dudas, quebraron a un sinnúmero de soldados de ambos bandos. La película fue destruida al finalizar la guerra, prohibida, y se ha reconstruido con las partes que se han podido rescatar, pero aun así le faltan aproximadamente 30 minutos.

Es intención de estos párrafos anteriores mostrar con un ejemplo claro como la batalla por la conciencia de las masas, como retaguardia de los ejércitos y sostén de las políticas de los gobiernos en el estado moderno, está presente desde tiempos anteriores a las guerras de 4ta o 5ta generación. La contraposición que hacemos entre estas dos películas, nos permite ver un ejemplo del pasado donde el cine aparece como una herramienta de combate para solidificar el frente interno en su aspecto más amplio. Y como contraataque a lo que se siente como agresión externa cultural.

Finalmente, Joseph Goebbels ministro de Propaganda del Tercer Reich, escribió resignado que pese a su esfuerzo y éxitos no consiguió crear un aparato equivalente, aun contando con directoras de la calidad de Leni Riefenstahl. Señalaba que no se podía derrotar a Estados Unidos, ellos disponían de los medios de Hollywood; su capacidad para homogeneizar el pensamiento de la población, modificar conciencias, crear estereotipos, identificar conductas y transformar la realidad, era abrumador para el ministro nazi.

La lucha en el cine durante la guerra fría fue aún más fuerte, la CIA mediante diversos programas (directa o indirectamente) actuó sobre el cine y la cultura en general (Saunders, 1999). La guerra por las conciencias se proyecta sin descanso hasta el presente, por ejemplo, recientemente se han producido dos películas una A Descubierto sobre Ucrania y otra Spectral, sobre Moldavia ambas de Netflix.  Ambientan una situación de esos países casi pos apocalíptica, en realidad hablan de un futuro muy cercano donde se encuentran en una situación “tipo Yugoeslavia” en el periodo de su desintegración, “con algo” de Siria. Hay tropas de los EEUU, o de la OTAN o de la ONU, en misiones de pacificación sobre un país destruido por la guerra civil proxi, donde milicias, de diferente adscripción aparecen cometiendo todo tipo de tropelías, y sacrificadas ONGs se mueve por el territorio intentando ayudar a la gente, víctima de esta situación. Rusia en ambas películas aparece como un “fantasma” de fondo, está detrás de todo, de hecho, hay rusos no reconocidos como tales que operan apoyando a sus partidarios en esos territorios donde se da una guerra híbrida ya en estado de guerra de baja intensidad y/o guerra civil. Ambas películas presentan al gran público un escenario de guerra en países reales, donde las guerras no están en desarrollo, pero las prevén. Las películas son parte de esta preparación. Y de hecho como vemos en Ucrania la situación evolucionó hacia guerra total; y Moldavia es un territorio partido y en disputa cuyo destino es incierto.

Es en la década del 90 cuando las teorías sobre las nuevas generaciones de guerra entran en debate, y no es casual ya que era un momento de cambio de estructuras del capitalismo en el mundo. William Lind en un artículo de 1989 llamado “El rostro cambiante de la guerra: hacia la cuarta generación” (Lind, 1989. P. 22-26) dio el primer puntapié en torno al tema de “generaciones de guerra” y allí definió a la guerra de cuarta generación. Esta abarca dentro de la doctrina estadounidense una amplia gama de acciones militares violentas o no, como la guerra de guerrillas, la guerra asimétrica, la guerra de baja intensidad, la guerra sucia, el terrorismo de estado u operaciones similares y encubiertas, la guerra popular, la guerra civil, el terrorismo y el contraterrorismo, además de la propaganda. Esto se combina con estrategias no convencionales de combate que incluyen la cibernética, formación de ideas de la población civil y la acción política.

