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El florecimiento de la Primavera Árabe

Interpretando los resultados de las elecciones tunecinas

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

A principios de 1994, un pequeño think tank islámico afiliado a la Universidad del Sur de Florida (USF) organizó un forum académico para presentar a Rachid Ghannouchi, el líder del principal partido de la oposición en Túnez, Ennahdha. El objetivo de aquel evento anual fue dar a los académicos e intelectuales de Occidente una oportunidad poco frecuente para entablar debate con un dirigente político o intelectual de orientación islámica en un momento en que el discurso político estaba dominado por la tan traída y llevada tesis de Samuel Huntington del choque de civilizaciones. Poco después de anunciar públicamente el encuentro, grupos y defensores de Israel, dirigidos por Martin Kramer, Daniel Pipes, Steven Emerson, el director de la B’nai B’rith local y periodista de poca monta en el periódico local de derechas, empezaron una campaña coordinada para desacreditar el forum y atemorizar a la universidad.

Según Arthur Lowrie, un ex funcionario del Departamento de Estado que era profesor adjunto en la USF en aquella época, el AIPAC y otros grupos pro-Israel ejercieron enormes presiones sobre el Departamento de Estado para que rescindiera el visado de Ghannouchi dos semanas después de habérselo emitido en Londres. Como consecuencia, la universidad tuvo que cancelar el forum, a pesar de las firmes protestas de más de dos docenas de académicos y eruditos. El resultado fue que se impidió un encuentro que podía haber sido valioso entre intelectuales y creadores de opinión occidentales, por un lado, y una importante figura del mundo islámico, por otro, por culpa de la agenda exterior de un pequeño pero poderoso grupo de intereses. Este episodio vaticinó el movimiento anti-intelectual en los años siguientes que trató por todos los medios de limitar la capacidad de los grupos y personalidades islámicos para aportar su contribución al diálogo nacional, sobre todo después del 11/S.

Desde ese día de 1994, Ghannouchi no ha podido conseguir nunca un visado para entrar en EEUU, aunque había estado en el país en varias ocasiones a finales de los ochenta y a principios de los noventa. En aquel momento vivía en el Reino Unido, que le había garantizado asilo político y cuyas autoridades le habían absuelto de cualquier vínculo con la violencia. Había también ganado una demanda por difamación en ese país contra detractores suyos y leales al régimen que le acusaban de fomentar la violencia y el enfrentamiento dentro de Túnez.

Diecisiete años más tarde, el movimiento Ennahdha de Ghannouchi, de orientación islámica, ha ganado las elecciones en Túnez con un aplastante 42% de los votos. En efecto, ha recibido el triple de escaños que el partido que le seguía en votos. Esas elecciones han recibido los elogios de todos los partidos importantes y observadores internacionales por democráticas, libres, justas y transparentes.

Pero esas elecciones libres y justas no habrían tenido lugar sin la revolución popular que estalló el pasado 17 de diciembre en Sidi Bouzid tras décadas de represión y corrupción rampante. Rápidamente se extendió por todo el país, culminando finalmente el 14 de enero cuando el veterano dictador Zine al-Abdine Ben Ali y su familia huyeron a Arabia Saudí.

Desde la independencia de Túnez de Francia en 1956, el país ha estado gobernado por un sistema de partido único que impuso su autocrática versión de un laicismo estricto. Pero cuando Ben Ali tomó el poder en un golpe sin sangre en 1987, llevó el país a un breve período de apertura política hasta que el aparato de seguridad empezó a adoptar enérgicas medidas contra toda la oposición política, especialmente contra Ennahdha y otros grupos favorables a los derechos humanos y a la democracia.

Por tanto, ¿quiénes eran los principales contendientes en esas elecciones? ¿Cuál era la principal plataforma de cada partido? ¿Qué ha ocurrido al final con cada uno? ¿Qué significan esos resultados para Túnez? ¿Qué pasará a partir de ahora?

El 23 de octubre, los tunecinos acudieron a votar por vez primera desde su revolución para elegir una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) integrada por 217 escaños, incluidos los 18 que representan a más de un millón de expatriados que viven en el extranjero, de entre once millones de tunecinos. El principal papel de la ANC es escribir una nueva constitución para Túnez que plasme las aspiraciones democráticas de la revolución popular.

