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Fuentes: Página 12

Ocurrió, entonces. Como indicaban las filtraciones deliberadas de la Casa Blanca sobre «la nueva estrategia» en Irak que W. Bush proclamó en su discurso del miércoles 10, se enviarán más tropas estadounidenses al país ocupado. En realidad, ese «aumento» -como se lo denomina para no utilizar la palabra «escalada», que carga con desagradables reverberaciones vietnamitas- […]

Ocurrió, entonces. Como indicaban las filtraciones deliberadas de la Casa Blanca sobre «la nueva estrategia» en Irak que W. Bush proclamó en su discurso del miércoles 10, se enviarán más tropas estadounidenses al país ocupado.

En realidad, ese «aumento» -como se lo denomina para no utilizar la palabra «escalada», que carga con desagradables reverberaciones vietnamitas- estaba en marcha antes de su anuncio: tropas de la 82ª división aerotransportada llegaron a Bagdad ese mismo miércoles y otros 800 de sus efectivos se sumaron el jueves. Contemporáneamente, una encuesta revelaba que el 61 por ciento de los norteamericanos consultados -contra el 36- se opone a semejante «ampliación» (Angus Reid Global Monitor, 10-1-07). Según la Constitución de EE.UU., Bush preside «un gobierno del pueblo para el pueblo».

¿Se trata sólo de Irak o el mandatario yanqui va por más? En su discurso acusó a Teherán de proporcionar materiales a la insurgencia iraquí y prometió: «Vamos a buscar y a destruir las redes que abastecen armas modernas y entrenan a nuestros enemigos en Irak». Enviará al Golfo Pérsico otro portaaviones y sus buques de apoyo se estacionarán a corta distancia de Irán, dicen fuentes de la Casa Blanca (The New York Times, 11-1-07). Bush precisó que se desplegarán misiles en la zona «para defender a los países aliados del Golfo», movida que comenzó hace meses con la instalación de los Patriots en Qatar. En tanto, la fuerza aérea de Israel habría llevado a cabo maniobras de entrenamiento en preparación de un bombardeo a Irán. Los «halcones-gallina» de Washington piensan que doblar la apuesta es el único camino para zafar del pantano iraquí.

Esto ha provocado el disgusto de políticos incluso republicanos y el de varios generales y otros mandos -estiman que atacar a Irán sería una catástrofe- y pareciera que W. Bush procura ahora rodearse de los jefes militares y funcionarios que, como él, van por más. Se anuncian ciertos cambios que llamarían la atención si el designio del mandatario fuera otro. Mientras duplica su poderío naval en el Golfo, se propone nombrar al almirante William Fallon comandante de las tropas de tierra que ocupan Irak y Afganistán. El reemplazo de John Negroponte, actual director de los servicios de Inteligencia federales, no entraña una degradación: W. anunció su nombramiento como próximo subsecretario de Estado y goza de un prontuario notorio. Lo sucederá en el cargo el vicealmirante retirado Mike McConnell, con 25 años de veteranía en espionaje y viejo amigo -¡oh casualidad!- del vicepresidente Cheney, el tenaz defensor del aniquilamiento del «Eje del Mal». Véanse las cosas que produce el hambre de petróleo.

Mike McConnell es el hombre ideal que su amigo Dick necesita para fabricar inteligencia justificadora de un ataque a Irán. El propio Cheney es experto en la materia -como lo demostró en Irak- pero no tiene por qué ocuparse otra vez del asunto con un agente como Mike. W. Bush necesita además un adlátere con experiencia en manejos propios de las escaladas militares. Ahí está Negroponte: embajador en Irak de junio de 2004 a abril de 2005, supervisó personalmente la ejecución de la «opción salvadoreña» contra la insurgencia sunnita, es decir, el establecimiento de escuadrones de la muerte cuyo deporte favorito es la decapitación. Contó con la asistencia del asesor que tuvo en sus días hondureños -cuando se dedicaba entre otras cosas a derrocar al gobierno sandinista-, el coronel retirado James Steele, quien fungió como consejero de las fuerzas de seguridad iraquíes y dirigió el entrenamiento del ejército Mahdi y de la organización Badr, las milicias chiítas más importantes de Irak. Steele fue en los ’80 jefe del grupo militar de EE.UU. en El Salvador y organizó los escuadrones de la muerte locales. Es perito en desapariciones, torturas y asesinatos.

¿Qué harán los demócratas, hoy en control del Congreso? La única manera de evitar «el aumento» sería el rechazo de los mil millones de dólares que W. pide para concretarlo. El senador Edward Kennedy presentó un proyecto destinado a bloquear esos fondos, pero la conducción del partido se inclina por aprobar en el Senado una resolución no vinculante de oposición al envío de más tropas que podría contar con el apoyo de algunos republicanos. Dicen funcionarios demócratas que la propuesta de Kennedy está destinada a apaciguar a los votantes hartos de la guerra, pero el partido sigue otra línea: seguir criticando a Bush por su ineficacia sin frenarle los ímpetus bélicos (Time/CNN, 10-1-07). El presupuesto del «aumento» pasará.

Faltan casi dos años para las elecciones presidenciales y es un hecho a tomar en cuenta. Si la Casa Blanca de hoy no consigue al menos una apariencia de «victoria», mañana será demócrata. Si los parlamentarios demócratas cortan la financiación que W. proyecta, padecerían una buena dosis de impopularidad por quitar apoyo a las tropas que combaten en Irak: sólo un 15 por ciento exige su retirada inmediata. También en este caso vale la famosa frase de Carl von Clausewitz: la guerra es una mera continuación de la política por otros medios.