Como vemos Lind está aproximándose a la idea guerra híbrida. Pero es necesario señalar que originalmente “guerra Híbrida” en la acepción norteamericana implicaba solamente las combinaciones de diferentes formas de lucha regular e irregular, no la concepción más integral que actualmente solemos imaginar. Para Lind en su definición los ejércitos regulares pierden centralidad y en muchos casos la guerra ya no es entre estados, sino entre un estado y grupos violentos, mayormente de naturaleza política, económica, religiosa o étnica. En síntesis, señala que la guerra tendrá “Una base no nacional o transnacional (…) Un ataque directo a la cultura del enemigo. Tal ataque funciona tanto desde dentro como desde fuera (…) Guerra psicológica altamente sofisticada, especialmente a través de manipulación de los medios”. Lind, un conservador duro, señalaba claramente que la tecnología, las comunicaciones, la cultura eran escenario de guerra y que los nuevos desafíos provendrían de países no occidentales (se refiere a Europa occidental y el mundo anglosajón) por tener pautas culturales distintas[6].

Fue poco después cuando uno de los teóricos más reputados en occidente, el historiador israelí Martín van Creveld, publicó en 1991 el libro La transformación de la guerra. La influencia de los medios de comunicación como una herramienta de operaciones psicológicas en los conflictos bélicos actuales (Creverd, 1991). Tres preguntas lo guían ¿Cómo se transforma la guerra con la manipulación mediática de la opinión pública en los conflictos actuales?; ¿Cuáles son los posibles escenarios donde se desarrollarán las guerras? Y ¿Quiénes son los actores y cuáles los blancos y objetivos en este tipo de conflictos? El trabajo es una teorización de cara al mundo unipolar, donde los enemigos del nuevo orden mundial (para Israel, por ejemplo) serían formaciones no convencionales como Hizbollah o los palestinos. El terrorismo islámico en general para Occidente. O las guerrillas o carteles latinoamericanos. O, a lo sumo, “Estados parias”. Es la época de la guerra del Golfo, donde la propaganda, en el marco de un trabajo cultural, “cognitivo”, muy avanzado, impusieron la creación de una “conciencia colectiva” (al menos en apariencia pública) sobre la justicia de la causa de orden unipolar y el concepto de soberanía quedaría relativizado.

En esa misma fase, las “revoluciones de colores” han sido parte del debate del nuevo tipo de guerra. Los rusos han abordado el concepto de “Guerra Híbrida” a partir de ellas. “Dicho de manera más simple, dependiendo del código de la civilización o de la cultura y de la mejor forma de penetrar los cinco anillos sociales de los ciudadanos objetivo, las revoluciones de colores pueden ajustar su mensaje”[7] (Korybko, 2015). Según el Pentágono, la estrategia es la “Dominación del espectro total (…) persuasivo en la paz; decisivo en la guerra; en cualquier forma de conflicto”[8] (Joint Chief´s of Staff, 2020). Y más adelante el mismo documento señala que la doctrina planteada implica la “coordinación (…) entre elementos del Departamento de Defensa y gobierno estadounidense, comprometiendo agencias, organizaciones no gubernamentales, organizaciones privadas de voluntariado, y organizaciones regionales e internacionales para el propósito de lograr un objetivo”.

Siendo así en la “Guerra híbrida” aun antes del combate militar directo, se propone “vencer” o preparar el terreno en el campo de una guerra donde lo estrictamente militar (armas que matan) no está en juego aún. Si se tiene éxito los objetivos propuestos se pueden lograr sin combatir, con mutaciones políticas en el campo enemigo (en la retaguardia social del enemigo) que permiten adecuar la política del país objeto con bajo nivel de violencia y operaciones del ámbito de la “inteligencia”, sin implicar notoriamente fuerzas armadas propias y a un bajo costo.

