Henry Kissinger es el asesor a la sombra de George W. Bush y uno de los principales artífices de la guerra que no cesa en Irak. «Nuestra única estrategia de salida es la victoria», es el consejo insistente que Kissinger le da al presidente, según revela Bob Woodward en el último libro de su trilogía […]
Henry Kissinger es el asesor a la sombra de George W. Bush y uno de los principales artífices de la guerra que no cesa en Irak. «Nuestra única estrategia de salida es la victoria», es el consejo insistente que Kissinger le da al presidente, según revela Bob Woodward en el último libro de su trilogía de la era Bush (State of Denial, Estado de negación).
De acuerdo con Woodward, Kissinger se ha tomado la Guerra de Irak como una revancha personal, «como si volviera a luchar la guerra de Vietnam». A estas alturas, el ex secretario de Estado de Richard Nixon opina que el «problema» en Vietnam fue ni más ni menos que EEUU «perdió su voluntad».
Kissinger está obsesionado con que no vuelva a ocurrir lo mismo en Irak, sostiene Woodward. En sus frecuentes visitas a la Casa Blanca, a raíz de los atentados del 11-S, Kissinger ha sido algo así como la voz de la persistencia y la tenacidad, presionando directamente a Bush o apoyándose en el vicepresidente Dick Cheney, que suele asistir también a los encuentros. Hasta tal punto ha calado la determinación de Kissinger en Bush que, cuando recibió recientemente a un grupo de republicanos en la Casa Blanca, llegó a decir con sorna: «No me retiraré de Irak, aunque Laura y Barney (su perro) sean los últimos que me apoyen».
La influencia de Kissinger en la Administración Bush es tal vez la mayor revelación de State of Denial, el libro con el que Bob Woodward declara su particular guerra al presidente. El periodista del Washington Post, artífice del escándalo Watergate junto a Carl Bernstein, estaba deseando desquitarse tras la acusaciones de complacencia excesiva en los dos primeros libros de la trilogía (Bush en guerra y Plan de Ataque).
La línea argumental es el «estado de negación» en el que vive Bush desde hace tres años, incapaz de reconocer errores y la gravedad de la situación de Irak, al borde de la guerra civil. Woodward ha buceado en los entresijos de la Administración Bush y, a falta de un garganta profunda, se ha apoyado en 200 entrevistas y en el testimonio de fuentes secretas para refutar su tesis.
«La situación en Irak es mucho peor de lo que la Casa Blanca y el Pentágono están reconociendo en público», declara Woodward a otro renombrado periodista, Mike Wallace, en una entrevista en la CBS que se emite el domingo, un día antes de la publicación del libro.
Para Woodward, la «verdad» está en los números, y la información que viene del campo de batalla en Irak es ésta: «Un ataque contra la coalición cada 15 minutos». Y añade: «La «verdad» es que los servicios de Inteligencia han pronosticado que el año 2007 va a ser todavía peor». «Una cosa es lo que dicen en público y otra, lo que hacen en privado. Y, ¿qué dicen en privado? Callan. Lo mantienen en secreto».
Según Woodward, la propensión al secretismo de la Administración Bush es comparable a la de la Administración Nixon. En su opinión, más que mentir directamente, el presidente vive en un estado de «negación de la realidad» propiciado por sus asesores.
El más notable de todos ellos, Henry Kissinger. George W. Bush ya intentó incorporar a Kissinger como director de la comisión de investigación del 11-S. El disparo le salió por la culata, y Kissinger renunció al nombramiento al cabo de una semana por la oleada de protestas que provocó entre las familias de las víctimas.