Se presentaron alrededor de 91 listas de partidos, así como varios candidatos independientes distribuidos por 27 distritos geográficos por todo el país y seis distritos en el extranjero, principalmente en Europa. Según la Comisión Independiente de las Elecciones de Túnez, la tasa de participación de los votantes superó todas las estimaciones, hasta alcanzar casi el 90% de todos inscritos; algunos esperaron hasta cuatro horas para poder depositar su voto. Entre las docenas de listas, había cuatro aspirantes principales. Pero un partido recién formado que alcanzó el 9% de los votos, con unos dirigentes cuestionables, supuso una gran sorpresa para todos los observadores políticos en Túnez. A continuación, se expone una lista con los principales ganadores y perdedores de las elecciones:

  1. El Partido Ennahdha es el sucesor del Movimiento de la Tendencia Islámica Tunecina, que durante la década de los sesenta estuvo afiliado a la Hermandad Musulmana; está liderado por Ghannouchi, de 70 años, desde mediados de la década de 1970. En 1989 cambió su nombre a Ennahdha o Partido del Renacimiento, declarando su compromiso con la democracia y el pluralismo. El movimiento se considera a sí mismo un partido islámico moderado preocupado por la preservación de la identidad de Túnez como nación árabe e islámica. Durante gran parte de la pasada década estuvo abogando por un modelo político similar al del Partido por la Justicia y el Desarrollo (AKP) del primer ministro de Turquía Recep Tayib Erdogan. Más recientemente, ha defendido la integración de los valores liberales y humanistas laicos con los principios islámicos, especialmente en las esferas sociales y económicas. También favorece un sistema parlamentario de gobierno.

    Tras ganar la quinta parte de los votos en las elecciones de 1989, Ben Ali prohibió el movimiento y tomó duras medidas contra sus instituciones, encarcelando a unos 30.000 de sus miembros a lo largo del período de dos décadas. Como principal grupo de la oposición durante las últimas tres décadas, Ennahdha estaba bien organizado y era bien conocido por todo el país. Sus dirigentes eran respetados y admirados no sólo en los centros urbanos sino también en las áreas rurales. En consecuencia, en estas elecciones ganó por abrumadora mayoría en todos los distritos salvo en uno, consiguiendo 90 escaños, entre ellos la mitad de los escaños del extranjero.

  1. El Congreso por la República (CFR). Se estableció en 2001 bajo el liderazgo de Moncef Marzouki, de 66 años, un carismático doctor y defensor de los derechos humanos. El CFR está considerado como un partido de izquierdas que defiende el nacionalismo y la identidad árabes, así como los principales valores laicos. Además, ha hecho un llamamiento para integrarse con los grupos y principios islámicos moderados. Defiende también un sistema presidencial con fuertes poderes parlamentarios. Marzouki es bien conocido por su acérrima defensa de los derechos humanos, la democracia y la transparencia. El CFR quedó el segundo en las votaciones, recibiendo 30 escaños por todo el país.
  2. El Bloque por el Trabajo y las Libertades (Takattol). Fundado en 1994 por activistas y profesionales izquierdistas y progresistas, Takattol rechazaba la dictadura y defendía políticas nacionales y socialistas. Su líder es Mustafa Bin Yaafar, de 71 años, que fue nombrado ministro de sanidad en el gabinete creado poco después de la revolución. Aunque muy laico en sus políticas, reconoce la importancia del Islam en la sociedad y tiene un punto de vista moderado e integrador sobre la inclusión del Islam político en la vida pública. Ha obtenido 21 escaños en las elecciones.
  3. El Partido Democrático Progresista (PDP). Fundado en 1998, el PDP estaba considerado como el principal partido de oposición frente al corrupto partido gobernante durante el reinado de Ben Ali. Defendía estrictos principios laicos y era considerado como la principal Némesis ideológica de Ennahdha. Su dirigente histórico era Ahmad Neyib Chabbi, de 67 años, un conocido abogado y político de izquierdas. Desde 2006 está dirigido Maya Jribi, de 51 años, bióloga, activista por los derechos humanos y feminista con enormes capacidades políticas. Durante la campaña, los dirigentes del PDP desafiaron a Ennahdha y prometieron ganar. Sin embargo, fueron aplastados en las elecciones, recibiendo solo 17 escaños. Después de las elecciones, reconocieron su derrota y felicitaron a Ennahdha, pero votaron en contra de incorporarse a una coalición de gobierno y a favor de permanecer en la oposición.
  4. La Lista Popular (Al-Aridha Chabiyya). El resultado electoral de esta lista supuso una sorpresa absoluta para todos los observadores. Esta lista, que solo existía desde hace pocos meses, estaba dirigida por Al-Hashmi Al-Hamdi, el propietario de un canal de televisión por satélite en Londres y antiguo miembro de Ennahdha que había roto con el grupo a mediados de la década de 1990. Desde entonces, había atacado abiertamente a Ennahdha y colaborado estrechamente con el régimen de Ben Ali. Su grupo obtuvo 19 escaños en las elecciones.

Muchos observadores políticos acusan a este partido de estar financiado y apoyado por los residuos del viejo régimen y por el prohibido Partido Constitucional de Ben Ali. Después de anunciar los resultados, la Comisión de las Elecciones invalidó los escaños de la Lista Popular en seis distritos, acusando al partido de violar las leyes electorales, incluyendo el uso del soborno.