Últimamente se viene hablando mucho de “guerra cultural” si bien pocas veces se concreta su significado. Tiene que ver con la batalla por el relato, pero no se limita a este campo. En todo caso, conviene diferenciar este concepto del legítimo debate e intercambio de ideas democráticamente o de conflictos entre clases, o grupos. Nos encontraríamos por el contrario más cerca de la guerra híbrida, psicológica, cognitiva y el arte de la propaganda llevados a cabo por unos Estados contra otros, pero también por determinados agentes con poder suficiente para imponer la cultura que les interesa y acabar con la del contrario. Para el General Valery Gerasimov “Las mismas leyes de guerra han cambiado. El papel que desempeñan los medios no militares para lograr metas políticas y estratégicas ha aumentado y, en muchos casos, ha superado el poder de la fuerza de las armas en cuanto a su eficacia” (Gerasimóv, en Korybko 2015).

Señala Gerasimov: “sería más fácil para todos decir que los acontecimientos de la primavera árabe no son de guerra, y por tal, no hay ninguna lección para nosotros -militares- que aprender. Sin embargo, tal vez lo opuesto sea el caso, que precisamente estos acontecimientos son típicos de la guerra en el siglo XXI (…) El enfoque usado de los métodos de conflicto ha cambiado la dirección del uso general de medidas políticas, económicas, información, humanitaria y demás medidas no militares, utilizadas en coordinación con el potencial de protesta de la población” (Gerasimov, 2014). En concreto, el general ruso presenta la guerra moderna como una escalada multifacética que termina con la intervención extranjera para “reestablecer la paz”, “la democracia y los DDHH”, “genero” o cuestiones similares. Pero que comienza con acciones de masas, comunicacionales y culturales de parte de grupos civiles desafectos, instrumentalizados con diferente grado de acción de “inteligencia”.

Mas allá de que la posición de Gerasimov identifica desde el punto de vista militar a los grupos civiles más o menos violentos, lo cierto es que todo el proceso de “revolución de color” vista desde el plano de la guerra híbrida, solo puede tener masividad si existen sistemas que se encuentran en crisis o se les genera una crisis; donde el desarrollo natural de las contradicciones internas y/o por incentivos externos, lleguen al estallido, o donde “los valores occidentales” han penetrado. Nuestra hipótesis es que estos planteos se deben articular orgánicamente con el trabajo de largo plazo en el ámbito de la cultura tanto de masas, como de y sobre los intelectuales propiamente dichos; o sea de lo audiovisual, redes y de “la academia”. Es parte de la “hegemonía”. Por eso en Rusia sus elites dirigentes señalan que existe un “ataque al alma rusa”; que, por ejemplo, la guerra en desarrollo tiene un frente de ataque con la llamada “ideología de género”. Esto sería parte del concepto más capilar de la guerra híbrida (Ibañez, Pulido, 2023).

En la posmodernidad las ideologías imperantes sostienen que “la materia y la realidad se diluyen hasta desaparecer” (Fernández Montesinos, 2023. P. 419-441). Según lo que se llamó “giro lingüístico” en historiografía. Esto en la práctica implica que el discurso constituye la realidad, impone un subjetivismo extremo, un culturalismo radical. Jean Baudrillard habla inclusive de una suerte de “asesinato de la realidad” (Baudrillard, 2006. P. 3). Entonces el campo del “occidente geopolítico” y/o “globalismo”, lleva con convicción la guerra al terreno de los discursos y las conciencias. Atribuyendo por solo nominación condenas y realidades a través de las herramientas de la cultura como armas de combate estratégico. Es tanto una “política de la hegemonía” como una “estrategia de los estados mayores”, que se despliega en el campo de la hibridez, o zona gris. Y este tipo de guerra (que incluye desde lo que se llama LawFare, hasta “batallones” de twiteros, por ejemplo) solo puede ser llevada adelante con éxito con un amplio despliegue en el terreno de las redes y de la cultura, de la información, de Twitter, Instagram, TikTok, Facebook, etc.; del cine, y el campo audiovisual en general desde producciones hollywoodenses y plataformas como Netflix, hasta canales de YouTube[9].

