Una ceremonia anual en homenaje de la antigua aldea de pescadores de Neerchokikoo. Crédito: Cortesía de NAYA Family Centre. PORTLAND, Estados Unidos, 5 may 2014 (IPS) – En su infancia, Russell Jim, ahora de 78 años y anciano de la tribu yakama, fue ingresado a la fuerza en un internado del estado de Washington y […]
Una ceremonia anual en homenaje de la antigua aldea de pescadores de Neerchokikoo. Crédito: Cortesía de NAYA Family Centre.
PORTLAND, Estados Unidos, 5 may 2014 (IPS) – En su infancia, Russell Jim, ahora de 78 años y anciano de la tribu yakama, fue ingresado a la fuerza en un internado del estado de Washington y recibió muchas golpizas por hablar su idioma.
Cuando regresó a casa tras terminar el año escolar, su tía se comprometió a protegerlo, incluso si eso significaba «llevarme a los cerros», contó a IPS. Su padre lo llevó a la escuela local, integrada totalmente por personas blancas, y amenazó con una demanda si no inscribían a su hijo.
Jim conservó su idioma, pero es muy consciente de la forma en que las comunidades originarias de Estados Unidos fueron desmembradas por el desplazamiento, a consecuencia de la política oficial de imponer la integración de los indígenas al resto de la sociedad.
«Cuando les pido a personas que pertenecen a una tribu su definición de la pobreza, por lo general responden con ‘carecer de una cultura’. No la definen por el dinero», señaló Janeen Comenote, directora de la Coalición Nacional Urbana de Familias Indígenas (NUIFC, por sus siglas en inglés).
El anciano del pueblo yakama Russell Jim. Crédito: Jason E. Kaplan/IPS
Es una distinción importante, en un grupo demográfico con una de las mayores tasas de desigualdad en Estados Unidos, aseguró a IPS. La sensación es que esto cambia cuando las personas abandonan las reservas indígenas.
«La disparidad es la disparidad y ambas partes se enfrentan a ella», dijo Comenote con respecto a los las poblaciones tribales urbanas y rurales.
Un informe de NUIFC muestra que 20 por ciento de los indígenas urbanos vive en la pobreza económica. Pero, además, en comparación con la población general padecen una tasa 38 por ciento más alta de muerte accidental, 54 por ciento más de casos de diabetes, 126 por ciento más de enfermedades del hígado y cirrosis y 178 por ciento más de mortandad relacionada con el consumo de alcohol.
Los niños y niñas de pueblos nativos tienen los mayores índices de colocación en hogares sustitutos de todas las minorías de este país, según otro informe. Los condados de Kings y Multnomah en los estados noroccidentales de Washington y Oregón, respectivamente, tienen las tasas más elevadas, entre cinco y siete veces más que el resto de la población.
Matt Morton, director ejecutivo del Centro de Jóvenes y Familias Indígenas de Estados Unidos (NAYA) en la ciudad de Portland, capital de Oregón, dijo a IPS que más de 20 por ciento de los niños indígenas viven en hogares sustitutos en el condado de Multnomah.
«Nuestras familias experimentan tasas de sustitución (parental) mucho más altas que las familias blancas en situaciones similares. Sabemos que ello se debe a los prejuicios y expectativas de cómo deben actuar los indígenas estadounidenses cuando viven en condiciones severas de pobreza», explicó.
A su juicio, «esto no ha cambiado» tras la aprobación en 1978 de la ley de Bienestar del Niño Indígena. Antes de entrar en vigor, la tasa ascendía a 25 por ciento.
Integrantes de la comunidad NAYA en Portland, Oregón. Crédito: Cortesía de NAYA Family Centre.
¿Cómo viven los pueblos indígenas en la pobreza? Según NUIFC, la población tribal tiene 1,8 veces más probabilidades que la población general de vivir sin saneamiento, dos veces más de no tener cocina, tres veces más de carecer de teléfono y tres veces más de vivir en la calle.
En las reservas indígenas, las familias llegan a ser grandes y extendidas. La pescadora yakama Caroline Looney Hunt, de 54 años, dijo a IPS que su madre adoptaba niños y niñas de manera informal, aunque ya tenía 11 propios.
«Mi madre decía ‘cuidado con el Hombre Blanco’. ‘¿Cuál?’ le preguntaba yo. Y ella respondía, ‘ El DSHS (Departamento de Servicios Sociales y Sanitarios), te roba a tus hijos'», rememoró.
Los jóvenes «intentaban volver con sus familias cuando cumplían los 18 años. Pero después de estar alejados de su cultura, veían cómo vivíamos y no querían quedarse. Nuestra cultura no se trata de cosas materiales, sino de la familia», explicó Looney.