Los escaños restantes se distribuyeron entre otros veinte partidos, entre ellos partidos tribales, liberales, comunistas y de extrema izquierda. Pero lo más significativo es que el principal perdedor fue la coalición de once partidos laicos rígidamente anti-islámicos y ex comunistas bajo el nombre de Polo Modernista Democrático (DMP). Por todo el país, el DMP no pudo conseguir más que cinco escaños.

La inmensa victoria de Ennahdha, seguido del CFR, representa una ruptura total con los partidos y movimientos políticos de la era corrupta y represiva de Ben Ali. La voluntad colectiva del pueblo tunecino, plasmada en los resultados de estas elecciones, potenció a los principales grupos que se asociaron firmemente con los principios islámicos modernos y la identidad árabe-islámica.

Al elegir a grupos políticos moderados que no eran corruptos ni parte de la vieja y arcaica estructura política, el pueblo tunecino envió un inequívoco mensaje de que quieren que los islamistas moderados y los laicos moderados trabajen juntos para establecer un gobierno democrático y construir un sistema socio-económico justo, preservando las libertades tan duramente ganadas, así como el respeto a los derechos humanos y a la identidad árabe-islámica de Túnez.

Al ganar las elecciones de forma convincente, Ennahdha dio seguridades de que no iban a imponer a la sociedad los edictos morales y sociales islámicos sino que iba a intentar preservar los derechos legales concedidos a las mujeres respecto a las leyes del estatus personal. Anunció también no iba a prohibir el alcohol ni los trajes de baño, algo de lo que sus oponentes le habían acusado. El día después de anunciarse los resultados de las elecciones, el mismo Ghannouchi se reunió con los dirigentes del mercado de valores de Túnez para asegurarles el firme apoyo de su partido a un crecimiento económico vigoroso, especialmente en el sector turístico. La plataforma de su partido va a luchar por un fuerte crecimiento económico anual que pueda llegar al 8%.

Ennahdha anunció que su secretario general, Hamadi Jebali, de 62 años, ex periodista e ingeniero de formación, sería su candidato a primer ministro. Prometió formar un gobierno de unidad nacional dentro de un mes que incluiría a tantos candidatos de los partidos electos como fuera posible. Como mínimo, los tres principales ganadores con una mayoría de 141 escaños han prometido trabajar juntos por el futuro de Túnez. Además, con un espíritu de reconciliación, Jebali anunció que el candidato de Ennahdha para presidente interino sería o bien Marzouki del CFR o Bin Yaafar de Takattol.

Pero los principales desafíos a los que se enfrenta el próximo gobierno son tres. No solo Ennahdha deberá ser capaz de formar un gobierno de unidad sino un gobierno eficaz que pueda proporcionar al hombre y a la mujer comunes de la calle seguridad económica y física, así como servicios públicos en un momento de tremendo torbellino político y cambio social. Por suerte para el nuevo gobierno, los retos económicos se suavizaron esta semana cuando Qatar -como estado que se ha mantenido a la vanguardia de los apoyos a la Primavera Árabe- prometió un paquete inmediato de ayuda económica por valor de 500 millones de dólares.

Al mismo tiempo, la asamblea electa debe redactar la nueva constitución para la segunda república de Túnez en el plazo de un año. Aunque la voluntad del pueblo tunecino se ha manifestado en estas elecciones a favor de un movimiento islámico moderado y de otros partidos laicos moderados, cómo conseguir volcar todo esto en una constitución que logre un consenso nacional es una tarea muy importante que no debe subestimarse.

Pero quizá el inmediato y principal reto a que se enfrenta el nuevo gobierno sea la reacción de las potencias extranjeras, especialmente en Occidente, que durante décadas han venido advirtiendo contra la posibilidad de investir de poderes a los «islamistas».

El recuerdo del asedio y boicot impuestos contra Hamas tras su victoria en las elecciones palestinas de 2006 se mantiene de forma muy intensa. Hasta ahora, la administración estadounidense y sus aliados europeos han tenido una actitud de esperar y ver, a pesar del ruido proveniente de los círculos de neoconservadores, sionistas y extrema derecha. En el lapso de dos semanas, dirigentes israelíes como Bibi Netanyahu, Ehud Barak, Shimon Peres y Tzipi Livni han venido advirtiendo a Occidente en contra de la inminente llegada al poder de «grupos radicales islámicos» por todo el Oriente Medio que van a suponer una amenaza para los intereses occidentales y de Israel.

Las mismas viejas voces de islamofobia, que levantaron falsas alarmas haciéndose eco de los temores israelíes hace unos veinte años envenenando la atmósfera entre Occidente y los grupos moderados islámicos, vuelven de nuevo a la carga. La pregunta que cabe hacerse ahora es: ¿Han aprendido algo durante todo este tiempo los dirigentes políticos de Occidente o están dispuestos a comenzar una previsible secuela del choque de civilizaciones?

Esam Al-Amin es un escritor independiente. Puede contactarse con él en: [email protected]

Fuente:

http://www.counterpunch.org/2011/10/28/understanding-tunisia%e2%80%99s-elections-results/