Aproximación final

Iniciamos esta ponencia con una serie de objetivos, uno de ellos era reflexionar sobre como las nuevas categorías de guerra desafían a los investigadores, con la existencia de nuevas fuentes para la obtención y estudio de esta actividad humana. Sin embargo, siendo la guerra extendida a todo el campo social, y especialmente al campo de la cultura, objeto y sujeto, fuente e investigador, se confunden. La producción y la misma investigación es parte de la guerra. Un tema difícil para cualquier científico social que debe saber tomar distancia de su objeto más allá de sus ideas.

Por otra parte, hemos visto como el salto tecnológico especialmente en lo que hace a la comunicación, plataformas audiovisuales, redes etc. genera terrenos donde la lucha por la “opinión”, la formación de las conciencias, la lucha por la “visión del mundo”, los hechos, las aspiraciones, el pasado etc. se da en forma constante, sin fronteras y capilarmente (Caviasca, 2022). De hecho, la idea de “ciber defensa” como área de las Fuerzas Armadas es específicamente contra ataques que puedan poner en riesgo las comunicaciones, etc. de los Estados. Pero también abarca la inteligencia y la opinión. Las plataformas son (además de “medio” o el “soft”) parte orgánica estructural “hard” de las organizaciones políticas, militares y económicas. Y de por si estos “nuevos dominios de la guerra” llevan en si mismo un cambio del mismo concepto de “frente de batalla”; aunque estas aclaraciones son parte de otro estudio

En el periodo de la Guerra fría, las líneas de demarcación del conflicto eran bien claras, dos cosmovisiones definidas se enfrentaban con centros de poder definidos. La guerra propia de este periodo era la de 4ta generación. Pero a partir del derrumbe del bloque soviético las características del conflicto cambiaron. Y lo hicieron no solo en la naturaleza del enfrentamiento, sino en la base tecnológica del mismo. Si en lo militar “duro” el cambio tardó en verse (seguirá habiendo tanques en el campo de batalla); en las comunicaciones, la información, etc. se pegó un salto que es revolucionario y afecta todos los órdenes de la vida social, económica, política, productiva, militar, e individual. Esto sin dudas afecta ese aspecto del conflicto que se de en el campo de la cultura y especialmente en lo “audiovisual” y en los nuevos dominios, especialmente las plataformas web. Y a estos como fuente.

Además, se potenció una forma de conflicto “no estatal” que hasta ese momento los teóricos subsumían en el campo de las guerrillas revolucionarias o nacionalistas (o la “infiltración marxista” en la sociedad civil). Doctrinas articuladas con la guerra de 4ta generación, como la de “Seguridad nacional” que restringían a la lucha de clases entre “comunistas” y “occidentales y cristianos”. Hoy no es así, la “guerra” al interior de las sociedades es capilar, y multidimensional. El mundo del nuevo milenio incorpora nuevos planos de vida, y con ellos nuevos dominios de la guerra que violan las fronteras mucho más que en mismo capital o las ideologías revolucionarias (también han cambiado el campo de batalla concreto). Mas bien crean un campo de lucha donde la guerra y sus líneas de combate no están solo delineadas en fronteras físicas.

Mencionamos las categorías guerra híbrida, guerra psicológica, etc. o hablamos de la prensa o el cine como herramientas de combate; señalamos que esta guerra va más allá del combate militar, complementa necesariamente, y genera mejores condiciones para obtener objetivos políticos y/o militares; que es planificada por “estados mayores”. Vemos que los especialistas en defensa de todas las tendencias discuten estos temas relacionados con “la zona gris”, la propaganda, el sentido de las producciones artísticas o científicas, la lucha por ideas y valores, la instrumentalización de grupos sociales, políticos diversos. Estamos en un universo que cruza inteligencia con investigación y cultura.

