Mientras los políticos se apresuran a pasar resoluciones en el Congreso norteamericano apoyando las protestas que defienden el principio de libertad de protestar, en Terán, Irán, su hipocresía enceguece más que su miopía. Porque sólo se necesita un minuto de reflexión para uno darse cuenta que a ellos les importa un pepino las protestas. Se […]
Mientras los políticos se apresuran a pasar resoluciones en el Congreso norteamericano apoyando las protestas que defienden el principio de libertad de protestar, en Terán, Irán, su hipocresía enceguece más que su miopía.
Porque sólo se necesita un minuto de reflexión para uno darse cuenta que a ellos les importa un pepino las protestas. Se trata de usar esas resoluciones como armas para señalar más a Irán como el enemigo, como el otro peligroso que «amenaza» la supremacía de los Estados Unidos.
Como prueba de esa hipocresía política, uno puede escuchar con mucho cuidado y oír el silente abucheo cuando las protestas son en los Estados Unidos, y los que protestan aquí son golpeados, arrestados y enjuiciados por poner en práctica sus supuestos derechos constitucionales contenidos en la Primera Enmienda a la Constitución.
Recuerde las masivas protestas callejeras por la muerte de Oscar Grant, asesinado por la policía en Oakland, California. La gente que protestaba fue golpeada, dispersada y sus teléfonos celulares y sus cámaras fueron confiscados por la policía.
¿Apoyó el Congreso norteamericano esas protestas? Bueno, todavía no.
Los políticos estatales y locales sólo hablaron para pedir calma, que callen las protestas — algunos aún llamaron «animales» a los que protestaban.
¿Suena familiar?
Yo no hablo farsi, pero estoy seguro que ellos suenan no muy diferente en el tono que el Líder Supremo de Irán, el Ayatolá Alí Khamenei — en otras palabras, «el sistema trabaja — ¡confía en el sistema!»
¿Por qué? Porque eso es lo que los gobiernos siempre dicen.
Por años — si, años — los que protestan aquí en los Estados Unidos han sido golpeados, a pesar de las llamadas garantías de la Constitución a la libertad de expresión y al derecho a protestar.
En verdad, no tenemos que ir muy lejos, solo ver los sacros recintos del Congreso, específicamente al Representante John Lewis, Demócrata de Georgia, cuya cabeza aún lleva las cicatrices de las heridas que la policía de Selma le dejó, cuando protestaba contra el apartheid norteamericano.
Medio siglo después, y los que protestan todavía son golpeados, de costa a costa, por el simple hecho de participar en demostraciones — y si no son golpeados físicamente, son golpeados económicamente por abogados, jueces y fiscales que los exprimen — y los hacen pagar por el derecho a practicar su libertad de participar en demostraciones públicas.
Al Congreso de los Estados Unidos, que solo unas generaciones atrás apoyó al brutal, salvaje reino de represión en Irán bajo el Sha, Mohammad Reza Pahlavi, y también alentó sus ambiciones nucleares, le importa un bledo el pueblo iraní.
Esto es política — pura y simple — y también es sobre usar estas protestas como pretextos para otros fines más viles.
A consecuencia de la política brutal y estúpida del régimen de Bush, Irán surgió en el período de la carnicería que es la Guerrra contra Irak como el jugador más fuerte en la partida. Eso, porque los Estados Unidos derrocó a su enemigo más mortal, Saddam Hussein.
Los Estados Unidos quieren retomar la rueda, empezando conflictos internos y de ese modo debilitar al gobierno iraní.
Nosotros ya hemos visto eso — y la última vez no les salió muy bien.
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Traducción libre del inglés por Fatirah