Actualmente, la ley establece que los niños indígenas que viven en hogares sustitutos deben mantenerse dentro de su comunidad, pero a veces eso no sucede porque no están inscritos en la tribu.
Las familias que padecen alcoholismo en ocasiones se olvidan de inscribir a sus hijos. «Me dijeron que los niños que no están registrados son inscritos como si fueran blancos», afirmó Looney, quien tuvo que interceder cuando su nieta fue colocada en un hogar sustituto fuera de su comunidad.
Jim dice que el alcohol hizo estragos entre los yakamas, pero también afectó la salud de la tribu la pérdida de sus sitios tradicionales de caza y de reunión, por la construcción de represas hidroeléctricas y la central nuclear de Hanford, en el estado de Washington.
«No estamos adaptados genéticamente a los alimentos o al alcohol de los colonos», sostuvo. Por eso piensa que la diabetes y el alcoholismo plagan a sus habitantes.
Mientras miembros de la reserva como Jim y Looney trabajan para preservar sus tradiciones culturales, organizaciones tribales urbanas como NAYA se concentran en la reimplantación de sistemas de valores culturales.
Morton cree que la recuperación de la dieta tradicional será un «punto de inflexión» para las comunidades indígenas del noroeste de la costa del Pacífico de Estados Unidos, tanto urbanas como rurales. Asimismo, la organización pretende restaurar tierras cedidas por la fuerza a los colonos europeos en el norte de Portland.
La última persona indígena fue retirada en 1906 de la aldea de pescadores de Neerchokikoo, que se transformó en una zona industrial. El centro NAYA, ubicado en el área, trabaja con la organización Verde para convertir un antiguo vertedero de residuos en un parque del barrio Cully Park.
«Lo que hacemos es crear vecindarios habitables y recuperar conexiones culturales a través de la restauración de espacios naturales, la reintroducción de plantas autóctonas y la creación de zonas abiertas para que nuestra comunidad pueda reunirse», expresó Morton.
NAYA utiliza el ‘modelo de cosmovisión relacional’, creado por la Asociación de Bienestar Infantil Indígena (NICWA, por sus siglas en inglés). La cosmovisión lineal eurocéntrica tiene su «raíz en la lógica que dice que la causa tiene que venir antes del efecto», indica el sitio digital de NICWA.
Por el contrario, «la visión del mundo relacional ve a la vida como una relación armoniosa donde la salud se logra manteniendo el equilibrio entre los diversos factores que se interrelacionan en el círculo de la vida», añade.
«He constatado una diferencia entre las instituciones eurocéntricas y las tribales. Las eurocéntricas preguntan ‘¿tienen suficiente dinero?’ Mientras las tribales se interrogan ‘¿el niño tiene una cultura?’ y también, ‘¿cómo se ayudan unos a otros?'», destacó Comenote.
En el período de reubicación federal de las décadas de los 50 y los 60, muchos pobladores tribales fueron expulsados de sus reservas y forzados a trasladarse a las ciudades, lo cual generó una diáspora de indígenas estadounidenses. «Había muchos lugares de reubicación en todo el país y Portland fue uno más», indicó Morton.
El movimiento indígena luchó en las décadas de los 60 y 70 para revertir esa política, pero muchas tribus perdieron el reconocimiento federal y el estado soberano, según NUIFC. Indígenas reubicados también se casaron con otros grupos étnicos después de su expulsión. Además, los pobladores tribales también se trasladaron a las ciudades en busca de oportunidades que no existían en las reservas.
Las organizaciones tribales urbanas funcionan como «embajadas tribales múltiples», según Comenote. Los miembros de NAYA provienen de 380 tribus diferentes. Portland tiene la novena población indígena urbana de Estados Unidos.
«NAYA está creando una comunidad intergeneracional, que se va a llamar Generaciones, en sociedad con la ciudad de Portland y el sistema de escuelas públicas de Portland», explicó a IPS el director de desarrollo estratégico y comunicaciones de la organización, Oscar Arana.
El proyecto construirá viviendas económicas para las familias que deseen albergar hogares sustitutos y para los ancianos que quieran formar parte de la comunidad y ofrecer su tiempo de manera voluntaria para apoyar a sus integrantes.
«Se producen muchos resultados positivos, cuando tres generaciones se unen para apoyarse entre sí, como la mejora de la salud, la educación y el sentido de tener propósito y significado. El proyecto obtuvo el apoyo entusiasta del gobernador John Kitzhaber», afirmó.
Sólo 40 por ciento de los jóvenes indígenas terminan la educación secundaria en Portland. «Primero aseguramos la seguridad de los niños, entonces podemos ayudar a los padres a obtener vivienda y a apoyarlos con la educación», explicó Morton.
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2014/05/indigenas-de-eeuu-cicatrizan-estragos-de-integracion-forzosa/