Se tiende a pensar que existe una instrumentalización directa. Hasta una idea conspiracionista. Cierto es que esto existe en una parte. Pero no es para nosotros lo central de esta cuestión. Nuestra idea es que el desarrollo de la “guerra híbrida” (sin dejar de tener programas concretos y apoyos financieros o de agentes concretos desde organizaciones estatales o privadas con gran poder) se basa en la idea de “hegemonía” y “bloque histórico”. Principalmente en la segunda categoría (que está implicada con la primera). No es que cuando Hollywood o Netflix nos presenta un documental “ideológico”, o una serie, o película que propagandiza una idea, aunque sea muy concreta contra un enemigo, o una idea de sociedad, o futuro, o cambian el pasado, o presentan nuevas formas de relaciones interpersonales; lo hacen porque “La CIA les puso plata” o alguna institución occidental o partidaria del “mundo basado en normas” o “los valores democráticos y DDHH”, o “ideología de género”. Sino que existe un “bloque histórico” en sentido gramsciano que opera en el mundo para hacer hegemónicas determinadas ideas y determinada organización del mundo. Sin embargo, estamos en un periodo de crisis.

Nos encontramos en un periodo de guerra para realizar una transformación global, que abarca “las cabezas” de cada persona, la cuestión de la lucha por determinados valores es central. O sea, está más allá aún del concepto de “guerra híbrida”: es el terreno desde el cual parte con alguna posibilidad para esas operaciones militares de zona gris, psicológicas “híbridas”, para poder tener alguna posibilidad de éxito, y no ser solo “operaciones de inteligencia”. Si además las plataformas que operan como fundamentales para actuar sobre las “retaguardias” de los ejércitos, más allá del conflicto armado, permiten generar condiciones para obtener los objetivos políticos/militares; entonces el universo de fuentes para el análisis de los conflictos militares se amplía al estudio de las mismas.  Es imposible entender el desarrollo de las operaciones sin ellas.

Podemos afirmar que el cine fue usado como arma propagandística por los EEUU en la guerra fría, pero advertimos que no fue el único caso, lo que pasa es que Hollywood como industria alcanzó un enorme “poder de fuego”. También podemos afirmar que las políticas culturales de los estados con un desarrollo de la industria del cine, marcan ciertas claras tendencias sobre que se dice o que se transmite en sus producciones. Sin embargo, el “cine”, las producciones audiovisuales en general son parte de un clima de época y transmiten valores hegemónicos o tienen a hacia ellos. Por eso el investigador debe abordar las fuentes desde esta doble perspectiva: de “la hegemonía” y desde “la guerra”. Sean estas Hollywood o Twitter (X ahora), una producción de Netflix, un canal de YouTube o una superproducción China. Teniendo en cuanta que este mismo flujo de información circula por un nuevo espacio en el que también van las órdenes de las propias, la dirección d ellos misiles, la inteligencia sobre el campo de batalla, etc. O la información sobre flujos financieros…

Mucho ha pasado desde que Clausewitz hablo del pueblo (Volks) como sujeto de la guerra. O de que Colmar von der Goltz hablara de Volks in Waffen. Pero el desarrollo de los nuevos dominios de la guerra vuelve a colocar al “pueblo-nación” de cada país como sujeto de combate en forma central. De formas nuevas que recién estamos experimentando. Por lo tanto, la investigación sobre las nuevas herramientas es tarea del científico, lo haga por interés académico o sirviendo a la estrategia militar de un Estado (aunque a veces eso no se pueda dilucidar con precisión la diferencia).

Quizás la era de las revoluciones burguesas pueden darnos algunas referencias. Fue cuando en los sujetos más dinámicos de las sociedades occidentales las nuevas ideas del liberalismo ya habían minado las legitimidades de antiguo régimen. Sin embargo, no debemos dejar de tener en cuenta que las rupturas con el antiguo régimen se basaban en ideas de una sociedad más libre e igualitaria, del cambio del concepto de soberanía desde una persona o dios al conjunto del pueblo nación. O sea, de la creación de la categoría ciudadanos, libres e iguales en la propia comunidad, en una reminiscencia idealizada de la polis griega. La nueva transición, en lo que se expresa en el combate contemporáneo en el campo de las ideas, cultura, cine etc. presenta una forma de “expropiación” de la soberanía (por más limitada y teórica que fuera) hacia elites mucho más “lejanas” que las estatales. Pareciera una reacción a todo un periodo histórico de progreso. Se va hacia el individuo extremo, aislado, frente a una elite completamente ajena e incontrolable. Sin dudas este párrafo es una opinión valorativa.

El combate cultural, por el sentido, por los medios de transmisión de información, se desarrolla en una forma mucho más penetrante tras las líneas enemigas. Como antes los bombardeos estratégicos colocaban a la población civil y a las vías de comunicación como objetivo militar, hoy la cultura globalizada, el cine en las nuevas plataformas, el mundo audiovisual diverso, el ciberespacio, las redes, colocan a la población, y la transmisión de cualquier mensaje, como objeto de batalla (tanto estratégico como táctico). Lo que antes era una retaguardia física de difícil acceso. Inclusive en la propaganda y la cultura en general. Hoy está en la primera línea de combate, es mas esta “antes” del combate. Por eso en los modelos de guerra híbrida se plantea “las conciencias” como dominio de la guerra.

Volviendo al foco de nuestro tema, recordemos que en la guerra fría la mayoría de los Departamentos del Gobierno Federal tenían al menos una oficina de cine en su organigrama. Esto no ha dejado de ser así, pero debe haber cambiado de forma, dada la revolución tecnológica y las nuevas plataformas, como la existencia de empresas globales con un grado de autonomía inédito.  Allí hay un universo de información, de fuentes a interpretar y estudiar. En las que dilucidar su rol como “armas” para entender las estrategias militares, de relaciones internacionales, etc.  en forma completa. Esta ponencia es el desarrollo básico de esta inquietud desde una perspectiva histórica.

Referencias:

[1] El mismo Marx en “Formas que preceden a la producción capitalista” planteaba que la guerra era el primer trabajo colectivo de los seres humanos.

[2] “Vemos, pues que la guerra no es un simple acto de política, sino un genuino instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, proseguidas con otros medios. Lo que sigue siendo peculiar en la guerra es, simplemente, la naturaleza peculiar de sus medios”. Clausewitz (1922) Pag. 194.

[3] En causas internas seguimos a Mao Tse Tung y a Rodolfo Puiggrós su “traductor” local en lo que hace al concepto

[4]  Zona Gris es espacio entre la paz y la guerra en el que compiten actores estatales y no estatales. Implica la utilización únicamente de medios que permitan tanto la “negación plausible”, como la “no atribución”.

[5] Para una interpretación de cómo se presentan las imágenes y estas hace al hecho se puede consultar a Susan Sontag en su muy interesante trabajo sobre la fotografía (Sontag, 1980)

[6] Aunque no está de más recordar que el “espíritu” del trabajo de Lind y su grupo se puede entroncar con la línea de pensamiento estratégico que encontramos en los “Documentos de Santa Fe” de la década de 80 y 90.

[7] Con los “cinco anillos” se refiere a: Población. Medios. Elite nacional, FFAA y SS. Líderes.

[8] En un apartado señala, por ejemplo, la necesidad de controlar el “Entorno de información: el conjunto de individuos, organizaciones y sistemas para recopilar, procesar o difundir información, incluyendo la información misma”.

[9] En general se llama Soft Power es la lucha por el sistema político y la cultura, mientras el Hard Power la acción coercitiva de lo militar y lo económico.

Guillermo Martín Caviasca. Doctor en Historia UBA / Autor de libros de historia sobre el movimiento obrero, historia militar y geopolítica / Experto en Defensa. Miembro del equipo de PIA Global

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.